La notificación de un recuerdo en —el ya casi extinto— Facebook me dejó sin piso la tarde de ayer: —Señor tiempo, deje de ser tan despiadado— había escrito hace más de una década, pensando ya desde mis veintes que la vida pasaba muy deprisa. Sigo creyendo lo mismo.

Ya sé: van a pensar que parezco una anciana, con la nostalgia atravesada en la garganta pero en esta última semana (mes, año, década) el tiempo se ha escurrido como pececitos tratando de escapar de la corriente: ya estamos en el mes número diez del año cuando parece ayer que le dábamos la bienvenida, la Navidad está a la vuelta (oh no), y mi calendario ya marca tareas para febrero (ni siquiera puedo con las de hoy). 

flecha celesteOTROS HAMACAS

Pero yo todavía me niego a dejar ir el verano. El pasado está escondido en algún lugar más allá del alcance del intelecto: en algún objeto material o en la sensación que ese objeto material nos dará y que no imaginamos. 

Por suerte, no solo los recuerdos de las redes sociales nos devuelven un poquito los momentos que ya se fueron: la comida está ahí para darnos un colchón de tiempo, un respiro entre segundos que no tienen piedad y una bocanada de sabores, aromas y texturas que nos brinda una —tan necesaria— pausa. 

Esa pausa que nos da la comida se vuelve, luego, un recuerdo que aparece de vez en vez, como una trampa de la nostalgia. 

Este extracto de Marcel Proust en  À la recherche du temps perdu describe perfectamente ese estado. En él, Proust cuenta lo que sintió tras comer un pedazo de madeleine con un sorbo de té:

“No puedo pedirle al sabor de la torta empapada en té que me enseñe de qué circunstancia particular y de qué época del pasado se trata (…) pero  de pronto el recuerdo surge: ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía después de mojarlo en su infusión de té o de tilo, los domingos por la mañana en Combray,cuando iba a darle los buenos días a su cuarto”.

Yo piso esa trampa siempre cuando se me aparecen unos vegetales verdes con corazón delicioso: una olla gigantesca, que parecía no tener fondo, repleta de alcachofas cocidas reinaba los almuerzos en la casa de mis papás algunos fines de semana. Las íbamos deshojando con despreocupada paciencia mientras el tiempo iba pasando sin que nos diéramos cuenta —y al mismo tiempo, también sin que lo notáramos, se iba congelando para siempre en la memoria de los recuerdos felices. 

¡Buen provecho!

Posdata: Para variar un poco el contenido del newsletter, desde la próxima semana intercalaré una historia con una receta ilustrada. ¡Espero que disfruten esta nueva idea! Y si tienen sugerencias, no duden en hacérmelas llegar.

Alcachofas a la parrilla en pleno “otoño”

8 porciones /  60 minutos

Ingredientes:

4 alcachofas grandes
1 limón
1 cuchara de  aceite de oliva 
3 dientes de ajo, en rodajas finas
Sal  en escamas y pimienta negra al gusto
  1. Limpia las alcachofas: pela las hojas exteriores duras cerca del tallo y con un cuchillo corta la parte superior de las hojas y también su tallo.
  2. Luego corta la alcachofa por la mitad (a lo largo) y quita la fibra peluda del centro con una cuchara. 
  3. Retira todas las hojas internas de color púrpura. 
  4. Enjuaga las dos mitades con agua fría, limpiando bien el centro y las hojas exteriores. Pon las alcachofas limpias en agua con limón. 
  5. Calienta agua en una olla grande a fuego medio-alto, echa un puñado de sal y deja hervir. 
  6. Echa las alcachofas limpias y baja a fuego medio. Deja cocinar con la olla tapada, hasta que los tallos estén tiernos, aproximadamente por 15 minutos. Escurrir y enfriar.
  7. Mientras tanto, en un sartén a fuego medio-bajo, calienta el aceite y el ajo hasta que esté dorado ligeramente. Retira del fuego inmediatamente y espolvorea  sal. 
  8. Precalienta la parrilla o la plancha eléctrica a fuego medio. Unta las alcachofas con el aceite de ajo por todas partes y sazona ligeramente con sal y pimienta. 
  9. Coloca el lado cortado hacia abajo en la parrilla y cocina hasta que esté ligeramente carbonizado por un lado, de 5 a 7 minutos. Repite del otro lado.
  10. Sirve las alcachofas con un chorrito de limón,  los chips de ajo y una cucharada de yogur griego si quieres agregarle algo cremoso.
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Gabriela Valarezo
ex directora de arte y gourmand oficial de GK. Dirige Quiero Comer, desde donde, cada sábado, cuenta historias sobre una receta (y nos cuenta cómo preparala).

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