Dos semanas después de asumir la presidencia del Ecuador, Guillermo Lasso decidió cambiar el nombre del Ministerio de Ambiente y Agua a Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica. El discurso del gobierno decía que el desarrollo sostenible era una “prioridad nacional” y que se garantizaría un crecimiento económico en equilibrio con el cuidado del medio ambiente. Pero el 19 de enero de 2022, el presidente Lasso celebró el descubrimiento de más petróleo y gas en la Amazonía. Su entusiasmo extractivo contradice su discurso de la transición ecológica.

En su cuenta de Twitter, el Presidente anunció que la empresa canadiense Frontera Energy encontró petróleo y gas natural en el Bloque 88—llamado Perico— en la provincia amazónica de Sucumbíos. Y celebró la noticia como quien celebra un hito histórico. “Es una gran noticia para el Ecuador, producto de inversión 100% privada”. 

Lo que no notó el Presidente es que su reacción a este “descubrimiento” es paradójica con los discursos que presenta al mundo. 

Ayer, tan solo horas antes de celebrar el que se haya encontrado más petróleo en el país, el presidente Lasso estaba negociando un fondo para la conservación de la Amazonía, con Zac Goldsmith, el ministro para el Pacífico y el Medio Ambiente del Reino Unido. 

En su misma cuenta de Twitter, Guillermo Lasso anunció que ambos países reafirmaron “su compromiso de abordar la pobreza, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático”. “Aunamos esfuerzos por la conservación”, afirmó.

Pero el extractivismo es la antítesis de la conservación: es una de las razones por las que se ha deforestado la Amazonía ecuatoriana y se ha perdido biodiversidad. 

Es también uno de los motores que aceleran el cambio climático contra el que tan vehemente el presidente Lasso se ha expresado: el uso de combustibles fósiles es la mayor fuente de gases de efecto invernadero que han aumentado la temperatura de la Tierra. Sin contar que tienen los días contados: en medio siglo (un parpadeo en la historia) dejarán de ser usados. El celebrado nuevo descubrimiento nos aleja de la transición y nos ancla en el pasado. 

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En la COP26 —la mayor convención sobre cambio climático del mundo—, el presidente Guillermo Lasso dijo delante de todo el mundo que Ecuador tenía un compromiso con el cambio climático y con la conservación. Pero ciertas de sus acciones lo contradicen. Sí, es cierto que cumplió con la promesa de crear una nueva reserva marina en Galápagos y es una excelente noticia —aunque aún no se sabe cómo se va a financiar. Pero, ¿cómo se habla de conservación y luego se impulsa la explotación petrolera?

En la COP26, que cubrí presencialmente, todos los días se hablaba de la necesidad de dejar de usar combustibles fósiles.

El Pacto Climático de Glasgow —el documento de compromisos a los que se llegó en la Conferencia— es histórico. Por primera vez se incluyó en un documento de las Naciones Unidas la reducción del uso de carbón y combustibles fósiles. Y aunque, muchos países buscaban erradicar su uso por completo en un período de tiempo, se llegó a un consenso: un llamado para reducir “gradualmente” el uso del carbón como fuente de energía y reducir los subsidios de combustibles fósiles. 

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Ecuador firmó ese pacto pero seguimos aquí, celebrando que se encontró más petróleo —uno de los combustibles fósiles más usados en el mundo. 

Es raro que lo celebremos si estamos, se supone, en la búsqueda de una transición ecológica. 

Pareciera que mientras todo el mundo va para adelante, Ecuador va para atrás. En la COP26, me di cuenta que ya muchos países no dependen del extractivismo para sostener su economía y en Ecuador lo seguimos haciendo como si no hubiera otra opción.

Según el Índice de Finanzas Sostenibles del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), Ecuador es el primer país de América Latina en el ranking de Ingresos Intensivos en Carbono. Es decir, es el país latinoamericano que más invierte en la explotación de hidrocarburos. 

Pero no debería ser así. Al contrario, el gobierno debería estar pensando en cómo descarbonizar la economía. Un estudio de 2019 sobre la extracción de petróleo en el país estima que, en tan solo una década, el petróleo no podrá ser más la principal fuente de ingresos —es un recurso natural no renovable y se está acabando—. Por eso es necesario cambiar el modelo económico actual. 

Hace un año hablaba con Tarsicio Granizo, director del WWF en Ecuador y ex ministro de Ambiente, y me decía que lo que se debe hacer es “cambiar el modelo de desarrollo extractivo y no sostenible que se maneja en la actualidad por uno sostenible que promueva la bioeconomía”. No ha pasado. 

De hecho, tan solo un mes después de haber cambiado el nombre del Ministerio de Ambiente, el presidente Lasso firmó el decreto 95 que duplica la producción petrolera del país y, un mes más tarde, firmó el decreto 151 que estimula la expansión de la minería en el país. 

Tras el descubrimiento anunciado, el presidente Guillermo Lasso dijo que según estimaciones preliminares “925 barriles de petróleo por día se incrementarán a la producción nacional”. Además, celebró que “avanzamos a nuestra meta de duplicar la producción petrolera”. 

Pero, ¿qué implica duplicar la producción de petróleo?

Carolina Zambrano, líder de justicia climática de la organización Hivos, me explicó en la COP26, que la minería y la explotación de petróleo directa e indirectamente provocan daños sobre los ecosistemas. No solo eso, sino que además afectan a los pueblos y comunidades que dependen de esos ecosistemas. Andrés Tapia, vocero de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae), dice que “nos preocupa que el discurso y la práctica del gobierno aprovechen el momento de emergencia sanitaria que vivimos por la pandemia para justificar este tipo de proyectos”.

Tapia me explicó que su preocupación era aún mayor cuando piensan en los últimos años que “ha sido evidente la falencia de las supuestas tecnologías de punta para evitar derrames petroleros, como es el claro ejemplo del derrame del 7 de abril [de 2020]”, me dice.

Hasta ahora, ya casi 2 años después de ese derrame, más de 100 comunidades continúan asegurando que no ha habido reparación. 

Además, hay una preocupación por los procesos de consulta previa, que es un derecho de los pueblos y nacionalidades indígenas amparado por la Constitución. Tapia dice que no saben si la concesión del Bloque 88 —Perico— tuvo un proceso de consulta previa, pero exigen que les comuniquen qué procesos hubo antes si ahora ya se está explorando el campo. 

Si se llega a saber que los pueblos y nacionalidades no fueron consultados, no sería la primera vez. En los últimos años, los waorani y los cofán de Sinangoe han interpuesto acciones de protección en para reclamar que sus territorios fueron concesionados a petroleras y mineras sin antes ser consultados y para pedir que el extractivismo salga de su territorio.

En 2019, los waorani recuperaron su territorio y el caso de los cofán está a la espera de una sentencia de la Corte Constitucional. Se espera que la resolución del caso cree jurisprudencia vinculante. 

Pero los decretos extractivistas del gobierno de Guillermo Lasso no solo afectan los derechos de los pueblos y nacionalidades indígenas, sino también el estado de los bosques: por la deforestación, directamente relacionada con las industrias extractivas, algunos bosques ya no capturan CO2, sino que lo emiten. 

 Carolina Zambrano me dijo hace un par de meses que las actividades extractivas como la minería y la extracción de petróleo, más allá de la perforación y degradación de los suelos, siempre requieren de la construcción de carreteras y otras infraestructuras que provocan una mayor deforestación. En Ecuador, en los últimos 28 años, se han deforestado más de 2 millones de hectáreas de bosque tropical.  

Y aunque el gobierno firma acuerdos como el que firmó con Reino Unido, o se compromete al cuidado de los bosques, como lo hizo al firmar la Declaración sobre los bosques y el uso de la tierra, en la COP26, su política actual nos demuestra lo contrario. 

En Glasgow, me reuní con el Ministro de Ambiente, Agua y Transición Ecológica, Gustavo Manrique, y le pregunté sobre la contradicción de la transición ecológica con las políticas del gobierno. Manrique me dijo que “tenemos que encontrar un balance de cómo atraer recursos inmediatos”. También me explicó que debido a la crisis económica causada por la pandemia del coronavirus, el país necesita reactivarse económicamente para solventar temas como la desnutrición infantil. Es cierto. 

Pero aún en ese caso, encontrar más petróleo no debería ser un motivo de celebración, sino una admisión de que hemos fallado como sociedad, que seguimos por el mal camino. No hay motivo para alegrías, solo para reproches: insistimos en el dinero sucio del petróleo, que en 40 años no le ha dejado nada a las comunidades de dónde se extrae, mientras nos alejamos de las iniciativas de transición ecológica, que en otros países ya sirven como fuentes de ingresos. Mientras los compromisos, los acuerdos, las declaraciones de conservación se quedan en papel, lo único que avanza a pie firme es el extractivismo. 

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Doménica Montaño
(Quito) Ex reportera de GK. Cubre medioambiente y derechos humanos.

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