Jorge Yunda se contradice. Por un lado forma un gabinete heterogéneo que incluye académicos y emprendedores visiblemente involucrados con los problemas de la ciudad y, por otro, menos del 20 % de ese equipo de trabajo son mujeres. Por un lado adopta un eslogan sacado de la campaña de ultraderecha del presidente de los Estados Unidos, Quito, grande otra vez;  por otro, anuncia el fin del certamen de Reina de Quito, porque “la belleza no debe ser evaluada”. Cuando el alcalde invitó a Mathilde Barragán, ganadora del Reinado Trans de Quito 2019, a la ceremonia de posesión, pocas mujeres olvidaban cuando él mismo proponía exigir a las niñas y adolescentes una vacuna contra el virus del papiloma humano para poder entrar a la Universidad. 

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No se puede decir que el alcalde de Quito no ponga atención a las exigencias y expectativas del electorado. En menos de dos meses ha sorprendido con decisiones con las que parece extender sus abrazos a las fijaciones de la clase media que no votó por él.  Han sido gestos por sobre todo —no obras— que no deberían todavía marcar definitivamente el alcance de su gestión. 

Al mismo tiempo, los gestos hacen parte del quehacer político y aunque por sí solos no son suficientes, en el caso de Yunda pueden señalar su predisposición a escuchar y tratar temas que las anteriores administraciones han ignorado. Yunda, por el momento, se mantiene en la trinchera de las ideas, el símbolo y de la imagen. Y eso no es necesariamente malo. 

La eliminación del certamen Reina de Quito es un ejemplo decidor. No es una obra, pero tiene un potencial publicitario inmediato: es fácil entenderla como una movida puramente mediática. Al mismo tiempo, es un reconocimiento simbólico del anacronismo del concurso.  Y aunque era hora de que ocurra, no todos comen entero: en una entrevista para El Comercio, el excandidato a la alcaldía y catedrático César Montúfar describió algunas de las más recientes decisiones de Yunda como “golpes de efecto” —en otras palabras, temas con fuerte impacto mediático, pero sin mayor trascendencia. 

Montúfar utiliza el ejemplo del eslogan de Quito, grande otra vez como muestra de mensajes nefastos del alcalde, aunque genere mucha atención. Pero los mensajes se contradicen: con un eslogan vacío de contenido, Yunda ha tenido gestos de corte relativamente progresista. 

Así son las contradicciones: pueden sorprender como decepcionar. En el caso de Yunda están sorprendiendo a una capital que estaba acostumbrada a una administración decepcionante, que le dio prioridad a  la obra sin ideas. Mauricio Rodas parecía perdido, secuestrado por sus concejales y con poca presencia de tarima. No convencía a su audiencia. En cambio, Yunda, el doctor y el showman, hace un espectáculo de su aprendizaje. No tiene la familiaridad con las políticas de género que mostraron tanto Luisa Maldonado como Paco Moncayo y César Montúfar durante la campaña pero, aún así, ha convertido los pequeños pasos como los del certamen en momentos clave de sus dos meses. 

La eliminación del reinado no cambia la situación de inseguridad para las mujeres en la ciudad. Tampoco mejora las condiciones de accesibilidad en las calles para ellas. Sí cambia el lenguaje institucional hacia la mujer y su rol público. Eso pasa con los gestos. Así como los comentarios misóginos de Rafael Correa técnicamente no afectaban su política pública, sí moldeaban el lenguaje y las posibilidades de diálogo de su gestión. El insulto también es un gesto. 

En un comunicado compartido en un tuit el Municipio de Quito explicó su decisión.

Suena bien.  Pero, ¿significa esto que Yunda va a tomar en serio la política de género en su gestión? No. Y no sirve de nada especular al respecto. 

Lo que sí podemos hacer es responder la mano extendida, reaccionar al gesto. Porque los gestos importan. Pedir perdón es un gesto. Insultar también. Y así como los medios críticos reaccionan cuando un político hace comentarios racistas o misóginos, la reacción al gesto positivo también merece un “recibido”. El poder también puede marcar el tono de una conversación pública. El tono de Yunda está en estos días abierto al cambio. Pero esos mismos gestos perderán cualquier valor si el aún nuevo Alcalde de Quito no los traduce en políticas públicas concretas. El reloj, verdad de perogrullo, nunca para.