Estamos en el ojo de una tormenta perfecta. Enfrentamos la crisis económica más grande del último siglo sin ahorros, con rígidas normas laborales, dependiente del muy volátil mercado petrolero y altamente endeudados. Ya estamos viendo sus consecuencias: el empleo disminuye, las empresas quiebran, la deuda aumenta y el miedo también. ¿Cuál es el plan económico ideal para mitigar los efectos de la crisis en el Ecuador? Los expertos tienen sugerencias. 

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La recuperación, coinciden, tendrá dos fases: apagar el fuego antes de que la crisis consuma al país y tomar medidas para evitar que vuelva a pasar. Aunque son fases con efectos a corto y largo plazo, deben comenzar simultáneamente porque ya estamos tarde. “No es el momento de gastar esfuerzos en culpar a administraciones anteriores o pensar en todo lo que no hicimos antes”, dice la economista Mónica Rojas, decana del Instituto de Economía de la Universidad San Francisco de Quito. Se deben tomar acciones para cuando una crisis suceda de nuevo, no nos tome desprevenidos. 

Fomentar la inversión debe ser una prioridad, según Víctor Hugo Albán, vicepresidente del Colegio de Economistas de Pichincha. Estimular la economía es la única forma de salir de la crisis, coincide Rojas. Eso no se puede hacer si se aumentan los impuestos y se restringe el poder adquisitivo del consumidor. Si no hay demanda, tampoco habrá inversión. Rojas recomienda reducir los tributos, promover la creación de empleo y subir los salarios. 

Para 2020, el gobierno esperaba un crecimiento en la inversión en Ecuador. Desde 2018, con la Ley de Fomento Productivo se crearon incentivos para la inversión de empresas nacionales e internacionales intentando hacer del Ecuador un mercado más atractivo. En 2019, los contratos de inversión aumentaron en un 130%. Pero los problemas de Ecuador para la inversión van más allá de los incentivos de la ley. Según Albán, hay instituciones con interés de invertir en Ecuador, pero tienen condiciones. La principal es que cambie su “muy rígida legislación laboral”, dice.

Esa rigidez dificulta mantener e imposibilita generar trabajo durante la crisis. Según el Ministro de Trabajo, Luis Poveda, en Ecuador hasta el 28 de abril, había ya más de 4.500 denuncias por despidos intempestivos durante la emergencia sanitaria. Las cifras de desempleo seguirán subiendo en los próximos meses: Albán dice que, según las estimaciones del Colegio de Economistas, este año 400 mil personas se quedarán sin empleo formal. 

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En un horizonte de largo plazo, la crisis dejará su huella en varios sectores. Los viajes aéreos, los hidrocarburos, el comercio, el turismo, entre muchos otros. Muchas industrias que eran indispensables han estado cerradas por más de 50 días. Otras, en cambio, tuvieron un despegue al ser calificadas como sectores esenciales.

La pandemia cambió las prioridades de gasto de los consumidores. Los deliveries, por ejemplo, se volvieron básicos para sostener al país durante la cuarentena. Con gran parte de la población encerrada, los pedidos aumentan y el horario autorizado también. El economista Pedro Romero, especialista en pánico económico, dice que la emergencia también reveló la urgente necesidad de dar mejores condiciones laborales a estos trabajadores, incluyendo garantías de seguridad social, salarios justos y recursos para cumplir su trabajo. 

Pero la alta demanda no ha sido cubierta en su totalidad por falta de personal y no ha habido las facilidades para contratar más. Por ejemplo, personas que han perdido recientemente sus trabajos o que tienen la jornada laboral suspendida, podrían suplir esta necesidad y enrolarse en los servicios de entregas. “Con menos tramitología, más rápido, pero sin que se vulneren los derechos de los trabajadores”, dice Romero. 

Es, también, una oportunidad para que las empresas que proveen estos servicios inviertan en los recursos necesarios para hacerlo. Romero sugiere reducir aranceles para importar motos, mejorar las plataformas de compra y fomentar la confianza del consumidor en los servicios digitales, pues seguirán siendo necesarios incluso cuando cada cantón cambie el color de su semáforo de movilidad pues ayudarán a reducir el riesgo de contagio.

Reconocer a estos nuevos sectores indispensables y fomentar su crecimiento, dice Romero, es el primer paso importante para generar oportunidades de inversión, empleo y satisfacer las necesidades que se revelaron con la pandemia. Solo así podremos avanzar a la siguiente fase y ayudar a los sectores productivos más afectados por la paralización nacional y mundial.  

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Ningún país en el mundo estaba preparado para el escenario actual. Ecuador, aún menos. Según el Ministro de Finanzas, Richard Martínez, el país tiene cinco graves problemas: no tiene espacio fiscal, ahorros públicos, ni reservas internacionales suficientes, no hay acceso a los mercados internacionales y no puede expandir el crédito si no recibe dólares externos. Hay que sumarle otro: sus niveles de deuda. El Ecuador debe 58 mil millones de dólares, el equivalente a más de la mitad de todos sus bienes y servicios que tiene en 2020 (esa suma es su Producto Interno Bruto). En este panorama, el impacto económico del covid- 19 será devastador: los países con más deuda destinan menos recursos para enfrentar una emergencia. 

La disminución de las actividades productivas durante la crisis causará una falta de liquidez en el Estado y en las familias ecuatorianas: habrá menos ingresos y, por ende, menos tributos. La solución, dice la economista Bertha Romero, especialista en educación financiera y finanzas personales, es llegar a un acuerdo de renegociación de la deuda externa con los acreedores para liberar recursos. Como se hizo en abril, cuando el 91% de los tenedores de deuda aceptaron diferir el pago de 811 millones de dólares hasta agosto. El economista Nicolás Acosta, experto en políticas macroeconómicas, reconoce que es imposible no adquirir nuevas deudas ante la situación actual, pero recomienda aprovechar las facilidades y líneas de crédito de los organismos multilaterales con plazos e intereses amigables que se han abierto por el desplome de la economía mundial. 

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Sin embargo, renegociar no es una solución definitiva. Bertha Romero dice que, aunque haya condiciones nuevas, los compromisos de pago se mantendrán. Es vital seguir haciendo esfuerzos para poder cumplirlos. Para lograrlo, hay que analizar el Presupuesto General del Estado, modificar las metas y eliminar gastos innecesarios. Mónica Rojas y Pedro Romero coinciden con ella. Sugieren que si el Estado no puede encontrar más ingresos, se deshaga de gastos. Empresas como Tame, dice Rojas, que acumula pérdidas de 360 millones de dólares, deberían irse.  

La economista Romero, dice que la primera pregunta para entender lo que pasa en el país es ¿por qué está en una situación tan crítica?. La respuesta es simple, dice: porque no se priorizó el ahorro. Ya  en la emergencia sanitaria, se está intentando retomar las reservas que tanta falta nos hacen. En el proyecto de la Ley Orgánica de Ordenamiento de las Finanzas Públicas, que analiza la Asamblea, se propone crear el Fondo de Estabilización Fiscal financiado con los excedentes del precio del barril de petróleo (excedente que, por cierto, ahora mismo no existe: el precio del crudo con el que se hizo el presupuesto estatal es de 51 dólares, y al 10 de mayo cotiza por debajo de los 24 dólares).

Cuando se habla de los graves problemas económicos del Ecuador, suena a abstracciones. Pero la realidad es que golpean directamente la vida cotidiana de sus ciudadanos. Por eso el Estado debe darles opciones similares para enfrentar la crisis. La economista Romero dice que las facilidades de pago y los diferimientos de deuda que está ofreciendo la banca ecuatoriana ayudarán a liberar recursos en el presupuesto de las familias. Para favorecer al ahorro, Romero recomienda la reducción de impuestos y la priorización de gastos, como reducir los de entretenimiento y recreación. Parte del plan, dice, debe ser garantizar la recuperación económica de las personas.

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No existe el plan económico perfecto en un escenario lleno de incertidumbres. Nicolás Acosta dice que los planes, estimaciones, y soluciones están sujetas al cambio, “la crisis actual nos lo demostró una vez más”. Víctor Hugo Albán dice que solo hay un punto en el plan económico ideal que tiene el éxito 100% garantizado: que se elimine la corrupción.

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El sobreprecio, la malversación de fondos públicos, los contratos fraudulentos le causan un daño inconmensurable al país —especialmente durante una crisis. Y estas semanas hemos escuchado de casos de corrupción uno tras otro. El primero se descubrió en el Hospital Teodoro Maldonado Carbo de Guayaquil del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), que compró mascarillas por 12 dólares cuando en el mercado cuestan 4. Semanas después, Pablo Izquierdo Pinos, gerente del Hospital Eugenio Espejo de Quito, fue removido de su cargo y denunció “negocios millonarios” dentro del establecimiento de salud.

Las denuncias siguen. La Fiscalía abrió investigaciones en el Hospital de Los Ceibos del IESS en Guayaquil por la compra de fundas para cadáveres por 148 dólares cada una, que en el mercado se consiguen por 12. En el Hospital General Docente de Ambato y el Hospital Docente de la Policía en Guayaquil también se están investigando denuncias de este tipo.

Desde inicios de mayo, los casos de corrupción en hospitales en Ecuador han sido reportados casi a diario. Si continúan, sostiene Albán, el país no podrá recuperarse. Y todas las otras propuestas de los expertos o del gobierno para sacar al país adelante serán en vano.