Aunque un hombre y una mujer caminen por las mismas calles, se suban a los mismos buses o crucen el mismo paso peatonal, es como si vivieran en una ciudad distinta. Ser mujer puede condicionar la forma en la que se vive la violencia en las ciudades.
Cuando hablamos de seguridad, dice el antropólogo Flavio Carrera, “sí existe una diferencia entre un hombre y una mujer, por los roles que se les asigna y cómo se les permite ocupar el espacio público”. Carrera, también coordinador del programa de Estudios Avanzados en Desigualdades de la Universidad San Francisco de Quito, dice que incluso la hora en que la ciudad se torna más peligrosa, no es la misma para un hombre que una mujer.
“Un hombre a lo mejor puede caminar a las diez de la noche, al menos en ciertos sectores de la ciudad. Mientras que para una mujer después de la siete cualquier lugar con poca iluminación es un potencial sitio para ser violentada”, explica Carrera.
Actualmente, Carrera está haciendo una investigación, en conjunto con ONU Mujeres Ecuador, donde ha identificado que en el país las mujeres que son líderes comunitarias perciben como mínimo un 50% más la inseguridad que los hombres líderes.
En 2017, la Organización de Naciones Unidas declaró a Latinoamérica como “la región más peligrosa del mundo para las mujeres”. Michelle Maffei, catedrática universitaria y experta en crimen y violencia, explica que “las mujeres siempre se van a sentir más inseguras que los hombres porque un hombre siente miedo de que le roben en las noches mientras que una mujer experimenta un doble temor: que después que le roben, la violen y quizá hasta la maten”.
Así también lo revelan las estadísticas sobre seguridad ciudadana recopiladas por la iniciativa Quito Cómo Vamos. Estos datos fueron presentados en tres foros universitarios —en Guayaquil, Quito y Manta— en noviembre de 2023, para visibilizar el rol que pueden tener los ciudadanos frente a la violencia y, también, comprender qué implican las cifras de inseguridad más allá de las muertes, y cómo se relacionan con los roles de género. Quito Cómo Vamos es una iniciativa que genera datos de la capital para crear incidencia y lograr que las autoridades tomen mejores decisiones a nivel local.
Según Quito Cómo Vamos, en la ciudad en el 2022, el 89,73% de las víctimas en delitos sexuales que se dieron en espacios educativos fueron mujeres. Las cifras son similares en otros espacios. Según el informe de Violencia Sexual en el Sistema Metropolitano de Transporte y Metrobús 2023, en Quito 8 de cada 10 mujeres se sienten inseguras cuando usan el transporte público. Mientras que 6 de cada 10 mujeres fueron víctimas de acoso y abuso sexual en este sistema de transporte.
Mientras que en Cuenca, según ONU Mujeres, 9 de cada 10 mujeres que viven en zonas urbanas ha experimentado algún tipo de acoso sexual, entre ellos gestos obscenos, comentarios sexuales y hasta tocamiento no consentido. Además, 37% de mujeres tienen miedo una vez al mes de caminar las calles solo por ser mujeres y el 27% lo experimenta de 10 a 50 veces al año; según a una publicación realizada por la Universidad Simón Bolívar.
Lisseth Loor, politóloga experta en género, dice que estas cifras responden a que “nuestra sociedad ve a las mujeres como objetos que se pueden poseer, tocar o dañar”.
“La sociedad percibe que la mujer está para la casa, y cuando la mujer ‘osa’ ocupar el espacio público, está transgrediendo una norma”, dice Loor. Entonces, la sociedad lo interpreta como una mujer que no cumple normas, una mujer no buena. Y creen que por eso merece ser violentada.
El impacto de la estabilidad emocional en la seguridad ciudadana
Cuando hablamos de seguridad ciudadana se suele pensar sólo en la violencia en los espacios públicos, o la que se da por la delincuencia. Pero vivir de manera segura va más allá de no ser asaltado en la calle o no tener que coexistir con bandas criminales en los barrios. Para que un ciudadano viva de manera segura y plena también hay que considerar su calidad de vida, por ejemplo su salud mental y estado emocional.
Según el psicólogo Kamil Paulé, existe una idea de que mostrarse vulnerable, hablar de los sentimientos o cuidar la salud mental es sólo para las mujeres. Y este prejuicio afecta directamente a la estabilidad emocional de los hombres que, a su vez, tiene consecuencias concretas en su seguridad.
Por ejemplo, los hombres tienen más predisposición a suicidarse que las mujeres, según la Policía Nacional. En Guayaquil, en 2021, del total de suicidios entre jóvenes, el 83% fueron hombres frente al 17% de mujeres. Mientras que en Quito y Manta, el mismo año, 3 de cada 4 personas jóvenes que decidieron acabar con sus vidas fueron hombres.
Si consideramos las muertes violentas, los hombres también son las principales víctimas. En 2021, en Guayaquil, el 92% de las víctimas por muertes violentas fueron hombres; en Manta, los hombres ocuparon el 85% de los casos. En parte esto se explica, según el psicólogo Paulé, porque vivimos en una cultura donde para demostrar que se es un verdadero hombre hay que ser violento. Es decir, “ser agresivo, gritar, mostrar que puede imponer su fuerza porque de lo contrario se pone en duda que tan hombre es”, dice la politóloga Loor.
El antropólogo Flavio Carrera dice que estas cifras también tienen que ver con los espacios que ocupan los hombres, según los roles asignados. Por ejemplo, se refiere a que los hombres tienen “la presión social de tener que ser el proveedor económico principal; lo que lo lleva a estar más expuesto a la calle o incluso plantearse en involucrarse a estructuras criminales”.
Este machismo que podría llevarlos a tomar decisiones que afecten su seguridad, también se evidencia en la mortalidad de los hombres en otros espacios, como las carreteras. El 95% de los siniestros de tránsito en Guayaquil son causados por hombres, según datos del 2021 de la Agencia Nacional de Tránsito. En Quito, en el mismo año, el 87% de las víctimas por siniestros de tránsito también fueron hombres.
¿Por qué?
Según la experta en género Lisseth Loor, cuando vemos cifras de hombres muriendo en siniestros de tránsito, es por dos cosas. “Primero, porque el rol de poseer un carro y manejarlo se lo otorga al hombre. Segundo, porque para manejar como ‘hombrecito’ debes hacerlo a alta velocidad, rebasando a los otros, insultando, agresivo porque si no manejas como ‘niñita’”.
“Mientras los hombres atribuyan a su identidad de género, roles, hábitos, y emociones violentas como normales, van a seguir teniendo un comportamiento que atente contra su propia integridad, y no solo el de las mujeres”, asegura el psicólogo Paulé.
La seguridad ciudadana debería tener enfoque de género
La politóloga Lisseth Loor dice que es clave tener una perspectiva de género a la hora de pensar en la seguridad de una ciudad. Por ejemplo, aspectos como “la iluminación, la infraestructura, y vigilancia comunitaria deben ser tomadas en cuenta para que sean ciudades seguras y habitables para las mujeres”.
Cuando se considera esta arista, las autoridades podrán generar políticas públicas contra la inseguridad que realmente permitan que las mujeres vivan más tranquilas.
El antropólogo Flavio Carrera también cree en las transformaciones más profundas que deben empezar desde la sociedad y dice que, por ejemplo, no hay suficientes conversaciones sobre lo es ser hombre y cómo se puede pensar otras formas de serlo, lejos de esos estereotipos. Esto podría cambiar la manera cómo ellos lidian con situaciones específicas y podría influir de manera positiva en reducir la violencia.
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