Antes del debate presidencial y todavía con tres semanas de campaña electoral por delante, lo único que los electores tenemos son encuestas que colocan a dos candidatos presidenciales como delanteros: Luisa González y Daniel Noboa (no necesariamente en ese orden). Ambos afirman que van a quedar primeros en la primera vuelta. Incluso que habrá una sola vuelta en 2025.
Reconociendo que en Ecuador, como se ha repetido y lo hemos visto, todo puede pasar, vale la pena, como punto de partida, calibrar las expectativas sobre la primera vuelta tomando en cuenta los resultados de las elecciones recientes.
El techo de la Revolución Ciudadana
A pesar de la siempre invocada victoria en primera vuelta como si fuera inminente, la Revolución Ciudadana (RC) ha visto mermado significativamente su músculo electoral en comparación con la década anterior. Lenín Moreno en 2017, compitiendo por el correísmo con Alianza País, alcanzó el 39% de los votos válidos. Cuatro años más tarde, la campaña de Andrés Arauz se empeñaba en colocar la idea de una aplastante victoria en primera vuelta, y algunos insistíamos en que el correísmo tenía un techo y que alcanzaría probablemente entre 32-36%.
Arauz sacó 33%.
Luego, en las elecciones seccionales de 2023, varios candidatos de la RC ganaron prefecturas y alcaldías en todo el país, incluyendo las ciudades y provincias de mayor población, como Guayas y Pichincha. Otra vez, esas victorias se interpretaron equivocadamente como expresión de un gran músculo electoral que le permitiría al correísmo ganar en las elecciones presidenciales anticipadas de 2023. Mirando en detalle, como algunos señalamos, las victorias en las elecciones locales no eran muestra de un incremento en el músculo electoral de la RC, y una victoria aplastante en las elecciones presidenciales anticipadas de 2023 era poco probable.
Los resultados de la primera vuelta de 2023 mostraron una aparente recuperación de la Revolución Ciudadana con respecto a las presidenciales de 2021, en las que ganó Guillermo Lasso. En agosto de 2023, en el resultado oficial, la candidata del correísmo Luisa González alcanzó 33.6% de los votos válidos, cuando Andrés Arauz había alcanzado 32.7%. Aparentemente, el músculo electoral del correísmo recuperó cierta votación en varios territorios —o por lo menos González no retrocedió con respecto a la votación alcanzada por Arauz.
Sin embargo, esta aparente recuperación debe ser examinada: mirando con cuidado, hay dos elementos que sugieren, más bien, la presencia de importantes fisuras en el aparato electoral del correísmo.
En primer lugar, la recuperación en la votación entre 2021 y 2023 se da principalmente en provincias pequeñas en número de electores, donde la votación por el correísmo venía retrocediendo desde los últimos tres ciclos electorales. Esa recuperación no es tan significativa cuando se considera el número de candidatos que participaron en la contienda. En 2021 Andrés Arauz compitió contra 15 candidatos y Luisa González estuvo en una papeleta junto a apenas siete.
El efecto matemático del número de candidatos sobre los resultados no consiste en esa idea imprecisa sobre la dispersión del voto, que dice que a mayor número de candidatos, cada uno recibe menos votos. Hay, sin embargo, una diferencia categórica entre las contiendas de “muchos” candidatos, específicamente cuando son más de 13. En contiendas de más de 13, los primeros lugares acumulan un menor porcentaje del total de votos, en promedio, tal como hemos mostrado en otro análisis.
Luisa González, compitiendo entre ocho, debía acumular más votos que Arauz compitiendo entre 16. Pero ese no fue el caso: González en 2023 alcanzó prácticamente la misma votación que Arauz en 2021.
El segundo elemento es más decidor y muestra las fisuras en el músculo electoral de la RC de manera más evidente: a pesar de los esfuerzos de la campaña para amasar el mayor número de votos posible en los bastiones de la RC, la votación de González retrocedió con respecto a Arauz en Guayas, Manabí, Los Ríos y El Oro —donde precisamente se había ganado alcaldías y prefecturas importantes.
Estos retrocesos son una señal indiscutible de que electores que en años anteriores daban su voto a una opción correísta, en 2021 y 2023 prefirieron otra alternativa o votar nulo.
Si tuviéramos que estimar el músculo electoral de Daniel Noboa
Hasta hace poco, la discusión sobre las probabilidades de reelección de Daniel Noboa estaba anclada a los indicadores de intención de voto y aprobación de su gestión. La conversación sobre la aprobación pasó del asombro —por sus cifras elevadas— al desconcierto porque, a pesar de todo —apagones, delincuencia, desempleo, el caso de los niños de Las Malvinas—, sus cifras no han caído tanto.
La dificultad con Noboa es que hay mucho menos elementos de juicio para adjudicar porque es un actor nuevo en la política electoral, y su victoria en las elecciones anticipadas de 2023 es difícil de explicar.
Pero dos análisis recientes de comportamiento electoral pueden dar luces.
La más reciente consulta popular de 2024 se hizo en un momento de gran aprobación de la gestión de Noboa: cifras relativamente bajas de muertes violentas, ausencia de apagones —con excepción de los últimos días antes de la votación. Sin duda también era un momento convulso, no sólo por la inseguridad sino por la invasión del gobierno a la Embajada de México para detener al ex vicepresidente Jorge Glas.
Como mostramos cuando analizamos los resultados de la consulta de Noboa, a pesar de la altísima aprobación de varias preguntas, el apoyo electoral no fue uniforme en todo el país, sino que demostró una clara tendencia: los territorios de mayor votación de Daniel Noboa en 2023 fueron también los territorios de mayor votación para aprobar las preguntas exitosas de la consulta en 2024, y viceversa.
Al mirar la variación geográfica, hay una gran coincidencia en la estructura de la votación de Daniel Noboa en primera vuelta de 2023 y la de las preguntas ganadoras en 2024. No hablamos del resultado de la votación —no se puede comparar cifras de elecciones presidenciales con las de una consulta popular— sino de la distribución de los votos —la forma como el apoyo electoral varía o se parece comparando dos elecciones diferentes.
Es muy notable, por ejemplo, que la pregunta de mayor aprobación en la consulta popular de 2024 recibió prácticamente la misma distribución de apoyo electoral que Daniel Noboa en la primera vuelta de 2023, en un momento donde Noboa tenía gran aprobación y algunos indicadores de su gestión le resultaban favorables.
Tal como apuntábamos, Noboa pudo ganar la presidencia gracias a un masivo voto en segunda vuelta que era muy heterogéneo internamente y que, por cualquier razón, prefería una alternativa diferente al correísmo. Ese voto no le pertenecía orgánicamente: se fue con él, pero podría haberse ido con otro candidato si las cosas eran diferentes o si la alternativa al correísmo en segunda vuelta era otra.
Los resultados de la consulta de 2024 mostraron que las preferencias del electorado se mantuvieron más o menos estables hasta ese momento, y que Noboa en realidad no había logrado incrementar mayormente su apoyo electoral más orgánico. Una estimación cuantitativa de Ricardo Viteri que utilizó resultados electorales sugería que en ese momento el voto duro de Daniel Noboa estaba alrededor del 11%.
¿Cuáles serían unas expectativas razonables hoy?
No me sorprendería si Luisa González alcanza 33% o menos. En el caso de la RC, las últimas dos elecciones muestran una relativa estabilidad en su votación. Las mismas preferencias en el electorado que generan apoyo o rechazo a la candidatura de la RC parecen estar presentes y ser estables desde hace cuatro años.
Si te preguntas si el correísmo puede ganar en primera vuelta o perder estrepitosamente, recuerda que las fuerzas que lo empujan hacia arriba —el descontento con Noboa, la demanda de más presencia del Estado— se enfrentan a las fuerzas que lo empujan hacia abajo —desde el rechazo a la imagen del ex presidente Correa hasta el mal sabor que deja la inauguración ilegítima de Nicolás Maduro en un nuevo período presidencial en Venezuela.
Es imposible saber qué fuerza pesará más o estará más presente en la mente de los electores el 9 de febrero de 2025, pero datos recientes muestran importantes fisuras en aquellos que han sido tradicionalmente los bastiones más fuertes de la RC.
Con Noboa, en cambio, aceptar que su intención de voto está entre el 30-35% implica aceptar que su voto orgánico —le dicen “voto duro” a la intención que decididamente apoya a un candidato y a ninguna otra alternativa— ha incrementado por lo menos al doble, y que a eso se suma un voto blando —aquel que podría votar por Noboa pero también está considerando a otro candidato. El voto blando está estimado entre 5 y 10 puntos adicionales para los candidatos delanteros, en promedio, con base a información de elecciones recientes.
¿Es eso razonable?
Lo es siempre y cuando también aceptemos que Noboa estaría acumulando buena parte de los votos que en 2023 fueron a Christian Zurita (quien reemplazó a Fernando Villavicencio luego de que fuera asesinado), a Jan Topic y otros candidatos. Y aceptemos que, además, ningún tercer candidato va a captar una porción considerable de esa demanda de parte de los electores. Ahí los supuestos sobre supuestos empiezan a volverse frágiles.
El comportamiento de los votantes en las elecciones anticipadas mostró que quienes eligieron Zurita (o Villavicencio) tenían preferencias opuestas tanto a la RC como a Noboa. Por tanto, aunque habrá una cierta transferencia de votos a Noboa en esta nueva elección, es difícil determinar cuánto.
La transferencia de los votos de esa parte del electorado (que votó por Zurita) al candidato por Construye, Henry Cucalón, de CREO, Francesco Tabacchi, o del Partido Sociedad Patriótica, Andrea González (quién fue binomio de Zurita) sería la expectativa más razonable. Pero otra vez, es imposible saber la magnitud.
Los votantes de Jan Topic, quien se quedó fuera de la papeleta en 2025 por una cuestionada prohibición del Tribunal Contencioso Electoral, son más difusos: tienen preferencias similares a los votantes de Noboa, pero sólo en las provincias de la Costa. Difícil saber a dónde irán los votos que en 2023 fueron a Topic en la Sierra.
Por estas consideraciones, me sorprendería si Noboa alcanza por encima del 35%, y no me sorprendería si queda en segundo lugar apenas por debajo de Luisa González en primera vuelta. Si el resultado es muy distinto a estas expectativas, habría que buscar explicaciones en la transferencia del voto de las terceras opciones de 2023 a los candidatos en 2025.
El gran punto ciego de este análisis es el incremento en la intención del voto por Noboa provocado por la estrategia de entrega de regalos, víveres, camisetas como parte de su cuestionada campaña como candidato-presidente.
Las últimas elecciones mostraron que en Ecuador lo sorprendente puede ocurrir. Un mes antes de las elecciones de 2023, Noboa aparecía en sexto lugar con 5% de intención de voto, y una semana antes de las elecciones, justo antes del debate, su intención era del 3% según la misma encuestadora que ahora le coloca en primer lugar. Por eso, lo analizado aquí es, si se quiere, el punto de partida de mis expectativas, y el tablero sobre el cual el debate y la campaña de las siguientes tres semanas puede incidir.
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