El feminismo es una teoría política y un movimiento social que busca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. La definición es de la escritora española Nuria Varela, autora del libro Feminismo para principiantes.

Varela desentraña dos principios conceptuales. El feminismo es una teoría política porque la organización de las mujeres —que se ha generado en todos los momentos históricos y a escala mundial para enfrentar el poder— construye una propuesta de cómo debe ser una sociedad más justa y más respetuosa. Y es un movimiento social porque no es solitario, sino que lo conforman miles de mujeres organizadas por un objetivo colectivo: cambiar la sociedad, las estructuras machistas y patriarcales.

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El patriarcado es una forma de organización política y social que da ventajas a los hombres y que, además, no permite que las mujeres decidan sobre sus vidas, cuerpos, proyectos. Y se manifiesta, dice Varela, con el machismo, una manera de concebir al mundo como un espacio donde los hombres son superiores y mejores que las mujeres. 

Para la antropóloga ecuatoriana Gabriela Bernal, es imprescindible entender que el feminismo no es uno solo, sino “hay una multiplicidad de feminismos en plural y es diverso. No es un edificio acabado donde entramos todas encapsuladas: hay disidencias y, sobre todo, un fuerte cuestionamiento político a la situación de las mujeres”, afirma Bernal. 

Aunque la palabra feminismo cada vez está más difundida entre las sociedades, existen muchas malinterpretaciones de lo que es.

¿Qué no es el feminismo? 

Varios conceptos, percepciones y términos erróneos son usados de forma peyorativa para vincularlos al feminismo. Bernal dice, con firmeza, que hay que descartarlos. De otra manera, se profundizan mucho más las desigualdades que el movimiento social cuestiona.

El feminismo no impone

Para la antropóloga Bernal, el feminismo se trata de decidir, de la libertad de elegir, y de reclamar derechos en sus diversas formas. Hay quienes critican, por ejemplo, la intervención del espacio público y la reivindicación de los cuerpos de las mujeres en las calles, como aquellas que muestran sus senos, históricamente censurados.

“La gente suele hablar de qué es ser feminista y cómo hay que hacerlo. Aún prima ese mandato de lo que ‘significa’ ser buena mujer, de cómo debe vestir y hablar”, cuestiona Bernal.

El feminismo no es “hembrismo”

Es común escuchar la frase “no soy machista ni hembrista, yo creo en la igualdad”. Sin embargo, explica Bernal, aquel término que parecería una contrapartida o antónimo del machismo parte de “una errada mirada de igualdad compartida”. El hembrismo es un neologismo que las personas usan para describir actitudes de menosprecio, violencia y opresión contra los hombres. Es decir, como el otro extremo del machismo. 

Para Bernal, hablar de hembrismo es un falso criterio de igualdad, que, en realidad, termina escondiendo “las profundas desigualdades económicas, sociales, políticas y culturales que vivimos a diario. Es una exclusión real de las condiciones concretas de las mujeres”.

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El origen del movimiento: un reclamo por la igualdad 

Para comprender los orígenes del feminismo como movimiento, es necesario un repaso histórico que bosqueja las cuatro olas del movimiento. 

De acuerdo con la escritora Varela, el feminismo como movimiento social organizado, se gestó hace 300 años. La primera ola ocurrió durante el siglo 18, cuando, por primera vez en la historia, grupos de mujeres se organizaron por sus derechos activamente durante la revolución francesa. 

El 5 y 6 de octubre de 1789, más de seis mil mujeres marcharon hacia la ciudad de Versalles, donde vivían la reina y el rey de Francia. Ellas exigían que la escasez de pan en la capital fuera resuelta pero, sobre todo, que se apresurara la firma de la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano. 

Fue tanta su convicción que incluso advirtieron que, si no les abrían las puertas del palacio, usarían un cañón. El 6 de octubre, lograron que el rey y su familia fueran llevados a París y que no pudieran escapar de la revolución.

Entre 1789 y 1793, 56 clubes femeninos fueron creados; su objetivo era firme: el reclamo por la participación de las mujeres en la vida política. En aquel siglo, no se les permitía tener voz en las decisiones políticas. Por eso escribieron sus exigencias por el derecho a la educación, al trabajo, al sueldo y el fin de los abusos dentro del matrimonio en los históricos cuadernos de quejas, que eran entregados a la Asamblea Nacional de Francia. 

En estos clubes participaron las mujeres proletarias, nobles y religiosas

Pero la Asamblea decidió no leerlas, y en ese mismo año, publicó la Declaración de los Derechos del Hombre en 1791. Su reclamo no pararía. Dos años después, la escritora Olympe de Gouges escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. En el documento, denunció que los revolucionarios mentían cuando hablaban de derechos para todo el mundo porque no consideraban a las mujeres ni libres, ni iguales. No fue el único texto que escribió. En sus escritos, también denunció la dictadura de Maximilien de Robespierre, mientras estaba encarcelada. Ella fue decapitada dos años después, el 3 de noviembre de 1793. 

En 1972, la filósofa británica, reflexionando sobre la revolución francesa, escribió la Vindicación de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, un amplio manifiesto de la reivindicación individual de las mujeres como sujetas de derecho y su libertad para elegir su propio destino. 

En la segunda ola, que empezó a inicios del siglo 19, reseña la escritora Varela, las mujeres buscaron un nuevo propósito: el sufragio. Avanzaron en sus exigencias y querían acceder a la universidad, al derecho a ejercer todos los oficios y profesiones. También buscaban compartir la patria potestad de sus hijos, decidir sobre su dinero y bienes y ganar lo mismo que un hombre en el mismo trabajo. La última es una deuda histórica que aún se mantiene viva en pleno siglo 21. 

Las mujeres lograron, en la segunda ola, su derecho al voto y a los estudios superiores.

Entonces, en la tercera ola, en el siglo 20, se profundizó la reflexión de lo que significa ser mujer en la sociedad. Así lo hizo la filósofa francesa Simone de Beauvoir, quien escribió El segundo sexo, cuya premisa es “no se nace mujer, se llega a serlo”. La autora se refería a que la idea de ser mujer no era natural, sino una idea y una construcción social. En la tercera ola también se consolidan las diferentes corrientes del feminismo: liberal, radical, de la diferencia, institucional, el ecofeminismo, el ciberfeminismo.

Ahora, vivimos en la cuarta ola del feminismo, una en la que las movilizaciones de las mujeres diversas, negras, mestizas, racializadas, proletarias, transgénero, transexuales, disidentes crecen, así como su capacidad de convocatoria.

La escritora Varela, en un nuevo análisis, habla de “el tsunami feminista” que comenzó en las primeras décadas del siglo 21. “El fenómeno extraordinario es el hartazgo de millones de mujeres en el mundo que han reaccionado de manera impresionante frente a la violencia, la opresión y la discriminación”, escribe. 

Pero en esta nueva ola, destaca, las redes sociales también se han unido a los gritos en las calles y las plazas con las consignas: “Ni una menos”, “Vivas nos queremos”, “Aborto, legal, y seguro”. 

Es, además, un momento para repensar el movimiento, decía la escritora negra Bell Hooks en su libro El feminismo es para todo el mundo. “La política feminista está perdiendo fuerza porque el movimiento feminista ha perdido definiciones claras. Reivindiquémoslas. Compartámoslas. Volvamos a empezar”, escribe. “Podemos compartir el mensaje sencillo pero potente de que el feminismo es un movimiento para acabar con la opresión sexista”. 

Hitos feministas en Ecuador

La voz de las mujeres retumbó a escala mundial y también en Ecuador, un país con una sociedad machista, donde hoy una mujer es asesinada cada 44 horas. 

Estos son varios de los logros que las mujeres ecuatorianas lograron con su lucha.

Derecho al voto

En 1929, Ecuador se convirtió en el primer país latinoamericano donde las mujeres podían ejercer su derecho al voto. Aquel logro, que devolvió a las mujeres su derecho a elegir en los procesos de sufragio llegó por la lucha de Matilde Hidalgo de Prócel, una médica, poetisa y académica lojana.

Cuando José Luis Tamayo asumió la presidencia de Ecuador, en 1920, Hidalgo cuestionó que las mujeres no pudieran ejercer su derecho al sufragio en las elecciones. Entonces, en 1924, se inscribió en los registros electorales de Machala para participar en las elecciones al Congreso. Aunque en un principio se lo negaron, insistió y elevó una consulta al Parlamento y al Consejo del Estado que, el 9 de junio de ese año, resolvió que las mujeres sí podían votar. Matilde Hildago se convirtió en la primera mujer en votar y en 1929, ese derecho fue consagrado en la Constitución. 

Paridad de género en la política

En 2008 se reformó la Constitución ecuatoriana y se incluyó la paridad de género en los derechos de participación y otros cuatro artículos, que había sido exigida años antes por el Consejo Nacional de Mujeres.

Así, el Estado ecuatoriano tiene la obligación de promover la representación paritaria de mujeres y hombres tanto en los cargos de nominación como de designación de la función pública, en instancias de dirección y decisión. Además, se incluye en este artículo que en las candidaturas a las elecciones pluripersonales se respetará su participación alternada y secuencial. 

Tipificación del femicidio 

El 10 de agosto de 2014, el femicidio, el asesinato de una mujer por sus condiciones de género,  fue tipificado como un delito en el artículo 141 del Código Orgánico Integral Penal ecuatoriano. Ocurrió luego de la presión de organizaciones de mujeres que reclamaron el asesinato de Karina del Pozo, en febrero de 2013, y de las mujeres víctimas de la violencia que no lograron sobrevivir. 

El caso de Karina del Pozo marcó el debate social en el país sobre la violencia ejercida sobre los cuerpos de las mujeres y levantó decenas de manifestaciones en Quito, que exigían justicia por el crimen. Del Pozo fue asesinada con el golpe de una piedra en su cráneo y agredida sexualmente.  Los asesinos abandonaron sus restos en una quebrada en Llano Chico, en el norte de Quito. 

Primera marcha de mujeres contra el femicidio 

Con sus pañuelos violetas, carteles y tambores, cientos de mujeres se unieron en el parque El Arbolito, en el centro-norte de Quito, para gritar contra la violencia machista el 26 de noviembre de 2016. Ese día se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. 

Aquella marcha, considerada la primera que reclamó los femicidios en el país, fue convocada por la plataforma Vivas Nos Queremos, que nació en ese mismo año, cuando las familias de Vanessa Landínez, Johanna Cifuentes, Valentina Cosíos y Angie Carrillo, víctimas de femicidio, decidieron acompañarse para exigir que la justicia ecuatoriana no dejara a los casos en la impunidad. 

Desde ese año, cientos de mujeres marchan cada 25 de noviembre a escala nacional. 

Despenalización del aborto por violación

El 28 de abril de 2021 la Corte Constitucional despenalizó el aborto por violación para todas las mujeres, niñas, adolescentes y personas con capacidad de gestar. 

Las organizaciones sociales han dicho que en Ecuador siempre ha existido el aborto, sin embargo, era un tabú, hasta que en 2008, se habló por primera vez en la Asamblea Nacional. Sin embargo, pasarían casi 13 años para que en Ecuador, el aborto por violación fuera legal. 

Colectivos de mujeres interpusieron siete demandas ante la Corte para que declare la inconstitucionalidad de los artículos 149 y 150 del Código Orgánico Integral Penal. 

Después de más de una década de exigencia, el fallo histórico se ganó con siete votos a favor y dos en contra. En febrero de 2022, la Asamblea Nacional votará por la ley que regulará la práctica del procedimiento en el país. 

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Karol E. Noroña
Quito, 1994. Periodista y cronista ecuatoriana. Cuenta historias sobre los derechos de las mujeres, los efectos de las redes de delincuencia organizada en el país, el sistema carcelario y la lucha de las familias que buscan sus desaparecidos en el país. Ha escrito en medios tradicionales e independientes, nacionales e internacionales. Segundo lugar del premio Periodistas por tus derechos 2021, de la Unión Europea en Ecuador. Recibió una Mención de Honor de los Premios Eugenio Espejo por su crónica Los hijos invisibles de la coca. Coautora de los libros 'Periferias: Crónicas del Ecuador invisible' y 'Muros: voces anticarcelarias del Ecuador'.

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