Ecuador ha sufrido mucho trauma. Con la violencia por el narcotráfico de trasfondo, estas elecciones fueron especialmente conflictivas, permeadas de urgencia y pesadumbre. El asesinato del alcalde de Manta, Agustín Intriago, del dirigente Pedro Briones y del candidato presidencial Fernando Villavicencio dejaron al país en shock poco antes de decidir su voto. La sangre y el lenguaje electoral amenazante nos hicieron noticia internacional. Luego, los resultados electorales nos dejaron divididos entre dos versiones maquilladas de la vieja política.
Ha sido tal la oscuridad, que nos cuesta detectar que sí hay algo de luz. Tenemos que dimensionar la importancia de lo conseguido en la consulta nacional: con el 59% de los votos, el sí ganó y se detendrá la explotación del bloque 43 en el Yasuní. Y también dimensionar que el sí para prohibir la minería a pequeña, mediana y gran escala en el Chocó Andino, cerca de Quito, superó el 68%.
Es decir, de manera tan contundente como inédita, organizaciones ambientalistas derrotaron a la industria extractiva y a las arremetidas de tres gobiernos tanto de izquierda como de derecha. Lo hicieron a través del voto popular. Es un triunfo enorme. Por eso, más allá de quién llegue a Carondelet por el siguiente año y medio, la capacidad de movilización de estas organizaciones, así como el voto joven, son rayos de luz en momentos sombríos.
El bloque 43 del ITT (Ishpingo-Tambococha-Tiputini) —una de las zonas con mayor biodiversidad del planeta y una zona de transición para los pueblos en aislamiento Tagaeri y Taromenane— no siempre ha sido motivo de celebración para ambientalistas. Al contrario, ha sido una fuente de conflicto desde que, en 2013, el entonces presidente Rafael Correa anunciara que explotaría el bloque a pesar de haberse comprometido a no hacerlo.
Vista de una de las carreteras dentro del Parque Nacional Yasuní. Fotografía cortesía de Pedro Bermeo.
Fue el inicio de una campaña del colectivo ambientalista Yasunidos que, junto a varias organizaciones, intentó reunir firmas para convocar a una consulta popular para que el pueblo ecuatoriano decidiera si se debía mantener el crudo del ITT indefinidamente bajo tierra o no. Era una lucha por el medioambiente y, a la vez, por la democracia.
Entonces fue una batalla perdida por un proceso fraudulento. Para denunciarlo y conseguir, nuevamente, que la explotación del Yasuní sea consultada al pueblo ecuatoriano, Yasunidos tuvo que esperar diez años y sobrevivir los gobiernos de Rafael Correa, Lenín Moreno y Guillermo Lasso. “Ha sido una lucha casi imposible. Pero lo que poco a poco se ha ido demostrando es que siempre tuvimos el derecho a ser consultados y que siempre tuvimos las firmas para ser consultados”, me dice Pedro Bermeo, uno de los voceros de Yasunidos.
Este año, tras muchísimas trabas y ataques, su mensaje resonó como nunca antes. No fue para nada fácil. “Las industrias petroleras y mineras, la industria extractiva en general, instalaron un montón de relatos mentirosos en los medios principales”, explica Bermeo. “Y los medios configuraron una campaña masiva en contra de nosotros, con publirreportajes que repetían lo que decía el gobierno y las petroleras, sin invitar voceros a favor del sí”.
En sus campañas por el sí, el movimiento fue estratégico, extendiendo una red desarrollada a lo largo de los últimos diez años. Se abstuvieron de promover una candidatura en especial. Sin acceso a los medios tradicionales, la suya fue una construcción que Bermeo describió como de hormiga “Con muchísimos colectivos, organizaciones sociales, estudiantes, barrios, personas de a pie que conformaron una pluralidad de voces”, me dijo.
No se limitaron a las redes sociales, sino que convirtieron al Yasuní en un horizonte movilizador de cultura y arte. Así recibieron el apoyo de actores, influencers, muralistas, músicos y académicos como Mateo Villaba, quien de manera muy técnica también desmontó las cifras a favor de la explotación.
Su proyecto coincidió con el hastío de muchos votantes hacia la política tradicional y con un nuevo protagonismo del voto joven. Los votantes menores de 40 años esta vez conformaron más del 50% del electorado, mientras que el 25% del padrón electoral correspondía a personas de entre 18 y 29 años. “La campaña fue orgánica en redes sociales y eso también lo debemos a ese enorme público joven”, explica Bermeo.
Así, el voto en contra de la extracción petrolera superó el voto por los dos primeros candidatos juntos. En tiempos de mucha división, es un consenso nacional contundente. Estos cambios reflejan un giro significativo en las prioridades de las nuevas generaciones de ecuatorianos. El esfuerzo por mantener el petróleo bajo tierra y prohibir la minería en el Chocó se convirtió en un horizonte movilizador ajeno a las disputas que ya son parte de la antigua y desgastada política. Además, son resultados que tienen consecuencias más allá del Ecuador, al demostrar la capacidad del voto popular para resistir políticas extractivistas y tomar acción en contra del cambio climático.
El triunfo del sí también señala un nuevo momento en la coyuntura nacional que, en plena crisis de seguridad, busca propuestas alternativas a los modelos estructurales de siempre. Más allá de los resultados de la segunda vuelta electoral, en Ecuador el voto joven ya demostró que puede tomar decisiones por la vida y a largo plazo.
En tiempos de crisis y violencia, el voto por el Yasuní y el Chocó da razones a los ecuatorianos y al mundo, para seguir optimistas. Después de todo, este pequeño y conflictivo país sí puede consensuar.
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