En los últimos años, los anaqueles de higiene personal se han extendido en los supermercados. Ahora encontramos entre cremas dentales, ceras depilatorias y desodorantes, la oferta de jabones íntimos, wipes o toallitas vaginales, geles, polvos, cremas y demás productos que prometen encargarse de la “limpieza vaginal”. Aunque la mayoría se difunde con el mensaje de un supuesto bienestar e higiene, la evidencia demuestra que son innecesarios y muchas veces hasta dañinos para la salud de las mujeres y personas con ciclos de menstruación.

Desde hace décadas, la industria ha promovido y vendido sus productos basados en la eliminación o supresión de la naturaleza propia de la vagina y la vulva: vellos, olores, sangre, fluidos. La estrategia le ha significado importantes ingresos: de acuerdo con datos de Allied Market Research, el mercado global de productos de higiene femenina tuvo un valor de casi US$ 40 mil millones en 2020 y está proyectado que alcance US$ 68,7 mil millones para 2030, con un promedio de crecimiento anual de 6,1% de 2021 a 2030.

La investigadora Suraya Karzai, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), explicó en un artículo de 2010 que “la industria de la higiene femenina promete a las mujeres una vida mejor fabricando productos que les permitan participar en actividades sociales y tener más confianza en sí mismas”, cuando en realidad lo anuncios perpetúan estereotipos negativos sobre la mujer centrándola en una crisis higiénica. Por ejemplo, “al posicionar a la menstruación como un acontecimiento peligroso, capaz de conducir a un desastre si no se utilizan los productos de higiene adecuados, la industria obtiene inmensos beneficios”, dice Karzai.

Ahora se sabe que muy poco de los mensajes que propician estas fructíferas ganancias tienen respaldo científico, sin embargo, la investigación vaginal ha avanzado lento y con muchos desafíos para la obtención de financiamiento. “Aunque es bien sabido que el ecosistema vaginal es más sensible y más absorbente que la piel típica, hay sorprendentemente poca investigación sobre los productos de cuidado femenino”, dijo en un artículo publicado en Environmental Health Perspectives, Alexandra Scranton, directora de ciencia e investigación de la organización sin fines de lucro, ubicada en Estados Unidos, Voces de las Mujeres por la Tierra (WVE, por sus siglas en inglés).

De acuerdo con un reporte de 2013 de esta organización, estos productos se comercializan “con poca o ninguna información que garantice que los ingredientes que contienen sean seguros. Los componentes se determinan como ‘seguros’ bajo la premisa que se utilizan en la piel normal como otros productos cosméticos. Esto significa que sustancias químicas como carcinógenos (inductores del cáncer), toxinas reproductivas, disruptores endocrinos (que afectan la producción de hormonas) y alérgenos, se aplican en las membranas mucosas extremadamente permeables de la zona vaginal.

Dado que hay poca investigación sobre los potenciales problemas de salud a causa del uso frecuente de estos productos, es recomendable contar con algunos datos antes de utilizar alguno de ellos.

La piel de la vagina es única

A diferencia de la piel de otras partes del cuerpo, la que recubre la vagina y la vulva es mucho más sensible, permeable e hidratada. Sus tejidos están recubiertos por membranas mucosas que tienen una función de defensa contra patógenos, además de numerosos vasos sanguíneos y linfáticos, que transportan sangre y glóbulos blancos a todo el cuerpo, respectivamente.

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Estas características hacen que esta parte del cuerpo sea excepcionalmente permeable, a tal grado que se investiga desde hace años como una ruta alternativa de administración de fármacos debido a su potencial para absorber y transferir químicos a la sangre rápidamente sin tener que metabolizarlos. Un estudio de 2005 analizó a personas que recibieron un estrógeno sintético, estradiol, vía vaginal y vía oral y encontró que las primeras tenían niveles de suero sanguíneo con esa sustancia de 10 a 80 veces superior a quienes lo habían consumido oralmente.

Claramente, esta capacidad implica un riesgo, ya que la piel de la vagina puede ser igualmente permeable por sustancias químicas de todo tipo. Entonces, si hay productos que contengan sustancias tóxicas, como carcinógenos, dioxinas o furanos (estos últimos en exposiciones excesivas afectan la piel, el corazón o incluso al sistema inmune), es mucho más probable que estas sean absorbidas y distribuidas rápidamente al resto del cuerpo al aplicarse vía vaginal. Hasta ahora, hay muy poca investigación que se centre en explorar la exposición a carcinógenos en el tejido vaginal a través de los productos de cuidado femenino, pero eso no significa que la posibilidad no exista.

El contenido de los productos de higiene femenina

Una de las dificultades para explorar los potenciales daños de los productos de higiene femenina es que en muchos países no suelen estar regulados por las agencias de salud debido a que son aprobados para su comercialización como productos estéticos. Esto hace que, en muchos casos, las empresas fabricantes no estén obligadas a contar con políticas para eliminar el uso de carcinógenos, alergenos, o disruptores endocrinos, que provocan desequilibrios hormonales, ni para asegurar que su uso no propiciará daños en las membranas vaginales.

Por eso, muchos de estos productos contienen sustancias cuyo riesgo para la salud no ha sido suficientemente evaluado. Dentro del menú que encontró la WVE en su reporte destacan: dioxinas y furanos, presentes en tampones y compresas que son blanqueadas con compuestos de cloro, así como restos de pesticidas encontrados en compresas hechas de algodón no orgánico, los cuales pueden estar relacionados con el cáncer, un daño en la capacidad reproductiva, así como en la función endocrina (equilibrio hormonal).

Otras sustancias encontradas fueron químicos tóxicos en productos de higiene femenina con fragancias como el p-diclorobenceno y el óxido de estireno, que son carcinógenos; disruptores endocrinos como el galaxolide y el tonalide (almizcles sintéticos); tóxicos para la reproducción como el ftalato de dietilo (DEP) y el ftalato de diisononilo (DINP); así como desinfectantes problemáticos como el triclosán y compuestos cuaternarios de amonio.

En las toallitas femeninas diseñadas para la limpieza de la zona genital, la organización reporta la presencia de productos químicos para conservar la humedad del material como metilcloroisotiazolinona, metilisotiazolinona, parabenos, y Quaternium-15, que pueden provocar dermatitis alérgica al entrar en contacto con la zona genital, y que frecuentemente provoca picor y ardor.

También mencionan el Octaxynol-9, presente en varios productos de ducha vaginal, que es un espermicida potencialmente irritante; el cloruro de bencetonio (también conocido como hyamina), presente en algunos desodorantes vaginales, es un poderoso desinfectante y espermicida que puede dañar la membrana interna de la vagina; la benzocaína, que está generalmente en las cremas para evitar comezón y mal olor, y que puede ser irritante o provocar alergias.

El problema es que la mayoría de los productos no incluyen en su etiquetado todos los compuestos de los que están elaborados, lo que hace aún más difícil para las personas que los consumen identificar los riesgos que implican.

No los necesitas, la vagina se limpia sola

Lo más importante respecto a la mayoría de los productos de higiene vaginal es que son totalmente innecesarios debido a la increíble función que tiene la vagina de limpiarse sola. “La vagina produce una mucosa que recubre la superficie, eliminando bacterias, virus y otras sustancias nocivas. El lavado excesivo de la zona puede interferir con este proceso natural, invitando a posibles infecciones potenciales”, dice la WVE.

El elemento clave del poder autoprotector de la vagina es su microbiota (el conjunto de microorganismos que colonizan la vagina), constituida principalmente por lactobacilos. Estos lactobacilos protegen a la mucosa de la vagina de patógenos ya que impiden que se adhieran al epitelio a través de una biopelícula protectora. Los lactobacilos también producen compuestos antimicrobianos, como el peróxido de hidrógeno (H2O2), que impide el crecimiento excesivo de microbiota autóctona potencialmente patógena, y el ácido láctico, que ayuda a mantener un pH vaginal bajo, normalmente inferior a 4,5, que es inhóspito para muchos organismos patógenos.

Así que el usar de manera frecuente productos que buscan “limpiar” la vagina en realidad puede propiciar que los mecanismos naturales que la mantienen sana dejen de funcionar. Así lo explica un informe de la Asociación Americana de Salud Púbica (APHA, por sus siglas en inglés). “Las duchas vaginales alteran el pH y la flora vaginal normales, debilitando las defensas naturales de la vagina y creando un entorno más susceptible al crecimiento excesivo de patógenos. Además, el proceso de inserción de líquido por vía intravaginal puede contribuir a empujar las bacterias nocivas hacia el interior del tracto reproductivo”, dice el estudio.

Específicamente, las duchas vaginales están asociadas con padecimientos como la enfermedad inflamatoria pélvica y la vaginosis bacteriana. Por ejemplo, Jenny Martino y Sten Vermund, de la Universidad de Alabama, en Estados Unidos, analizaron varios estudios en los que estas enfermedades incrementaron su prevalencia en mujeres que se habían hecho duchas vaginales con frecuencia.

Y pesar de que no hay suficientes estudios que prueben la causalidad entre el uso de productos de higiene vaginal y daños en la salud de las mujeres, los autores también alertan sobre posibles asociaciones entre las duchas vaginales y el cáncer de cuello uterino, los partos prematuros, la transmisión del VIH, las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos ectópicos, la candidiasis vulvovaginal recurrente y la infertilidad.

Lo que sí es necesario

La WVE hace algunas recomendaciones para un verdadero cuidado vaginal que reduzca la exposición a los químicos de los productos de higiene femenina: eliminar el uso de productos innecesarios para una vagina sana; elegir productos sin perfume, sin cloro ni blanqueado (especialmente tampones y compresas); optar por compresas o productos reutilizables y lavables; cambiar de marca si los productos están asociados con síntomas alérgicos; leer las etiquetas para evitar productos químicos problemáticos; consumir marcas que sí mencionen todos los ingredientes de sus productos; y, finalmente, consultar con un profesional de la salud si sus fluidos vaginales cambian de color o adquieren un olor particular.

Dado que detrás del consumo de estos productos descansa un aparente valor de lo “higiénico” y lo “sano” por parte de la industria, la mejor recomendación surge de lo que plantea Karzai: “Si las mujeres se defendieran y entendieran su cuerpo, la industria de la higiene femenina no tendría forma de atacarlas”. Por eso, antes de usar cualquier producto que busque modificar la naturaleza de la vagina, probablemente convenga entender primero cómo funciona.

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Aleida Rueda
Periodista de Ciencia. Presidenta de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.