La primera gira de Guillermo Lasso por foros internacionales evidencia una actualización de la política internacional ecuatoriana que, tanto en lo discursivo como en lo pragmático, posiciona al Ecuador como un país que en medio de la disputa por el poder global entre China y Estados Unidos, está en capacidad de beneficiarse de la relación con ambos, evitando quedar atrapado en un dañino escenario de suma 0 entre Beijing y Washington.
La constante mención de Lasso de que “necesitamos más Ecuador en el mundo y más mundo en el Ecuador” es una fuerte apuesta al multilateralismo que busca generar confianza no solo de mercados internacionales e inversores, sino también de aliados políticos clave que defiendan los principios democráticos de un estado de derecho, criticando sutilmente a los gobiernos autoritarios de la región.
El primer encuentro al que asistió Lasso fue la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) el 18 de septiembre pasado en la Ciudad de México. La Celac es un mecanismo regional de diálogo y concertación que pretende facilitar y fortalecer la presencia de Latinoamérica frente al mundo, buscando soluciones conjuntas a problemas comunes.
La cumbre reunió a 17 jefes de Estado y una docena de cancilleres de toda la región. Dos fueron los objetivos principales de la reunión: la distribución y producción de vacunas en Latinoamérica y la lucha contra el cambio climático. Otro tema que fue discutido y llamó la atención de los participantes fue la formalización de la Agencia Regional Espacial para lanzar un satélite capaz de monitorear los fenómenos meteorológicos en la región, optimizar la comunicación móvil y colaborar con el plan de seguridad alimentaria en coordinación con la ONU.
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Una de las ausencias más notorias del encuentro más importante para la izquierda latinoamericana fue la de Alberto Férnandez, presidente de Argentina, quien faltó al encuentro luego del estrepitoso fracaso electoral del kirchnerismo en el que el 70% de los argentinos no votó al peronismo produciendo una crisis de gabinete en el gobierno de Fernández. Otra ausencia destacada fue la del presidente brasileño Jair Bolsonaro quien rechazó la invitación porque, según sus palabras, esta cumbre «daba protagonismo a regímenes no democráticos».
Sin embargo, fueron los temas políticos los que marcaron a la cita. La presencia de Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, y la de Nicolás Maduro, de Venezuela, ocasionaron tensión no solo durante los diálogos presidenciales sino en las calles donde hubo protestas por la presencia de ambos políticos. Este constituyó el primer viaje oficial de Nicolás Maduro fuera del territorio venezolano desde que Estados Unidos lo acusó de narcoterrorismo en 2020. En el caso de Díaz-Canel, este fue su primer viaje internacional desde las masivas protestas antigubernamentales de julio pasado.
A pesar de que la Celac es un espacio natural de la izquierda continental, las críticas ante la situación venezolana, nicaragüense y cubana fueron bastante fuertes. Desde su creación en el 2010, ha sido identificada como un proyecto político que aspira a reemplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA) para disminuir la influencia de Estados Unidos, y en menor medida Canadá, en Latinoamérica. En palabras del ministro de Asuntos Exteriores de México, Marcelo Ebrard: “Es hora de decirle adiós a la OEA en su sentido intervencionista, injerencista y hegemonista y que venga otra organización que construyamos políticamente en acuerdo con Estados Unidos”.
Con ese antecedente histórico, las duras críticas a Maduro y Diaz-Canel fueron un punto destacado del encuentro. Mario Abdo Benítez, presidente de Paraguay, dijo que su participación en la reunión de la Celac no significaba que reconociera al mandato de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela. Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, dijo que “en determinados países no hay una democracia plena, no se respeta la separación de poderes, desde el poder se usa el aparato represor para acallar protestas y encarcelar opositores, no se respetan los derechos humanos”, dijo Lacalle y, por si quedaba alguna duda a quién se refería, apuntó con precisión: “debemos decir con preocupación que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela».
En el caso de Guillermo Lasso, su discurso se orientó hacia lo económico, abogando por la “integración con libertad”. “El futuro común solo se construye a través de la libertad de nuestros ciudadanos para abrir nuevos mercados, comerciar y soñar juntos en una plena democracia, en libertad, donde existan elecciones transparentes, donde se respete la libertad de expresión, las libertades políticas y los derechos humanos de los opositores de nuestros gobiernos”, dijo el presidente ecuatoriano, en una crítica general, no tan específica como la de Lacalle Pou, contra de los regímenes autoritarios latinoamericanos.
Fue, también, una clara declaración de la intención de romper definitivamente con la política internacional ecuatoriana que fue preponderante desde 2006 hasta aproximadamente el 2018. El tono a favor de la apertura comercial en general en la región también alcanzó nuevos niveles, alejándose por completo de las ideas proteccionistas y nacionalistas que anteriormente fueron propuestas permanentes del Estado ecuatoriano en todo foro internacional.
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Tres días después de la intervención del presidente ecuatoriano en la Celac viajó a Nueva York para participar en la Asamblea General de las Naciones Unidas que celebra su 76 sesión anual desde que se fundó el organismo al final de la Segunda Guerra Mundial. La mayor convocatoria diplomática del mundo en esta ocasión tuvo como prioridades discutir el calentamiento del planeta al parecer irreversible, las tensas y polarizadas relaciones entre las superpotencias mundiales y la pandemia del covid-19 que aún no ha sido derrotada y ha agravado la brecha global entre ricos y pobres.
En esta ocasión la Asamblea se ha presentado como una prueba de fuego para el presidente de Estados Unidos Joe Biden quien asume varias crisis derivadas de la pandemia, de la pérdida de posición hegemónica en el liderazgo mundial de Estados Unidos y del desastroso retiro de tropas americanas de Afganistán. Biden deberá también acudir a la sesión anual después del grave incidente diplomático con Francia, el aliado más antiguo de Estados Unidos, al darse a conocer un acuerdo secreto de venta de armas con Australia que acabó con uno de los mayores contratos militares franceses y puso en duda la sinceridad del gobierno estadounidense con sus socios históricos.
En este contexto, el presidente Lasso participó con un discurso de 25 minutos. De entrada mencionó que el Ecuador ha retornado a “una plena democracia” que busca la integración con el mundo, una línea discursiva de apertura para marcar distancia con la antigua política internacional ecuatoriana definida por el correísmo.
En este sentido, dijo que, desde el estrado desde donde Lasso hablaba a los 193 estados miembros de la ONU, se han lanzado ataques personales contra otros presidentes y se ha hablado de “supuestos imperios”, en una clara mención a lo que Hugo Chávez y sus aliados hicieron en la asamblea en la década pasada.
Las hábiles menciones del presidente Lasso al cambio climático, la crisis de Afganistán, la lucha contra la violencia de género y la discriminación fueron importantes señales de apertura ante los principales temas de interés de la cooperación internacional, especialmente de países como Estados Unidos, los que conforma la Unión Europea, Canadá o Australia.
En un interesante guiño político a China, Lasso habló de una conversación telefónica que mantuvo con Xi Jingping, su homólogo chino, quien, según Lasso, le dijo que “la salud no tiene ideologías”, repitiendo la frase que Lasso utilizaría en su campaña y sus discursos hace unos meses. Luego destacó que el 62% de las vacunas contra el coronavirus en Ecuador provienen de China. Acto seguido, mencionó la importante donación de Estados Unidos de dos millones de dosis, para luego citar el importante apoyo ruso, sugiriendo incluso sobre la posibilidad de que la vacuna Sputnik podría ser producida en territorio ecuatoriano.
Lasso puso énfasis en cómo la nueva política internacional ecuatoriana fomenta y prioriza el poder de la cooperación internacional más allá de las vacunas, dando la bienvenida a toda organización interesada en acercarse a Ecuador, distanciándose nuevamente del régimen pasado cuando distintas organizaciones de países del primer mundo fueron expulsadas del Ecuador entre 2007 y 2017.
Si bien el país ya vivía un multilateralismo limitado en gobiernos anteriores, la postura de Lasso termina con la idea de un “multilateralismo con preferencias”. En esa versión de la integración, Ecuador priorizaba la relación con países como Venezuela y Cuba, por sobre una estrategia regional de fortalecimiento de las relaciones con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, así como el ingreso de Ecuador a importantes espacios de comercio mundial como la Alianza del Pacífico.
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Hubo una omisión compleja del presidente Lasso tanto en su ponencia frente a la Celac, como en su discurso frente a la Asamblea General de la ONU. Fue evitar mencionar la amenaza de la flota pesquera internacional, principalmente constituida por naves chinas, a la reserva marina de Galápagos, la pesca indiscriminada en sus cercanías es de alto riesgo y alegar sobre este tema en frente de la Asamblea de la ONU habría sido estratégico para levantar apoyos de alto nivel para establecer establecer planes y financiamiento de carácter internacional para evitar que la depredación continúe.
Es posible que el tema Galápagos haya sido descartado en el discurso por los asesores presidenciales y el canciller Montalvo debido a la sensibilidad del mismo frente a las negociaciones de un Tratado de Libre Comercio con Beijing. No obstante, es posible definir una estrategia que ubique al país en un punto medio, donde se mantenga una buena relación con China al mismo tiempo que se incluye al país asiático en los planes de protección de las cercanías de Galápagos. La negociación comercial que está empezando el país no puede ser pretexto para que no se hable sobre la urgente protección que necesita el archipiélago.
Las relaciones internacionales definidas por el nuevo gobierno reorientan al Ecuador a “acercar los mercados a los ciudadanos en lugar de los ciudadanos al mercado» en un evidente cambio de paradigma sobre integración y desarrollo regional. Esta es una postura sensata con la realidad de Ecuador como un mercado pequeño y poco competitivo, que se encuentra en transición de un estado autoritario a uno democrático y que por lo tanto necesita, tanto de los grandes capitales, como de las democracias más sólidas, para salir de la grave crisis que lo atraviesa.