Son cien días que parecen un siglo. La emergencia sanitaria empezó el 16 de marzo, tuvo picos terribles de muertes y contagios en Guayaquil en abril y desde mediados de mayo pasamos del aislamiento al distanciamiento. Desde entonces, se autorizó el cambio del color del semáforo de movilidad de los cantones, se relajaron algunas medidas y se retomaron ciertas actividades con la esperanza de reactivar la economía. A cien días de la emergencia, los expertos ya pintan un cuadro más real del impacto económico del coronavirus en Ecuador. Y no es muy agradable de ver.
Históricamente, los cien días hacen referencia al comienzo del período de un político. El expresidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, acuñó el término durante un discurso radial en 1933. Durante los primeros 100 días de su presidencia, Roosevelt tuvo la difícil tarea de contrarrestar los efectos de la Gran Depresión. En ese periodo, firmó 13 leyes que ayudaron a generar más trabajo, optimizar la producción y recuperar la confianza en el sistema bancario. Después de Roosevelt, los primeros 100 días se convirtieron en un punto de referencia para medir el éxito inicial de un político.
La Gran Depresión no se aisló en Estados Unidos: en diez años años se convirtió en un desastre económico mundial que hasta hace 100 días era considerada la mayor crisis de la historia del mundo moderno. En apenas tres meses, el covid-19 ha provocado la peor recesión económica desde los años 30.
En Ecuador, los últimos 100 días han estado marcados por la pérdida de empleo, el incremento del riesgo en el sector productivo y un cambio en las proyecciones de los principales indicadores económicos. “Poco a poco empezamos a tener cifras más cercanas sintiendo los efectos del primer cuatrimestre del año en cuanto a proyecciones más aterrizadas”, dice la economista Mónica Rojas. Estamos cada vez más cerca de una sombría certeza de cuál ha sido el efecto del covid-19 en la economía nacional.
Se espera una caída histórica del Producto Interno Bruto (PIB), el principal indicador de la salud económica de un país. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que será del 6,3%. Otras instituciones, incluyendo al Banco Central del Ecuador, creen que podría llegar al 10%. El PIB mundial caerá en un 3%, mucho más que durante la crisis de 2008. Pero si la pandemia desaparece en la segunda mitad de 2020 —lo que parece poco probable— el Fondo proyecta optimistamente que la economía global crecerá un 5,8% en 2021.
Las proyecciones de pobreza y desempleo también han empeorado en el Ecuador. El economista Víctor Hugo Albán, vicepresidente del Colegio de Economistas de Pichincha, dice que después de los primeros 40 días de la emergencia la institución pronosticaba un incremento de la pobreza —las personas con un ingreso familiar menor a 84.82 dólares mensuales—“entre el 10 y 12%”. A 100 días, el incremento previsto es del 18%. La proyección del Colegio para el incremento de la pobreza extrema —ingreso familiar mensual menor a 47.80— se duplicó: del 1,5 al 3%. El comportamiento del virus y su impacto han sido tan impredecibles que es probable que estas predicciones queden obsoletas en 20, 40 o noventa días.
El nivel de empleo fue gravemente golpeado. Albán dice que en los primeros 40 días de la emergencia, se predijo la pérdida de alrededor de 200 mil empleos. A los 100 días, la proyección ha fluctuado. “Está bordeando de 800 mil a un millón de empleos perdidos”, dice. Hasta el momento, el ministro de Trabajo, Luis Poveda, ha confirmado 180.852 empleos perdidos en esta centena de pandemia.
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Cuando comenzó la cuarentena, el Colegio de Economistas de Pichincha estimaba que las empresas solventes podrían sobrevivir hasta 40 días sin ingresos. Cuando la cuarentena se duplicó, dice Albán, puso al 50% de las empresas de todo el país en riesgo de quebrar en 2020. A seis meses de que se descubrió la nueva enfermedad en China, el final de las restricciones para prevenir su contagio todavía parece lejano. Y eso aumenta la presión en el sistema productivo y empresarial del país.
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Ecuador está tratando poco a poco de recuperar el nivel de actividad económica que tenía al principio del año. El amarillo, el nivel intermedio de movilidad, con medidas más relajadas, predomina en el mapa de semaforización. “Económicamente eso es positivo”, dice la economista Mónica Rojas. Algunas actividades —las autorizadas— empezaron a retomarse con las disposiciones de seguridad necesarias. El retorno ha sido lento y aún no llegan a niveles prepandemia.
El proceso de reactivación debe ser por fases, sugiere Albán. La primera es superar la crisis sanitaria, porque salvar vidas es esencial. En los primeros 100 días todavía no se ha logrado. En Quito y Loja los casos se duplicaron en un mes: solo el 18 de junio se confirmaron 22 nuevos casos en Loja y 98 en Quito. En la capital, las unidades de cuidados intensivos están a tope y los médicos no paran de atender pacientes.
La reactivación económica no puede separarse de la situación sanitaria, debe tener un balance. “No sé si hemos llegado a ese equilibrio”, dice Rojas. La pandemia no termina cuando se anuncia el cambio de color del semáforo y la experta no descarta que varios cantones regresen a tener medidas más estrictas. Ya les pasó a otros. Al menos seis países —China, Alemania, Irán, Corea del Sur, Líbano y Arabia Saudita— volvieron a imponer restricciones ante un aumento en los casos de covid-19.
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Una vez superada la emergencia, la segunda fase debería tener como prioridad proteger a los más vulnerables. En esta etapa, dice Albán, veremos cómo se restauran las empresas, la oferta y la demanda. Sabremos que llegamos a esta etapa, aclara Albán, “cuando las personas empiecen a demandar otro tipo de productos, no solo los básicos”. La economista Rojas dice que el incremento del desempleo y de la informalidad está golpeando la capacidad de consumo de las familias. El impacto será a largo plazo. Los consumidores están priorizando gastos de comida y salud sobre ropa y entretenimiento. La reactivación de la economía, dice Rojas, no pasará hasta que los dinamismos de consumo se recuperen.
Estos más de tres meses no podrán ser recuperados. El economista Pedro Romero, experto en pánico financiero, dice que aunque las actividades económicas estén aumentando, no podemos olvidar que por la mitad de marzo, todo abril y mayo estuvieron casi totalmente paralizadas. “Por más que se recupere el volumen de las ganancias luego, esos meses ya fueron perdidos”, dice Romero. La caída es inevitable, pero todavía no se sabe qué tan grande será.
En la tercera etapa, la esperanza es que las empresas puedan recuperarse con políticas públicas claras. “Es lo que los economistas hemos llamado la rehabilitación”, dice Albán. Todavía estamos muy lejos de esta parte del camino, aclara. El éxito de la rehabilitación dependerá de las decisiones que se tomen en las primeras dos etapas. Albán sugiere ofrecer más opciones para las empresas para ser más productivas, que se inyecten recursos en la balanza comercial, que se encuentre formas de flexibilizar e incentivar el empleo.
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En 1933, en sus primeros 100 días como Presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, luchó para que sus ciudadanos recuperen la confianza en su sistema bancario. Con la Ley de Banca de Emergencia y la seguridad que transmitía, Roosevelt logró recuperar la confianza de su pueblo en un sistema que les había fallado en repetidas ocasiones durante los peores momentos de la crisis.
El sistema bancario no está en problemas en Ecuador durante el covid-19. Hay menos razones para preocuparse por el sistema financiero que hace 40 días, dice Romero. Los depósitos en los bancos crecieron en mayo y se espera lo mismo para junio. Las instituciones tienen liquidez. Tampoco, dice Romero, es momento de preocuparse por la dolarización.
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No hay ningún indicio de que el uso del dólar en el Ecuador esté riesgo. El comportamiento de los acreedores de la deuda externa y los organismos internacionales, que están dando líneas de crédito durante la emergencia, evita ese peligro. “Si dijeran que no, o le quitaran el apoyo a Ecuador, te diría que estamos en peligro”, dice Romero. Hasta el momento, no ha pasado.
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La pérdida de confianza en el gobierno podría costarle caro a la economía del país. Las denuncias de corrupción que empezaron a darse casi a diario, la han mermado aún más. La Fiscalía tuvo que formar una Fuerza de Tarea Multidisciplinaria para escrutar la corrupción durante la emergencia sanitaria.
En su mayoría, los casos están relacionados con la compra de insumos médicos. Están involucrados directivos de hospitales, autoridades, empresarios y hasta la familia de un expresidente. Además de dinero, en contratos con sobreprecios de hasta el 9.000%, al gobierno la corrupción le está costando la confianza de los ciudadanos.
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Si las familias y las empresas no confían en las políticas económicas del gobierno, si no tienen la seguridad de que tendrán ingresos a final de mes, es poco probable que quieran arriesgarse a comprar un bien, dice Rojas, Por eso, recomienda, el gobierno debería enfocarse en compromisos claros para reducir su gasto y parar esa válvula de escape de recursos vitales que es la corrupción.
Recuperar esa confianza debe ser parte del plan del gobierno durante los siguientes 20, 50, 100 y más días. La seguridad, dice Rojas, vendrá cuando las autoridades den señales positivas y concretas para la renegociación de la deuda, reducción del gasto, el fomento del empleo y la lucha contra la corrupción.