En estos 22 meses de la pandemia del covid-19, la educación ha dado un vuelco dramático. Hoy, 24 de enero, es el Día Internacional de la Educación y podría ser el día más triste conmemorando este derecho, al menos en Ecuador.

Hoy cientos de escuelas y colegios volvieron a clases presenciales luego de que el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) lo decretara, pero ya hemos perdido la cuenta de los días que las niñas, niños y adolescentes no han ido a las aulas y los patios ya no se repletan de estudiantes jugando en el recreo. Las escuelas y colegios se vaciaron para evitar el covid-19 pero hay gravísimas consecuencias de ese cierre. 

En Ecuador, desde el 12 de marzo de 2020 el gobierno tomó medidas para evitar los contagios del virus, que hasta ahora ha cobrado millones de vidas en el mundo. Solo en Ecuador más de 34 mil personas han fallecido. Esas medidas también están costando la educación de niñas, niños y adolescentes de todas las edades, sin importar si van a una escuela fiscal o particular. 

No imagino la pérdida de las niñas y niños que estaban y están comenzando a aprender a leer y escribir. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) dice que más de 100 millones de niñas y niños en el mundo se quedarán por debajo del nivel mínimo de competencia en lectura. Si los estudiantes son el futuro de un país, no veo con gran optimismo ese futuro. La responsabilidad del gobierno es tomar medidas que permitan que ellos asistan seguros a las aulas.

Al contrario, las autoridades en el Ecuador han decidido un prolongado cierre de los establecimientos. El domingo 16 de enero de 2022, el Comité de Operaciones de Emergencias Nacional (COE) dispuso que las clases en el país sean virtuales por una semana. Un par de días después el COE cantonal de Guayaquil ordenó que en esa ciudad se suspendan las clases presenciales por 30 días y persiste a pesar de que el COE ordenó que se retomen las clases presenciales en ciertos cantones. 

Los niños siguen confinados pero los bares, restaurantes, peluquerías, centros comerciales siguen abiertos. La pandemia golpeó fuertemente la economía del país, pero se puede vivir sin asistir a esos lugares o a fiestas y reuniones, pero dejar de ir a las escuelas quita la oportunidad de salir de la pobreza, terminar círculos de violencia —porque las escuelas pueden ser espacios para buscar ayuda y protección de lo que sufren en los hogares. 

La Unesco dice que las escuelas están totalmente abiertas en la mitad de los países del mundo: 107. Ecuador no está dentro de esa lista. Y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha dicho que el retorno a las aulas es seguro; especialmente, si se compara con lo que pierden los niños en aprendizaje, su salud mental, su alimentación y su actividad física, cuando se tienen que quedar en casa a recibir sus materias. 

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La solución (suspensión de clases) que proponen las autoridades podría evitar que los niños se enfermen de covid-19. Pero luego de 22 meses aún no se soluciona la falta de acceso a internet en todos los hogares donde hay niños estudiantes o profesores.  La conexión a internet ahora es un requisito indispensable para estudiar. Hemos dado por sentado que los hogares tienen conexión a internet y que además tienen celulares o computadores para su uso personal pero no es así.

Según el último informe de Tecnologías de Información y Comunicación del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en el 2018, 37,2% de hogares de Ecuador tenían acceso a Internet. En las zonas urbanas, hay poco más 46 % de hogares con el servicio. Y la situación en el campo es peor: en las zonas rurales solo el 16%, tiene acceso a internet.  En la emergencia sanitaria, la educación no ha sido un derecho, sino una decisión y privilegio. El abandono escolar también es otra preocupación: en septiembre de 2020, Rosana Palacios, presidenta de la Unión Nacional de Educadores (UNE), estimaba que más de 17 mil estudiantes dejarían la escuela por la falta de acceso a internet. 

Las escuelas cerradas están provocando también un gran golpe en la salud mental de los niños. Una generación está creciendo, jugando y aprendiendo dentro de sus casas, lejos de las personas de su misma edad. La psicopedagoga Valeria Bastidas me explicó que es importante que crezcan con niños de sus mismas edades para que desarrollen sus habilidades sociales como la empatía, la capacidad de comunicarse o de resolver un problema, para que se sientan apoyados y su autoestima se reafirme.

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La educación presencial aún es un enigma, entre aperturas cortas y cierres largos, las niñas y niños seguirán en sus casas, sus padres fungiendo de maestros, los maestros intentando enseñar Matemáticas, Educación Física, Química a través de la distancia que marca las videollamadas.

Lo que sí es seguro, los bares, centros comerciales seguirán abiertos “con aforo limitado” ignorando la pérdida que significa las escuelas cerradas. 

Mayuri Castro Tapia 150x150
Mayuri Castro
Ex reportera de GK, donde cubrió educación, migración interna y los derechos de las mujeres. En 2021 ganó la Mención de Honor en Acceso a la Salud del Premio Roche por el reportaje El consuelo de un país en crisis recae en sus estudiantes de psicología . Fue parte del equipo de Mongabay Latam y GK nominado al premio Gabo 2021 en la categoría texto con el especial Mujeres en la Amazonía: lideresas indígenas que están cambiando el rumbo de sus comunidades.

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