Ya hay 12 precandidatos para la alcaldía de Quito para las elecciones de 2023. Tal número ha despertado el viejo temor de la dispersión del voto y sus consecuencias.
En gran medida, este miedo se explica por lo que ocurrió en las elecciones seccionales de 2019. En ese entonces, Quito eligió su alcalde entre 18 candidatos. El vencedor de la contienda, Jorge Yunda, fue electo con apenas el 21% de los votos válidos.
La baja votación del candidato ganador, además de la apretada diferencia con la que venció a sus contrincantes, instaló la idea que hoy nuevamente preocupa: “con tantos candidatos disputando las elecciones, el voto se dispersa y el ganador está condenado a gobernar con escasa legitimidad.”
¿Está justificado el miedo a la dispersión del voto en estas nuevas elecciones?
Ciertamente, tener 12 candidatos es problemático por razones de todo tipo. Algunas son prácticas: es difícil organizar un debate, por ejemplo.Otras tienen que ver con el sentido mismo de lo que es una elección: es difícil que un ciudadano escoja entre 12 opciones, procese 12 mensajes, o ponga atención a 12 propuestas. Por la sencilla razón de que son demasiadas.
El argumento específico de “la dispersión del voto” es algo que debe ser definido más precisamente y, sobre todo, examinado a la luz de los datos disponibles de las tendencias de las últimas elecciones seccionales.
¿Se dispersa el voto con 12 candidatos? La respuesta es: probablemente no
La intuición diría que “a más candidatos mayor dispersión de votos” porque, cuando hay más opciones, simplemente los votos se reparten entre un mayor número de contendores.
Sin embargo, esa intuición está equivocada porque, al mismo tiempo, la gran mayoría de los votos se concentran siempre en los primeros lugares.
Un indicador de dispersión es el porcentaje de votos válidos que acumulan los primeros tres lugares. Eso, en promedio entre cantones, históricamente ha sido el 84%.
Es más, los primeros cuatro lugares normalmente acumulan el 92% de los votos. Los primeros cinco, el 96% de los votos. Es decir, casi la totalidad de los votos válidos normalmente van a las primeras cinco posiciones. A partir del sexto candidato, obtienen una mínima cantidad de votos.
La pregunta clave es si ese porcentaje acumulado por los primeros lugares disminuye a medida que hay más candidatos. La respuesta no es para nada obvia. De hecho, hay que examinar lo que ocurrió en los casos extremos que se dieron en 2019.
Las elecciones seccionales de 2019 fueron muy particulares en varios sentidos. Primero, comparadas con todas las elecciones seccionales anteriores, en 2019 hubo muchos más candidatos. En las elecciones seccionales de 2004, 2009 y 2014 hubo prácticamente el mismo número compitiendo por las alcaldías de todos los cantones del país: 1.201, 1.259, y 1.261, respectivamente. En 2019, en cambio, hubo 1.875 en total.
Segundo, sólo en las seccionales de 2019 hubo un número considerable de cantones (37 de 221) donde hubo más de 12 aspirantes. El que más tuvo fue el cantón Rumiñahui, en Pichincha, con 22.
Los cantones pueden clasificarse en tres grupos, según el número de candidatos que participaron. El primero, los que tuvieron entre uno y seis candidatos. El segundo, aquellos donde hubo entre siete y trece candidatos. Finalmente, aquellos donde hubo entre catorce y veintidós candidatos (los casos extremos).
Esto es clave. En el primer grupo hay necesariamente baja dispersión simplemente porque hay muy pocos candidatos. Por ejemplo, si sólo hay cinco candidatos, no importa qué tan apretada sea la elección, los primeros tres lugares siempre se van a llevar por lo menos el 60% de los votos válidos. Lo que interesa es lo que pasa en los otros dos grupos.
En el segundo y tercer grupo, de siete a trece candidatos, y de catorce candidatos o más, la relación entre el porcentaje acumulado por los primeros lugares y el número de candidatos es muy débil.
Particularmente en los casos extremos en los que hubo más de catorce, el porcentaje que acumulan los tres primeros lugares es independiente del total de contendores. En ese grupo, su número no importa. Una vez cruzado el umbral de los trece, da lo mismo tener catorce o dieciocho candidatos. El nivel de dispersión es el mismo.
Ciertamente hay mayor dispersión que en el segundo grupo, pero no es una cuestión del número en sí mismo: entre siete y doce candidatos, el nivel de dispersión es prácticamente el mismo. Entre catorce y veinte es, también, prácticamente igual. La diferencia categórica está entre las competencias de trece candidatos o menos, y aquellas que superan el umbral de los trece.
En resumen, en términos más simples es así: suponiendo que en Quito va a haber 12 candidatos en las próximas elecciones, ¿habrá más dispersión que si hubiera sólo 5 candidatos? La respuesta es probablemente sí. ¿Habrá más dispersión que si hubiera 8 candidatos? La respuesta es probablemente no.
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Otra de las discusiones en estas semanas previas a la inscripción de candidaturas es que con “tantos candidatos” el alcalde electo gana con “baja votación y, por lo tanto, baja legitimidad”. A la luz de los datos, esta idea merece igualmente ser cuestionada.
En los casos de muy pocos candidatos (entre uno y seis), quien gana evidentemente recibe una alta votación simplemente como consecuencia matemática. Pero después de los siete candidatos, la cosa cambia.
La tendencia general no es que a mayor número de candidatos, menor porcentaje del ganador en este grupo. Para ilustrar el punto: Quito tiene ahora 12 precandidatos. Suponiendo que todos logren calificar y la capital deba elegir entre 12 opciones, lo más probable es que el candidato ganador obtenga un porcentaje similar al ganador de otros cantones donde haya entre siete y trece aspirantes. Las cifras nos demuestran que el porcentaje que obtenga el candidato ganador es prácticamente independiente del número de candidatos —siempre y cuando ese número sea de entre siete y trece.
El análisis estadístico de los datos muestra que donde sí hay una diferencia categórica es en las contiendas que sobrepasan el umbral de los trece. Otra vez: no es que cada candidato adicional aporta con mayor “dispersión” o “disminuye” la votación del ganador.
Es que simplemente, en los casos extremos, el pastel que se reparte entre los primeros lugares es más pequeño, y el ganador alcanza una votación más modesta. Pero poco importa que compita entre, por ejemplo, quince o veinte candidatos. La tendencia será la misma.
Por decirlo de algún modo, en el grupo de los casos extremos (catorce candidatos o más), más que dispersión es un tema de “volatilidad” en el resultado. Con más de catorce candidatos, en promedio, el total acumulado por los primeros lugares es menor, la diferencia entre los primeros lugares es más estrecha, y el desenlace de las elecciones es más volátil e impredecible.
En 2019, la victoria de Jorge Yunda en Quito fue una sorpresa. Resultó electo con el 21% de los votos válidos, apenas por encima de Luisa Maldonado de Fuerza Compromiso Social, quien obtuvo el 18%.
Maldonado apenas superó a Paco Moncayo, que también obtuvo el 18%, participando por una alianza donde estaba la Izquierda Democrática y Democracia Sí. Moncayo apenas superó a César Montúfar de Concertación, que alcanzó el 17%.
En votos, la diferencia entre el primero y el cuarto lugar fue de apenas 60 mil votos (en una ciudad de 1,6 millones de electores). En esas circunstancias, el ganador podía haber sido cualquiera de los cuatro. Bastaba que unos cuantos miles de votantes voten distinto, voten nulo o no asistan a votar, y el resultado habría sido diferente. En palabras de Ricardo Viteri, lo de Yunda fue una “casualidad electoral”.
No fue el único caso. En 2019 hicieron noticia varias “sorpresas”.
En Cuenca, Pedro Palacios venció a los favoritos Jefferson Pérez y Marcelo Cabrera. En Ibarra, la independiente Andrea Scacco venció con una diferencia apretadísima (menos de 0,4%) a Álvaro Castillo, que se postulaba con el apoyo de una alianza de la que formaban parte la ID, Centro Democrático, el PSC y Democracia Sí.
En Machala, Darío Macas de Unidad Popular venció a Carlos Falquez y el aparato del PSC. En Ambato, Javier Altamirano de la ID venció a Luis Fernando Torres del PSC. Por supuesto, para redundar, en Quito, Luisa Maldonado y Jorge Yunda ocuparon los dos primeros lugares, venciendo al favorito en las encuestas, Paco Moncayo.
El número de candidatos que participaron en las contiendas mencionadas fueron: 13 en Cuenca, 10 en Ibarra, 13 en Machala, 12 en Ambato, y 18 en Quito. Casi todos cerca del umbral mencionado de los 13 candidatos, y todos por encima del promedio de candidatos por cantón de ese año (8,5).
El último fenómeno que se observa a mayor número de candidatos es un porcentaje más elevado de voto nulo. Hay dos hipótesis principales para explicar que mientras más compleja es una papeleta, mayor es el voto nulo.
La primera es que la complejidad produce confusión, especialmente en electores de menor nivel socioeconómico o educativo. La segunda, que la complejidad produce mayor rechazo al sistema electoral en su conjunto. Sea cual fuere la explicación, la tendencia observada es que a más candidatos, mayor voto nulo.
Los votos nulos no entran en la contabilidad de los votos válidos, y el efecto que tiene un elevado porcentaje de nulos es que el “pastel” de votos válidos que se reparte para determinar el ganador es más pequeño. Por tanto, hace que el desenlace en contiendas de muchos candidatos sea más impredecible porque las diferencias entre los primeros lugares son más estrechas, como apunté antes.
En suma, aunque el temor de la supuesta dispersión del voto circula nuevamente en vista de lo ocurrido en varios cantones en las elecciones de 2019, una mirada más analítica a las tendencias históricas muestra que la relación entre número de candidatos y resultados electorales es más compleja. Además, muestra que en muchas contiendas del próximo año habrá, en realidad, menor dispersión de la que se espera.
Dicho esto, no todo es cuestión de números. El contexto local de cada elección importa. En Guayaquil, el candidato socialcristiano ha ganado siempre con una votación por encima del 50-60%, independientemente de si se enfrenta a 7 candidatos (2004), 4 candidatos (2009), 3 candidatos (2014), o 16 candidatos (2019).
Así mismo, en Quito, una cosa es el análisis específico del número de candidatos y sus consecuencias. Otra cosa es el análisis de lo competitiva que puede ser una contienda dados los candidatos concretos en la papeleta. Eso queda para otra conversación.
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