No es novedad que la política ecuatoriana sea vista como un inusual partido de fútbol. La polarización en el Estado permite que cada ciudadano opte por el bando con el que se siente más identificado y le apueste, entonces, a su “equipo”. Esto, sumado a un tinte personalista —no tenemos reales políticos, sino mesías cuyo clamor es mayoritariamente permanecer en el radar del elector— hace que el ciudadano no piense en la ideología partidista o en las políticas públicas a largo plazo, sino plenamente en la persona a quien le otorga un voto. Estas dinámicas fueron evidentes en la consulta popular de Daniel Noboa.
Las figuras mesiánicas tienen un tiempo de caducidad y dependen de la aceptación ciudadana para sobrevivir dentro de la cancha de la política. Históricamente, las consultas populares han sido un termómetro político y ayudan a tantear terreno, sobre todo cuando una nueva elección está cerca.
Las consultas que han recibido un NO por parte de la ciudadanía evidencian dos cosas. La primera es, probablemente, que el voto es un rechazo al gobierno de turno. La segunda es que las preguntas son demasiado complejas, y el gobierno no hizo esfuerzos suficientes para comunicar su importancia.
La victoria de Daniel Noboa, entonces, se podría explicar por su alta popularidad que hasta la semana previa a la consulta llegaba casi al 80% según medios locales.
Más allá del impasse en la Embajada de México, un amplio sector del país estuvo de acuerdo en que tanto los temas de seguridad como la no impunidad merecían un SÍ. Sin embargo, entró a la cancha un factor no previsto para el gobierno: la crisis energética. El nivel de aprobación del Presidente se vio afectado de forma inmediata por el malestar generalizado en la ciudadanía, causado por los cortes de luz. Este factor puso en riesgo la aprobación total de la consulta y también abrió un debate más profundo en torno a dos de las preguntas más controversiales de la consulta que abordaban un eje económico. Esto, incluso, le dio una oportunidad a la oposición de encontrar un foco de debilidad informativa desde el oficialismo, y apuntar su campaña en contra.
Pero, ¿es realmente una victoria para el gobierno no haber logrado el 11-0 que tanto se buscaba en este partido? ¿Qué nos dice este resultado sobre las elecciones del 2025 y la candidatura del presidente Noboa?
La primera lección que nos deja la consulta popular de Daniel Noboa es que la aceptación ciudadana es plenamente fluctuante y, así como un evento la catapulta, en horas puede caer en picada. Un solo factor afecta los resultados y la imagen del político. Por ello, las estrategias comunicaciones deben ser permanentes y estar arraigadas a pesar que dentro de la política ecuatoriana todo es posible.
La segunda lección es entender que la cultura política del Ecuador es escasa. No se puede asumir que el ciudadano conoce o está de acuerdo con algo por el simple hecho de que lo dice la figura pública. Siempre el equipo (movimiento político) contrario va a encontrar un mecanismo para llevar el partido hacia su lado de la cancha. Por eso, pese a que un jugador se sienta estrella en ese momento, es un grave error no compartir y explicar su mensaje con la ciudadanía para asegurar la lealtad de la hinchada por las razones correctas. Es decir, a través del conocimiento y no del fanatismo.
La tercera lección que deja el resultado electoral es que, sin duda, hay una buena posibilidad para el gobierno de turno dentro de las elecciones 2025, pero no necesariamente una victoria asegurada. Aunque quedan pocos meses para volver a las urnas, aún hay elementos que le pueden jugar en contra al principal jugador. Los más importantes son la crisis energética y los casos que aún siguen siendo investigados por la Fiscalía —y por ende, la necesidad de que no existan nuevas fugas o algo que genere un sentimiento de impunidad.
También le podría jugar en contra la falta de definición sobre quién lo reemplazará mientras está en campaña, tomando en cuenta la mala relación con su Vicepresidenta. Y, finalmente, le puede salpicar la inoperancia de algunos miembros del gabinete que ya se encuentran en la mira pública.
El partido, nuevamente, dependerá de qué tan buena sea la estrategia de cada equipo. A la hinchada le gusta ver un partido emocionante y esto muchas veces puede ser un factor de alto riesgo si lo trasladamos al eje democrático, considerando que actualmente el Ecuador no tiene instituciones sólidas que puedan garantizar el respeto a los límites del juego.
Es innegable que, pese a que parecía que se conocía a todos en la cancha y medianamente se podía saber qué esperar, siempre hay sorpresas. La figura del outsider ha sorprendido dentro de estas últimas dos elecciones, poniendo en el ruedo a candidatos que llegan a tener una importante votación —aunque no en todos los casos la mejor preparación y tampoco el mejor equipo de trabajo. A pesar de eso, terminan convenciendo a varios hinchas —incluso de los más fieles—, logrando que se cambien de equipo.
El resultado electoral del 21 de abril es una alerta para el 2025.
No importa cuántas cosas haga bien un gobierno, si un solo paso en falso puede hacer temblar a todo el campeonato. Es falso creer que el elector está activo sólo durante las campañas y que no es necesario que el candidato gane su confianza antes de un periodo electoral. Por el contrario, el ciudadano es un votante que juzga a diario la validez de otorgar su voto, por lo que, si el gobierno busca su reelección en este 2025 debe aprender a moverse en el mundo de la política, considerando incluso, aquellos escenarios más inesperados.
Como dijo Maquiavelo hace más de seis siglos, se requiere la astucia de un zorro para reconocer las trampas y el tenor de un león para amedrentar a los lobos, aunque últimamente el partido parece atraer cada vez más hienas al campo.
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