Se ha dicho que con Ant-man and the Wasp: Quantumania estamos asistiendo al momento más bajo del universo cinematográfico de Marvel. Que con 75 críticas y comentarios en Rotten Tomatoes, la película tiene un 61% de aprobación. Para contextualizar, Thor Love and Thunder, una verdadera basura de película, tiene 64%. 

Se ha dicho que este filme es un bodrio plagado de malos efectos especiales, chistes innecesarios y con una historia simplona.

Se han dicho muchas cosas. Pero para mí, ninguna de esas apreciaciones es del todo correcta.

Pequeño matiz: sí que hay momentos en que los efectos especiales parecen fallar, y otros en los que la historia —la mayor parte del tiempo muy directa y con buen ritmo ya que dura dos horas— recurre a explicaciones poco verosímiles, que terminan siendo fundamentales para el desarrollo de la película. Ese clásico recurso que en lo narrativo se conoce como Deus ex machina, que de acuerdo a su definición en el diccionario de la RAE es: “persona o cosa que, con su intervención, resuelve, de manera poco verosímil, una situación difícil dentro de una obra literaria”. 

En este caso, cambiemos “literaria” por “narrativa” o “dramática”.

Kang the Conqueror

Jonathan Majors como Kang the Conqueror. Fotogfrafía de Marvel Studios.

Fuera de definiciones —y de la Cassie (la ahora adolescente hija de Scott Lang, el protagonista de la película) que interpreta Kathryn Newton, que muchas veces es el punto actoral menos preciso de la película—, Ant-man and the Wasp: Quantumania funciona muy bien. Es una película con una historia concreta, directa, con varios personajes nuevos, y que se ha estructurado alrededor del nuevo villano de esta saga de películas: Kang, the Conqueror.

Un Jonathan Majors que debería salir en todas las películas que se hagan en todo el mundo.

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¿Por qué no está gustando la película, entonces?

Hay tres factores para responder esto. 

Primero: El cansancio que ha generado una seguidilla de películas que llevan el sello Marvel y que han tenido suficientes problemas como para decir que son malas. O que al menos no han sido tan contundentes como todas las anteriores que se hicieron dentro de lo que se conoce como The Infinity Saga —desde Iron-man, 2008, hasta Avengers: Endgame, de 2019—.

El punto más bajo, sin duda, fue Thor: Love and Thunder, de 2022. La película de Taika Waititi es un desastre.

Segundo: El público, cada vez, exige que su experiencia audiovisual sea perfecta. Y no perdona aquello que no se ajusta a sus expectativas. Eso no es para nada malo, pero sí se convierte en un problema cuando impide que se vean otros elementos en lo que están viendo. Ant-man and the Wasp: Quantumania está lejos de ser perfecta. Pero construye un universo narrativo que tiene sentido, a pesar de las fallas en el guion y de ciertas decisiones artísticas y estéticas que no tienen sentido.

No todo puede ser The Last of Us.

Y tercero: El rechazo a la idea de que no todo filme de Marvel debe ser épico. Ese nivel está reservado a las aventuras de los Avengers y ya. No pueden, las películas unitarias, ser una experiencia única nunca antes vista. Y si bien los últimos 25 minutos del filme tienen cierto nivel de épica, gracias a las acciones y al trabajo de efectos especiales —el 90% sucede en el reino cuántico— es fácil entender la desazón.

Porque se supone que la película presenta al nuevo gran villano de Marvel, Kang the Conqueror, y la forma en que es vencido parecería ser burda y lo más anticlimático del mundo. Pero dentro de la narración —a pesar del Deus ex machina más idiota de la historia— ese desenlace responde a todo lo que fue pasando en el filme.

También hay que aceptar que los efectos especiales usados para crear al personaje de M.O.D.O.K. son de lo peor que se ha visto en el cine. Innecesariamente horribles.

Eso que hace que funcione Ant-man and the Wasp: Quantumania

Como tercera película dentro del universo de Ant-man, esta es una secuela que respeta a los personajes y a sus dinámicas. Y que trata con altura ciertos elementos que se esperan en estas películas en particular. Sobre todo el equilibrio entre humor y acción.

Es que si tienes a un genio contemporáneo de la comedia como es Paul Rudd, no dejas de usar esa capacidad.

A diferencia del resto de películas de este universo cohesionado —excepto el de Guardianes de la Galaxia y el de Spiderman, que se hace con Sony—, las historias de Ant-man tienen un equipo creativo que se ha mantenido a lo largo de los tres filmes. Peyton Reed —quien entró a dirigir el primer filme de 2015, una vez que Edgar Wright salió del proyecto— fue el responsable de las dos películas anteriores y continúa como director en esta. 

La presencia de Reed mantiene una especie de unidad conceptual y visual. Reed comprende de qué van las historias de Ant-man y cómo se mueven los personajes de la historia. 

Ant-man siempre ha sido un personaje periférico. No está asentado en Nueva York, sino en San Francisco. Y hay un carácter muy caricaturesco en la puesta en escena de estos filmes. Esta tercera parte no es la excepción. 

Quizás la lleva a un extremo mayor, pero sin llegar a la burla. En realidad, lo que quiere es entretener. Personajes nuevos como Veb —que le da la voz David Dastmalchian, quien en las dos películas anteriores hizo de Kurt— y como Quaz —el impresionante William Jackson Harper— son consecuencia de esta idea.

Evangeline Lilly y Paul Rudd como Hope Pym y Scott Lang.

Evangeline Lilly y Paul Rudd como Hope Pym y Scott Lang. Fotograma de Marvel Studios.

Y ni hablar del elenco central, con Rudd a la cabeza. Tanto él como Evangeline Lilly son perfectos como Scott Lang / Ant-man y Hope Pym / The Wasp (sus nombres como humanos y sus nombres como superhéroes), una pareja amorosa de superhéroes —quizás los únicos dentro del Universo Cinematográfico de Marvel— con una química brutal en pantalla.

Es más, uno de los mejores momentos de la película está casi al final, y se sostiene con ellos dos en pantalla.

Probablemente la participación de Michael Douglas sea la menos intensa del filme, como si el actor estuviera cansado de participar en esta saga. Michelle Pfeiffer tiene su momento para brillar y Katy O’Brian, que interpreta a la guerrera Jentorra, es una de las mejores adiciones de la película.

Pero si se trata de hablar de lo preciso y perfecto de Ant-man and the Wasp: Quantumania, esto tiene que ver con Kang. Este villano —que apareció por primera vez en el episodio final de la primera temporada de Loki, el hermano de Thor, — llega aquí como un peligro para todo el reino cuántico, Kang está retenido ahí, en contra de su voluntad, como castigo. Y no puede salir de ese lugar porque no tiene la energía suficiente para que su nave le permita escapar.

Jonathan Majors hace de un tirano multiversal, con una presencia determinante y contundente en pantalla. Peyton Reed solo se permite mostrar el poder de Kang por 5 minutos: los mejores 5 minutos de la película, que —además del temor que los otros personajes manifiestan— es capaz de mostrar lo que él puede hacer. 

Quizás sea una contradicción que Kang sea detenido por el más grande Deus ex machina del filme, pero no, les prometo que no es contradictorio. Tiene sentido. Y eso no significa que el villano sea falible, sino que termina por configurarse como un ser mucho más interesante: ese que se deja llevar por la ira y el que es capaz de sentir miedo. 

Por eso, el enfrentamiento final entre el héroe y villano —esto no es spoiler, es estructura de película de superhéroes— es uno de los momentos más intensos y necesarios.

Lo que vaya a venir con Kang deberá ser magnífico o no ser.

Eduardo Varas 100x100
Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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