¡Hola, terrícola!
Esta semana he estado pensando en las cosas que nos emocionan en el Ecuador.
OTRAS HAMACAS
Lo hago a partir de dos hechos: el primero, que estrenamos Aurora, una serie donde inspiradores personajes ecuatorianos nos cuentan su trabajo, vida e ideas. El otro, que se descubrió (más) petróleo en la Amazonía ecuatoriana.
El presidente de la República celebró el hallazgo. Pero como dice nuestra reportera de ambiente, Doménica Montaño, es verdad que necesitamos la plata; sin embargo “encontrar más petróleo no debería ser un motivo de celebración, sino una admisión de que hemos fallado como sociedad, que seguimos por el mal camino.”
¿Qué tienen la celebración de ese descubrimiento y Aurora en común? Que ambas son posturas sobre el futuro.
En Aurora, el primer invitado fue el inventor Inty Grønneberg, cuyo sistema de recolección de plástico en ríos está evitando que el océano —y en nuestro caso, las Galápagos— se infeste del material que amenaza con acabar con los peces, banco de proteína de la humanidad.
Grønneberg, reconocido como inventor del año de América Latina en 2018 por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, hablaba de la necesidad de poner al combate de la crisis climática en el centro de nuestra sociedad. No es solo algo altruista, decía Inty: sería un gran negocio para nuestro país.
Y sí: es importante que sea un buen negocio. Primero, porque tenemos que librarnos de esa idea de que “buen negocio” es algo malo: los buenos negocios son el camino ideal para la prosperidad que genera igualdad, más tributos para las prestaciones sociales y permite la innovación que resuelve los grandes problemas de la humanidad.
Los buenos negocios, además, respetan el marco regulatorio, pagan salarios justos y crean ambientes de trabajo sanos (si no lo hacen, no son buenos negocios —y sí: de eso hay mucho en el mundo, pero más hay de lo otro).
Otro matiz que hay que entender es que poner a la crisis climática en el centro de la discusión y como motor económico del país no significa invertir en cambios radicales de fuentes de energía. Como bien explica Bill Gates en su libro Cómo evitar un desastre climático, las transiciones de energía toman, como rápido, 60 años.
Se trata de crear el marco normativo y social para que miles de emprendimientos trabajando en soluciones ambientales se domicilien en el Ecuador. Inty decía, por ejemplo, que los 1,7 millones de dólares que levantaron para su empresa eran redimibles de impuestos, ¿y acá?.
Su invento nació en un pub en Londres, y fue apoyado desde ahí por su universidad, Imperial College London, y la empresa privada. Solo así fue posible que arrancara. Hoy ya uno de sus sistemas recoge plásticos en el río Portoviejo, evitando que lleguen al mar donde se descomponen y se convierten en microplásticos que los peces confunden con plancton y se mueren.
Otra cosa que dijo Inty que se me quedó es que hay que abandonar la lógica del “megaproyecto” —un mal del que el Ecuador ha padecido. No se trata de construir hidroeléctricas (ya bastantes dolores de cabeza ambientales nos está causando Coca Codo Sinclair), ni molinos de viento (que además suman problemas propios), sino de que se promueva el emprendimiento en innovación y que las universidades puedan ser los centros de propulsión de la inversión.
Pensé en esta idea porque el gran megaproyecto del Ecuador ha sido, desde hace 40 años, el petróleo. También ha sido el combustible —la droga— que lo ha impulsado. No podemos seguir celebrando encontrar más yacimientos. Somos como un adicto contento de que se dio cuenta de que tiene otro lugar donde inyectarse. Estamos contentos de que no vamos a caer en el síndrome de abstinencia.
Ahora mismo estoy dando unas clínicas editoriales a periodistas peruanos. Todos estaban consternados por el terrible derrame de crudo en las costas del Callao, afuera de Lima. La tragedia es inmensa pero me hizo pensar que solo cuando nos toca a nosotros, a los urbanitas, entendemos la verdadera dimensión de un horror que se padece a diario en la Amazonía de nuestros países.
¿Va a ser igual con la crisis climática? Esta mañana de domingo, mientras escribo las últimas líneas de esta hamaca, hay un sol intenso sobre un cielo azul hermoso. Me cuesta disfrutarlo. Primero, porque es literalmente cancerígeno —vean los niveles de radiación en este informe— y después porque no puedo evitar pensar que cualquier rato este sol desata un incendio forestal.
¿Será aquí, al pie de mi casa?
Mientras todo esto pasa, otros sueñan con 7,5 millones de galaxias, hacen del combate climático una fuente de ingresos, y piensan en la necesidad de volvernos nucleares.
Y nosotros seguimos con nuestras pírricas victorias extractivistas, dirigentes sociales que insisten en soluciones laborales de finales del siglo XIX, y sin regresar a ver la que podría ser nuestra principal fuente de ingresos.
Todavía estamos a tiempo de dar un giro hacia el futuro, donde habrá muchísimo que celebrar (solo hay que meternos al carril correcto de la historia).
¡Hasta el próximo domingo!