Desde que Jan Topic fue impedido de participar en la carrera por la presidencia, el consenso sobre las elecciones de 2025 es que la intención del voto está concentrada en dos candidatos delanteros: Daniel Noboa y Luisa González. Que no hay espacio para un tercero porque la ventaja sobre los restantes catorce es abrumadora. Que el país está polarizado entre dos opciones a las puertas de esta nueva elección.
La encuesta más reciente de Comunicaliza corrobora esta narrativa entre Noboa y González. Recogida entre el 11 y el 15 de diciembre, muestra a Noboa y González con 33% y 30% de intención de voto, respectivamente, y a los demás candidatos muy por debajo, uniformemente con menos del 2%.
Dicho así, la imagen de polarización lleva a suponer que el país está dividido en tres segmentos: alrededor de un tercio de votantes que apoya a Noboa, otro tercio que apoya a González, y otro que está todavía en disputa.
Esta imagen, avalada en apariencia por las cifras y alimentada por buena parte de los comentaristas políticos, es incorrecta. La mejor forma de poner esta imagen en cuestión no es usando las encuestas que buscan estimar cómo van a votar los individuos, sino analizando el comportamiento del electorado en su conjunto.
Para explicarlo, considere las dos ciudades más grandes del país, Quito y Guayaquil, que juntas representan más del 30% de los votos del Ecuador. El electorado en Guayaquil votó, en la primera vuelta de 2023, 34% por Luisa González y el 25% por Daniel Noboa. Esta no es evidencia suficiente de polarización.
Quito en la primera vuelta de 2023 votó 26% por Luisa González y 24% por Noboa. Eso tampoco es evidencia de polarización en el electorado. La presencia o ausencia de polarización se observa, indirectamente, en la forma como se comporta el electorado en su conjunto. Que un electorado vote por dos opciones diferentes no implica polarización. Polarización significa que los electores tienen preferencias contrapuestas.
Veamos el caso de las dos ciudades.
En Guayaquil, más allá del resultado final para ambos candidatos, la distribución de la votación por recintos electorales muestra un patrón bastante evidente: en recintos donde Daniel Noboa recibe una fuerte votación, Luisa González recibe una votación débil, y viceversa. Donde le va bien a uno, le va mal a otro. Esto sugiere que las preferencias de los electores están efectivamente contrapuestas. El patrón se observa al nivel de juntas, recintos o parroquias.
En el caso de Quito, en cambio, la distribución de la votación por recintos electorales es bastante diferente a la de Guayaquil porque no hay el mismo patrón de oposición. Al contrario, la correlación entre ambas votaciones es débil pero positiva. Es decir, donde le va bien a uno, también le va bien a otro. El contraste entre estas distribuciones sugiere que los votantes de Quito y Guayaquil son diferentes.
Mientras Noboa y González parecen ser percibidos como opciones contrapuestas para el electorado de Guayaquil, el de Quito no percibe la misma oposición. Decir que donde le va bien a uno también le va bien a otro, como en Quito, equivale a decir que hay algo en los candidatos que hace que sean opciones similares —o incluso intercambiables— en el caso del electorado quiteño.
Lo que la imagen del “país polarizado entre Noboa y González” pierde de vista es que una cosa es cómo los comentaristas políticos definen a los candidatos, y otra diferente es cómo el electorado los percibe. Al ver la distribución de Guayaquil estoy más o menos inclinado a aceptar que hay votantes de Noboa, votantes de González, y un segmento intermedio.
Pero al ver el caso de Quito, estoy inclinado a pensar que no hay un segmento de Noboa y un segmento de González claramente definidos ni separados. Quedarse con la imagen de los dos tercios divididos, como sugieren las encuestas, es perder de vista la realidad del comportamiento electoral.
Los datos permiten especular que, para los votantes en Quito, la frontera entre los dos candidatos es bastante porosa. Noboa no parece tener una votación tan dura como sugieren las encuestas si se toman sin contexto, y más bien existe una zona de intersección donde quienes votan por Noboa tienen preferencias que podrían también permitirles votar por González. Y al revés. Una parte de los votantes de González parecen tener preferencias que les permitirían tranquilamente votar por Noboa.
Ecuador es un país polarizado, pero la línea de división no es tan obvia como sugieren las encuestas o los comentaristas políticos que se han apresurado a interpretarlas.
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