ex directora de arte y gourmand oficial de GK. Dirige Quiero Comer, desde donde, cada sábado, cuenta historias sobre una receta (y nos cuenta cómo preparala).

Las comidas reconfortantes existen para hacernos sentir mejor en momentos de estrés, tristeza o enfermedad.

En la inmensa escala de matices de las redes sociales, viralizar un alimento o un restaurante puede tener un lado oscuro.

Enloquecer momentáneamente por las cosas deliciosas y felices de la vida ha sido la mejor manera de no perder para siempre la razón.

Sentir la masa fría de la pasta mezclarse en las manos hasta formarse quedar elástica y suave es como una terapia para el estrés.

Estas toronjas no prometen dietas mágicas ni quemar la grasa que nos han insistido, culposamente, debemos eliminar.

De un momento a otro, la vida nos dio la vuelta a los planes, y como si fuera una tarta tatin, nos quitó la posibilidad de soñar en grandes festejos.

Basta con apenas unos minutos más: olerlos, sentirlos, saborearlos de verdad puede enamorarnos de, por ejemplo, una fruta o un vegetal para probarlo de mil maneras distintas.

Las nieves, granitas o raspas, son un oasis en el ardiente desierto norteamericano. Una granita de limón me salvó la vida.

Unos tacos con poquito de picante para despertarnos de la gran resaca a la que el mundo se despierta después de haber despedido estos inauditos y duros últimos doce meses.