
Nayón, reino vegetal
Si el futuro es de las plantas, Nayón llegó ya al mañana.
En Nayón siempre parece que hay más plantas que personas. Entrar a la pequeña parroquia quiteña es descender por curvas pronunciadas flanqueadas por viveros que caen en la ladera de la montaña. Los viveros de Nayón son espejismo de estrechez.

Desde la carretera, parecen pequeñas parcelas donde entran unas pocas macetas de suculentas, veraneras, chifleras, lenguas de suegra, pinos. En realidad, caen extensos como piscinas vegetales sin fin, a veces en planicie, otras en degradé por la ladera. Se abren terreno, como siempre se abren terreno las raíces y las hojas —desbaratando las piedras y el concreto más rígido.

El reino vegetal de Nayón es milenario. Antes de la invasión inca, ya existía. El pueblo Zámbiza lo poblaba. Era entonces una ladera de la gran confederación Shyri Duchicela del Reino de Quito, antecesora de nuestra pequeña Gran Audiencia, antecesora del sueño tortuoso de la gran Colombia y de la atribulada realidad de la República del Ecuador.

En el pequeño poblado, que siempre tiene un ambiente festivo, como si las fiestas de Santa Ana, madre de la Virgen María y abuela de Jesús, se celebrasen todo el año y no solo en julio.

Cuando uno le dedica tiempo a recorrer Nayón, en medio de la brisa melancólica de una tarde invierno, entre los suspiros de oxígeno de las plantas y los de carbono quienes caminan por los estrechos pasillos de sus viveros, se vuelve solipsista: se convence de que no hay más humanos que los dos o tres que uno alcanza a ver, que en algún punto de la evolución fue el reino vegetal el que dominó el planeta.

Nayón no solo es un espejismo de estrechez, sino una suerte de máquina del tiempo. Parece viajar 130 millones de años al Cretáceo, que nos dio las flores que parieron la fruta. Poblaron la Tierra. “Abominable misterio”, llamó Charles Darwin. Fue el inicio de la vida, de nuestra vida.

Estamos aquí por la generosidad de una flor polinizada. “Las plantas son los verdaderos motores de la vida en la Tierra: sin plantas, la Tierra sería como Marte”, dijo el hombre que más conoce —y tal vez, que más ama— al reino vegetal, el botanista italiano Stefano Mancuso.

¿Qué diría si fuese a los viveros de Nayón Mancuso, el hombre que escribió que “no hay nada mejor en toda la Tierra para inspirarse” que las plantas, y que nos anticipó que el futuro es vegetal. Si es así, la máquina del tiempo que es Nayón también vuela al futuro que estemos dispuestos a imaginar.