Miles de personas pusieron su dinero en la red de captación ilegal de dinero Quevedo Inversiones-Big Money por la promesa de recibir el 90% del interés en apenas 8 días. Parecía ser demasiado bueno para ser cierto. Algunas recuperaron sus depósitos y obtuvieron el astronómico rendimiento. Muchos otros siguen rogando que les sea devuelto. Lo hacen en los comentarios de la página de Facebook de su fundador, Miguel Ángel Nazareno, conocido como “don Naza”, y en las afueras de la casa donde funcionaba Big Money (los ruegos se convirtieron en violencia armada: el 5 de julio hubo una balacera entre quienes pedían su plata y quienes custodiaban el lugar). La red no estaba regulada por la Superintendencia de Bancos ni era una empresa legalmente constituida. La Fiscalía actualmente investiga una presunta captación ilegal de dinero. 

Pero Big Money no es un caso aislado. La Fiscalía dice que en lo que va de 2021, ha abierto 29 investigaciones por presunta captación ilegal de dinero en todo el Ecuador. En 2020 se abrieron 66. 

¿Por qué siguen proliferando si la de Big Money no es la primera vez que una de estas redes, conocidas como esquemas o pirámides de Ponzi, por Carlo Ponzi, quien en 1919 abrió la primera en Estados Unidos, se convierte en foco de conmoción en el Ecuador? 

Un notario llamado José Cabrera captó millones de dólares durante 15 años en Machala, en la provincia de El Oro. Entre sus clientes estaban políticos, altos mandos de las Fuerzas Armadas, empresarios, ricos y pobres. En 2005, el notario Cabrera murió y sus hijos no pudieron continuar con la red. Hubo saqueos, desmanes y hasta la profanación de la tumba del Notario. El gobierno tuvo que declarar a la ciudad en estado de emergencia. 

Los esquemas o pirámides de Ponzi son formas de fraude financiero. En ellos, los depositantes más antiguos reciben sus réditos (e incluso su capital) del dinero entregado por depositantes más recientes. Pero cuando se reduce el número de personas que aportan capital o cuando hay retiros masivos, ya no hay dinero para pagar los intereses ni devolver el capital. “Es una bomba de tiempo con un relojito”, dice German Worm, profesor del colegio de Administración de la Universidad San Francisco de Quito. Según Worm, el tiempo que durarán depende del interés ofrecido. Entre más alto sea, menos tiempo habrá en ese reloj. 

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Hay factores sociales, económicos, psicológicos y hasta biológicos que hacen que las personas sigan invirtiendo en redes como Big Money y otras pirámides. Uno de los principales es la actual crisis económica, dice la abogada María Gabriela Becdach, socia del estudio jurídico Laudenlaw y experta en derecho financiero. El ingeniero comercial Henry Hernández, director de Herza Consulting Group que capacita a instituciones financieras, coincide con ella. “En una crisis como la actual la gente se desespera por no tener alternativas y eso ayuda a que proliferen este tipo de redes”, dice Hernández. En una entrevista al medio Al Día de la provincia de Los Ríos, Nazareno dijo que Big Money nació de las necesidades de la pandemia. El covid-19 provocó que la pobreza en Ecuador aumente un 7% y que el empleo pleno (con todos los beneficios de ley) se reduzca casi en un 10%. 

Pero la existencia de una crisis económica no explica por sí sola el nacimiento de estas pirámides. “Pasan todo el tiempo”, dice Worm. Según él, son tan populares porque hay muy pocos negocios legales (prácticamente ninguno) que permitan generar ganancias tan altas como las ofrecidas por ciertos esquemas piramidales. 

Incluso, dice que cree que en algunos casos las ganancias no compiten ni con las de otros negocios ilegales como la trata de personas, el narcotráfico o la venta de armas. “Nos gusta el dinero fácil”, dice Becdach. Sin embargo, añade que el sistema financiero tampoco da las facilidades para que los ciudadanos lo consideren como una opción y muchos prefieren depositar la poca plata que tienen en una red ilegal para recuperar una parte.

Otra de las causas de los esquemas piramidales es la falta de educación financiera. Según un estudio de la Escuela de Negocios de la Universidad de Durham, en el Reino Unido, las personas con más conocimientos financieros son más propensos a detectar fraude y a tomar mejores decisiones para evitar caer en negocios como estos. Worm dice que la capacitación en este tema tiene que ser formal y enseñarse en las escuelas desde los niveles iniciales. 

Así, desde jóvenes las personas podrán saber cómo funciona el sistema financiero. Además, comprenderán los riesgos que involucran las tan populares redes ilegales de captación de dinero. 

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También hay factores psicológicos y biológicos que influyen en las personas cuando se trata de negocios piramidales. La psicóloga Sofía Guerrero explica que nuestro cerebro libera una hormona llamada oxitocina cada vez que siente placer. Varios estudios la han relacionado especialmente con la comida y el dinero. Guerrero dice que por eso los seres humanos seguimos comiendo aunque no tengamos hambre y por eso siempre queremos más dinero. 

Además, ese dinero da una sensación de falsa esperanza: si tienes más dinero, serás más feliz. Según Guerrero, no importa si la persona es rica o pobre: igual supondrá que será más feliz si sus ingresos son mayores. Guerero dice que la liberación de oxitocina y esa falsa esperanza bloquean la parte racional de nuestro cerebro y dejan las decisiones solo a cargo de la emocional. Por eso se elige asumir el riesgo de depositar el dinero en una red como Big Money.

La confianza también tiene un papel fundamental en la participación de los depositantes en las pirámides. Estas tramas “se fusionan con redes de confianza dentro de las comunidades” dice la abogada Becdach. Esas personas que generan seguridad en la comunidad pueden ser un respetado notario como José Cabrera, alguien que se presenta como un experimentado empresario como Carlo Ponzi, o un militar (ahora dado de baja) que entregaba víveres y otras formas de ayuda a la gente necesitada en Quevedo, como Miguel Ángel Nazareno. 

La seguridad generada por estas personas contrasta con la desconfianza que hay en el sistema financiero ecuatoriano desde el feriado bancario de 1999. Hernández dice que después de la crisis de principios del siglo XXI, el sistema financiero ecuatoriano implementó buenas prácticas, se volvió más sólido y regulado. 

Sin embargo, eso no se ve reflejado en la confianza de los clientes. Según una encuesta de la Federación Latinoamericana de Bancos (Felaban) de 2019, la desconfianza en las entidades bancarias se triplicó desde 2016 y es uno de los principales obstáculos para lograr la inclusión financiera de los ecuatorianos. Millones de ecuatorianos tuvieron que emigrar para intentar subsistir cuando las malas prácticas de los dueños y administradores de ciertos bancos esfumaron sus ahorros en una espiral que terminó por engullir a toda la economía nacional. 

La etiqueta de “banquero” ha sido utilizada —en el mundo, pero especialmente en el Ecuador— como un agravio político durante años y eso tampoco ha abonado a la confianza que se necesita. La abogada Becdach dice que incluso 20 años después de la crisis, los ecuatorianos no terminan de creer en el sistema financiero. “Piensan: el banco también me puede robar y no me va a pagar tanto como este otro negocio que también me puede robar, pero me va a dar más dinero”, dice. 

La oxitocina también influye en la generación de confianza. Así lo demostró un estudio del investigador Thomas Baumgartner, de la Universidad de Zúrich. La psicóloga Sofía Guerrero dice que poco a poco “se convierte en una relación afectiva entre el estafador y la víctima” porque se libera ese neurotransmisor y se genera familiaridad entre ellos. Para hacerlo, los fundadores de las pirámides estudian a sus posibles participantes, sus necesidades y cómo pueden explotarlas.

Los estafadores saben cómo atrapar a sus depositantes e involucrarlos. Guerrero dice que emplean una técnica llamada “compromiso comportamental”, con la que quieren mostrarse similares al contexto en el que operan diciendo que tienen la misma relación, el mismo estatus social o que han tenido las mismas experiencias. “Te dicen que yo tampoco tenía dinero, pero invertí lo poco que tenía de esta forma, ahora tengo todo esto por esto y te estoy ofreciendo la misma posibilidad”, explica Guerrero. Al ponerse al mismo nivel del depositante, están generando un sentido de pertenencia: si el otro pudo, yo también. 

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Esa confianza desaparece cuando las redes son reveladas, se abren investigaciones y, sobre todo, cuando el dinero desaparece. Actualmente, se desconoce el paradero de Nazareno. Sin embargo, sigue comunicándose con sus depositantes a través de su página de Facebook, Don Naza Quevedo

Ahí, el 4 de julio, publicó un video en el que dice que en esa semana “estaremos cumpliendo nuestras obligaciones y responsabilidades. Es decir, la devolución de su dinero”. Dos días después dijo que las autoridades no le permitían entregar lo depositado. Sin embargo, la Fiscalía ha dicho en varias ocasiones que no hay ningún impedimento legal o judicial para que Nazareno devuelva la plata. Sus cuentas no han sido incautadas ni hay una orden de prisión vigente contra él. 

El calvario para exigir la devolución ha sido un camino violento. La noche del 5 de julio hubo una balacera en los exteriores de la casa de Nazareno, donde funcionaba Big Money, en la que murieron 5 personas y otras 6 fueron heridas. Nazareno dijo que el incidente habría sido “una disputa de territorio, entre bandas conocidas de gestión”, pese a que la Policía Nacional confirmó que estaba relacionado a la red de captación ilegal de dinero que él manejaba. 

Desde el 16 de julio, Don Naza ha publicado en su página de Facebook varios videos de personas que supuestamente reciben el dinero que depositaron en Big Money. Sin embargo, los reclamos continúan: en los comentarios de las publicaciones hay decenas de personas desmintiendo las devoluciones. Además, el sitio web en el que Nazareno dijo que pondría la información de la entrega del dinero —www.donnazaquevedo.com— dice que estará disponible “proximanente” sin dar más detalles de cuándo o cómo funcionará el proceso. 

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Es probable que las redes de captación ilegal de dinero sigan funcionando por un largo tiempo disfrazadas como entidades financieras no reguladas o escondidas en el secretismo del boca a boca de sus depositantes. Según la Superintendencia de Bancos del Ecuador, hay al menos 113 entidades financieras que no tienen autorización y que son de dudosa procedencia que están captando dinero o que gestionan otro tipo de productos crediticios a través de correos electrónicos, sitios web y mensajes por redes sociales. 

El delito de captación ilegal de dinero, según el Código Orgánico Integral Penal (COIP), lo comete la persona que “organice, desarrolle y promocione de forma pública o clandestina actividades de intermediación financiera sin autorización legal destinadas a captar dinero del público ilegalmente en forma habitual y masiva”. Es sancionado con cárcel de cinco a siete años. 

La abogada Becdach dice que en estos casos también los depositantes cometerían un delito: el de usura, al cobrar un interés mayor que el estipulado por la ley. Este se castiga con cárcel de siete a diez años, según el COIP. Por eso, dice Becdach, hay tanta vergüenza y miedo para hablar de estos temas con los medios (al menos 10 depositantes de Big Money se rehusaron a ser entrevistados para este reportaje) o denunciar estos negocios ante las autoridades. 

Para detener a las redes de captación ilegal de dinero es necesario que las autoridades judiciales trabajen con las bancarias. Becdach dice que se deben hacer investigaciones en todo el país para identificar a las pirámides que funcionan fuera de las ciudades más grandes, donde las necesidades económicas y la confianza de la comunidad son mayores. Sin embargo, según Becdach, la pregunta más importante es qué va a hacer el sistema financiero del país para ser más accesible para los ecuatorianos y ganarse su completa confianza. 

Eso, combinado con una apropiada educación financiera, podría contribuir a reducir el impacto de las pirámides y la aparición de nuevas redes como Big Money y los cientos de negocios similares que todavía no han sido sacados a la luz.