Jonathan Carrillo estaba sentado en la prisión de Latacunga esperando la audiencia de reformulación de cargos en su contra por la desaparición de Juliana Campoverde. Estaba vestido con un saco anaranjado, un jean azul y tenía puesto audífonos que le cruzaban como una diadema sobre la cabeza. La audiencia era en el Complejo Judicial de Quitumbe, en Quito, y él asistió por videoconferencia. Se lo veía quieto. Aunque quieto es un simplismo: era una estatua, tan inmóvil estaba que parecía que la imagen se había congelado por algún error de transmisión dejándolo con las manos en la misma posición sobre las piernas, la cara sin ninguna expresión, la mirada fija al frente.  

La espera de la familia de Juliana Campoverde continúa

Pantalla donde se proyectó la videoconferencia con el pastor. Fotografía de Mayra Caiza de Inredh.

La audiencia comenzó a las nueve de la mañana del 30 de noviembre de 2018. Elizabeth Rodríguez, la madre de Juliana, estaba sentada en la primera fila del lado izquierdo de la sala con sus abogados. Sostenía, como siempre, el afiche fucsia de búsqueda de su hija con las dos manos. Detrás de ella estaban sentados sus familiares y sus amigos. Algunos llevaban una camiseta blanca con una foto de Juliana y la frase que ha llevado Elizabeth con ella todo este tiempo de búsqueda: “Mi vida por encontrarte”.

En el lado opuesto de la sala estaba el hermano de Jonathan Carrillo sentado con los brazos cruzados. Miraba a su izquierda, luego a la pantalla donde se proyectaba la imagen de su hermano. 

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La jueza Yolanda Portilla dio inicio a la audiencia. La secretaria de la unidad judicial pidió a todos los asistentes que apaguen sus teléfonos celulares y advirtió que si veía a alguien grabando o tomando fotos, lo expulsaría de la sala. La Jueza dijo que solo hablarían la fiscal Mayra Soria y el abogado del pastor Carrillo, Paúl Ocaña. Dio la palabra a la fiscal.

Soria dio un recuento corto de los hechos en base a la versión ampliada que dio el pastor un día antes de la audiencia. Dijo que el día que Juliana desapareció, el 7 de julio de 2012, Jonathan le hizo subirse en su automóvil “con engaños” en la avenida Ajaví —al Sur de Quito, donde Juliana tenía su local— para ir a tomar un café. Después, Jonathan la llevó al motel Monte Verde atrás del centro comercial El Recreo para tener “acceso carnal” de Juliana. Dijo que tres días más tarde, en un lugar en el norte de Quito, tuvieron una discusión en la que Juliana se habría caído y “nunca más reaccionó”. Dijo el pastor que intentó darle auxilio, pero que cuando vio que estaba muerta, llevó su cuerpo a la quebrada en Bellavista y lo tiró ahí.

Mientras Soria relataba estos hechos, el pastor Carrillo seguía inmóvil —sus manos en la misma posición sobre sus piernas, su cara sin ninguna expresión, la mirada fija al frente.  

La fiscal continuó. Dijo que para la reformulación de cargos se basaba en cuatro elementos: la reconstrucción de los hechos del 10 de noviembre de 2018, un informe pericial que describe la personalidad del pastor como neurótico, obsesivo compulsivo, agresivo, y con inmadurez sexual, el informe de ADN de los restos encontrados en la quebrada de Bellavista que no pertenecen a Juliana, y la versión ampliada del pastor el 29 de noviembre de 2018. Por estos elementos, Soria pidió a la jueza Portilla agregar el agravante de ‘resultado de muerte’ al delito de secuestro extorsivo por el que el Pastor ya estaba siendo investigado.

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Soria también pidió que se mantenga su prisión preventiva, que se congelen las cuentas bancarias del pastor y que se prohiba la venta de su vehículo y otras propiedades. Además, solicitó , como reparación, tratamiento psicológico para los padres de Elizabeth y sus familiares. Eran las 9:30 de la mañana y la puerta se abrió de repente para dejar pasar al padre de Juliana, Absalón Campoverde, quien se sentó en un puesto vacío al lado derecho de la sala. La fiscal terminó de hablar. El Pastor seguía en la misma posición que hacia media hora, cuando comenzó la audiencia: las manos en la misma posición sobre las piernas, la cara sin ninguna expresión, la mirada fija al frente.

La jueza dio la palabra al abogado de Carrillo. Ocaña tomó un sorbo de agua, se levantó y parado comenzó a hablar, casi a gritos. Comenzó diciendo que no se referiría al tipo penal de la reformulación de cargos sino a las medidas cautelares.

Pero antes, dio una especie de discurso de lo que él pensaba del caso como defensor del Pastor. “Conocemos y nos solidarizamos con los papás de Juliana”, dijo Ocaña. “Hemos hablado con nuestro patrocinado para conocer la verdad por más fuerte que sea”. Dijo que no quería que el delito quedase en impunidad, que no se ha podido corroborar la versión del pastor porque han pasado ya seis años y que no queda más que creer lo que él ha dicho. Ocaña también criticó la excavación de los restos en la quebrada de Bellavista: dijo que los policías no hicieron bien su trabajo porque no estaban acompañados de antropólogos forenses que les indiquen cómo buscar huesos. Finalmente, dijo que la defensa de Jonathan busca la paz para la familia de Juliana y la de Carrillo, de la que dijo, “también es víctima”.  

Ocaña habló de las medidas cautelares. Dijo que estaba de acuerdo con la Fiscal y que había “riesgo de fuga” de su cliente. Pero que Jonathan había sido golpeado dos veces ya en el Centro de Rehabilitación de Latacunga y que había sido amenazado por otros detenidos. Pidió que se lo transfiera a la Cárcel Número Cuatro de Quito por seguridad. Dijo que no quisiera que algo le pase a su defendido y que “con él muera la verdad de lo que pasó con Juliana”.

El pastor Carrillo seguía inmóvil. Ni siquiera cuando el abogado hablaba de los golpes y amenazas que ha recibido frunció el ceño, movió las manos o se acomodó en la silla. Nada.

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La jueza escuchó a los dos. Acogió los argumentos de la fiscal Soria. Leyó los artículos en voz alta para informarle a Jonathan de lo que se lo acusa: secuestro extorsivo por una persona de confianza de la víctima por más de 8 días, que termina en la muerte de la víctima. La pena máxima por este delito es de 26 años de prisión —antes, sin el agravante de muerte, era de 13 años. Aceptó también la medida cautelar de congelar las cuentas de bancos y prohibir la venta del vehículo y de los inmuebles de Carrillo, y dijo que la prisión preventiva seguía en efecto. Finalmente, también acogió el pedido de tratamiento psicológico para Elizabeth, Absalón, los hermanos de Juliana, su padrastro y su tía Margoth, hermana de Elizabeth. Dijo que mandaría un pedido al Ministerio de Salud Pública.

Sobre el pedido del abogado Ocaña, dijo que esperará a que la Fiscal entregue un informe —que Soria ya había pedido al centro de rehabilitación de Latacunga— que corrobore que el Pastor corre peligro y ha sido agredido. De ser así, ordenaría el cambio de cárcel.

La audiencia terminó casi a las 10 de la mañana. La instrucción fiscal, la etapa judicial en que está el caso, se amplió por 30 días. Los asistentes se pararon de sus sillas. En la videollamada, Jonathan  Carrillo finalmente se movió de su posición y ahí paró la transmisión: solo quedó una imagen congelada del pastor en plena acción de levantarse, una mancha anaranjada borrosa. Nada más.

La espera de la familia de Juliana Campoverde continúa

Los familiares y amigos de Elizabeth Rodríguez y Absalón Campoverde los acompañaron durante toda la audiencia de reformulación de cargos. Fotografía de Lisette Arévalo para GK.

Afuera de la sala de la audiencia estaban los medios de comunicación esperando que salga la fiscal Soria y los padres de Juliana. Los tres salieron y se acercaron a los medios acompañados de los familiares de Elizabeth que tenían los afiches de búsqueda fucsias.

Soria habló primero. Dijo que los siguientes pasos serán verificar la versión que dio el pastor y que “se ha mantenido que las búsquedas sean en el sector de Bellavista, vamos a intensificar la búsqueda”. Además, dijo que el objetivo ahora es verificar el tema de la muerte: las circunstancias, la modalidad y “todo lo que implique”.

La fiscal dijo que no quería dar muchos detalles de la versión que dio Jonathan —a pesar de que ya no es reservada— porque primero debe verificar que sea verdad o no.

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El abogado de la familia y de Inredh, Daniel Véjar, me contó parte de esa versión. Sin muchos detalles tampoco porque, como dice la fiscal, debe primero verificarse. Dijo que cuando el pastor se encontró con Juliana y Elizabeth el día que ella desapareció, Juliana le habría hecho una señal a su pastor. Una señal que él dice, siempre le hacía cuando quería hablar con él.

Después, en la avenida Ajaví, Juliana le habría tocado la ventana de su auto y se subió. Que después habrían ido al motel y al salir de ahí se habrían ido a comer. Según la versión, la habría dejado en el mercado de Santa Clara, al norte de Quito. Ahí, según Carrillo, Juliana le pidió su celular porque el de ella se quedó sin batería —así trata de justificar por qué la tarjeta SIM, la prueba que lo vinculó a la desaparición de la joven, estaba en su celular. Dijo que Juliana se subió a un bus, se fue, y que al día siguiente se enteró que Elizabeth la había reportado como desaparecida.

El pastor mantuvo su versión de que el lunes 9 de julio —dos días después de que desapareciera— Juliana lo fue a ver a su lugar de trabajo, desde donde publicó el estado de Facebook: “gracias amigos por sus preocupaciones, tomé mis propias decisiones y quiero que las respeten, no se metan en mi vida”. Dijo que ese día Juliana le pidió que deje a su esposa y se vaya con ella, pero que él le dijo que regresara su casa y le dio dinero. Según el Pastor, al día siguiente —el martes— cuando llegaba caminando a su casa del trabajo se encontró con Juliana en la esquina y comenzaron a discutir. Al ver que ella estaba alterada le dijo que entrasen a su casa, y mientras seguían discutiendo en el parqueadero, Juliana se cayó y murió. Al verla sin vida, dijo el pastor Carrillo, se desesperó y botó el cuerpo en la quebrada de Bellavista. Dijo, además, que él nunca había ido o estado en esa quebrada antes.

“Por supuesto que esto deja más dudas que respuestas”, dijo Véjar. Aclaró que todo esto debe primero verificarse. Que esto no quiere decir que así pasaron las cosas, y que no es la versión que sostiene la familia, ni los abogados, ni la fiscal.

No por nada Elizabeth ha repetido tanto, a quien la quiera oír, que no le cree al pastor. “No le creo, hasta ahora no le creo”, me ha dicho varias veces. “Yo sigo insistiendo que diga la verdad, pero la verdad completa y no a medias”.

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Cuando la fiscal terminó de hablar con los medios, fue el turno de Absalón Campoverde, padre de Juliana. “Lastimosamente así le den 26 años no tenemos los restos de nuestra hija y eso es muy doloroso para nosotros como padres”, dijo con la voz intermitente. “Jamás vamos a olvidar esta cicatriz que nos ha marcado para siempre pero hasta para descanso de nuestra hija queremos encontrarla”.

Después habló Elizabeth. “Muchas gracias por estar aquí” dijo. Hizo una pausa. Tomó aire profundamente y siguió. “Como dice el papá: 22 años, 26 años o 30 años y sin el cuerpo de mi hija, sin saber qué mismo le pasó a mi hija, es una incertidumbre total”. Dijo que ella seguirá exigiendo que le devuelven a su hija, que le digan exactamente dónde la pusieron, que se vincule a los encubridores y a los cómplices que ella está segura que han ayudado a Jonathan Carrillo.

“¡Por Juliana: verdad y justicia!” gritaron los amigos y familiares de Elizabeth cuando ella terminó de hablar. Los medios de comunicación apagaron sus cámaras. Los amigos y la familia se acercaron a los padres de Juliana. Los abrazaron. Elizabeth lloró. La abrazaban más fuerte. Todos con los afiches, con carteles, con las camisetas de Juliana.

Cuando las entrevistas, los abrazos, las conversaciones cortas entre los que asistieron terminaron, hablé con Elizabeth. Me dijo que todo este tiempo estuvo muy ansiosa por saber si los restos que encontraron eran de su hija, que sus hijos también sufren mucho con la desaparición de Juliana, que ha pasado noches enteras sin dormir pidiendo a Dios que le de la respuesta que tanto espera. “Todavía sigo con esa luz de esperanza de que pueda estar con vida en algún lado. Y si es que Juliana realmente no está con vida, mi hija jamás se ha muerto para mí, sigue viviendo para mí hasta el día que yo perezca”.