¡Hola, terrícola!

Mi amiga Lore, que es profesora de primaria, me dijo una vez que todos los espacios en que nos movemos han evolucionado —quirófanos, cines, oficinas, casas, edificios— pero que las aulas de clase siguen teniendo el mismo diseño que hace 150 años. Es verdad: la escuela, donde dice el cliché se forman los ciudadanos del futuro, parece —en muchas partes— estancada en el pasado. 

flecha celesteOTRAS HAMACAS

Recordé mi conversación con Lore hace algunas semanas, cuando leí en NPR a Dale Farran, experta en educación, decir que es hora de repensar toda nuestra aproximación al preescolar —el kinder, como le decíamos en mi infancia. 

Lo dijo después de liderar un estudio de la Universidad de Vanderbilt a 2990 niños de familias de bajos ingresos en el estado de Tennessee, Estados Unidos. Los investigadores siguieron de cerca la evolución de los dos grupos que había en ese total: los que fueron admitidos al preescolar y los que fueron rechazados.

Los hallazgos sorprendieron a Farran y su equipo. Al final del primer año de estudiar a ambos grupos de chicos, los que fueron a preescolar obtuvieron mejores calificaciones en preparación para la escuela —tal como se esperaba. Pero después del tercer grado, a ese grupo le iba peor en la escuela que a los que no fueron a preescolar.  

Para el final de sexto grado, les iba aún peor: calificaban más bajo en exámenes, eran más propensos a necesitar asistencia especial y eran más proclives a meterse en problemas en la escuela —incluso, siendo suspendidos. 

El hallazgo incomodó a muchos —incluso a la propia Farran. Y como bien dice la periodista Anya Kamenetz  en su nota en NPR, ningún estudio tiene la última palabra. “Los estudios sobre preescolar siguen siendo ambivalentes”, dice Kamenetz. Pero ella —y Farran— creen que hay lecciones en el estudio de Tennessee

Y ese gran aprendizaje, dice Farran, es que tenemos que cambiar la forma en que vamos a la escuela. “[Desde] cómo se preparan los maestros, cómo se financian y dónde están ubicadas. Incluso algo tan simple como dónde están los baños”, dice Kamenetz. 

Algunas [potenciales] respuestas

Farran dice que uno de los sesgos que no había cuestionado es que los niños pobres necesitan más preparación que los niños ricos, quienes no fueron parte de este estudio pero que tienen otro tipo de preescolar. Las familias pudientes, le dijo a Kamenetz, tienden a elegir escuelas preescolares donde se prefiere el juego, el arte, el movimiento, la música y la naturaleza

“A los niños se les hacen preguntas abiertas y se les escucha”, escribió Kamenetz. Eso no pasa en los programas a los que asisten niños menos privilegiados. Quizá jugar sea la mejor alternativa. 

Incluso el diseño de las escuelas podría ser parte del problema. Según el estudio de Farran, en las escuelas públicas de Tennessee, la mayor parte del día los niños pasaban en “tiempo de tránsito” —es decir, yendo de un lado para otro: al baño, al comedor, a otra aula. En cambio, en las escuelas privadas, el baño y otros espacios donde los niños deben ir, están cerca de sus aulas

Pero, sobre todo, dice Farran, quizá se está poniendo demasiada presión en los niños para que “aprendan” a contar, o sumar, o identificar letras, en vez de dejarlos ser. Un estudio del Centro de Investigación Pew de 2011 ya decía que una característica del preescolar de alta calidad es que se enfoca “no solo en habilidades académicas tales como alfabetización y matemáticas”, sino en las llamadas habilidades “blandas”, que son “características de los estudiantes activos, independientes y comprometidos”. 

Las habilidades blandas, por cierto, incluyen cuestiones socioemocionales, como por ejemplo, trabajar bien en equipo y en la negociación de conflictos, resolución de problemas y perseverancia. “Tales habilidades no son sólo importantes en sí mismos, también ayudan al desarrollo de tempranas aptitudes para la lectura y las matemáticas, 19 predicen logros académicos posteriores y están asociados con el bienestar en la adultez, incluyendo la salud y la situación socioeconómica” dice el estudio. 

Lecciones para Ecuador (y América Latina)

Me llamó mucho la atención esa conclusión. En el Ecuador, donde tenemos un sistema educativo aún muy memorista y que premia al alumno que responde lo que el profesor espera, la ausencia de habilidades blandas es un problema cuando las personas llegan al mundo laboral. 

Por ejemplo: en la industria tecnológica resulta muy difícil encontrar desarrolladores con estas habilidades, que son tan necesarias como las técnicas. “La falta de estas habilidades limita el potencial del país como un centro global del desarrollo de software y, a menos que resolvamos ciertos problemas estructurales del sistema educativo, la película no va a cambiar”, escribió en GK Fernando Rivera, quien tiene un fondo de inversión en startups tecnológicas. El problema de Tennessee parece, también, un problema nuestro. 

El esclarecedor informe del centro Pew reafirma que todo esto empieza en preescolar. Explica que la conexión entre las habilidades blandas y el rendimiento académico opera en dos niveles

Primero, los niños que pueden colaborar con sus compañeros y funcionar en un ambiente social son más capaces de aprender en un salón de clases. 

En segundo lugar, tener la capacidad de concentrarse, persistir y controlar y ajustar el enfoque hacia los problemas “es crítico para apoyar lo que los investigadores de Harvard llaman “el proceso (es decir, el cómo) del aprendizaje”, dice el centro Pew. 

Ese proceso al que hace referencia, fue descrito en un estudio del Centro del Niño en Desarrollo de la Universidad de Harvard. Éste dice que ese proceso es posible —y es mejor— cuando los niños desarrollan un buen “funcionamiento ejecutivo”. “Es distinto (aunque fundamental) de la preparación para la escuela y el éxito académico. Científicos que estudian la función ejecutiva se refieren a estas habilidades “como la base biológica para la preparación escolar”, dice el estudio. 

Los expertos argumentan que cuando la memoria de trabajo, el autocontrol cognitivo y las habilidades de atención son fuertes, proporcionan la base sobre la cual las habilidades de los niños para aprender a leer, escribir y hacer matemáticas se construyen. En la práctica, concentrarse, recordar, planificar, permite que “los niños dominen de manera eficaz y eficiente el contenido (es decir, el qué) del aprendizaje: lectura, escritura, computación”. 

Parecería claro que necesitamos concentrarnos mucho en estas aptitudes que nos enseñan a lo que coloquialmente se conoce como “pensar fuera de la caja” —esto incluye poder desafiar la autoridad (sea la del maestro, del jefe o los padres) con argumentos sólidos, que permiten una mejor resolución de problemas

Ahora que la pandemia del covid-19 amaina, y tras la dolorosa experiencia de la teleeducación y el daño que le hizo a los niños y adolescentes, muchos expertos ya están discutiendo el futuro de la educación.  La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), incluso, ha delineado ya cuatro potenciales futuros para la educación post coronavirus. Pero de ellos, hablaremos en una próxima hamaca. 

Hasta entonces, pensemos qué estamos haciendo para que nuestros niños que van al preescolar —especialmente los más pobres— puedan tener mejores oportunidades y estar mejor preparados para la escuela y la vida

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.

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