Habíamos estado acostumbrados a elecciones en las que al alcalde de Quito se lo elegía entre dos candidatos fuertes que terminaban polarizándola. En contraste, las elecciones del 2019 estuvieron marcadas por el desgano y la indiferencia: los candidatos no lograron despertar esperanzas de cambio a través de un proyecto y una visión que entusiasme al electorado. Consecuentemente, los sorpresivos resultados electorales reflejan una dispersión de votos que aún no logramos completamente entender.

¿Se da esta dispersión en parte por un descontento con la política? ¿Son los candidatos secundarios?

Trataremos de resolver estas interrogantes al analizar la votación del 2019 a través de los lentes de los resultados del 2014.

En esa elección, Rodas no ganó ni por su liderazgo político, ni su capacidad de arrastre, ni su discurso, ni su propuesta para la ciudad. Concretó alianzas importantes (con Antonio Ricaurte por ejemplo), sumó apoyos de políticos con experiencia (como el mismo Paco Moncayo), y logró evitar un posible fraccionamiento del electorado al negociar que Juan Carlos Solines no se lance.

Además, logró aprovechar la coyuntura de ese entonces: Barrera venía cosechando descontento por la percibida lentitud con la que se realizaban las obras, y porque cierto sector de la población lo veía como un ministro más del gobierno de Rafael Correa. Para muchos, era el presidente de la República quien en realidad mandaba en Quito hasta el 2014.

Cinco años más tarde, Rodas, el improvisado, termina su gestión con problemas de seguridad, manejo de la basura, movilidad, contaminación ambiental, estructura interna del municipio, deterioro de infraestructura urbana, escándalos de corrupción en su administración, y con un municipio altamente endeudado. A esto hay que sumarle su incapacidad de evitar la perversidad política de concejales que bloquearon sus iniciativas. En ese escenario, llegamos a las elecciones de 2019. Dieciocho candidatos para una población conflictuada porque las administraciones anteriores no lograron resolver sus problemas.

Para ganar, había que desmarcarse entonces de la sombra de Rodas, pero al mismo tiempo tratar de captar gran parte de ese casi 59% de votación que logró. A la luz de los resultados del 24 de marzo de 2019, ningún candidato logró repetir el milagro a partir de un discurso anti Alianza País (AP).

Por otro lado, recordemos que Barrera alcanzó 38% en el 2014, año en el que Alianza País era aún la primera fuerza política en el Ecuador. Con el cisma de Alianza País, la posibilidad de que algún candidato logre captar ese 38% de Barrera habría sido muy remota.

¿Cómo podemos saber a ciencia cierta a qué candidatos fueron a parar los votos de Rodas y Barrera?

El CNE mantiene un repositorio con bases de datos de resultados electorales a nivel de parroquias. Es posible estimar la transferencia de votos de los candidatos del 2014 a los del 2019 analizando la variación de votos entre parroquias de los diferentes candidatos.

La cantidad de votos que obtiene cierto candidato en cada parroquia constituye una especie de ‘huella digital’ del candidato. Entonces, ¿es posible reconstruir las huellas digitales de los candidatos de 2019 a partir de la de los candidatos de 2014?

La respuesta es que sí, aunque la calidad de la estimación depende de algunos factores que impiden un resultado exacto. El primero son los cambios en los niveles de abstención, voto nulo y voto en blanco en los procesos a compararse. El segundo, los cambios demográficos en el padrón electoral durante el tiempo transcurrido, y, finalmente, los patrones de votación en ciertas parroquias, que no se ajustarían a la tendencia promedio de transferencia de votos.

El padrón electoral aumentó de 1.857.781 a 2.019.205 entre 2014 y 2019. Sin embargo, el número de votos válidos disminuyó: de 1. 407.152 a 1.385.000 por el crecimiento del voto nulo y blanco. El nivel de participación se mantuvo en alrededor del 82%.

La disminución de votos válidos introduce un error de al menos 2% en el valor de las transferencias. El error introducido por cambios demográficos es más difícil de cuantificar con la información pública disponible. Quedaría por añadir el error proveniente de parroquias en donde ciertos candidatos reciben más o menos votos de lo que reciben en promedio en el resto de parroquias.

El siguiente gráfico muestra la reconstrucción de los patrones de votación en las 65 parroquias de Quito para los 4 candidatos más votados de 2019 con respecto a los resultados del 2014.

candidatos a la alcaldía Quito

(En las leyendas, los números por delante de los candidatos del 2014 muestran la fracción de sus votos que contribuyen al resultado.) Elaborado por Cálculo Electoral con datos del CNE.

En los casos de Maldonado y Moncayo, su estimado refleja bastante bien el patrón de sus votaciones a lo largo de las diferentes parroquias. Para Yunda y Montúfar, la tendencia promedio de transferencias no refleja todas las características de su votación, y en el gráfico constan las parroquias donde esto ocurre.

En consecuencia, el error en la estimación de las transferencias para Yunda y Montúfar será mayor. En general, y a partir de estas reconstrucciones del voto por parroquia del 2019 es posible estimar las siguientes transferencias de votos (los valores en paréntesis indican el margen de error):

votaciones candidatos Quito 2019

Analicemos los resultados en orden ascendente de margen de error relativo.

La reconstrucción más certera es la votación por parroquia de Moncayo. Tanto los votos de Rodas (13%) como los de Barrera (5%) son necesarios para reproducir su patrón de votación.

El voto de Maldonado provendría principalmente de votantes que eligieron a Barrera (15%) en el 2014, mientras que 12 de los 18 candidatos recibieron 9% del voto de Rodas y 5% del voto de Barrera.

Con esto, queda claro que Yunda, para ganar, necesitó tanto de los votos de quienes eligieron a Rodas (9%) en el 2014 como de los votos de Barrera (13%). Así mismo, Solines, Holguín y Montúfar habrían recibido los votos restantes que favorecieron a Rodas —4%, 7% y 17%, respectivamente.

A simple vista, parecería que el voto en Quito es volátil, y no responde a lealtades con figuras políticas, ni con ideologías. Al final de cuentas, el voto de Rodas se atomiza completamente, con Montufar alcanzando a penas un poco más de 1/4 de sus votos en 2014.

Sin embargo, las dos quintas partes del voto de Barrera contradicen esta percepción: el segmento Barrera-Maldonado es el más representativo de todas las transferencias.

¿Cuál es la lección política que nos deja este segmento? Hay que movernos hacia una política sincera en territorio, con propuestas ideológicas que asienten a la gente en sus necesidades de bienes y servicios pero también en aspiraciones. ¿Están pidiendo los votantes cambios ideológicos a más de obras? ¿Tienen ventajas electorales quienes construyen y administran una ideología?

Yunda no necesitó de una ideología bien definida para ganar, pero lo logró al presentarse como un representante de la realidad popular de la ciudad.

Aún está por verse si una vez en la alcaldía, en búsqueda de apoyos, terminará con la mamá, con el papá, con ambos o completamente huérfano. Este alcalde es único debido al bajo porcentaje de votación que alcanzó —17.9% de los votos totales, y solo el 14.7% del padrón electoral—, pero cualquiera de los 4 primeros candidatos, de ganar, hubiesen tenido problemas de representación.

El voto le favoreció esta vez a Yunda, y durante los próximos 5 años desempeñará un cargo que conlleva mucha responsabilidad y compromiso.