Cincuenta años después de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptara la decisión de celebrar el Día Mundial del Medioambiente cada 5 de junio, el planeta enfrenta varias crisis. Mensajes como “en nuestra galaxia hay miles de millones de planetas, pero hay una sola Tierra” y “se nos acaba el tiempo para enmendar las cosas”, enviados este año por la misma ONU, reflejan la urgencia de atender los problemas que han puesto en jaque a diversos ecosistemas y a la vida misma.


Este reportaje se publicó originalmente en Mongabay Latam


La denominada triple emergencia planetaria —la crisis del cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación— amenazan nuestro futuro, señalan científicos, expertos en medioambiente y representantes de organismos internacionales.

Fenómenos meteorológicos extremos como tormentas, sequías e inundaciones, entre otros, ocurren con mayor frecuencia por una crisis climática que se intensifica, según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Mientras que el Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) advierte sobre el riesgo de extinción que enfrentan, por lo menos, un millón de especies y la degradación que afecta a más de 2000 millones de hectáreas de tierras. En tanto, unas 7 millones de personas mueren de forma prematura cada año debido a la contaminación ambiental y 11 millones de toneladas de plástico llegan hasta los océanos cada año.

¿Cuáles son las consecuencias de esta triple crisis planetaria en los países de América Latina? ¿Cómo enfrenta la región estos problemas ambientales? Para encontrar algunas respuestas  Mongabay Latam conversó con científicos y expertos ambientalistas a propósito del Día Mundial del Medioambiente.

El cambio climático: pérdida de glaciares y eventos extremos

“Las probabilidades de que el calentamiento global supere los 1,5 °C en los próximos dos decenios son del 50% y, a menos que se produzcan reducciones inmediatas, rápidas y a gran escala de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), el objetivo de limitar el calentamiento a 1,5 °C o incluso a 2 °C a finales del siglo será inalcanzable”, es una de las conclusiones del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), titulado Bases físicas, publicado en agosto de 2021. El informe también advierte que el cambio climático se intensifica y que algunos de los cambios que se están produciendo, como el aumento del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios.

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“Está tocando al mundo de diferentes maneras”, señala el experto en conservación y biodiversidad Exequiel Ezcurra, profesor de la Universidad de California. El calentamiento global impacta con mayor fuerza las latitudes intermedias y altas —continúa Ezcurra—, como el norte de México y los desiertos del Monte, en Argentina, y de Atacama, en Chile, que corresponden a latitudes intermedias. “Todas estas zonas están, notoriamente, empezando a sufrir eventos de temperaturas extraordinarias”, comenta el investigador en referencia a las sequías, así como a la disminución en los caudales de los ríos que descienden de los Andes hacia el Pacífico, en Chile y Perú, y hacia el Atlántico en Argentina y Brasil.

“El retroceso de los glaciares, desde los Andes peruanos hasta la Patagonia, es un fenómeno perceptible. Estos campos de hielo eternos están disminuyendo, con lo cual se reduce la inmensa reserva hídrica que es la Cordillera de los Andes”, advierte Ezcurra sobre uno de los más serios efectos del calentamiento global en Sudamérica.

Al respecto, el artículo científico Mapeo de tres décadas de cambios en los glaciares andinos tropicales utilizando datos Landsat procesados en Earth Engine, elaborado por especialistas de la iniciativa MapBiomas Amazonía y publicado en abril de 2022 en la revista Remote Sensing, señala que entre 1990 y 2020 se registró la pérdida del 42% de la cobertura de los glaciares andinos tropicales. “Este aumento sin precedentes en la pérdida de glaciares, tanto en extensión como en volumen, puede atribuirse principalmente al cambio climático y a factores no climáticos como el aumento en los últimos años de las quemas forestales en la Amazonía, que generan carbono negro”, indica el artículo.

María Olga Borja, analista de sensores remotos de la Fundación Ecociencia de Ecuador y coautora del estudio, explica que la información satelital ha permitido a los investigadores observar “cómo se están reduciendo los glaciares a un ritmo constante y, lamentablemente, acelerado en todos los países”.

Las implicaciones son múltiples —agrega Borja— y difíciles de cuantificar, se habla de impactos en la seguridad hídrica a largo plazo en las ciudades que dependen de los deshielos, así como en las cuencas productivas de los Andes. “Estamos hablando de implicaciones económicas, pero también de impactos en el equilibrio de los ecosistemas que dependen del ciclo del agua”.

Borja comenta que la magnitud del problema del deshielo varía en cada uno de los países por donde pasa la Cordillera de los Andes —que se extiende desde Venezuela hasta Argentina y Chile— pues depende de la extensión de los glaciares en cada lugar. “Perú es el país que tiene la mayor extensión de glaciares entre los países andinos, seguido por Bolivia y Ecuador. En ese sentido, Perú ha perdido un 41 % de sus glaciares, Bolivia un 42 % y Ecuador un 36 %. Son extensiones muy amplias”.

Marlene Quintanilla, directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza de Bolivia, destaca los impactos que ocurren en la Amazonía. “Los análisis que realizamos conjuntamente con otros países identifican que la Amazonía está entrando en un punto de no retorno. Probablemente hay un 20% de la Amazonía que ha sido severamente afectada por la deforestación, por el cambio de uso de suelo, por una altísima degradación y la recurrencia de incendios forestales”.

Es un sistema bastante frágil y sensible —agrega Quintanilla— y en el caso de Bolivia se ha identificado el incremento de un grado centígrado en la temperatura en los últimos 20 años. El cambio en el clima ya está ocurriendo. No se trata de algo que los modelos climáticos dicen que ocurrirá a futuro, sino que en la Amazonía las condiciones climáticas están cambiando de manera drástica”.

Quintanilla menciona la alteración en la distribución mensual de las lluvias en Bolivia en los últimos 20 años. “Prácticamente no llueve en algunas regiones y en otras llueve el doble y hasta el triple en comparación con años anteriores”. Una situación que —indica — está generando desastres ambientales como inundaciones y sequías. “Hemos identificado que hay un ascenso de hasta dos grados en la Amazonía en los últimos 20 años. En términos climáticos es muy preocupante porque las sequías son más agresivas y prolongadas y, por otro lado, la estacionalidad de las lluvias se ha modificado con años en los que se generan grandes inundaciones”.

Christopher Anderson, profesor asociado de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTDF) e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), señala que el cambio climático, en el fondo, está vinculado con problemas que ya existen como la deforestación y la pobreza. “Una cifra que me parece importante, y que menciona el Banco Mundial, es que de aquí al 2030 los eventos extremos llevarán a tres millones de personas más a vivir en la pobreza extrema, debido al cambio climático y también se estima que en Centroamérica y El Caribe los rendimientos productivos de los campos de firjol y maíz van a disminuir un 20 %”.

Pérdida de la biodiversidad: entre extinciones locales y un mar que resiste

“La tendencia general es hacia una pérdida acelerada de biodiversidad en una región como es Latinoamérica, una de las que mayor biodiversidad tienen a nivel global y en donde una gran proporción de sus habitantes dependen de la biodiversidad como fuente de ingresos, de alimentación, de salud y para el bienestar en general. Entonces, la pérdida de biodiversidad tiene como consecuencia pérdidas en la calidad de vida de muchas poblaciones”, señala Matías Mastrangelo, investigador del CONICET.

En el caso de los países del cono sur, sobre todo los que comparten el Gran Chaco Americano —norte de Argentina, Paraguay, Bolivia y parte de Brasil—, la pérdida de biodiversidad «no se está enfrentando en forma efectiva», destaca Mastrangelo. «Nuestra región es una gran proveedora de materias primas para el resto del mundo en cuanto a producción de granos, de carne, de madera y las economías de los países de Latinoamérica dependen mucho de esas industrias extractivas». Estas actividades económicas, recuerda el investigador, tienen un impacto muy fuerte sobre la naturaleza: «Vienen causando pérdida de biodiversidad hace varias décadas en el Gran Chaco Sudamericano, pero también en la Amazonía y el Cerrado». En esas zonas, los bosques, selvas, pastizales y humedales han sido reemplazados por campos de cultivo de soja, palma aceitera y pasturas para ganadería.

“Esa transformación del hábitat tiene como consecuencia que muchas especies están en peligro de extinción o directamente sufren extinciones regionales. En Argentina estamos viendo como el yaguareté [jaguar], especie que ocupaba más de medio país, ahora solo quedan 20 ejemplares en el Gran Chaco argentino en el límite con Paraguay”, explica Mastrangelo.

Según la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), “el 77% de la tierra (excluyendo la Antártida) y el 87% del área del océano han sido modificadas por los efectos directos de las actividades humanas, cambios que están asociados con la pérdida del 83% de la vida silvestre, la biomasa de los mamíferos y la mitad de la de las plantas. La ganadería y los humanos representan casi el 96% de toda la biomasa de mamíferos en la Tierra, y más especies están en peligro de extinción como nunca antes en la historia de la humanidad”.

Christopher Anderson, quien también es autor principal de los informes de IPBES sobre los Múltiples Valores de la Naturaleza y de la Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de América, da ejemplos de especies que ya se extinguieron en los países de Latinoamérica. Uno de ellos, dice, es el sapo dorado (Incilius periglenes) de Costa Rica, que solo vivía en las cumbres de algunas montañas donde había bosques de neblina; «con el cambio climático y otros factores desapareció el hábitat y se generó la extinción de esa especie”.

Anderson también menciona algunas tortugas marinas que están en peligro de extinción por otras razones como la explotación y la contaminación, acciones que se suman al cambio de la temperatura que afecta su reproducción, porque los nidos de los reptiles reciben el calor del sol y no de la madre y el sexo de estos animales es determinado por la temperatura. “Por ejemplo, la tortuga marina Laúd tiene ahora más hembras que machos. Si ya tenían problemas, ahora resulta que la demografía de la especie varía de acuerdo al cambio climático”.

El experto también cita un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) para América Latina sobre las especies más afectadas por los problemas climáticos. “En primer lugar están los arrecifes, que en realidad es un ecosistema, y en segundo lugar está el café arábico que principalmente está en Colombia y requiere de ambientes más templados; se estima que el 88% del hábitat apto para esta especie está desapareciendo”.

Si se observan los resultados sobre lo que está pasando con la biodiversidad — agrega Anderson— en los últimos 50 años no se han logrado revertir las tendencias de disminución. Sin embargo, en algunos casos se ha llegado a mitigar los impactos y, si bien las tendencias siguen en descenso, hay signos de esperanza. “En América Latina se ha logrado un buen nivel de porcentaje de área protegidas en la parte terrestre y se está expandiendo ahora a las áreas protegidas marinas, una política efectiva de conservación”.

Y sobre la situación en que se encuentran los océanos, Patricia Miloslavich, bióloga marina y directora ejecutiva del Comité Científico de Investigaciones Oceánicas (SCOR), destaca que “todo termina en el mar».

La investigadora explica que todos los sedimentos que se producen por los eventos extremos, como derrumbes e inundaciones, terminan en el océano. Los problemas en los océanos —explica Miloslavich— están relacionados con las inundaciones, pues cuando llega al mar más agua dulce de la que normalmente ingresa por la desembocadura de un río se genera mucho estrés en los organismos costeros, que tratan de regular las concentraciones de sales en su medio. Si esto se presenta por un tiempo prolongado los organismos, “como por ejemplo un cangrejo, llega a un punto en el que no le funciona el metabolismo o se ve en la necesidad de desplazarse fuera de su hábitat y eventualmente muere”.

Un segundo problema —menciona Miloslavich— es la cantidad de sedimentos que llegan al mar y tapan la luz que requieren las algas marinas y los pastos marinos para su fotosíntesis. “Esta falta de luz causa la mortandad de estas comunidades que, además, tienen asociadas una gran cantidad de organismos”. Y el tercer problema son los contaminantes que arrastran los ríos y que llegan al mar.

Contaminación: un problema de efectos a largo plazo

Un informe de la organización Mundial de la Salud indica que adicionalmente a la muerte prematura de 7 millones de personas cada año, alrededor de 2,600 millones de personas están expuestas a niveles peligrosos de contaminación del aire en el hogar, por el uso de fogatas o cocinas que utilizan combustibles como el queroseno, leña y carbón.

No es el único riesgo de contaminación en nuestros países. Los derrames de petróleo afectan bosques amazónicos, ríos y mares, los agroquímicos impactan en los suelos, mientras que insumos como el mercurio, usados por la minería ilegal, tiene efectos negativos en flora, fauna, ríos, lagos y personas.

En una evaluación realizada por el IPBES —señala Mastrangelo—, el cambio del uso del suelo es el principal factor que causa la pérdida de biodiversidad y degradación de los ecosistemas, en segundo lugar está el cambio climático y en tercer lugar aparece la contaminación ambiental, “eso nos da una idea de la importancia de este problema”.

Mastrangelo menciona el problema de la contaminación por agroquímicos en Argentina y Brasil. “Se ve el uso irracional y abusivo de ciertos agroquímicos que contaminan el aire, el suelo y el agua. Los pobladores periurbanos toman el agua contaminada y respiran el aire contaminado, además, los suelos que están constantemente expuestos a los agroquímicos van muriendo de alguna manera y se van volviendo inertes, pues pierden toda la diversidad de microorganismos que lo mantienen vivo”.

Los más preocupante —continúa Mastrángelo— es que la tendencia no parece revertirse en un contexto donde, por ejemplo, acaba de aprobarse en Argentina la liberación de nuevas variedades de cultivos transgénicos, en este caso el trigo resistente a un químico muy parecido al glifosato, pero que es más tóxico.

Gabriel Quijandría, ex ministro del Ambiente de Perú y actual director regional para Sudamérica de la Unión Nacional para la Conservación de la Naturaleza, menciona que el problema de la contaminación en los países de Latinoamérica es muy complejo y que a los efectos que tiene en la degradación de los suelos y en la biodiversidad se debe sumar el incumplimiento de estándares adecuados de gestión ambiental de determinadas industrias. “Es una problemática muy importante porque tiene una consecuencia directa sobre la salud de las personas por la degradación de los suelos, por la contaminación del aire y del agua, pero también, por los derrames de petróleo a los que se da un manejo inadecuado”.

En enero de este año, Perú enfrentó un derrame de petróleo de casi 12 mil barriles del hidrocarburo en el mar, evento que ha sido considerado el de mayor impacto en las costas del país. Sin embargo, la historia de la afectación petrolera en Sudamérica es muy extensa: entre los años 2000 y 2019 se han registrado, por lo menos, 400 vertimientos en la Amazonía peruana. En el especial Manchados por el Petróleo, Mongabay Latam documentó el impacto de los hidrocarburos en cuatro países de la región.

Juan Manuel Amaya, director de la maestrías en Gestión Ambiental de las Facultades de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia, se refiere al problema de la minería ilegal, “que tiene efectos directos de contaminación con metales pesados, como el mercurio”, utilizados para la extracción de oro.

“Todavía son difíciles de comprender muy bien los efectos, pero seguramente van a tener impactos en el futuro que llevarán a que algunas especies puedan llegar a desaparecer, aunque no veamos una mortalidad inmediata de los individuos en el corto plazo”, comenta Amaya. El experto agrega que otro gran problema de contaminación en América Latina —que también es un fenómeno global— es la disposición de las aguas residuales contaminadas con materia orgánica, principalmente por un aumento desbordado de las ciudades. “Hay ejemplos en casi todas las ciudades, uno de ellos es el río Mapocho, en Chile, pero también está pasando en los humedales”.

Acciones que no se pueden posponer

Un tema que se está abordando actualmente con relación a la reducción de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) es la transición energética a energías sostenibles. La experta en el tema Ana Carolina González, directora senior de Programas en Natural Resource Governance Institute (NRGI), recuerda que los países de América Latina tradicionalmente han sido dependientes del petróleo y del carbón, por lo que tienen que ver cuándo y cómo empezarán la transición energética.

“Las decisiones de los países y de los inversionistas en la COP 26 están señalando que los mercados para el petróleo, en el largo plazo, y el carbón, en el mediano, realmente se están cerrando. Por eso, creo que una pregunta trascendental para economías como la de México, Ecuador e incluso Colombia, pero también para Brasil que dependen de manera muy importante de los ingresos por la extracción de petróleo”, señaló González.

Un segundo tema a considerar en la transición energética —señala González— es que la agenda de descarbonización energética global está abriendo una demanda de minerales llamados de transición como el litio. “El tema del litio está muy presente en la discusión en Chile y en México. Va aumentar la demanda global para que las emisiones se reduzcan y para que la transición energética se dé en el norte global, pero por ellos no podemos convertir nuestros países en zonas de sacrificio y que, por ejemplo, los estándares socioambientales queden de lado porque tenemos que extraer rápido esos minerales”.

Gabriel Qujandría, director regional para América Latina de la UICN, considera que hay avances para enfrentar las crisis ambientales. Una de ellas —menciona— tiene que ver con el financiamiento para la conservación de bosques para mitigar el cambio climático. El exministro de Ambiente de Perú también considera que en términos de comprensión del vínculo entre los temas ambientales y los temas de desarrollo estamos mejor que hace 50 años, cuando se definió el Día Mundial del Ambiente.

“El entendimiento de que el tema ambiental no es un tema secundario que se da los países desarrollados una vez que que avanzan económicamente es bastante claro. El hecho de no atender la temática ambiental tiene una implicación muy fuerte sobre la viabilidad económica y social de los países, por tanto, en ese sentido estamos bastante mejor que hace 50 años”, resalta Qujandría.

El científico mexicano Exequiel Ezcurra considera que “tenemos que librar esta lucha con todas nuestras fuerzas”, pero que estamos en un momento complejo por el segundo gran desafío de la humanidad y, por tanto, de América Latina que “son las decisiones respecto de la gobernanza. Hemos tenido en muchos de nuestros países una transición hacia gobiernos de corte más autoritario, por un lado, y por otro lado de gobernantes que no se guían por la ciencia. Casi todos los gobiernos de nuestros países no parecen estar tomando el medioambiente como una prioridad y creo que se están equivocando de una manera tremenda”.

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Yvette Sierra Praeli
Periodista y reside en Lima, Perú, con más de una década de experiencia como periodista de investigación en temas ambientales, científicos y de actualidad. Ha trabajado en medios impresos y digitales en Perú, ha colaborado con La Voz de Arizona en EE. UU. y para el periódico La Nación en Costa Rica. Comenzó a escribir para Mongabay Latam como colaboradora y se unió al personal en diciembre de 2017.

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