En la semana que estuve de vacaciones, desconectada del trabajo, de las pantallas y del frío incongruente de este verano quiteño, tuve unos días de sol en los que cambié los cubiertos por mis manos: tal fue mi descanso que hasta olvidé cómo usar un tenedor. ¿Hay algo más veraniego, descomplicado y natural que comer con las manos? Tomar agua de coco en la arena, quizá, pero para eso tampoco se necesitan cubiertos. (wink wink)

La humanidad ha estado acostumbrada a comer con las manos, y no es hasta los últimos tres siglos, sobre todo en Occidente, que los cubiertos se impusieron sobre la mesa. Lo siento, señor Carreño, pero este video de un entrenador de etiqueta comiendo un plátano con cubiertos es tan anticlimático como usar medias blancas con sandalias en la playa.

Aunque en Occidente no sea una práctica muy frecuente, millones de personas lo siguen haciendo en Asia y África, asegurando que es mucho más práctico, cercano y sabroso. 

Comer con las manos influye en el gusto: a través del tacto se siente la textura, la forma, la temperatura de los alimentos, lo que permite saborear y disfrutar de la comida. Hace unos cuantos miles de años, esa primera sensación nos salvó de llevarnos a la boca plantas y raíces venenosas. 

Hoy, ciertas tendencias sugieren que los bebés coman sus alimentos sólidos usando sus manos y no cubiertos: el Baby Led Weaning propone utilizar la curiosidad de los niños más pequeños para que prueben con sus manos trocitos de brócoli, fresa, zapallo, manzana y zucchini con los que van descubriendo el sabroso universo que tendrán a su disposición. 

Me imagino que el señor Carreño murió creyendo que era escandaloso que alguien se lleve un bocado de comida con sus manos, pero hagamos una encuesta para ver quién le gana a quién: ¿la pizza con cubiertos o doblada por la mitad? ¿tacos con la mano o con la ayudita de un tenedor? ¿cómo se come una hamburguesa? ¿Qué dicen ustedes, queridos lectores?

Estoy segura que la derrota de la urbanidad y el triunfo del disfrute es abrumador entre nosotros. 

¡Buen provecho!

Dip de zanahoria con canela

30 minutos / 4 porciones

Ingredientes:

Para condimentar las zanahorias:

1 libra de zanahorias

2 dientes de ajo picados

1/4 de cebolla perla, cortada en cubitos

4 cucharadas de aceite de oliva

1/4 cucharadita de comino

1/4 de cucharadita de canela

1 cucharadita de sal

Para el dip:

1 cucharada de ralladura de naranja

Jugo de una naranja 

2 cucharadas de perejil picado

1/4 taza de avellanas o nueces tostadas, picadas

1/8 cucharadita de comino

1/4 de cucharadita de canela

1/2 cucharadita de pimienta roja

1 cucharada de pasta de tomate

1-2 cucharadas de aceite de oliva

Sal al gusto

Preparación 

1. Lava y pica las zanahorias en círculos iguales. 

2. En una sartén grande, calienta el aceite de oliva a fuego medio. 

3. Agrega la cebolla y saltea hasta que se ablande. Cuando la cebolla tenga una apariencia más transparente y brillante, echa el ajo picado, la zanahoria cortada, el comino, la canela y la sal.  

4. Deja cocinar todo, con la sartén tapada, revolviendo con frecuencia, durante unos 20 minutos y/o hasta que un tenedor pueda perforar fácilmente la zanahoria. 

5. Dejar enfriar.

6. En un procesador de alimentos o licuadora, agrega las zanahorias cocidas enfriadas, la ralladura y el jugo de naranja, el perejil, las avellanas o nueces, la canela, el comino y la pimienta. 

7. Licúa hasta que se combinen. 

8. Agrega el aceite de oliva y vuelve a mezclar. 

9. Prueba y ajusta la sal y los condimentos al gusto: agrega más canela para sabores más cálidos o más comino si falta la profundidad de sabor según el gusto.

10. Sirve y decora con un chorrito de aceite de oliva.

11. Espolvorea con más ralladura de naranja, perejil y avellanas picadas. 

12. ¡Sírvelo sobre un pan crujiente y a comer!