Los primeros días del Twitter de Elon Musk no han sido la coronación de la libertad de expresión como pilar de la democracia, sino un desmadre entre la tragedia y la comedia. Me han recordado a la Navidad de 1066 en Londres, día en que William el Conquistador fue coronado como rey de la Inglaterra que había invadido.

flecha celesteOTRAS HAMACAS

Sí: la accesión de Musk, uno de los barones contemporáneos, al trono tuitero no ha tenido nada de fiesta, pero mucho de pompa y pillaje y saqueo. Mil años no son nada: seguimos siendo los mismos primates de siempre. 

Las alarmas habían saltado desde abril, cuando se anunció la compra de Twitter, una influyente red social, por parte de un tipo que había demostrado, pues, muy malas habilidades sociales. Y desde entonces, tal como en la Europa de inicios del primer milenio, esas señales se fueron confirmando y todo fue saliendo peor. 

William I y ¿Elon I?

Las similitudes son, con los matices y distancias de cada época, sorprendentes. Así que hoy, para hablar un poco del futuro, vamos a hablar bastante del pasado. Porque ya dijo Drexler: “y los caminos de ida en caminos de regreso se transforman. Porque eso: una puerta giratoria —no más que eso— es la historia”.

De por sí, Twitter es una especie de feudo. Es un espacio privado en el que se desenvuelve algo público: el debate global. Hace mil años, en el ducado de Normandía, la tierra era privada —le pertenecía al Duque— pero en ella sucedía la vida pública y privada de sus súbitos. Era un territorio donde se estaba a merced del dueño y también bajo la ilusión de un sentido comunitario. 

Con la compra, Twitter ya no tiene un Witan, que era el consejo nominador real inglés, sino un emperador. Es casi literal: Musk despidió a todo el directorio de la compañía y se quedó como único director. 

William había reclamado el trono inglés, afirmando que el rey Harold era un usurpador —a pesar de que Harold había sido elegido por el Witan. Según William, Eduardo el Confesor, piadoso rey inglés que no dejaría descendencia, lo había ungido como su sucesor —una afirmación que muchos historiadores disputan. 

A mí me recuerda mucho a Elon Musk autoproclamándose paladín de la libertad de expresión, un bien abstracto altamente preciado en nuestra sociedad: tanto como era el derecho monárquico sucesorio en el medioevo. 

Musk, de verdad, me recuerda también a William: un ser poderoso, pero inseguro, capaz de las más grandes victorias militares y las más agudas estrategias políticas y, también, de las más grandes torpezas y crueldades

Para cuando William invadió Inglaterra y la subyugó, ya había lidiado con varias revueltas en su natal Normandía, de la cual se había convertido duque, a pesar de que era un “hijo ilegítimo” de su padre, el duque Roberto, y una curtidora llamada Herleva (por eso se lo conocen, también, como William el Bastardo). Además, había defendido su ducado de los intentos franceses de invasión y había consolidado su poder casándose con Matilde de Flandes. 

En el siglo XXI, el poder ya no precisa de derrotas militares ni matrimonios estratégicos, pero hay equivalentes: la generación de conocimiento, la resolución de problemas y la innovación han permitido a una leva de emprendedores tecnológicos acumular fortunas dignas de reyes medievales (aunque ninguno sea tan rico como el propio William o Mansa Musa, el rey considerado la persona más rica de la historia). 

Elon, ahora emperador de Twitter (despidió a toda la plana mayor y al directorio de la compañía), es también un ganador improbable pero atribulado. “Musk tal vez no es el héroe que queremos, pero es el héroe, o el antihéroe, que tenemos —y tal vez, merecemos”, escribió con lucidez Matthew Carpenter-Arévalo en GK. William el Conquistador fue, también, un héroe y antihéroe de su tiempo. 

Cuando invadió Inglaterra, William sacudió las fuerzas políticas y sociales de la isla. Muchos de los nobles ingleses, acostumbrados por siglos a un código de honor que marcaba la estructura social, pensaron que podrían lidiar con él bajo las mismas sempiternas normas. Pensaron que sería un nuevo Canuto, el rey danés que también conquistó Inglaterra.

Canuto se asimiló al sistema inglés y, poco a poco, los ingleses lograron convivir con su reinado, pero dentro del sistema local. William fue todo lo contrario: sometió a los nobles. Incluso a aquellos que le juraron fidelidad, les expropió tierras y los adecuó al sistema normando, menos horizontal que el anglosajón. 

Antes, los nobles eran dueños de tierras bajo el régimen y con el beneplácito de la Corona. Con William, la Corona era dueña de sus tierras. Ellos eran sus simples tenedores, a merced de los cambios de humor, lealtades y caprichos del Conquistador. Y vaya que los tenía: arrasó con los alrededores de Londres, una ciudad que temía atacar directamente, saqueando y matando a la gente más indefensa.  

Lo hizo sin remordimiento alguno. No había motivo, tampoco: él y sus violentos caballeros tenían la bendición del papa Alejandro II y el respaldo de Enrique IV, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Musk, un milenio después, tiene el respaldo de inversionistas, políticos y, también, miles de incondicionales adeptos. 

Tal como los nobles ingleses que respaldaron el zarpazo de William por beneficio propio, cuando la Junta Directiva de Twitter se dio cuenta del despelote que sería la adquisición de Musk y se llevaron las manos a la cabeza, ya era demasiado tarde. 

1066, 2022

Pero lo que más me llama la atención de estas dos tomas feudales, es cómo se parecen las consecuencias de la coronación del normando y de Musk. 

Después de meses de una invasión que se había consolidado en la batalla del pueblo pesquero de Hastings, William el normando estaba en Londres para ser coronado como rey inglés en la Abadía de Westminster —hoy, digamos, el edificio matriz de Twitter— el día de Navidad de 1066.

No fue el habitual día festivo para los londinenses. No estaban en las calles, recorriendo mercados y asistiendo a los eventos de la temporada, sino encerrados en sus casas. 

Estaban aterrorizados: el monje Orderico Vitalis, un respetado cronista de la época, cuenta que la abadía estaba flanqueada por feroces caballeros montados. Durante semanas, habían saqueado el sureste de la isla, dejando un reguero de muerte y destrucción que tenía a la ciudad sumida en el luto y rabia.

Dentro de la abadía, una corona hecha en el continente, similar a la del Sacro Imperio Romano Germánico, esperaba ser posada en la cabeza del Bastardo. Era una señal: no era un rey más, era un emperador

Dos arzobispos que conducían la ceremonia preguntaron a los presentes si aceptaban a William como su rey. En francés y en inglés, contestaron que sí. Entonces, cuenta Orderico Vitalis y ratifica William de Poitiers, un cronista normando, los caballeros afuera de la abadía, rompieron filas y se lanzaron a saquear e incendiar Londres

La locura y la tragedia se tomaron la milenaria Albión, como las que se desataron en Twitter en 2022 cuando por ocho dólares, la red social, por idea de Musk, empezó a vender “vistos azules”, esos que certifican la autenticidad de una cuenta. Cientos de impostores pagaron los ocho dólares y empezaron a tuitear como si fueran el propio Musk, Coca-Cola, Donald Trump y hasta Jesús.

La farmacéutica Elly Lilly perdió miles de millones de dólares cuando su cotización en la bolsa se desplomó después de que una cuenta falsa pero con un visto azul tuiteó que “la insulina era gratis ahora”

Mil años antes, en la abadía, la coronación de William ni siquiera se había completado. Faltaban todavía unos rituales esenciales para completar la sagrada ceremonia. Pero los gritos y las noticias del saqueo desbandaron a los que asistían a la coronación. Los propios nobles ingleses y normandos que habían respaldado a William, se unieron al saqueo y la histeria

Las lealtades levantadas por el Bastardo eran frágiles. Él, dice Vitalis, temblaba y palidecía, mientras los sacerdotes terminaban de coronarlo. Afuera, la ciudad ardía en medio del caos y el terror. 

Su coronación dejó a William debilitado. Por eso, en las semanas, meses y años posteriores, redobló la crueldad contra los ingleses. Impuso severos impuestos a sus nuevos súbditos. El hombre pasaría a la historia como uno de los regentes británicos más brutales. Pero, también, uno de los más exitosos. 

Hoy, Musk dijo que “Twitter se sentía más vivo que nunca”. Es una confusión propia de quien no entiende lo social: en realidad, está en caos

Mil años no son nada.

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.

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