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Las asambleas barriales en Quito están olvidadas. Iván Méndez, Presidente de la Ciudadela Quito Sur, dice que casi nadie asiste a las convocatorias en su barrio. “Lamento decirlo, no hay mucha asistencia de la gente, hay mucha desidia de la ciudadanía”, dice Méndez. Él dice que el “barrio está viviendo su propia realidad pero desde casa” y que a la gente en la Ciudadela no le interesa la política, ni la situación del barrio. 

Las asambleas barriales son uno de los 18 mecanismos de participación ciudadana que hay en la ciudad. Según el Gobierno Abierto del Municipio de Quito —la iniciativa que busca fomentar la transparencia en la gestión de la administración pública— son espacios de deliberación pública en las distintas circunscripciones territoriales de Quito. 

Su importancia radica en que son el órgano de representación del barrio y el primer nivel o acercamiento de la ciudadanía con el Municipio de Quito. Su objetivo es que los ciudadanos puedan incidir en las decisiones que afecten a sus barrios. De acuerdo al Portal de Gobierno Abierto, desde 2016 que se aprobó la Ordenanza N 102 —que promueve y regula el sistema de participación social en la ciudad— hasta hoy, hay 1298 asambleas barriales.

Para Gabriel Ocampo, abogado y subdirector de la fundación Tandem —organización enfocada en temas de gestión municipal y local—, las asambleas barriales son fundamentales porque son “las unidades primarias de participación”. Ocampo dice que es normal que sean estos espacios donde pueda acceder todo el mundo. “Ahí tiene que participar el comité pro mejoras (una organización barrial que tiene por objetivo convocar a mingas e identificar las obras que necesita el barrio), el club de salud, el club de seguridad, el club cultural, los activistas, el colectivo LGBTI, entre otros”.

El primer paso para que se conformen las asambleas barriales es que haya iniciativa ciudadana. Esto significa que los vecinos deberán presentar una solicitud para crear una asamblea a la Secretaría de Coordinación Territorial y Participación Ciudadana de Quito. Una vez conformada la asamblea, las reuniones las dirige el presidente de la asamblea y deberán estar formadas por un quórum no menor de treinta personas o representantes de organizaciones, que tengan un vínculo con el barrio. Pero si no existe el quórum, se podrán hacer una excepción e instalar con no menos de 15 personas. Sin embargo, en muchos casos este requisito no se cumple. Méndez cuenta que en su barrio el mínimo de asistentes a las sesiones ha sido de 25 personas a las asambleas barriales.

En las sesiones de las asambleas, que se deben realizar al menos tres veces al año, los ciudadanos hablan sobre las necesidades que tienen o las obras del barrio que requieren alguna mejora (por ejemplo parques, juegos infantiles o alumbrado público). Para aprobar una decisión en la asamblea se necesita la mitad de los votos de los asistentes más uno. Este pedido ya aprobado en la asamblea barrial después debe ser presentado a la Administración Zonal del Municipio que le corresponda al barrio. Y ahí la institución debe responder sobre esa solicitud que puede ser desde pedir el adoquinamiento de una calle hasta guarderías comunitarias.

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Ruth Hidalgo, Directora Ejecutiva de la Fundación Participacion Ciudadana y decana de Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de las Américas (Udla), dice que las asambleas son una de las mejores formas para de poder entender y atender las necesidades de los barrios que son diversos. “Si usted va a un barrio de bien al sur, sus necesidades son distintas de un barrio del norte o del centro norte”, explica Hidalgo. Por ejemplo, dice que aquellos barrios que están cerca de la quebrada tienen necesidades especiales como muros de contención, de seguridad y acceso, a diferencia de los barrios que están en la salida de la ciudad que requieren, por ejemplo, adoquinamiento o asfaltado en sus calles. 

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El presidente de la Ciudadela Quito Sur, Iván Méndez, cree que la poca participación en las asambleas barriales se debe a la falta de obras y atención del Municipio de Quito. “No se ven obras en el barrio y como que a la gente no le interesa y trata de vivir su vida a título personal, dentro de su casa”, dice con desánimo. Además, Méndez recalca que la falta de seguridad en el barrio y el descuido por parte de las autoridades frente a estos problemas hace que los vecinos digan: “para qué asistir, para qué pedir obras, si no tenemos atención”. 

Uno de los pedidos que han hecho al Municipio y que hasta ahora no tiene respuesta es el de uso de una cancha sintética para los vecinos del barrio. Según Méndez el pedido fue hecho en julio de 2019 y hasta ahora, dos años más tarde, el Municipio no ha hecho nada.

La Encuesta de Percepción Ciudadana de Quito Como Vamos —una iniciativa que mide la calidad de vida de la capital y los retos a los que se enfrenta— reveló que el 87% de los quiteños dijo que no participó en grupos, comités u organizaciones barriales. Apenas el 13% dijo que sí lo hizo. De ese porcentaje que dijo haber participado, el 41% dijo que lo hizo en comités barriales. Uno de los datos del Informe de Calidad de Vida de Quito Cómo Vamos podría confirmar la idea de Iván Méndez de que el Municipio no está muy interesado en esta forma de gobierno abierto: según el estudio, menos del 2% del presupuesto de la ciudad es asignado a la participación ciudadana. 

Ruth Hidalgo cree que en este momento las asambleas barriales en Quito no están activadas. Ese es un grave problema que acarrea una “brecha enorme de comunicación y gestión entre lo que puede hacer el alcalde y los concejales en favor de la ciudadanía porque deja de conocer, entender y sobre todo escuchar a sus ciudadanos”, explica Hidalgo. Y como consecuencia, dice la experta, el derecho de participación ciudadana queda prácticamente disuelto. 

Hace quince días, GK se comunicó con la Secretaría de Coordinación Territorial y Participación Ciudadana del Municipio de Quito para acceder a una entrevista con la titular de la Secretaría, Ximena Villafuerte, y conocer los niveles de participación de las asambleas barriales en la toma de decisiones, la capacitación y proyectos para el fortalecimiento de estos espacios. Pero hasta el cierre de este reportaje, no hubo ninguna respuesta. 

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Cuando se habla de participación ciudadana en Quito, coinciden expertos, que no se piensa en otros mecanismos de participación ciudadana alternativos a la silla vacía, que permite que cualquier interesado que sea parte de un colectivo y tenga conocimiento de un tema pueda tener voz y voto en el Concejo Metropolitano de la capital. En gran medida, los especialistas coinciden en que esto se debe a la falta de difusión de los demás mecanismos de participación ciudadana que tiene la ciudad. Gabriel Ocampo, abogado y subdirector de la fundación Tandem, dice que muchas veces las autoridades no siempre están abiertas a la participación y no ven como un aliado a las asambleas barriales. 

Esta idea de que las asambleas no son aliadas, se suma a la falta de conocimiento de la ciudadanía en temas sobre cómo priorizar una necesidad en el barrio o cómo organizar una reunión de asamblea barrial. Ocampo dice que “hay cierta improvisación en cómo se gestiona la participación es decir normalmente se convoca a reuniones donde no hay órdenes del día, entonces claro la ciudadanía no sabe a dónde va”. En teoría, las asambleas deberían funcionar primero con una convocatoria a los miembros del barrio; segundo, los vecinos deberían conocer de qué tema se va tratar en la reunión. Las reuniones deberían comenzar tomando la asistencia, leyendo el orden del día y estableciendo un tiempo determinado para las intervenciones de las personas. Pero esto no siempre se cumple.  

Ruth Hidalgo dice que es necesario fortalecer las asambleas barriales y verlas como  microespacios políticos que podrían ser aliados estratégicos en la administración municipal. “Si usted fortalece a una asamblea barrial y hace un cronograma puede levantar información mensual, bimensual de las necesidades por zonas de los barrios” y después puede tener ese insumo la alcaldía para proporcionar y priorizar obras en cada uno de los barrios de la ciudad. 

Para Ocampo, la participación ciudadana es un “derecho para ejercer otros derechos”. Por lo tanto, “si tú no participas no vas a tener buena salud, si tú no participas no vas a tener un buen ambiente porque las decisiones las están tomando otros, que no conocen tu realidad los problemas de tu barrio”. Algo que no hace más que ahondar los problemas en los que están sumidos varios barrios de la ciudad. 

En este momento, hablar de asambleas barriales como una herramienta para la participación ciudadana en la ciudad es casi inexistente. Prácticamente, estos lugares se han reducido a espacios creados solo para vivir en el papel y en los que los ciudadanos no tienen ni voz ni voto a la hora de tomar decisiones por parte de las autoridades municipales. Aunque Iván Méndez está prácticamente decepcionado de la poca atención por parte de las autoridades, espera que el municipio escuche, pero sobre todo se preocupe de los barrios más alejados del sur de la capital. Él dice que estos barrios también forman parte de la ciudad.