Decenas de banderas blancas con la cara de Luisa González son ondeadas por sus simpatizantes. Una mujer canta Alma Mía de Julio Jaramillo desde una tarima mediana que irradia luces turquesas. Al frente hay unas doscientas personas: con chaquetas celestes, gafas celestes, gorras celestes. Es el color de la Revolución Ciudadana, la organización política que agrupa al correísmo. Luisa González pasó a segunda vuelta, pero lejos parecen ya las victorias en primera vuelta y los mítines multitudinarios.
Son las 6 y media de la tarde del 20 de agosto de 2023. Las urnas del día de las elecciones anticipadas cerraron hace más de una hora y hace frío en el sur de Quito. Junto al estadio del Aucas, los votantes del partido que apadrina el ex presidente Rafael Correa, esperan a su candidata a la presidencia.
Desde la tarima, un hombre de chompa celeste, con un micrófono, grita: “112, Luisa González. 38, Daniel Noboa. 17, Jan Topic. ¡Son los resultados de una mesa de Tumbaco!”.
Todos aplauden y celebran los números irrisorios.
“Este es el esfuerzo de cada uno de ustedes. Un aplauso fortísimo a los compañeros veedores de los recintos, viendo que no nos roben”, grita el hombre.
“Una sola vuelta
Una sola vuelta
Una sola vuelta”
Gritan todos. Para esta hora aún no hay resultados oficiales. Las únicas encuestas que han circulado son casi rumores de internet. Pero eso no importa para los fanáticos. A ellos les basta la euforia y la promesa de que la Revolución Ciudadana volverá a la presidencia de la República.
Atrás de la tarima, se proyecta una imagen: se ven los respaldos de sillas blancas plásticas y al fondo una pantalla con la cara de Luisa González. Es la transmisión en vivo de la sala de prensa.
Para entrar allí es necesario detenerse en una carpa, tomarse una foto, esperar que la impriman, que la corten con una guillotina. Para entrar allí es necesario el carné que dice recepción de resultados y encima el logo de la RC5.
Adentro, en la sala de prensa, hace calor. Las casi 100 sillas blancas están ocupadas por periodistas, camarógrafos, y fotógrafos.
Un hombre se acerca a la pantalla gigante donde se proyecta el rostro de Luisa González —la boca cerrada, la mirada fija, la barbilla alzada— y se toma un selfie. Hace una semana, en el centro de exposiciones Quito, vi cómo otro hombre se tomaba otro selfie, con otro fondo: el ataúd de Fernando Villavicencio.
La rueda de prensa aquí estaba programada para las 7 de la noche pero a esta hora no hay movimiento en el estrecho cuarto de tumbado de madera y piso de baldosas cafés.
A esta hora, los reporteros están clavados en sus teléfonos o computadoras viendo los primeros resultados del Consejo Nacional Electoral. No está escrutado ni el 10% pero ese total ya ubica primera a Luisa González con más del 30% de los votos.
Adentro hay silencio mientras se proyectan vídeos de campaña sin audio. Afuera, la música y el baile en la tarima continúan.
En la pantalla que antes tenía fija la fotografía de Luisa González con la mirada en alto, ahora hay un vídeo en el que se ve a la candidata del correísmo en una bicicleta. Se intercalan paisajes del centro de Quito, del Cotopaxi, de caravanas con personas de celeste y banderas blancas. En todas las tomas está Luisa González con una sonrisa forzada. Hay gente a quien no le sale natural.
En otro vídeo de propaganda está una señora anciana viendo en la televisión un vídeo de Rafael Correa, quien llora mientras unas adolescentes le cantan “nunca te voy a olvidar”.
Es una escena del evento de despedida del expresidente en 2017, cuando dejó el poder luego de 10 años y lo sucedió su entonces amigo —y luego enemigo capital— Lenín Moreno. La señora, pelo gris, cara redonda, se abraza con su nieta. Juntas se asoman a la puerta y ven pasar a Luisa González en su bicicleta.
En otro video sale González bailando con Correa, los dos con gafas de brillo celeste y el gesto de la mano abierta: es el número de la Revolución Ciudadana.
En otro spot, sale González abrazando a una niña de unos ocho años. La niña llora. La candidata la abraza y la consuela. Es la imagen revictimizada de una niña, a expensas de las necesidades comunicacionales de la candidata. Quizá, incluso, una infracción electoral muy grave: “usar” niños y niñas en propaganda electoral está prohibido en el Ecuador. Se sanciona hasta con 70 salarios básicos unificados (más de 31 mil dólares en 2023).
Ha pasado más de una hora desde que dijeron que empezaba la rueda de prensa.
A las 8 y 5 de la noche hay movimiento en la sala.
“En cualquier momento viene”.
“Ubiquémonos, en cualquier instante estaría la candidata”.
Dicen al menos tres personas que caminan, suben y bajan de la pequeña tarima. “Por favor, los compañeros que no son de prensa, tengan la bondad de esperar afuera”, dice alguien más. Pero parece que nadie se moverá de su puesto.
“Coloquemos nuestros teléfonos en silencio”, nos piden. Al menos 50 cámaras de foto y de video apuntan al marco de la puerta.
Es un preámbulo excesivamente ceremonioso. Un hombre, de acento español, rosca en el pelo, saco formal y zapatos deportivos, la presenta. “Demos la bienvenida a la primera candidata mujer en pasar a la segunda vuelta. El orgullo de la Revolución Ciudadana: Luisa Magdalena González Alcívar”, dice, con las pausas de quien anuncia a la ganadora de un prestigioso premio.
Afuera de la sala se escuchan gritos: Wuuu. Luisa presidenta. Luisa presidenta. Wuu.
Adentro, hay silencio.
Finalmente, entra Luisa González acompañada de Andrés Arauz. “El binomio de la esperanza”, dice una persona que ha cogido el micrófono.
González viste un suéter tipo polar celeste, encima una chompa michelín blanca con delicados botones dorados, jean y zapatos deportivos. Arauz tiene un rompevientos celeste y una sonrisa congelada. Se suben a la pequeña tarima y González le hace un gesto a su binomio para que quite un podio que está en medio del escenario.
Aunque se supone que es una rueda de prensa, Luisa González tiene actitud de mitin de campaña. “Nuestra gratitud con el pueblo ecuatoriano. Sepan ustedes que tenemos la participación ciudadana más alta de las últimas décadas”, dice, como quien ha aprendido un guion o cursado varios cursos de media trainings.
González casi no parpadea, grita en vez de hablar. Arauz la observa, en silencio. La observa mientras asiente con la cabeza. La observa mientras con sus dedos hace un triángulo a la altura de su barriga. La observa mientras cierra los ojos como quien se quiere concentrar más. La observa mientras aplaude.
Cuando Luisa González hace una pausa, desde el final de la sala se escucha “¡Luisa presidenta!” Dos sillas detrás mío, sentados en las sillas blancas para la prensa, están el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, y la prefecta de Pichincha, Paola Pabón. Ambos fueron elegidos en las recientes elecciones seccionales de febrero de 2023. Su triunfo fue, de alguna manera, el retorno del correísmo a cargos importantes de elección popular.
Luisa González, que lleva los mismos aretes turquesa de la fotografía gigante que está detrás de ella, dice que se siente orgullosa de representar a las mujeres ecuatorianas. “Estoy aquí representando a todas las mujeres de mi patria que tanto tenemos que pelear por nuestros derechos.”, dice.
Pero cuando fue asambleísta, durante el debate por la ley del aborto por violación en 2021 y 2022, González no pensó en los derechos de las niñas y mujeres que después de ser violadas quedan embarazadas. En ese entonces dijo, con su pañuelo celeste en su curul, que legalizar el aborto por violación (que por cierto ya estaba despenalizado por la Corte Constitucional, la Asamblea sólo debía hacer la ley) era “legalizar el homicidio de un bebé”.
Luisa González cambia rápido de un tema a otro.
Frente a los medios, dice que se solidariza con los “hermanos migrantes” por las fallas que hubo en el voto telemático y que les impidió sufragar hoy. “Hay que pedir que se revise y se vuelvan a hacer las elecciones”, dice enfática. Andrés Arauz aplaude, y sus aplausos son imitados por los simpatizantes que están al final de la sala.
Luego González dice que el odio es lo que desbarató todo. Que va a construir una visión de patria. Que no quieren un Lasso 2.0. El discurso es tan guionado que a ratos no conecta una idea con la otra.
En los 10 minutos que Luisa González habla, Andrés Arauz no ha dicho una palabra.
Alguien toma un micrófono y dice que la candidata contestará preguntas de los periodistas. Primero le dan la palabra a un reportero de un medio que ya no tiene empacho en fingir su sesgo. “Pase lo que pase el resultado es irreversible; usted ha vencido en la primera vuelta. ¿Qué se siente como mujer estar en esa posición”, pregunta el periodista. La candidata empieza a hablar de las supuestas difamaciones y ataques que sufrió el movimiento durante la campaña.
Hace una pausa y habla del asesinato de Fernando Villavicencio. “Todos sabemos que [el asesinato] cambió el escenario político, que hubiéramos ganado en una sola vuelta”, dice sin dejo de empatía frente al brutal magnicidio del candidato presidencial.
Hay un silencio y una reportera de Ecuavisa dice en voz alta: “¿Qué piensa del candidato Daniel Noboa?”. Pero González y el resto de su equipo la ignoran. Alguien se ha salido del guion por un momento. Pero hay que volver.
Quien controla el micrófono se lo entrega a un periodista que se presenta como “prensa colombiana”. Le pregunta sobre la corrupción. “Es uno de los frutos más nauseabundos causados por la ignorancia…¿para usted qué papel juega la conciencia?”, dice el reportero elegido a dedo.
González habla del trabajo ordenado y coordinado para enfrentar la corrupción. Dice que “en nuestro gobierno”, refiriéndose al régimen de Correa, “mejoramos 49 puntos en corrupción”.
Esta misma frase la dijo durante el debate presidencial, hace una semana, y fue calificada como “engañosa” por Ecuador Chequea. El dato sería de 2009, apenas en el segundo año de gobierno de Correa, cuando Transparencia Internacional dijo que la percepción de los ecuatorianos fue que la corrupción se redujo en un 40%.
La candidata de sonrisa forzada dice que habrá institucionalidad y controles. Parece que se olvida que Rafael Correa tiene una sentencia condenatoria por un caso de corrupción. Que Jorge Glas estuvo preso por un caso de corrupción. Que varios altos funcionarios de ese gobierno están asilados o prófugos por casos de corrupción.
A las 8:29 de la noche la misma voz que seleccionó a los reporteros, dice “damos por terminada la rueda de prensa, buenas noches”. La rueda que no dejó preguntar a la prensa que pudo interpelar a la candidata.
González y Arauz alzan el puño juntos. Posan para las fotos. Caminan por el mismo espacio por el que entraron. Paola Pabón le da palmaditas en la espalda a Luisa Gonzalez mientras le dice muy bien, muy bien.
¡Luisa!
¡Luisa!
¡Luisa!
¡Luisa!
Gritan las personas que la esperan afuera de la sala de prensa.
Cinco minutos después, Luisa González, Andrés Arauz, Pabel Muñoz y Paola Pabón están en la tarima, afuera, frente a cientos de simpatizantes con banderas blancas con la cara de su candidata. Con ellos están otros políticos y militantes de la Revolución Ciudadana, como la ex asambleísta Jhajaira Urresta.
Entre el público, hay un joven que toma de una botella plástica con un líquido espeso y café. Es canelazo, una clásica preparación con puntas (una bebida alcohólica blanca) y jugo de naranjilla.
“¡Gracias al pueblo que, pese a todo salió a votar, y votó por la Revolución Ciudadana!”, grita González.
Y las personas también gritan ¡qué viva la Revolución Ciudadana! ¡Luisa presidenta!
“Es un triunfo histórico. Por primera vez una mujer gana de largo en las elecciones”, dice, y enseguida es evidente que es exactamente el mismo discurso que acaba de dar hace veinte minutos frente a decenas de periodistas.
“¡Qué vivan las mujeres de mi patria!”, dice. Y Andrés Arauz que está de pie, a su lado, repite en su micrófono “¡Luisa, Luisa, Luisa!” mientras levanta el puño.
Suenan vuvuzelas, chiflidos, gritos. Ondean las banderas blancas mientras González vuelve a decir que no quieren un Lasso 2.0., que el asesinato de Villavicencio no debe quedar en la impunidad, que va a trabajar por todas las etnias.
Mientras González habla, Pabel Muñoz saluda a quienes identifica entre el público. Andrés Arauz hace su pulgar hacia arriba.
“¡Mañana mismo empezamos nuevamente. Hasta la victoria siempre”, dice Luisa y se despide. Se agarran de los brazos con Arauz, Muñoz, Pabón. Se toman fotos, primero mirando al público, luego de espaldas mirando al fotógrafo que está del otro lado.
La tarima queda vacía y la gente se empieza a dispersar mientras suena la canción “Nunca te voy a olvidar”, el himno de cuando Correa dejó el poder. Mujeres jóvenes y mayores la corean y la bailan. Más lejos una familia ondea las banderas y posa para una fotografía. Irlanda Cando, de 41 años, es parte de esa familia. Dice que siempre ha votado por la Revolución Ciudadana, que está muy feliz y alegre de que al fin una mujer nos represente.
Del júbilo pasa a la queja. Reclama que los medios de comunicación no hablan de Luisa, que sólo hablan de Daniel Noboa —el candidato que, se acaba de confirmar, ha pasado a segunda vuelta y competirá con su candidata. Irlanda Cando mira mi chaleco de Prensa como quien quiere extender el reclamo. Pero su ánimo de triunfo le gana. Se despide con una sonrisa y se pierde en el humo de una carretilla de chuzos, entre otros puestitos de canelazo y espumilla.
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