Daniel Noboa y Verónica Abad están inmersos en una pugna retórica, política, electoral y judicial. Pero, aunque suene extraño, su quiebre no es tan ajeno a la historia política del país. Las relaciones entre presidente y vicepresidente del Ecuador no siempre han sido armónicas sino, más bien, tensas y marcadas por pugnas de aires feudales.
Fue Velasco Ibarra quien describió mejor que nadie las complejas relaciones entre presidente y vicepresidente del país. El cinco veces presidente del Ecuador definió a su segundo a bordo como un “conspirador a sueldo”.
Las funciones del vicepresidente han cambiado a lo largo de las décadas. Desde la Constitución de 1946 el cargo se ha mantenido y la esencia de su rol, reemplazar al Presidente de la República, no ha variado. Parecería que las relaciones tóxicas entre presidente y vicepresidente del Ecuador, tampoco.
Aquí te dejamos cinco pésimas relaciones entre los dos máximos funcionarios del Ejecutivo, desde José María Velasco Ibarra y Jorge Zavala Baquerizo a Lenín Moreno y Jorge Glas. Todas, antes de Daniel Noboa y Verónica Abad.
José María Velasco Ibarra y Jorge Zavala Baquerizo
En las elecciones presidenciales de 1968 se votaba por presidente y vicepresidente en papeletas diferentes. José Maria Velasco Ibarra ganó las elecciones. Sin embargo, el vicepresidente fue el liberal Jorge Zavala Baquerizo, opositor de Velasco Ibarra.
“Desde el comienzo hubo una mala relación porque obviamente los liberales querían ejercer el contrapeso y llevar el agua a su molino”, explica el historiador Gonzalo Ortiz Crespo. Era una relación que empezó quebrada, tal como, seis décadas después, sucedió con Daniel Noboa y Verónica Abad.
El Presidente marginaba al vicepresidente Zavala de la toma de decisiones y en especial de las reuniones de Gabinete. El Vicepresidente se oponía públicamente y cuestionaba el accionar de Velasco Ibarra.
Sus diferencias ideológicas y políticas deterioraron todavía más su relación. Entonces, velasquistas y liberales acordaron un pacto legislativo para mitigar los roces entre Velasco Ibarra y Zavala Baquerizo.
El pacto duró unos meses. Al Vicepresidente no le gustó la idea. “Él no estaba en el plan de colaborar con Velasco”, recuerda Ortiz. Fue entonces que Velasco Ibarra, el gran caudillo del siglo XX del Ecuador, lo tildó de conspirador a sueldo. “Porque tenía sueldo del gobierno y a lo único que se dedicaba era a conspirar para botar al primer mandatario”, explica Ortiz.
La “solución” de Velasco Ibarra fue declararse dictador en 1970, con el apoyo de las Fuerzas Armadas. Eliminó el cargo de vicepresidente y disolvió el congreso. Dos años después, en 1972, Velasco fue derrocado por un golpe militar, lo que resultó en su destitución y último exilio, en Buenos Aires, Argentina, de donde solo regresaría al Ecuador en 1979 “a meditar y morir”.
León Febres Cordero y Blasco Peñaherrera Padilla
La relación entre el binomio socialcristiano que ganó las elecciones de 1984 estuvo marcada por sus diferencias ideológicas. Febres Cordero era del Partido Social Cristiano, es decir, de una vertiente de la democracia cristiana mundial, y Peñaherrera era liberal. Presidente y Vicepresidente no tenían una relación de amistad, sino una cordial y civilizada. “La relación entre los dos no fue muy buena, aunque Blasco Peñaherrera no hizo nada para ganarse la enemistad de Febres Cordero”, dice Ortiz.
Sin embargo, la quiebra definitiva entre Febres Cordero y Peñaherrera se dio en el Taurazo. Durante su visita a la base aérea de Taura, en las afueras agrícolas de la ciudad portuaria de Guayaquil, el 16 de enero de 1987, un grupo de comandos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, en protesta por la detención del general Frank Vargas Pazzos, tomó como rehén al presidente Febres Cordero y a su comitiva, exigiendo la liberación de Vargas Pazzos.
“León Febres Cordero estuvo secuestrado durante doce horas por aliados de su ex jefe del Comando Conjunto que también era su compadre, el general Frank Vargas Pazzos”, dice Ortiz. El enfrentamiento entre compadres fue el detonante de la ruptura definitiva entre Febres Cordero y Peñaherrera.
“Jamás hizo nada por apoderarse del poder, no traicionó al presidente Febres Cordero”, dice Ortiz, citando al entonces presidente del Congreso, Andrés Vallejo, compañero de Gonzalo Ortiz en el partido Izquierda Democrática. “Al contrario, la que comandó un poco lo que se hacía en el Palacio y lo que no se hacía era la esposa de Febres Cordero, doña Eugenia Cordovez”, afirma Ortiz.
Según el historiador, sí hubo quienes quisieron aprovechar el Taurazo para derrocar a Febres Cordero. “En el propio Congreso hubo socialcristianos que decían que era el momento de deshacerse de Febres Cordero. Entonces sí había una conspiración, pero no de Blasco Peñaherra sino de algunos diputados del propio partido del Presidente”, afirma Ortiz.
Cuando Febres Cordero salió libre acusó a Peñaherrera de haber intentado derrocarlo. “Por eso le pusieron a Blasco Peñaherra el apodo de ‘Serrucho’, Ortiz recuerda. “Por eso, cada vez se emponzoñó más esa relación”.
Blasco Peñaherra siempre afirmó que nunca traicionó a su Presidente. Explicó su postura en un libro: El Viernes Negro: antes y despúes de Taura. El resto del periodo, que duró hasta 1988, fue tirante. Peñaherrera seguía siendo el vicepresidente, pero no tenían ninguna relación con el Presidente, ni era tomado en cuenta para nada, ni era invitado a nada, en el gobierno.
Años después Febres Cordero dijo que, en retrospectiva, muchos de los eventos que ocurrieron fueron malentendidos políticos. Tanto él como Peñaherrera expresaron que el conflicto formaba parte de la historia política y aunque había diferencias, se habían superado. “Fueron unas declaraciones, no es que volvieron a ser íntimos amigos, jamás, eso ya se rompió”, dice Ortiz. “Febres Cordero quiso mejorar para pasar a la historia con otra imagen”, afirma.
En 2008 falleció Febres Cordero, y Blasco Peñaherrera en su homenaje póstumo escribió: “El Ecuador había recuperado la paz, la economía su vigor y su dinámica, la institucionalidad democrática su estructura y normalidad funcional. ¿Cómo se pudo realizar semejante hazaña? No por otro medio ni recurso que no fuera el de la excepcional capacidad de conducción de un líder y de un equipo gubernativo que, con una clara y firme convicción del rol que debe desempeñar el Estado y el modo como se debe propiciar y estimular la actividad económica y el desarrollo social, no dilapidó ni tiempo ni energías ni recursos, en búsqueda de los espurios fines de la demagogia, ni en procura de objetivos ilusorios, sino en la tarea de establecer bases firmes y perdurables para la construcción del bienestar general.” Finalmente en 2015, la presentación del libro León a viva voz, escrito por Jorge Gallardo Moscoso, estuvo a cargo de Blasco Peñaherrera.
Jamil Mahuad y Gustavo Noboa, distanciados por la dolarización
La pugna entre este binomio tuvo otro matiz. La relación en los primeros años de su gobierno fue de cooperación. Sin embargo, Gustavo Noboa en su libro Por qué fui presidente escribe: “Siempre hay círculos que rodean primero al candidato y luego al Presidente en funciones: crean fantasmas, siembran dudas y generan sospechas. Durante la campaña comenzaron este tipo de acciones e intrigas a través de personas que querían ganar espacios y generar distancias entre Jamil y yo.”
Sin embargo, a medida que avanzaba su gestión, las tensiones entre ambos comenzaron a surgir debido a diferentes enfoques en las políticas económicas. En ese momento, el Ecuador sufría una grave crisis económica.
En el libro de Odysea Producciones Culturales, 25 años de democracia en el Ecuador aparece esta cita de Mahuad: “Gustavo Noboa estaba siempre en el Palacio de gobierno, participaba en todas las reuniones importantes cuando estaba en Quito, cuando no estaba en Quito por supuesto que no.” Sin embargo, en el libro de Noboa Por qué fui presidente, él contradice la afirmación: “Esto no es verdad. En infinidad de ocasiones, estando yo en Quito y en mi despacho, se me marginó de reuniones a las cuales sí estaban invitados algunos ministros. Yo asistí a las sesiones de Gabinete cuando fui convocado, salvo cuando para cumplir con el expreso pedido del señor Presidente (…)”
Gustavo Noboa no manifestó en público sus diferencias con las decisiones económicas de Mahuad, pero sí lo hizo privadamente. Eso llevó a un distanciamiento con el Presidente. “A Mahuad no le gustaba que alguien le observará lo que estaba haciendo, que era error tras error en la conducción política, error tras error en la conducción económica”, dice Ortiz. En ceremonias y eventos se notaba que estaban distantes.
Como consecuencia de los costos de la guerra con el Cenepa, los bajos precios del petróleo y la plaga de la mancha blanca, que arrasó con la industria camaronera ecuatoriana, la economía ecuatoriana estaba en soletas. La moneda de ese entonces, el sucre, se devaluaba con facilidad, poniendo el precio del dólar por las nubes, pulverizando los ahorros de los ecuatorianos y disparando la inflación.
El punto de quiebre entre Mahuad y Noboa fue el feriado bancario, que congeló los depósitos de los ecuatorianos por un año, causó una terrible crisis económica, una migración de casi dos millones de personas y desembocó en que el país adoptara el dólar como moneda oficial.
En esas crisis, Mahuad respaldó al sistema financiero.“Cuando se descubrió que Jamil Mahuad había recibido tres millones de dólares de Fernando Aspiazu, el banquero poderosísimo de Guayaquil, para Gustavo Noboa fue un golpe porque él no había estado en las finanzas de la campaña”, dice Ortiz.
El deterioro económico del Ecuador fue determinante en el declive de su relación. El 21 de enero de 2000, Mahuad fue derrocado tras la intervención de las fuerzas militares y las protestas populares. Las Fuerzas Armadas apoyaron a Gustavo Noboa y su primera decisión como Presidente fue que continuara la dolarización.
Mahuad huyó del país y se radicó en Estados Unidos. Para septiembre del 2000, la inflación anual era del 107,9% en el Ecuador. Con la dolarización, terminó en menos del 10% para finales de ese año.
Rafael Correa y Lenín Moreno
Quizá la pugna entre un presidente y un vicepresidente del Ecuador más determinante en la historia reciente es la de Rafael Correa y Lenín Moreno, dos de los políticos más populares de las primeras dos décadas del siglo XXI.
La relación entre ambos fue inicialmente de cercanía y colaboración. Moreno fue el vicepresidente de Rafael Correa de 2007 a 2013. “La relación era magnífica, siempre se debió a que Moreno era más conciliador, mientras que Correa se fue cerrando, se fue haciendo cada vez más autoritario”, dice Ortiz.
En el sexenio que fue su vicepresidente, Moreno llegó a tener los índices de popularidad más altos de cualquier funcionario de elección popular: dejó el cargo en mayo de 2013 con una aprobación superior al 90%. Su carácter afable, su incapacidad para el conflicto abierto y su trabajo con las personas con discapacidad lo volvieron una figura de alta aceptación.
Para esa época, ya había ciertas distancias entre Correa y Moreno. En su discurso de despedida, ante la Asamblea Nacional, Moreno le pidió públicamente a Correa que perdonara a alguno de sus aliados iniciales, con los cuales había roto relaciones. Correa le contestó, en la misma sesión, diciéndole que siempre se podía confiar en los traidores, pues nunca cambiaban.
Para la elección presidencial de 2013 a 2017, Correa escogió como reemplazo de Moreno a Jorge Glas como su binomio. Moreno, por su parte, fue enviado a una especie de “exilio dorado” en Ginebra, donde fue enviado especial del Secretario General para Discapacidades. Todos los gastos de su estadía los cubría el Ecuador. “Las Naciones Unidas le pagaba 1 dólar al año de sueldo”, dice Gonzalo Ortiz Crespo.
Pero para 2017, la popularidad de Rafael Correa estaba deteriorándose: los precios del petróleo habían caído y la economía nacional comenzaba a dar señales de desaceleración. El correísmo, que a la interna desconfiaba de Moreno, concluyó que seguía siendo el mejor candidato posible, pues Jorge Glas carecía de aceptación popular.
Moreno ganó las elecciones con un estrecho margen frente a Guillermo Lasso, en una polarizada elección. Ni bien asumió el poder, Moreno empezó a distanciarse de su antecesor. “Lo que no se esperaba Correa es que Moreno al subir al poder cambiara, él creía que era su delfín al que iba a poder controlar”, dice Ortiz. Nada más lejos de lo que sucedió.
“Moreno era una persona leal que había sido sumisa hasta entonces”, recuerda Ortiz. “De hecho se pensaba que iba a continuar el proyecto de Correa, tener los ministros que Correa le indicaba y hacer las políticas que Correa le ordenaba, pero él chico le resultó contestón.”
El primer “desaire” al exmandatario fue cuando Moreno propició un acercamiento con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie). Con esta organización Correa no solo había tomado distancia, sino que se enfrentó en varias ocasiones por sus políticas mineras y de redistribución del agua y la tierra.
Ese no fue el único acercamiento que impulsó Moreno durante el 2017, ya que también se reunió con los dueños del área de la comunicación —un sector que había sido criticado duramente por Correa y al que había estigmatizado, llamándolo “la prensa corrupta”.
Las divergencias siguieron dándose. Cuando Correa creó la comisión de transición, en enero de 2017, con el objetivo de entregar la información necesaria al régimen que estaba por venir, apareció una expresión que se volvió constante en el gobierno de Moreno. En ese momento, Correa dijo: “En lo posible nosotros vamos a dejar la mesa servida al gobierno que venga para que pueda gobernar de mejor manera”.
Seis meses después, Moreno usaría la misma expresión, pero en otro contexto: “No hay tal mesa servida. Una cosa es lo que se dice y otra lo que se da. La condición económica del Ecuador es muy difícil, es sumamente difícil, vamos a salir adelante con el esfuerzo de todos”.
Pero el quiebre de las relaciones se hizo público cuando, en agosto de 2017, Moreno dejó sin funciones al vicepresidente de aquel entonces, Jorge Glas, tras ser señalado en la trama de corrupción Odebrecht y encarcelado por este motivo.
Lenín Moreno y Jorge Glas
Ya con Moreno y Glas en el poder, la tensión aumentó entre ambos. Moreno comenzó a afirmar que el gobierno de Rafael Correa había sido corrupto.
La noche del 25 de agosto de 2017, en una rueda de prensa, Ricardo Patiño, Paola Pabón y Virgilio Hernández —reconocidas figuras de Alianza País— anunciaron su renuncia a sus cargos en el gobierno de Lenín Moreno.
“Queremos sentirnos libres para defender este proceso, por eso necesitamos retirarnos de este gobierno”, dijo Patiño, quien había sido hasta ese momento consejero del gobierno de Moreno.
Una de las razones por la que los ex militantes de Alianza País renunciaron fue por la “supuesta generalización de que todo el gobierno del ex presidente Rafael Correa estuvo inmerso en actos de corrupción”, dijeron los ex militantes de Alianza País.
Aseguraron los ex militantes de Alianza País que “no compartimos una generalización. Nosotros tres y miles, la inmensa mayoría de funcionarios y militantes de Alianza País somos gente honrada, honesta, intachable, y queremos defender esa honestidad”.
El 3 de agosto de 2017, Moreno tomó la decisión de retirarle las funciones a Jorge Glas, después de que Glas le enviara una carta que Moreno consideró “agresiva y grosera a mí”. Entonces, dijo Moreno en un evento político en Guayaquil, “lastimosamente, ingeniero Jorge Glas, lastimosamente el dedo apunta cada vez más hacia usted”.
Tres semanas después de quedar sin funciones, la Asamblea Nacional decidió autorizar la vinculación de Glas a una investigación que hacía la Fiscalía por el caso Odebrecht.
Su propio bloque votó para levantar la inmunidad que, como vicepresidente en funciones, tenía en ese momento, para poder ser investigado. Lo que vendría después era la caída anunciada: la investigación de la fiscalía avanzaría y la fuerza política de la entonces Alianza País sería insuficiente para protegerlo.
Dos días antes de entregarse a la Policía Nacional, Glas ofrecería su última rueda de prensa con medios de comunicación.
El 2 de octubre de 2017, Glas entró a la cárcel 4 de Quito. Como aún era Vicepresidente de la República llegó a la cárcel escoltado por la seguridad que le correspondía a su cargo.
En diciembre de 2017, Glas fue sentenciado a seis años y unas semanas después, en enero, perdió su cargo de Vicepresidente tras tres meses de haberse ausentado. Fue reemplazado por María Alejandra Vicuña quien estuvo en el cargo durante menos de un año, hasta que renunció. Luego, Vicuña fue sentenciada a un año de prisión por haber cometido el delito de concusión cuando era asambleísta.
Desde entonces, Jorge Glas ha pasado la mayor parte de estos años en prisión. Fue polémicamente liberado, hasta que en 2024 el gobierno de Daniel Noboa irrumpió violentamente en la Embajada de México, donde se había refugiado Glas, y lo detuvo, enviándolo a la cárcel de máxima seguridad La Roca, en las afueras de Guayaquil.
“Para Correa era absolutamente sorprendente y le cuesta muelas hasta ahora aceptar que su Vicepresidente, al que creía que iba ser su delfín y su títere, no le haya respondido así”, dice Gonzalo Ortiz. Desde entonces, Lenín Moreno ha sido considerado el gran “traidor” del correísmo, y Correa incluso se ha disculpado por haberlo escogido para sucederlo en la Vicepresidencia de la República.
La improvisación, madre de todas las peleas
El vicepresidente es la persona encargada de reemplazar al presidente, por lo que es necesario que exista confianza mutua y una ideología en común para poder trabajar en armonía. La confianza se gana con el paso del tiempo, conociendo a la persona, creencias y sobre todo ideología. Para construir estas relaciones es necesario estar en la política con anterioridad. Esta es la razón e importancia de los partidos políticos para formar cuadros, para tener una buena relación ya probada.
El factor común de estas pésimas relaciones entre presidente y vicepresidente es la improvisación. Ortiz explica “La improvisación en cada uno de estos casos, sobre todo en los últimos, la falta de relación previa, falta de estructura de un partido que ya no existe en el Ecuador y el deterioro de los políticos que están ya tan contaminados, que no se preparan y cuando se improvisa es muy fácil fracasar.”
Únete a la GK Membresía y recibe beneficios como comentar en los contenidos y navegar sin anuncios.
Si ya eres miembro inicia sesión haciendo click aquí.