Hay un aspecto en el que Matthew Perry y Chandler Bing se parecían muchísimo: el humor de reacción. Ese que surgía cada vez que algo complicado sucedía o cada vez que él quería agradar. El resultado siempre era la carcajada.
Un sentido del humor que hoy, cuando Matthew Perry lleva dos días muerto, sigue resonando.
Hay comentarios y videos en todas las redes sociales que lo muestran: Matthew Perry podía hacer reír a quien quisiera. Lo hacía por la forma de sus diálogos, su ironía, así como por la manera en que físicamente Chandler era una versión más recatada que Jim Carrey. Con sus gestos y movimientos exagerados conseguía partirnos de risa.
Perry fue lo más cercano que la generación de finales del siglo XX tuvo a Lucille Ball.
Porque hacer reír al resto de los personajes de Friends —entre 1994 y 2004—, y al televidente no sólo es un acto de genialidad sino también es una forma de supervivencia. Una acción para esconder algo más complicado.
Chandler Bing fue moldeado por Perry poco a poco. Y lo que había detrás del personaje, de su mala suerte en las relaciones, de su manera de usar la ironía como mecanismo de defensa, era el dolor del divorcio de sus padres cuando era niño. El actor lo entendió y lo supo interpretar. Pero lo de Matthew Perry era más complicado: estaba dispuesto a hacer reír a toda la gente a su alrededor para tapar sus adicciones.
El actor, cuya muerte se llora en todo el mundo, era, en el fondo, un payaso triste.
Las sustancias y el dolor compartido
Fue en 2022 cuando publicó su autobiografía Friends, Lovers, and the Big Terrible Thing (Amigos, amantes y la cosa grande y terrible), que Perry dejó muy claro lo que le pasaba: triunfo, éxito, adicciones, enfermedad. Ahí explicó también cómo se relacionaba él con su personaje: él veía en Chandler su propio mecanismo para enfrentar lo que le sucedía.
Las risas como una alfombra bajo la cual descansaba el resto.
Sus adicciones a sustancias. Su alcoholismo. Su inicio en la bebida con 14 años y la forma en que se volvió adicto al Vicodin luego de tener un accidente de jetski. Matthew Perry fue Chandler Bing durante los 236 episodios mientras enfrentaba su adicción.
Tuvo ese raro talento de lograr ser funcional mientras enfrentaba una de las peores enfermedades posibles.
Y el elenco de Friends lo sabía, fueron su soporte en esos años. Se convirtieron en sus amigos en la vida real, y fueron su razón para luchar por mantenerse a flote. Courteney Cox, David Schwimmer, Lisa Kudrow, Matt LeBlanc y Jennifer Aniston.
En su autobiografía dejó en clara la importancia de sus amigos. “No había forma de que yo hubiera sido un actor de carrera. No me habría mantenido sobrio por eso; no merecía la pena dejar de consumir heroína por eso… Cuando ganas un millón de dólares a la semana, no puedes permitirte tomar la decimoséptima copa”.
En 2001, en la séptima temporada de la serie, los amigos tuvieron que intervenir. Aunque sabían que él se esforzaba para salir de sus adicciones, ya no podía ocultar la ebriedad en el set. Lo llevaron a un centro de rehabilitación. Todos estaban pendientes de él. Pero no fue suficiente.
Estuvo en estos centros muchas veces. Gastó mucho dinero en consumir drogas y dejarlas —aproximadamente 9 millones de dólares. Quizás nunca consiguió sacar la cabeza del agujero en el que siempre estuvo.
Pero quiso hacerlo, lo intentó. Y en el camino decidió ayudar a otras personas. Cuando lanzó su libro hizo varias entrevistas. Cuando habló en The Tonight Show con Stephen Colbert, dijo que si escribió su historia era porque sentía que su sobriedad era fuerte y estaba sano. Llegó a tener 14 operaciones en los últimos años, todas ligadas a daños causados por el consumo de alcohol y sustancias.
Y ahí, haciendo reír a la gente del público, dijo que lo hizo para ayudar a las personas con problemas como los de él. “He tenido momentos muy bajos con la adicción y sentí que mi historia puede ser de mucha ayuda para la gente que ha tocado fondo”, le dijo a Colbert.
Él lo decía en serio. Destinó mucho de su dinero a ayudar a personas con problemas de alcoholismo. No sólo se trató de contar su historia en un libro —por el que recibió 5 millones de dólares de parte de Flatiron Books.
Convirtió una de sus casas en un espacio para ayudar a gente a tratar su alcoholismo. La tuvo que vender en 2015 pero buscó otros espacios para mantener el proyecto. Defendió, en todo espacio que podía, el hecho de que el alcoholismo y la drogadicción son enfermedades.
Hace un año, en el podcast de Tom Power, dejó un montón de frases que son las que hoy circulan. Como que preferiría que lo recordaran por ayudar a otros y no por Friends. Pero la serie que lo lanzó a la fama se lo lleva todo.
En su libro dijo que, al final, la serie era un buen legado como actor. Y tiene razón porque en el fondo su Chandler Bing termina siendo la persona más centrada del grupo cuando se da cuenta de que ama a una mujer y quiere estar con ella.
Quizás sea una precisión muy romántica pero, en el fondo, cuando Chandler y Mónica terminan juntos en la serie, hay algo aspiracional. Los televidentes lo sintieron y se apropiaron de eso.
Es la actuación de Perry por la que Chandler encontró lo que siempre quiso, una pareja, alguien con quien compartir todo, una familia. Chandler Bing es un personaje que va a ser feliz por siempre.
Matthew Perry, quizás, encontró algo parecido en la necesidad de ayudar a gente con sus mismas adicciones. A gente a la que le extendía la mano y les decía que se podía salir de ese lugar, que se podía estar mejor.
En la entrevista con Power dijo: “No puedo describirlo. Es algo espiritual, te llena el corazón, ves cómo se encienden las luces para una persona nueva que no lo entendía”.
Uno espera que, al final, esas mismas luces brillen donde quiera que Matthew Perry repose.
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