He estado cerca de dos horas sentada al frente de mi computador pensando en qué escribir sobre el amor. No es que no tenga nada que decir, pero he andado en piloto automático. Ha sido una buena solución para estos días largos y abrumadores: a veces, apagar el chip de la conciencia no está mal para seguir con la vida. Pero no se puede vivir en velocidad crucero porque las cosas suceden mucho más deprisa y se nos escapan como un puñado de harina entre los dedos.

Pero, a riesgo de que aún no tenga el control total de este vuelo que es la vida, voy a tomar los controles y pilotear manualmente mis sentimientos para compartir con ustedes qué es, para mí, el amor. Así salgo de este modo automático y, además, termino el newsletter de hoy.

Cuando pienso en amor pienso en la canción de adolescencia que canto avergonzada a todo pulmón, en la sensación de libertad después de un corte de pelo, la emoción de pedir una pizza y ver películas con Jaime en el sofá sin ninguna otra cosa que hacer. Cuando pienso en amor, pienso en comida.

Los científicos dicen que la base del amor está en el cerebro, pero yo creo que nací sintiéndolo en la panza: comienza haciéndome agua la boca y baja como una ráfaga que calienta mi corazón. Ellos dicen que son doce las zonas que se activan en nuestro cerebro cuando nos enamoramos y liberamos dopamina, adrenalina y norepinefrina. Pero yo también me pongo eufórica y siento mariposas revoloteándome en el estómago cada vez que huelo, a la distancia, la mezcla entre canela, manzana y azúcar.

El amor, dicen los doctores, es adictivo como el chocolate. Nos recomiendan tener cuidado, si no terminaremos como aquel niño en Matilda, descontrolados y a punto de enloquecer. Pero si algo hemos aprendido entre el anterior San Valentín y este, entre ese mundo prepandémico y el que ahora habitamos, es que enloquecer momentáneamente por las cosas deliciosas y felices de la vida ha sido la mejor manera de no perder para siempre la razón.

¡Buen provecho!

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Tarta de manzanas

receta tarta de manzanas

Ingredientes:
Para la masa:
1 ½ tazas de harina
½ taza de azúcar en polvo
¾ cucharadita de sal
140 gramos de mantequilla fría sin sal cortada en cuadrados pequeños
½ cucharadita de extracto de vainilla
2 cucharadas de agua fría, según sea necesario

Para el relleno:
3 manzanas medianas de preferencia rojas
¼ taza de azúcar
Canela molida (opcional)
1 cucharada de harina
3 cucharadas de mantequilla sin sal
Pizca grande de sal

4 PORCIONES / 1 HORA

Mezcla la harina, el azúcar y la sal en el bol. Con la batidora, combina los ingredientes hasta que se hayan mezclado bien.

Echa los trozos de mantequilla encima y sigue batiendo hasta que la mantequilla se fragmente en pedazos pequeños. Agrega la yema de huevo y el extracto de vainilla y sigue batiendo hasta que todo se mezcle.

Echa en el agua, aproximadamente 2 cucharaditas a la vez, hasta que la masa comience a unirse. Debe tener una consistencia firme y mantenerse unia fácilmente cuando se presiona.

Unta con mantequilla un molde redondo para tartas y vierta la mezcla de masa en él. Presione la mezcla uniformemente en el fondo y los lados de la sartén. Guarda la masa adicional para reparar las grietas después de hornear la cáscara.

Congela la masa formada hasta que esté completamente firme, aproximadamente 30 minutos. Mientras tanto, calienta el horno a 375 grados.

Hornea la masa entre 20 y 25 minutos o hasta que la masa parezca seca y ligeramente dorada. Si la masa se hincha mientras se hornea, presiónala suavemente de nuevo en el molde con una espátula o una herramienta similar. Si es necesario, repara las grietas con la masa cruda restante. Deja enfriar un poco mientras preparas las manzanas.

Corta las manzanas en 4 pedazos. A cada pedazo córtalo en medias lunas muy delgadas. Lo puedes hacer con una mandolina o con un cuchillo normal. Exprime un poco de jugo de limón sobre las manzanas en rodajas para evitar que se oscurezcan.

Una vez que las manzanas estén rebanadas, prepara la tarta: espolvorea 1 cucharada de harina y 1 cucharada de azúcar en el fondo de la masa. Comenzando por el borde exterior, coloca las manzanas en círculos concéntricos estrechos, superponiendo cada rebanada aproximadamente a la mitad de su vecina, con los bordes cortados hacia abajo y el borde de la cáscara apuntando hacia arriba.

A medida que se avances hacia el centro, las manzanas serán más difíciles de doblar. Enrolla las últimas rodajas en un círculo y mételas en el centro.

Espolvorea las 3 cucharadas de azúcar restantes y una pizca de sal sobre las rodajas de manzana. Esparce los trozos de mantequilla encima y hornea la tarta durante 40 a 45 minutos o hasta que las manzanas comiencen a dorarse ligeramente en los bordes y la masa esté dorada. 

Revisa la tarta periódicamente para asegurarse de que la masa no se dore demasiado en los bordes. Si es así, cubra los bordes con papel de aluminio.

Deja enfriar la tarta sobre una rejilla durante unos 10 minutos. Sirva tibio o a temperatura ambiente.