Cuando se apaga la luz, la mente se enciende. No es algo necesariamente bueno. Hay mil cosas en las que pensar: la maqueta pendiente para la tesis de arquitectura, la pila de ropa que no se puede lavar, ese trabajo con la misma fecha de entrega, las clases aún sin planificar para los estudiantes, la comida imposible de preparar en una cocina de inducción. Cuando la luz se va, llega el estrés, la ansiedad y la incertidumbre. Así es como los apagones afectan a la salud mental.

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Daniel, un periodista que prefiere mantener su anonimato porque es una persona pública y le cuesta hablar de salud mental abiertamente, cuenta que, por la naturaleza de su trabajo, necesita estar al tanto de lo que pasa en el país. Sin embargo, los apagones le están impidiendo hacerlo, y eso “puede llegar a ser muy frustrante”.

Daniel tiene epilepsia y dice que, cuando atraviesa períodos prolongados de estrés y falta de descanso, corre el riesgo de sufrir una crisis en los días o semanas siguientes. Esta ha sido su mayor preocupación, especialmente después de haber experimentado, hace poco, un ataque de pánico.

Recuerda ese día en que debía conectarse a un congreso en línea, pero tuvo muchos problemas de conexión por las fallas en el internet de su casa. También perdió una oportunidad de trabajo de medio tiempo por los cortes de luz. A pesar de ir de su oficina a su departamento y luego a la casa de sus padres en busca de electricidad, no logró conectarse al congreso porque los horarios de los cortes de energía no coincidieron con la programación semanal de cortes que publica el gobierno.

Entonces le pasó lo que más temía. “Me faltaba la respiración, me sentía mareado, me dio migraña y comencé a hiperventilar. Realmente, sentía que me iba a morir”. A esto se sumaron pensamientos de culpa y preguntas como “¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué estoy viviendo esto?”.

Lo que más le preocupa, insiste Daniel, es que esta situación no solo tenga consecuencias a nivel psicológico, sino también orgánicas, ya que el estrés acumulado podría desencadenar un ataque de epilepsia.

Lorena Piedra es docente universitaria y compara la situación actual con la vivida durante la pandemia. Dice que para ella ha sido necesario aceptar que ciertas actividades ya no se pueden hacer, como preparar las clases.  

Para ella, los apagones representan un desafío para su productividad. Muchas de sus tareas como profesora —como corregir trabajos, investigar y preparar las clases del día siguiente— solía hacerlas durante la noche. Pero en esta época, por lo general, no hay luz. 

“Esto implica ser menos eficiente en el trabajo”, dice, lo que le desencadena mucho estrés.

Otro problema para Lorena Piedra es que no todo el sistema laboral ha adaptado sus expectativas a la realidad de los cortes de luz. “Los plazos siguen siendo los mismos, y se espera que el trabajo salga igual”. 

apagones afectan a la salud mental

Las mujeres podrían enfrentar mayores niveles de estrés debido a las responsabilidades de cuidado y tareas del hogar que se les atribuyen socialmente. Ilustración generada con inteligencia artificial e intervenida por Diana Salazar.

Quizás la solución sea despertarse en la madrugada, cuando hay electricidad, para trabajar, pero con hijos pequeños, esta situación se vuelve aún más complicada para ella. 

Melanie García, comunicadora y estudiante de posgrado, siente que en medio de los apagones es muy fácil deprimirse. Melanie dice que muchas veces se duerme sin luz y se despierta sin luz. 

Llega a casa después de trabajar y estudiar, alrededor de las siete de la noche, y siente mucho miedo por la oscuridad. También, dice, se siente ansiosa por la inseguridad y las tareas acumuladas, como lavar la ropa que se acumula cuando no hay luz.

En su caso ha tenido que esperar hasta la medianoche, cuando llega la luz, para hacer tareas, lavar la ropa o cocinar, pero mientras tanto la cabeza no para. “Sobrepienso un montón, y he llorado en la oscuridad”.  

Sobrepensar en las cosas que hay que hacer, y el tiempo que no hay para completarlas fue es el inicio de las crisis de ansiedad para Rafael Paz y Miño en medio de esta crisis energética. Luego, dice, empieza a hiperventilar, y siente mucha presión sobre sí mismo. 

Rafael está en el último semestre de su carrera de arquitectura. Desde agosto de 2024, empezó a hacer su proyecto de tesis y justo un mes después, la crisis energética se agravó. 

apagones afectan a la salud mental

Estudiantes y personas que teletrabajan recurren a coworkings, universidades e incluso a centros comerciales para realizar sus actividades. Ilustración generada con inteligencia artificial e intervenida por Diana Salazar.

Rafael ha tenido que amanecer en la universidad desde hace casi un mes. “Es estresante y, sobre todo, frustrante”, dice. 

En su caso, al igual que Lorena Piedra, es mucho más productivo en las noches. Así que un día en el que debía entregar trabajos, y el tiempo no daba, sufrió un ataque de ansiedad. 

Cuenta que es difícil organizarse cuando no se sabe con certeza si los horarios de los cortes se pueden cumplir. Por eso varias veces ha tenido que quedarse en la universidad hasta la madrugada para completar las tareas y avanzar con su tesis. 

Si en la madrugada vuelve la luz en la casa de algún compañero, juntos van hasta allá para seguir completando sus deberes y tratar de descansar un poco. 

¿Por qué los apagones afectan nuestra salud mental?

Para la psicóloga y docente universitaria, Francisca Barros, mucho de lo que está pasando es que mientras hay luz estamos distraídos haciendo muchas actividades, pero cuando se va la luz, “estamos forzados a estar con nuestra propia cabeza”.  

Entonces puede llegar la ansiedad. Pero la ansiedad, en sí misma, no es un problema. 

apagones afectan a la salud mental

Igual que en la pandemia, expertos dicen que es necesario reforzar las redes de apoyo. Ilustración generada con inteligencia artificial e intervenida por Diana Salazar.

La ansiedad es una emoción más. Es una reacción a algún evento que pasa en nuestro entorno. Hay de dos tipos: la primera se produce por algo real o tangible, es decir por alguna amenaza que está ocurriendo en nuestro entorno, como sufrir un robo. La segunda es por cosas que no son reales y que imaginamos, por ejemplo, pensar que si llego tarde al trabajo, me van a despedir. 

Entonces, el problema no es tener ansiedad, explica Barros, el problema es que empezamos a percibir ansiedad a un nivel muy alto por cosas poco tangibles como los cortes de luz. 

La ansiedad se convierte en un problema cuando nos impide llevar una vida normal y empieza a afectar nuestras funciones cotidianas. Por ejemplo, podría sentirme tan ansiosa que dejo de comer o que no puedo salir de casa por miedo a la inseguridad. 

La ansiedad es un problema cuando se exacerba. 

La crisis energética que estamos viviendo incrementa los casos de estrés, ansiedad y depresión, lo que deteriora la salud mental. De hecho,  dice Barros, podríamos experimentar un retroceso en la salud mental a nivel nacional

Pablo Analuisa, jefe de la Unidad de Prevención Integral de Adicciones y Salud Mental del Municipio de Quito, dice que tras la experiencia de la pandemia del covid-19, el municipio implementó un servicio de consultas telemáticas en salud mental

Con estas atenciones se da cuenta cómo la crisis energética está afectando a la salud mental, y eso se evidencia en los motivos de consulta. 

La teleconsulta en salud mental se implementó en el Municipio en septiembre de 2023 a través de la línea telefónica 101, opción 9. Y, hasta mediados de noviembre de 2024 han atendido a más de 16 mil personas. 

Los problemas prevalentes en general, dice Analuisa, son la ansiedad, depresión, estrés, o mixtos —estrés y depresión. 

En este servicio gratuito, dice el psicológico, se establece un plan terapéutico y se informa a la persona que han identificado signos de alarma. Se le propone un tratamiento que incluye entre seis y diez sesiones. Si la persona acepta, se agenda una cita, y se le envía un enlace de conexión por WhatsApp para realizar las terapias por videollamada. 

En este primer año de atención hubo diez psicólogos clínicos, pero por la reciente crisis energética, desde el lunes 18 de noviembre de 2024, aumentaron el equipo: hoy son 17 psicólogos clínicos ofreciendo teleasistencia en salud mental.

Por la emergencia, también ampliaron los horarios, pues la demanda aumentó. De septiembre a octubre de 2024 incrementó en 10% las teleconsultas por llamada telefónica. 

Ahora el servicio está disponible de 8 de la mañana a 8 de la noche, de lunes a sábados. Antes era de lunes a viernes de 8  de la mañana a cuatro y media de la tarde.  

En Quito, en tres de los centros municipales que ofrecen atención en salud mental de forma presencial, la demanda ha aumentado en un 50%. Esto, según Analuisa, se relaciona con los apagones pues al no poder hacer una atención telemática, las personas optan por ir de forma presencial. 

El rasgo principal que identifica Analuisa durante la crisis energética es que, al igual que en la pandemia, las mujeres son las más afectadas.

Analuisa dice que muchas de ellas, especialmente quienes son madres y también se dedican a cuidar a sus hijos o padres, deben despertar a horas inusuales para avanzar con las tareas del hogar pendientes, lo que les genera un mayor estrés. 

Otro tema que surgió por la crisis energética en las consultas es la percepción de inseguridad pues la gente está sintiéndose más vulnerable, dice Analuisa. Eso tiene consecuencias en la salud mental porque algunas personas no salen, se encierran o limitan la socialización. 

¿Qué podemos hacer?

Cuando sentimos ansiedad, se activa el sistema simpático, que es el de alerta del cuerpo, cuando tenemos que reaccionar ante una amenaza. 

Por eso, aunque suene a una idea trillada, respirar profundamente ayuda a reducir la ansiedad porque activa el sistema nervioso parasimpático, que es el responsable de las funciones de relajación en el cuerpo.

Al hacer respiraciones profundas se envía una señal al cerebro de que el cuerpo está en calma, lo que reduce la producción de hormonas del estrés, como el cortisol, favorece la relajación, y la calma, explica la especialista Francisca Barros.

El siguiente paso es tomar agua y comer algo ácido como un caramelo, piña, maracuyá o cítricos como el limón

Barros explica que hay estudios que indican que al saborear algo ácido también se activa el sistema nervioso parasimpático. Esto ayuda a contrarrestar esa respuesta de alarma provocada por el estrés y la ansiedad.

Luego, puedes aplicar una técnica de grounding, que es una forma de ayudar a la persona a conectarse con el momento presente.

La técnica 5-4-3-2-1 consiste en describir cinco cosas que puedo ver, cuatro cosas que puedo tocar, tres cosas que puedo escuchar, dos cosas que puedo oler y una cosa que puedo saborear.

Esto ayuda a detener los pensamientos que abomban la cabeza. 

Lo siguiente es preguntarse ¿qué evidencias tengo de que lo que estoy pensando va a pasar? Así volvemos aún más a la realidad tangible y dejamos de lado la subjetividad de nuestro pensamiento. 

Otra opción es escribir una lista con todo lo que causa preocupación: problemas, miedos, y todo lo que te afecta. 

Después, hay que dividir esa lista en tres categorías. Primero las emociones, esas reacciones psicofisiológicas como la rabia, la tristeza o el miedo. Luego los sucesos que no se pueden controlar como la pandemia, los apagones, o una ruptura. Es decir, cosas que ya ocurrieron y que no dependen de mí. Finalmente, hay que separar los problemas, es decir aquello que tiene solución. 

Al desglosarlo de esta manera, se logra ser más objetivo y enfocar la energía en lo que sí se puede resolver, porque lo que no depende de uno es lo que genera frustración.

La clave, explica Barros, es llevar tu atención a otras cosas. Por eso, nuevamente aunque suene a idea trillada, hacer actividades como pintar, bailar, hacer deporte, cantar o lo que le guste a la persona, ayuda a reducir los niveles de estrés y ansiedad. “Hay que buscar lo que se adapta mejor con uno mismo”, recomienda Barros. 

Además, al igual que en la pandemia, es importante reforzar las redes de apoyo. “Por último para quejarnos de entre nosotros”, dice Barros y además crear espacios en los que se pueda hablar de otras cosas. 

¿Cuándo buscar ayuda?

Cualquier cambio significativo en la rutina, en el comportamiento o estado emocional de una persona es relevante para saber cuándo buscar ayuda. 

Por ejemplo, si normalmente soy una persona sociable, relajada y divertida, pero de repente me vuelvo muy irritable, estoy de mal humor, discuto con todos y lloro constantemente durante al menos dos semanas, es un indicador para buscar ayuda profesional.

Si antes dormía bien y ahora tengo insomnio grave, o al contrario, dormía normalmente y ahora paso durmiendo todo el día, esta podría ser una señal para buscar ayuda. 

Si dejo de comer o, por el contrario, como en exceso también es una señal de alerta. 

Si la angustia o la tristeza me impiden trabajar, relacionarme o incluso hacer actividades cotidianas como bañarme o comer, es una advertencia de que algo está pasando. 

Barros recomienda a quienes son madres, al igual que ella, que es muy importante elegir las batallas que se va a enfrentar. “Creo que es clave decidir hasta dónde queremos hacerlo todo perfecto, cumplir con todo y asegurarnos de que todo salga bien, y hasta dónde aceptar que no podemos abarcar todo”. 

Explica que estas situaciones invitan a replantear el orden de cómo funciona el hogar, y delegar funciones en la medida de lo posible. Para que cada miembro de la familia esté aportando al bienestar, en medio de la crisis que atravesamos todos. 

Hay que ser mucho más empáticos socialmente, estamos en el mismo océano, pero no en el mismo barco”, concluye la especialista.

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Gabriela Ochoa
Periodista de GK. Graduada en la PUCE. Máster en Mediación y Resolución de Conflictos, y en Dirección Estratégica.
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