Juliana Campoverde, la primera de tres hermanos, era conocida cariñosamente como Julita, mi reina, mi negra, ñaña, ñañita, y especialmente, July. Un día, cuando tenía ocho años, su familia comenzó a asistir a la Iglesia Cristiana Evangélica Oasis Esperanza, al sur de Quito. Juliana llegó a formar parte del coro y cursos de liderazgo de esa iglesia. El sábado 7 de julio de 2012, Juliana, de entonces 18 años, desapareció. Seis años más tarde, Jonathan Carrillo Sanchez, pastor de la Iglesia a la que asistían y la última persona que la vio, fue detenido y sentenciado a 25 años de cárcel por secuestro extorsivo con resultado de muerte.
Desde el día en que Juliana Lizbeth Campoverde Rodríguez desapareció, la vida de Elizabeth Rodríguez, su madre, empezó su búsqueda de verdad y justicia. Y empezó su camino para exigir que el cuerpo de Juliana aparezca.
En un relato de Rodríguez, publicado por la Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos (Inredh), dice que empezó a ir a la iglesia en 2003, en búsqueda de apoyo espiritual, luego de separarse de su esposo. Juliana tenía 8 años.
Elizabeth, junto a sus tres hijos, frecuentaban la iglesia, en el barrio la Biloxi, al sur de Quito, cada miércoles a las siete de la noche. Los domingos iban a los cultos que empezaban a las ocho de la mañana. Desde que empezaron a ir a la iglesia Oasis Esperanza, todas las decisiones que tomaba la familia –como visitar a su papá que vivía en otra ciudad— debían ser consultadas con la iglesia.
Con los años, Juliana Campoverde se unió al coro de alabanza de la iglesia, por eso iba dos días más de los que iba su familia. Iba los jueves por la noche a un curso de liderazgo y los sábados a los repasos del coro de alabanza.
Los domingos de culto, Juliana coreaba las canciones de Marcela Gándara:
Vine a adorarte aunque mis ojos no te puedan ver o
El mismo cielo.
“Era dulce, tierna, amable aparentemente querida por todas las personas que asistían a la Iglesia, no se diga de los pastores”, recuerda su madre en el texto titulado La historia de un corazón arrebatado.
Juliana tenía un sueño. Cuando se graduó del colegio pensaba viajar a Argentina para estudiar canto. Según su madre, ese sueño fue truncado por el pastor Jonathan Carrillo Sanchez de la iglesia a la que habían acudido por 10 años.
Elizabeth Rodríguez cuenta que, un día, Juliana recibió una solicitud de amistad en Facebook de un supuesto psicólogo pastor llamado Juan Solano. Él habría manipulado a Juliana para que desistiera de sus planes de viajar a Argentina. Le habló de Dios y le dijo que él tiene otros planes para ella.
También le dijo que Dios le había revelado que ella debía casarse con Israel Carrillo, otro pastor de la iglesia Oasis de Esperanza y hermano de Jonathan Carrillo — hoy sentenciado por el secuestro y muerte de Juliana.
Rodríguez notó algo raro en Juliana, la sintió confundida y preocupada. También sintió que la iglesia estaba interfiriendo demasiado en sus decisiones así que la familia dejó de asistir, en mayo de 2012.
En medio de la confusión sobre si viajar o no a Argentina, y hasta hacer los trámites para ser admitida en una universidad, Juliana se dedicaba a su propio negocio de venta de medicina natural. Cada mañana, a las nueve, abría su local ubicado en avenida Ajaví y Sozoranga, al sur de Quito. El negocio estaba muy cerca del barrio la Biloxi, donde está la iglesia Oasis de Esperanza.
Preocupada por Juliana, su madre insistió para que empezara a estudiar. Ella optó por la carrera de Biología y dio pruebas en la Universidad Católica de Quito. Fue admitida, pero nunca empezó la carrera porque desapareció días antes de que comenzaran las clases.
Cómo desapareció Juliana
A las nueve de la mañana del sábado 7 de julio, como de costumbre, Juliana Campoverde fue a abrir su negocio. Había pasado poco más de un mes desde que ella y su familia decidieron dejar de asistir a la iglesia.
De camino al local, Juliana y su madre, se encontraron con el pastor Jonathan Carrillo, lo saludaron de lejos y siguieron su camino. A Elizabeth Rodríguez le pareció raro verlo ahí tan temprano porque la iglesia estaba cerrada y él vivía en el centro norte de Quito. Juliana se quedó en el local y su madre siguió donde iba esa mañana.
“Ese fue el último beso, el último abrazo y la última bendición que le di a mi hija”, dijo Elizabeth Rodriguez en una entrevista para AJ Español.
A las 7:51 de la noche, Elizabeth recibió un inusual mensaje de texto de Juliana: “Conocí una persona y me voy con él, cuando las cosas cambien le hago llegar las cosas del local”.
La primera impresión de Elizabeth fue que su hija no había escrito el mensaje porque ella no se escribía de esa forma.
Ese día, Elizabeth Rodríguez llamó a todos los hospitales y clínicas, así como a los amigos de la iglesia, pero nadie la había visto. Intentó comunicarse con el pastor Jonathan Carrillo, pero tampoco contestó. La buscaron por el barrio, visitaron hospitales pensando que tal vez había sufrido un accidente y no la habían identificado.
Al día siguiente, el 8 de julio, la familia fue a la Fiscalía a denunciar la desaparición, pero no la concretaron porque, según Inredh, no fueron atendidos adecuadamente: les dijeron que debían esperar 48 horas, y que seguramente, estaba de farra, que quizás estaba embarazada, que se fue con el enamorado.
La persona que les dijo algo concreto sobre el paradero de Juliana fue el pastor evangélico Patricio Carrillo, padre de Jonathan Carrillo, el responsable de la desaparición y muerte de Juliana. Patricio Carrillo les dijo que no la busquen en la Policía, sino que en otros sitios, como las fronteras.
Dos días después de la desaparición, el 9 de julio, Margoth Rodriguez, la tía de Juliana, recibió una llamada de Patricio Carrillo. El pastor le dijo que había orado mucho por ellas y que en veinte minutos recibirían noticias.
Enseguida Elizabeth recibió un segundo mensaje desde el celular de su hija: “Estoy bien en Cuenca. En cuanto pueda les aviso, no tengo internet”.
Esa misma tarde, la hermana del pastor Jonathan Carrillo, Michelle, llamó a Elizabeth Rodríguez y le dijo que su hija había publicado un estado en Facebook. “Hola amigos. Gracias por su preocupación. He tomado mis decisiones y quiero que las respeten”, decía la publicación.
A inicios de julio, Elizabeth Rodríguez logró acceder a la cuenta de Facebook de su hija donde pudo leer los mensajes que tenía con el supuesto pastor psicólogo, Juan Solano.
Solano le decía a Juliana que “la gente que se va de la iglesia muere”, que su corazón la estaba “llevando por el error más grande”, que no dejara la iglesia, que ella pertenecía allí y que su madre estaba siendo egoísta. También le decía que ella y Fabián, novio de Juliana, habían destruido “lo que estaba preparado” para ella.
Lo que más le preocupó a Elizabeth Rodríguez fue un proverbio que Solano le mandó a Juliana: “Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová”.
El 11 de julio, Elizabeth mostró los mensajes a la fiscal que llevaba el caso, que lograron denunciar luego del primer intento fallido, y pidió que se investigue desde dónde se enviaron los mensajes, y la última ubicación de su hija. Como ya sospechaba de los pastores, especialmente de Jonathan y Patricio Carrillo, pidió que se les llamara a rendir versión. La fiscal aceptó su solicitud.
Cuando la familia del pastor Jonathan Carrillo rindió declaración, criticaron a Juliana Campoverde y a su madre, sugiriendo que eran problemáticas y tenían muchos conflictos en casa.
En una de sus versiones, el pastor Jonathan Carrillo inicialmente dijo que el día de la desaparición estuvo en el barrio limpiando la iglesia y luego en casa de su padre todo el día. Después, Carrillo cambió su versión indicando que había trabajado ese día en el Instituto Nacional de la Meritocracia, donde era ingeniero en sistemas.
El 8 de agosto de 2012, un mes después de la desaparición, Jonathan Carrillo dio otra versión ante la Fiscalía. Dijo que el 9 de julio por la tarde, Juliana llegó, sin anunciarse, a su oficina en el Instituto de la Meritocracia y le dijo que estaba bien con unos amigos.
Jonathan Carrillo dijo que Juliana le pidió mantener en secreto, como pastor, que ella lo había contactado. Dijo que Juliana le pidió usar su computadora para publicar un estado en Facebook y le prometió que regresaría a casa.
En la versión del 8 de agosto, Jonathan Carrillo confesó que creó un perfil falso en Facebook, bajo el nombre Juan Solano, para “aconsejarle o sugerirle cambios positivos en su vida” porque creía que Juliana estaba pasando por “múltiples problemas”.
Para Elizabeth Rodríguez, los mensajes que él le mandó fueron amenazantes y manipuladores.
Desde entonces, la investigación avanzó a paso lento. Una fiscal, por ejemplo, se negó a continuar investigando a los pastores porque como ella era evangélica, debía pedir autorización en su iglesia. Algunas pericias, como la judicialización de los chats de Facebook, se lograron por las investigaciones particulares que hizo la familia de Juliana Campoverde.
Durante los primeros seis años de investigación, el caso de Juliana Campoverde fue manejado por 11 fiscales, 8 agentes. En ese tiempo se crearon 90 expedientes legales. Pese a que se consiguieron pruebas indirectas que, según Elizabeth, apuntaban al pastor Jonathan Carrillo, nada logró vincularlo directamente en los primeros seis años.
Las pistas del caso
Dos años después de la desaparición de Juliana Campoverde, su familia logró identificar el IP desde el que, supuestamente, ella hizo la publicación de Facebook en la que avisaba que había tomado decisiones importantes en su vida.
El mensaje venía del computador del trabajo de Jonathan Carrillo. Con esta evidencia, la investigación fiscal se reactivó.
En 2014 se hizo un primer allanamiento a la casa del pastor Jonathan Carrillo en el que se habrían encontrado celulares y computadoras con pornografía, y fotos y videos de Juliana Campoverde, y otras chicas de la iglesia.
En cuatro años hubo 11 fiscales a cargo de la investigación del caso de Juliana Campoverde. Según Elizabeth Rodríguez, eso ha permitido que las diligencias se hagan a cuentagotas.
En 2018, Elizabeth pidió un cambio de fiscal, pues quien llevaba el caso le dijo que no podía continuar con la investigación porque no había un cadáver. Entonces, el caso de Juliana Campoverde llegó a manos de la fiscal especializada en género, Mayra Soria.
Soria solicitó una nueva orden de allanamiento para la casa del pastor Jonathan Carrillo, donde encontraron, en una carpeta, evidencia que cambiaría el rumbo de la investigación: el pastor había solicitado el registro de llamadas de su celular en 2012. Este documento detalla los números marcados, las fechas, las horas y las duración de cada llamada, así como el IMEI del teléfono que usaba en ese entonces.
Con esta información, Soria utilizó el registro de llamadas del celular de Juliana Campoverde y corroboró que la última realizada desde su número, a las 19:50 del día en que desapareció, provenía del celular del pastor Jonathan Carrillo.
Después de 6 años y 2 meses de la desaparición de Juliana Campoverde, la madrugada del 8 de septiembre de 2018, el pastor Jonathan Carrillo fue detenido en su casa y llevado a rendir versión en la unidad de flagrancia. La prueba clave en su contra fue un registro de llamadas que mostraba que, la noche en que Juliana Campoverde, de 18 años, desapareció, el pastor había sacado la tarjeta SIM del celular de ella, la había colocado en su propio teléfono y había llamado al buzón de voz.
El mismo día de su detención, tras casi cuatro horas de interrogatorio al pastor, la fiscal Mayra Soria formuló cargos por secuestro extorsivo y solicitó prisión preventiva.
La búsqueda del cuerpo
El 12 de octubre de 2018, se realizó un operativo en el sur de Quito, donde Juliana fue vista por última vez, que incluyó a miembros de la Fiscalía, agentes del Grupo de Operaciones Especiales (GOE), la Policía Metropolitana, la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO), Elizabeth Rodríguez y sus abogados.
La fiscal Soria describió la vestimenta de Juliana el día de su desaparición: una chompa fucsia, una blusa gris, un jean y unos zapatos Converse. Los agentes buscaron en las quebradas y encontraron ropa, zapatos y un libro, pero ninguno de estos objetos pertenecía a Campoverde.
El 13 de octubre hicieron una reconstrucción de los hechos en el sector de la Biloxi pero dos horas después se interrumpió la diligencia porque Jonathan Carillo se acogió al derecho al silencio.
El 30 de octubre, la Fiscalía allanó la iglesia evangélica Oasis de Esperanza, pero no hallaron nada.
Días después Jonathan Carrillo se acogió a la cooperación eficaz. Es decir, a una alternativa legal que le da una rebaja de pena a cambio de información sobre el delito que se investiga. Una nueva reconstrucción de los hechos, basada en un testimonio reservado de Carrillo, se hizo el 10 de noviembre de 2018.
Esa vez la reconstrucción empezó en el sector de la Biloxi, fue hasta una calle detrás del hospital del IESS del sur, a un motel cercano al centro comercial El Recreo y terminó en la quebrada de Bellavista, en el centro norte de Quito. En su testimonio, Carrillo dijo que había dejado el cuerpo de Juliana ahí, metido en una funda, tres días después de su desaparición.
Por tres días, desde el 11 de noviembre de 2018 se hicieron excavaciones en la quebrada de Bellavista, hallaron huesos y piezas dentales. Para el 27 de noviembre, el laboratorio de la Fiscalía Provincial de Pichincha informó que los restos hallados no pertenecen a Juliana Campoverde.
El 30 de noviembre se realizó fue la audiencia de reformulación de cargos contra el pastor Jonathan Carrillo. Un día antes de la audiencia, Carrillo dio una versión ampliada de cómo ocurrieron los hechos. La fiscal Mayra Soria los contó en esa audiencia.
Soria dijo que el 7 de julio de 2012, el día en que Juliana desapareció, Carrillo la convenció “con engaños” de subirse a su automóvil en la avenida Ajaví, al sur de Quito, donde la joven tenía su negocio. La invitó a tomar un café.
Luego, Carrillo la llevó al motel Monte Verde, detrás del centro comercial El Recreo, con la intención de tener “acceso carnal” con Juliana. Tres días después, en un lugar en el norte de Quito, tuvieron una discusión durante la cual Juliana se cayó y “nunca más reaccionó”. Carrillo afirmó que intentó auxiliarla, pero al percatarse de que estaba muerta, llevó su cuerpo a la quebrada en Bellavista y lo arrojó allí.
En esa audiencia de reformulación de cargos, mientras Soria repetía el testimonio anticipado, Carrillo, quien estaba conectado por videollamada desde la cárcel de Latacunga, estaba impávido, sin expresiones ni movimiento alguno.
Soria dijo que la reformulación de cargos se fundamentaba en cuatro elementos:
- la reconstrucción de los hechos del 10 de noviembre de 2018
- un informe pericial que describe la personalidad del pastor como neurótico, obsesivo compulsivo, agresivo y con inmadurez sexual
- el informe de ADN de los restos encontrados en la quebrada de Bellavista que no pertenecen a Juliana
- la versión ampliada del pastor del 29 de noviembre de 2018
Con base en estos elementos, Soria solicitó a la jueza Portilla agregar el agravante de resultado de muerte al delito de secuestro extorsivo.
El 17 de julio de 2018, Jonathan Carrillo fue condenado a 25 años de prisión por el secuestro extorsivo con resultado de muerte de Juliana Campoverde. Durante el juicio, la Fiscalía presentó treinta y cinco testimonios y dieciocho documentos clave para establecer su culpabilidad.
El Tribunal de Garantías Penales de Pichincha también ordenó medidas de reparación:
- El cierre permanente de la iglesia Oasis de Esperanza
- La implementación de capacitaciones en investigación con enfoque de género para la Policía Nacional y la Fiscalía.
- La creación de un registro nacional de pastores y líderes evangélicos por parte del Ejecutivo.
- La Iglesia del Evangelio Cuadrangular –de la que Jonathan Carrillo era pastor– deberá colocar una placa en memoria de los hechos que ahí ocurrieron.
- Que continúe la búsqueda de los restos de Juliana Campoverde en la quebrada de Bellavista y que se establezca una recompensa.
Como parte de la reparación, se dispuso una compensación material de 100 mil dólares para los padres de Juliana Campoverde.
En noviembre de 2020, la Corte Nacional de Justicia inadmitió un recurso de casación que interpuso Jonathan contra su condena. Por primera vez, la justicia admitió una condena sin cuerpo o testimonio directo, y en base a los indicios recabados durante la investigación.
12 años de búsqueda
El 15 de abril de 2021, se retomó la búsqueda de Juliana Campoverde en la quebrada de Bellavista. El 26 de mayo, por tercera vez, se hizo una nueva búsqueda del cuerpo en el mismo lugar.
El 28 de septiembre de 2021, la Fiscalía se comprometió a integrar un equipo de investigación especial para hallar el cuerpo de Juliana. A casi tres años de ello, en julio de 2024, la familia de Juliana sigue sin saber dónde está su cuerpo.
El viernes 5 de julio de 2024, en las afueras del Ministerio del Interior, en Quito, Elizabeth Rodríguez hizo un plantón, apoyada por organizaciones sociales dedicadas a la búsqueda de personas desaparecidas en Ecuador. El plantón fue para exigir al Ministerio que cumpla la sentencia del caso: que continúen buscándola.
“Si a July me la devuelven en restos, nada va a ser igual, pero al menos la tendré”, dice Elizabeth Rodriguez para una entrevista en AJ Español.
Según la línea de tiempo de la Fiscalía se han hecho treinta y siete búsquedas, veinte de ellas en la quebrada de Bellavista.
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