Cynthia Viteri volvió a escandalizar a sus detractores. “Vístanse como les dé la gana de vestirse, y también desvístanse cómo les dé la gana, y con quién les dé la gana de hacerlo”, dijo la alcaldesa de Guayaquil en un concierto organizado por el municipio que ella dirige, en el Día de la Mujer. Lo hizo entre gritos mientras se reía y ante fervorosos aplausos de su público. El consejo de Viteri enseguida generó críticas que, al igual que muchas otras durante su Alcaldía, se han enfocado en su aspecto físico más si su gestión es buena o mala.

En el mismo vídeo se ve a Viteri bailando, animada por el DJ del evento, usando un crop top negro que enmarca perfectamente el tatuaje de su clavícula izquierda (uno de por lo menos doce), un jean flojo, con grandes roturas a lo largo de sus piernas y unos muy cómodos zapatos Converse.

Entre quienes cuestionan sus intervenciones, muchos apuntan a un supuesto populismo que la prepara para la próxima campaña electoral. Pero el del 8M es uno de los discursos más sinceros y coherentes que ha hecho la Alcaldesa. Es indiscutible que en los últimos dos años, Cynthia Viteri ha vestido como le da la gana de vestirse, desafiando las exigencias estéticas y simbólicas que se imponen sobre las mujeres que hacen política: pasó de señora a Bichota, un término inventado por  la cantante colombiana Karol G que habla sobre una mujer empoderada, fuerte, sexy, “que no se deja”.

La transformación de la Alcaldesa, aunque aparentemente repentina, tomó varios años. Hay dos momentos distintivos en su cambio radical de look

El primero fue en 2018, cuando se lanzó a la Alcaldía de Guayaquil por el Partido Social Cristiano, como sucesora de Jaime Nebot, quien estuvo 22 años en el poder. Esa campaña fue el relanzamiento de su imagen pública luego de 20 años de trayectoria política: fue diputada, asambleísta, y dos veces candidata presidencial.

Para esa campaña estrenó un corte de pelo más moderno. Usó vestidos sofisticados, elegantes y entallados al cuerpo, blusas con estampados de lunares y pantalones sastre hechos a medida en colores oscuros. Su look evocaba a otra mujer poderosa de la política, pero de la ficción: Claire Underwood, interpretada por Robyn Wright en la serie House of Cards

Al igual que Underwood, Viteri tuvo que esperar muchos años, a la sombra de hombres muy poderosos, para asumir un rol protagónico en la política nacional. Viteri tenía 53 años cuando asumió la Alcaldía, en marzo de 2019.

foto de campaña a la alcaldía de Guayaquil

Cynthia Viteri en octubre de 2018, en el retrato oficial de su candidatura. Fotografía tomada de la página de Facebook de Cynthia Viteri.

Cynthia Viteri y Jaime Nebot

Cynthia Viteri junto a Jaime Nebot, líder del Partido Social Cristiano, en 2019. Fotografía tomada de la cuenta de twitter de Cynthia Viteri.

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Durante su primer año en la Alcaldía, mantuvo ese estilo. El blanco y el azul —dos colores clásicos que no involucran ningún riesgo, y por ello grandes favoritos de los políticos de cualquier género— fueron una constante en sus atuendos. Ambos transmiten seriedad y un sentido, quizás exagerado, del deber: siempre luce perfecta, y se viste “adecuadamente” para su rol. 

El 19 de marzo de 2020, en medio de una grave crisis de imagen por su manejo de la pandemia del covid-19, pues Guayaquil fue una de las ciudades más golpeadas del mundo, Cynthia apareció ante la cámara de su celular usando una camisa blanca, con su pelo rubio perfectamente peinado y un delicado maquillaje color rosa. Ahí anunció que ella y su esposo de entonces estaban contagiados con el virus. 

Esa crisis marcó el inicio de la transformación más radical de la Alcaldesa, un proceso al que he bautizado “la bichotización de Cynthia Viteri”, en honor a la canción Bichota.

Un mes después de ese vídeo, en abril de 2020, Viteri otra vez dio de qué hablar al dar una entrevista usando unas icónicas gafas Ray-ban de aviador, que se volvieron su accesorio favorito y marcarían el inicio de su nueva era. 

Con ellas, Cynthia Viteri estrenó su look de heroína de película de acción, dispuesta a ensuciarse las manos para salvar a su ciudad —ese era el mensaje de su nueva apariencia. Quería decir que ella se arremangaba la camisa, en el sentido simbólico y literal. Se trató, sin duda, de un giro calculado y estratégico. Viteri y su equipo sabían que el nuevo contexto de la ciudad enfrascada en una crisis sanitaria grave, de la cual se responsabilizaba en gran medida a Viteriexigía otro tipo de liderazgo

Cynthia Viteri con gafas Rayban

Cynthia Viteri en noviembre de 2020, usando sus gafas de aviador. Fotografía tomada de la página de Facebook de Cynthia Viteri.

Cynthia Viteri en Guayaquil

Durante un evento en Guayaquil en diciembre de 2020, con camo pants y botas de combate. Fotografía tomada de la cuenta de Facebook de Cynthia Viteri.

Atrás quedaron los trajes sastre, los vestidos midi y ese coiffure de señora bien. La nueva Cynthia prefirió los Converse sobre los mocasines, el comfort por encima de la elegancia. Empezó a estar atenta a las tendencias de la moda, y hoy parece la hermana de sus hijas. 

Viteri muestra sus tatuajes con orgullo, y los enmarca con tops sin mangas y escotes en la espalda. 

Usa pantalones de cuero, combat boots y vestidos con sneakers. Sube selfies en el gimnasio y luce cada vez más fit y tonificada. Su pelo lo lleva al natural, pero lo que no ha cambiado es el rubio, un tono muy propio de las mujeres que militan en el Partido Social Cristiano: Susana González, Soledad Diab, Geraldine Weber, por nombrar algunas. 

vestido blanco de Cynthia Viteri

El 25 de julio de 2021, en un evento para celebrar la Fundación de Guayaquil. Fotografía tomada de la cuenta de twitter de Cynthia Viteri.

El giro en su imagen también coincide con su divorcio de Joaquín Villamar, después de 25 años de casados, y su noviazgo con Juan Carlos Váscones, con quien se casó en Playas el 14 de febrero pasado.

Viteri desafía, con sus acciones y su vestuario, todo lo que se supone “sagrado” para las mujeres que hacen política, a quienes se les exige una lista larga de obligaciones imposibles de cumplir: una imagen recatada y conservadora (que jamás se note que le importa la ropa, pues eso es frívolo y banal), pero jamás descuidada (no vaya a ser que la llamen “marimacho” como a Angela Merkel o Michelle Bachelet). Deben tener, además, una familia estable y tradicional (un matrimonio feliz, varios hijos porque será política pero ante todo es madre) y sin mostrar demasiado la vida privada o sentimental (eres política, no celebrity). 

Dulzura y calidez, pero no tanta pues te verás débil. Liderazgo y seriedad, pero no demasiada, porque te vuelves muy masculina. Esas son las paradojas que enfrentan las mujeres que hacen política —la hagan bien o lo hagan mal, sean buenas o malas alcaldesas.

Cynthia Viteri con traje de dos piezas

Junto a Leopoldo López, líder opositor venezolano, en mayo de 2021, con un traje de dos piezas con influencias del menswear. Fotografía tomada de la cuenta de twitter de Cynthia Viteri.

Viteri no solo dejó a un lado el manual de modales para mujeres en la política. Lo hizo en Ecuador, un país sumamente machista, conservador y tradicional. 

La gestión de la Alcaldesa en Guayaquil está lejos de ser ejemplar: ha enfrentado acusaciones de corrupción y peculado, parece no importarle la enorme cantidad de ciudadanos que carecen de servicios básicos y acceso a la salud. Bloqueó el aterrizaje de un vuelo humanitario en marzo de 2020, por lo que fue cuestionada por medios de todo el mundo. En enero de 2022 clausuró escuelas y colegios, contradiciendo una orden del Ministerio de Educación para el retorno a clases presenciales. No fue la primera vez que desacató la orden de una autoridad competente.  

Sin embargo, ninguno de estos errores han sido analizados, debatidos y criticados con tanta vehemencia, ni tanta frecuencia, como su forma de vestir y su vida sentimental. Y cuando lo son, suelen estar acompañados de referencias a su género y su aspecto, a pesar de que su modelo de gestión no tiene grandes diferencias con el de su antecesor, Jaime Nebot, quien gobernó la ciudad por décadas sin enfrentar las mismas críticas.

Entre sus detractores hay muchas mujeres, y muchos de los cuestionamientos apuntan a su edad: ¿quién se cree esta mujer de 56 años para usar crop tops, jean rotos y escotes pronunciados? Ese es el mayor pecado que ha cometido la Alcaldesa. Muchos dicen que extrañan “su elegancia y su distinción” pero quizás quieren decir que antes Viteri cumplía “las reglas” y así es más fácil aceptar que una mujer ocupe un rol de poder. 

La rebelión de Viteri frente a los mandatos de una sociedad como la ecuatoriana y un medio tan misógino como lo es la política es valiosa en la medida de que marca un precedente para otras mujeres. 

Sobre todo cuando la autenticidad y la capacidad de generar identificación son cada vez más importantes en el marketing político. Hay muchas mujeres que se ven reflejadas en Cynthia, que pueden ver en ella sus propios ideales de transformación y fortaleza. 

Pero el empoderamiento de Cynthia no es el empoderamiento de las mujeres, necesariamente. Detrás de su imagen de girlboss –un término en inglés acuñado para definir a una mujer empoderada, en una posición de liderazgo— no hay políticas públicas orientadas a cambiar la vida de las mujeres guayaquileñas, ni a disminuir la violencia de género: es una mujer que ostenta el poder, sin transformar las reglas de fondo, solo de forma.

Si bien ella jamás se ha declarado feminista, su discurso y su imagen sí se ajustan a un cierto tipo de feminismo cómodo y marketeable, que no busca cambiar el sistema. Su objetivo, parece, es permitir que más mujeres alcancen la cima del poder de ese sistema, sin tener que transformar sus estructuras. En el mismo concierto en el que Cynthia Viteri gritó consignas empoderadoras a su público, no se presentó ninguna artista mujer.

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Nessa Terán
(Quito, 1988) es periodista, publicista y tiene un máster en Media Management por el New School de Nueva York. Le apasiona la intersección entre moda, política y cultura pop. De 2017 a 2020 manejó Soy la Zoila, una plataforma creada para cerrar la brecha de género en los medios tradicionales y la opinión pública. En 2020 fundó Severo Editorial junto a Fausto Rivera. Ha trabajado y colaborado en los principales medios escritos del país como Revista Diners, El Comercio y El Telégrafo.

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