En la primera secuencia del primer episodio de The Idol pasa de todo. Y nos da una idea errada de lo que va a ser la serie. En esos casi 20 minutos sucede algo que no vuelve a pasar en los tres episodios siguientes: se cuenta algo. Por lo demás, The Idol es mala. Lo que vemos es un intento de volver serio, realmente serio —en clave de drama— el episodio de South Park sobre Britney Spears siendo acosada.
“Serio” porque hay escenas de sexo y un The Weeknd que ha vuelto a usar su nombre real —Abel Tesfaye— haciendo del villano y líder de un culto que abusa de la protagonista de la historia. Bueno, “protagonista”, entre comillas, porque se supone que la estrella del pop Jocelyn —interpretada por Lily-Rose Depp, la hija de Johnny y de Vanessa Paradis—, es sobre quien se mueve la historia.
Pero poco a poco nos damos cuenta de que no es así.
En esos primeros minutos, ella está siendo fotografiada para la portada de su nuevo Ep, el trabajo con el que va a regresar al mundo de la música luego de una crisis nerviosa que le generó la muerte de su madre por cáncer. Es sexy. Vende un tipo de sexualidad permitida por el status quo gringo: ese que quiere que las niñas y adolescentes vayan a las giras, con padres que disfruten de la casi desnudez que están viendo. La hipocresía del mercado.
Y pasan muchas cosas en ese momento. Con música que recuerda a Shine on crazy diamond, de Pink Floyd, y un encuadre y movimiento de cámara que sale de La naranja mecánica, de Stanley Kubrick.
Managers entran y salen, situaciones se arreglan y se enfrentan, gente de la disquera busca que ella no muestre tanto, tratan de tenerla contenta. Es un mundo que no debe parar.
En medio, una foto, una selfie de Jocelyn se filtra a redes sociales. Y en ella —no vemos la foto— está el rostro de la cantante cubierto de semen. El desafío del equipo es contener la situación. Todo es locura. The Idol empieza con fuerza y luego todo se derrite.
Jocelyn sigue estando en su momento más bajo y es vulnerable. A la industria, a lo que esperan de ella, a los medios de comunicación y a los depredadores sexuales que se van a aprovechar de ella. Eso, inicialmente, tiene sentido.
Sin embargo, todo se va al diablo porque el foco cambia, sin necesidad, a la figura del depredador. Como si no fuera obvio lo que hace. Y surge la pregunta: ¿es necesario mostrar lo que ya se ha mostrado miles de veces?
Un problema que tiene una razón clara
The Idol es una especie de versión de HBO de las películas que Paul Verhoeven hacía en los 90, como Basic Instinct. Hasta de 9 semanas y ½, de Adrian Lyne. Con música en el medio. Quizás ese sea el punto más alto de la serie, sobre todo por el trabajo de Suzanna Son y Moses Sumney.
Pero nada más.
Lo que vuelve terrible a la serie no es que veamos a una mujer explorando su sexualidad en uno de sus momentos de crisis mental más brutales. No va por ahí. Sino en la idea que vanagloria y que presenta como peligro necesario: esa fuerza del mal para liberar a la mujer. Obvio, esa fuerza es un hombre, representando en el Tedros Tedros que interpreta Tesfaye. El tipo que “lava cerebros”.
Inicialmente no iba a ser así. La serie tenía otro enfoque cuando en noviembre de 2021 fue confirmada por HBO. Tesfaye —The Weeknd—, junto a su compañero de producción, Reza Fahim, y a Sam Levinson —el creador y cabeza central de Euphoria, ese otro show exitoso de HBO— habían creado la serie en junio de 2021. Se trataba de otra cosa. Era sobre el mundo del espectáculo y la industria en la época post Trump y cómo era capaz de chupar el alma de una joven intérprete, una versión más joven de Britney Spears.
En un artículo de Cheyenne Roundtree para Rolling Stone, publicado en marzo de 2023, se cuenta cómo, con casi el 80% de la serie ya grabada, la directora de todos los episodios, Amy Seimetz, fue despedida. HBO le dio carta blanca a Sam Levinson para que reescribiera los guiones y dirigiera episodios.
Un proyecto que costaba hasta ese momento entre 54 y 75 millones de dólares se rehizo.
¿Por qué? De acuerdo a las fuentes citadas por Roundtree y a otras notas periodísticas, la razón habría sido The Weeknd.
De acuerdo a un informe de Deadline, se revisó lo que se había hecho porque Abel Tesfaye no estaba feliz de que todo se centrara en Jocelyn, el personaje de Depp, y que se moviera bajo el “lente feminista” de Seimetz. “Era como si The Weeknd quisiera una serie que girara en torno a él, y Sam estaba de acuerdo”, le dijo una fuente de la producción a Roundtree.
Entonces se rehizo todo. Un nuevo casting —se quitaron personajes, muchísimos—, se agregaron a otros y el enfoque cambió.
“La serie era como cualquier fantasía de violación que tendría cualquier hombre tóxico, para que luego la mujer volviera por más porque así mejora su música”, le dijo alguien de la producción a Rolling Stone.
Y no es un comentario disparatado.
El Tedros que interpreta The Weeknd —muy mal actuado, hay que decirlo— es un ser manipulador que busca tener su oportunidad en el mundo, controlando a la estrella más grande del planeta. Y lo hace a través del sexo y el dolor, como mecanismo para romantizar la creación. Sí, una perspectiva anacrónica.
Somete a Jocelyn por medio del sexo, de sexo oral en cada sitio que se le ocurra. En forma de lecciones sobre la vida y la belleza antes de sexo anal, en tener sexo en un probador de una tienda de Rodeo Drive, en Beverly Hills, para luego terminar de masturbarse y limpiarse las manos en esa ropa carísima… No, si ese Tedros no tiene reglas.
Lo obvio, una vez más.
The Idol pudo haber sido un show suficiente y hasta coherente. Pero en el universo de Sam Levinson las mujeres deben sufrir y desnudarse innecesariamente. Ser sometidas porque así se llegará a la comprensión de algo que nadie más puede ver.
Algo que el cine y el audiovisual en toda su historia han hecho muchas veces antes. Y a pesar de esto, hoy se presenta como novedad.
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