Aquí estamos, en la semana en que Elon Musk ha, finalmente, luego de meses de ires y venires, comprado y tomado control de Twitter. “The bird is free”, tuiteó el 27 de octubre.
OTRAS HAMACAS
La compra ha sacudido ya a la plataforma de microblogging más grande del mundo —y en cierta forma, a todo el planeta. Musk ha despedido a varios de los altos ejecutivos de la compañía (incluyendo a su CEO, Parag Agrawal).
También ha anunciado un cambio en el modelo de negocios de la red social que se convirtió en un espacio de discusión, colaboración y debate en sus inicios y que, desde hace ya bastante, no es mucho más que un repositorio de trolles, odio y polarización. El buen debate, el que fortalece la democracia, cayó asesinado hace mucho en un oscuro callejón de Twitter.
Hay quienes creen (creemos) que la red social ya no tiene arreglo: en algún punto, perdió su propósito y se llenó de bots, de cuentas fantasma, de trolls y de insultadores. Se convirtió en la red de la polarización: un estudio de 2016, hecho por investigadores de la Universidad de Harvard, concluyó cómo Twitter abonaba al extremismo en línea.
“La evidencia muestra una fuerte polarización en los lectores de Twitter, lo que respalda la opinión de las cámaras de eco”, dicen los autores. Las cámaras de eco son, por cierto, esos espacios que refuerzan nuestras ideas, sesgos y dogmas, reafirmando una visión del mundo bastante excluyente.
El engaño del pajarito azul
Son bastante peligrosas y bastante comunes. Las vemos en todo debate. Hay grupos de amigos que ya no incluyen a nadie que no sea un replicador del pensamiento personal. El que tiene otra opinión, es visto como un enemigo.
Hay debate todavía sobre si esas cámaras de eco saltaron de las calles a las redes sociales, o viceversa. Pero lo cierto es que las redes sociales, especialmente una como Twitter, amplifican y potencian esas cámaras.
Quizá por eso estamos tan obsesionados con el futuro de una red social que apenas tiene 230 millones de usuarios. No es ni la cuarta, ni la quinta en volumen. De hecho, está en el puesto 15, apenas por delante de Reddit —esa otra red social de microblogging, opinión y cámaras de eco. Para ponerlo en contexto: Tik Tok tiene 1,4 mil millones y WhatsApp, más de 2 mil millones.
No solo eso: menos del 10% de los tuiteros del mundo generan el 90% de todos los tuits y la mitad de los ingresos globales.
La gran burbuja de Twitter es creer que lo que se dice ahí es la realidad. Quizá ese es su mayor efecto nocivo.
Incluso hay gobiernos que toman decisiones en base a lo que está trending entre los tuiteros, pero que en realidad no le importa al resto de sus países.
Por eso me llama la atención que pensemos que esta red social juega un rol en la democracia global, cuando en realidad es una plataforma de opinadores y relaciones públicas. Como dijo Renée DiResta en The Atlantic: “Twitter no es una plaza pública, es una arena de gladiadores”.
Entonces, ¿qué propone Musk y cómo será?
Además de despedir a la plana mayor, Musk busca otros grandes cambios.
Ha dicho que ve a Twitter como una base para crear una “súper aplicación” (que se llamaría X) que ofrecería desde transferencias de dinero hasta compras y transporte compartido.
También quiere luchar contra las cuentas de bots que pululan en la red social.
Otro cambio que Musk propone es despedir a buena parte de los 7.500 empleados de Twitter, que ya firmaron una carta abierta. Una encuesta reveló que menos del 10% de los empleados de la red social pensaba que seguiría en su puesto en 3 meses.
Musk también busca dejar la dependencia de Twitter en la publicidad y generar más ingresos por suscripciones. Para 2028, según Musk, esto le permitiría a la red social multiplicar su facturación de 5 mil millones de dólares a más de 26 mil millones.
El cambio sería dramático: la publicidad caería al 45%; en 20202, significó el 90% de los ingresos de Twitter. En 5 años, la publicidad generaría 12 mil millones y las suscripciones cerca de 10 mil millones, según un documento al que tuvo acceso el New York Times.
Jean Burgess, académica australiana y coautora del libro Twitter: una biografía, le dijo a la periodista Chris Stokel-Walker en Wired que cree que Musk expandirá Twitter Blue, una versión de la aplicación que, por 3 dólares mensuales da ciertas características, como editar y deshacer tuits.
¿Será el caos?
Pero aunque signifique más ingresos, Burgess le dijo a Wired que el cambio podría “socavar el papel de Twitter como foro público digital al limitar la participación total a quienes pueden pagar”. Por esa, y otras razones, Stokel-Walker cree que el Twitter de Musk será un caos.
La periodista no cree que Musk logre convertir a Twitter en un pilar democrático. Por el contrario, cree que podría socavar el combate al acoso y poner en riesgo a minorías y personas históricamente relegadas.
Musk ha dicho, explica Stokel-Walker, que se opone a cualquier forma de censura que vaya mucho “más allá de la ley”. Además, ha dicho que quiere arreglar lo que considera “el fuerte sesgo de izquierda” de su nueva plataforma.
“En los Estados Unidos, esto se traduciría en un espíritu cercano al todo vale”, dice Stokel-Walker. Ella explica que en abril de 2022, cuando se anunció la compra de Musk de Twitter, “los observadores de bots vieron una avalancha de nuevas cuentas de derecha”. Las personas que habían abandonado la red social, fastidiados porque los moderadores eliminaran sus publicaciones, estaban regresando.
Esto podría desembocar, según muchos expertos, en “el comienzo de una nueva era de troleo” en la red social. “Un Twitter propiedad de Musk podría ser desastroso para las mujeres y las comunidades marginadas que ya enfrentan abusos y acoso dirigido en la plataforma”, le dijo a Stokel-Walker Christopher Bouzy de Bot Sentinel, un sistema de detección de bots.
“Creo que la concepción de la libertad de expresión de Musk es tan contradictoria como tonta”, le dijo Jillian York, autora del libro El futuro de la libertad de expresión en el capitalismo de la vigilancia, al diario británico The Guardian.
“El absolutismo”, dijo en referencia a la autodefinición de Musk como un “absolutista” de la libertad de expresión, “en una plataforma como Twitter no tiene en cuenta los daños muy reales que Twitter puede causar como plataforma global, por ejemplo, siendo utilizado por actores maliciosos como ISIS y extremistas de derecha”.
Según Musk, ni ISIS ni la extrema derecha tendrían un lugar en su red. Pero si algo nos demuestra la vida, es que es muy fácil opinar de cualquier cosa en Twitter. Y que, en cambio, es muy difícil hacerse cargo de aquella misma cosa en la vida real, con los matices y problemas propios de la existencia. Incluyendo el propio Twitter. No importa que el opinador sea su nuevo dueño.
El valor de la regulación
A la larga, tenemos que recordar que Twitter es una compañía privada que tiene que sujetarse a los estándares regulatorios. En Europa, ya le recordaron a Musk, que su Twitter debe cumplir con la Ley de Servicios Digitales, que impone fuertes sanciones a las empresas que no controlan el contenido ilegal.
“En Europa, el pájaro volará según nuestras reglas de la UE”, tuiteó el Comisionado de Mercados Internos de la Unión Europa, Thierry Breton, el 28 de octubre.
Luego, publicó un video en el que, junto a Musk, dice que le explicó la ley de servicios digitales. “Fue una gran conversación”, dice Musk en el video. “Concuerdo con todo lo que dijo, en realidad. Tenemos básicamente la misma mentalidad”, dice el fundador Tesla. Al final, el regulador y el empresario se dan la mano.
Es como si sonara la campana.