Esta semana se hizo público un audio cuyas voces han sido atribuidas a la cadete de la Policía, Josselyn Sánchez —procesada por la desaparición y posterior femicidio de María Belén Bernal— y dos abogados que estuvieron al frente de su defensa.
En la conversación —que está cortada en ciertas partes— se escucha cómo los supuestos abogados interrogan a Sánchez sobre lo que habría ocurrido entre ella y Germán Cáceres — prófugo de la justicia, esposo de María Belén Bernal, y principal sospechoso de su muerte.
“¿Usted tuvo algún tipo de relación de vacile, muchas, joda, con el teniente Cáceres? ¿Si o no? No quiero que me argumente nada, son preguntas directas”, dice una voz masculina al inicio del audio que se difundió en redes sociales. “Sí”, responde quién sería Sánchez. Después el mismo hombre le pregunta si tuvo relaciones sexuales con Cáceres; ella le responde que sí. El hombre continúa y le pregunta si es que tuvo relaciones sexuales después de que “el man dejó de pelear con la señora Bernal”. Ella le dice que fue “a las cinco y media que yo ya me levanté a la guardia, a las cinco y treinta de la mañana” y que había ocurrido “en el cuarto de mi teniente Tapia”.
Después de esas preguntas —que podría entenderse, inicialmente, que se hacen para establecer una línea de tiempo de los sucesos— quien sería el abogado empieza a insistir en detalles que parecen irrelevantes para el proceso. La conversación sigue así durante cerca de cinco minutos:
– ¿Usted estuvo totalmente desnuda?
– No
– ¿Con qué parte se quedó?
– Con la de arriba
– La forma del interior, ¿normal, hilo, tanga?
– Tanga
Quien sería su abogado intenta dar una explicación de por qué le hace esas preguntas. “Quiero determinar tiempos porque es más fácil ponerse un cachetero —se refiere a un tipo de ropa interior femenina— o es más difícil o esto”.
Pero la explicación del abogado parece más una excusa para justificar sus preguntas morbosas, y revelaría una conducta machista ante la mujer interrogada.
La abogada penalista Lissette Pardo dice que esta situación es más común de lo que se podría pensar. “Ese tipo de preguntas vienen de hombres, sea de la fiscalía, psicólogos, abogados. Es parte de la masculinización que tiene la justicia, son normas androcéntricas que se limitan al morbo. Muy pocos abogados hombres tienen la capacidad de hacer preguntas [de manera adecuada] a mujeres en medio de un proceso judicial que tienen que ver con la libertad sexual”, dice Pardo.
En este caso específico, resulta difícil entender cómo el tipo de ropa interior que usaba la mujer podría ayudarle a determinar la “línea de tiempo”. Tampoco se entiende en qué puede contribuir a la estrategia legal, saber desde qué edad ella ha tenido relaciones sexuales —como se lo pregunta más adelante. Y luego remata con más preguntas y comentarios que, es claro, no son parte de la construcción del caso:
– ¿Se dio besos?, le pregunta el hombre.
– No, responde ella.
– ¿Segura? ¿Nunca se besaron? O sea tanta era la atracción que usted sentía que le dijo ‘qué chucha, vamos a tirar con este man’.
La abogada Pardo explica que hay preguntas que “vuelven morboso el tema” en lugar de ayudar a esclarecer. “¿Qué necesidad hay de decir todas esas cosas y de esa manera burlesca? Esa es la justicia patriarcal”, dice. Y agrega que ese tipo de comentarios están tan normalizados y son tan comunes que, muchas veces, entre abogados, ni siquiera hay una comprensión de lo violentos y peligrosos que son.
En el audio, ella describe cómo Germán Cáceres se acostó detrás de ella y el hombre que la interroga la interrumpe para preguntar: “¿Se dio la vuelta y ahí empezaron?”.
– Sí, responde ella.
– ¿De todas formas?”, pregunta él.
– No, responde.
– ¿Solo una? ¿Cuál?
– Ajá
– Misionero, el de siempre, insiste él
– Sí, es que solo estábamos 10 o 15 minutos porque yo en realidad me iba a atrasar, le responde ella
– Diez a quince minutos, él solo encima, ¿usted sin gemidos?
– Sí
– ¿Duro o no?
– No
– ¿Suave, para que no escuchen afuera?
– Sí
– ¿Y usaron protección?
– No
– ¿Dónde terminó?
– No terminó
Las preguntas que hace quien, supuestamente, sería el abogado de la mujer interrogada, parecen buscar satisfacer su morbo más que intentar recabar información para una defensa. Para entender el machismo en su intervención es clave plantearse: ¿A un hombre le habría preguntado lo mismo?
La abogado Lissette Pardo dice que no. “A un hombre que, por ejemplo, viole, no le van a preguntar ‘¿y cómo lo hiciste, y terminaste fuera?’. No, no le preguntan nada. Y si les hacen preguntas son muy puntuales, ‘dónde le viste’, ‘cómo le conociste’, punto.”
Cuando se trata de una mujer, el trato parece ser diferente. Incluso cuando la mujer, como en este caso, es clienta de los hombres que la interrogan —como se presume que lo es.
En el audio filtrado, no solo molestan las preguntas impertinentes, abusivas y llenas de morbo, sino la conversación —aparentemente posterior, ya únicamente entre los dos hombres cuando ella se ha ido— en la que muestran cómo se consolida ese acuerdo entre hombres, ese pacto tácito en el que uno le aplaude al otro cuando se trata de violentar a una mujer.
Este es el diálogo final entre ellos:
– Oye, la guambra está bien puesta.
– Sí, loco, este va a ser uno de esos casos sonados en los que el abogado va a terminar enamorado.
– Yo sí le hago, dice uno.
– Yo sí le hago, responde el otro.
Se escuchan risas y siguen comentarios entre ellos: “Mis dos hembritas tienen que estar en la institución”, dice el uno; “esas preguntas que hacías ya estabas morboseando, que el calzón, ni sé qué tanga”.
Más risas.
Las palabras de quienes serían los abogados de la cadete interrogada dan cuenta del tipo de violencia al que están sometidas las mujeres. Esa complicidad machista entre ambos, objetiviza a su clienta al punto en el que la deshumaniza por completo: ya no es una mujer que merece una defensa y un debido proceso, es un objeto que sacia el morbo de los dos hombres que deberían protegerla y defenderla.
Sánchez, como cualquier otra mujer investigada por la comisión de un presunto delito, merece un proceso judicial justo, lejos del escarnio público. La filtración del audio despierta también la suspicacia de que puede haber un interés procesal en desprestigiarla con calificativos misóginos: ser la “amante” de un oficial de la Policía no la convierte necesariamente en ejecutora o cómplice de un delito. La justicia deberá determinar si lo fue, no el público ávido de conocer detalles morbosos de su relación con Cáceres o de su vida sexual.
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