Uno de los privilegios más grandes en la vida es tener tiempo para leer. En mi caso, va de la mano con mi oficio de profesor universitario. El tiempo de un docente se divide en tres: leer, enseñar y escribir. Para dar clases y escribir hay que leer. Y mucho. Leo libros de derecho para estar actualizado, de ciencia para no ser un abogado cuadrado, y literatura para aprender a escribir.
Estoy consciente de que en Ecuador no se lee mucho. En parte porque no nos motivan lo suficiente en la escuela. En parte porque los libros exigen tiempo y paciencia.
Para motivar este ejercicio, aquí comparto mis 10 lecturas favoritas sobre divulgación científica que más me impactaron el año que acaba de terminar.
¿Pero por qué sólo de divulgación científica?
Porque la naturaleza en Ecuador es sujeto de derechos y este reconocimiento exige conocer a la naturaleza. Mientras más la conocemos, mejor la protegeremos. Para hacerlo hay varias fuentes, una de ellas son los textos de divulgación científica.
La naturaleza sigue patrones que podrían denominarse leyes, como las leyes de la gravedad, del movimiento, de la termodinámica. Esas leyes de la naturaleza interactúan con todas las actividades de los seres humanos. Nosotros nos comportamos de acuerdo con sistemas normativos que regulan lo que podemos hacer o lo que está prohibido.
Parte del problema que tenemos ahora en la Tierra, que se refleja en el cambio climático y en extinciones masivas de especies, es que los humanos hemos aprendido las leyes de la naturaleza para explotarla y depredarla.
Debemos cambiar de actitud si queremos sobrevivir en este planeta: aprender de las leyes de la naturaleza para respetarla y cuidarla.
Este tipo de libros, más allá de permitirme conocer y comprender las leyes de la naturaleza, han ampliado mi capacidad para admirarla.
Su belleza y complejidad me parecen sorprendentes. Desde el funcionamiento de una bacteria, pasando por el proceso de fotosíntesis de las plantas que me rodean hasta la relación profunda entre las montañas de Quito con las placas tectónicas del planeta.
Adentrarse en el conocimiento profundo de la naturaleza me ha hecho sentir agradecido por mi existencia, por el aire, el agua y los alimentos que vienen de ella. También me ha producido humildad ante su grandeza, como cuando estoy en una cumbre de montaña, en medio de un banco de peces o dentro de un bosque.
Estos son 10 libros para conocer la naturaleza, y respetarla.
1. La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander Von Humboldt, de Andrea Wulf. (Taurus, 2022).
El libro es una biografía del explorador Alexander Von Humboldt, cuya vida cambió cuando visitó lo que ahora es Venezuela, Colombia y Ecuador. Literalmente caminó los tres países. Fascinado con nuestra geografía y vegetación, se dio cuenta que la metáfora dominante en la ciencia de aquella época era completamente inadecuada y no reflejaba la realidad. Descubrió que la naturaleza es un gran organismo vivo, complejo e interrelacionado. Como una máquina o un reloj, como lo planteó René Descartes.
Hay que leer la hazaña de Humboldt, escrita por la historiadora Andrea Wulf, al subir a nuestro Chimborazo, que se creía la montaña más alta de la Tierra.
Con el libro entenderán porqué su nombre aparece en calles, corrientes de agua, senderos —hay uno que lleva a las Antenas desde el barrio Toctiuco, que él mismo lo recorrió varias veces—, montañas, pueblos, escuelas, animales, ríos.
Después del libro, provoca seguir algunos de sus pasos y mirar con otros ojos esta naturaleza maravillosa que nos rodea.
2. Yo contengo multitudes. Los microbios que nos habitan y una visión más amplia de la vida, de Ed Yong. (Debate, 2018)
Yong es uno de los divulgadores de biología más fascinantes que he leído en mi vida. Este libro me rompió el paradigma de que las bacterias, virus y en general los microorganismos son esencialmente peligrosos y amenazantes.
Como todo en la naturaleza, no son buenos ni malos. Simplemente existen y como todo ser vivo hacen lo necesario para sobrevivir. Pero quizá la visión más loca que me dejó es que son nuestros compañeros: viven con nosotros, de nosotros, nos ayudan y también, cuando tenemos desequilibrios profundos, nos pueden matar.
Nuestros cuerpos son como unos planetas habitados. Gracias a las bacterias digerimos, procesamos comida. Nos defienden de otras bacterias extrañas. Y que hay que cuidarlas. Si la tierra pertenece a quien la habitó primero, nosotros los humanos somos apenas sus huéspedes. Ellas están acá desde hace unos 3 mil millones de años. El homo sapiens apenas desde hace unos 300 mil años.
Más humildad para con otros seres vivos que son, al fin de cuentas, nuestros ancestros. Después de leer este libro no vamos a ser indiferentes a qué comemos, cómo nos curamos, cuántos antibióticos tomamos, con qué nos limpiamos, qué tomamos.
3. Bajo un cielo blanco. Cómo los humanos estamos creando naturaleza, de Elizabeth Kolbert. (Crítica, 2021).
Kolbert es una periodista que ya me impresionó hace algunos años con su libro La sexta extinción. Me hizo comprender sobre la destrucción que está haciendo la especie humana al planeta, con su forma de consumir energía fósil y alimentos industrializados.
En este libro nos cuenta sus viajes por ecosistemas de agua, tierra y aire, alrededor del mundo, en los que los humanos estamos afrontando los problemas generados por nosotros. El libro se mueve entre la confianza en la ciencia para regenerar la Tierra, congelar los glaciares, limpiar el aire y la necesidad de cambiar de hábitos de consumo. O sea, solucionamos los problemas o dejamos de crear la causa de los problemas.
Kolbert apuesta a cambiar nuestra actitud frente al supuesto “desarrollo y progreso”. Podemos usar nuestra inteligencia, imaginación, creatividad y tecnología para seguir siendo soberbios como especie o para existir en armonía con la naturaleza. Jugar a ser dioses parece que no es la receta para sobrevivir.
4. El tejido del cosmos. Espacio, tiempo y la textura del tiempo, de Brian Greene. (Crítica, 2021).
Greene es físico. Este libro saca muelas; hay que leerlo despacito. Nos lleva a los contrastes entre la física clásica, que apostaba a la certeza, a las leyes que explican lo que nuestros limitados sentidos perciben de la realidad, y la física contemporánea que es profunda y jodidamente contra intuitiva.
Nos lleva de la mano, sin ecuaciones complicadas ni demostraciones incomprensibles para no iniciados, y nos explica la física cuántica, la teoría de la relatividad y la teoría de cuerdas. Mi cerebro explota con libros como este. Seguro que mi comprensión no entrenada para la física entenderá todo de forma diferente a lo que seguramente una persona científica podrá entender.
No dejo de fascinarme con el tiempo-espacio curvo, la irracionalidad aparente de las partículas elementales que rompen todas las leyes de la física clásica. Los agujeros negros y la energía oscura, la impresionante realidad de que nuestros átomos son los mismos que los que hay en una estrella, montaña, planta, dinosaurio. ¡Uf! ¿Por qué no me enseñaron física en el colegio o en la universidad?
Otra fuente de humildad frente a un universo que supera nuestra limitada comprensión. Al final somos vidas frágiles que dependemos de leyes que nunca podremos controlar.
5. El sol. Conviviendo con una estrella, de María Teresa Ruiz. (Debate, 2021).
Ruiz es astrofísica. Cuando decidí leer sobre el espacio, nada mejor que empezar con nuestra principal fuente de energía: el sol. Tengo que confesar que antes de leer este libro, el sol no era más que un lindo atardecer o una amenaza a la piel o a los ojos, que nos obliga a usar bloqueador y gafas.
Nadie me contó sobre su biografía. Si algo me hace amar el derecho otra vez y la idea de que los ecosistemas y sus elementos son sujetos de derechos, como dice nuestra Constitución y la jurisprudencia de la Corte Constitucional, es que la naturaleza tiene historia.
Ruiz nos cuenta la biografía de este ser impresionante, al que le debemos la vida y también le deberemos nuestra extinción total. Nació hace 4.500 años; al igual que la Tierra es un sobreviviente. Ahora es un adolescente. Tiene sus caprichos, como vientos, ráfagas, eyecciones. Lo conocemos poco a pesar de que dependemos de él. Me alucina pensar que si orbitáramos algunos kilómetros más cerca estaríamos calcinados y un poquito más lejos, congelados. En punto de equilibrio nos encontramos frente al sol.
Ruiz cuenta, además, sobre la última tecnología para conocerlo, monitorearlo y también para seguir admirándolo de forma agradecida.
6. Neoliberalizando la naturaleza. Capitalismo y crisis ecológica, de Arturo Villavicencio. (Siglo XXI, 2020).
Villavicencio es un economista de la energía y un matemático, docente de la Universidad Andina. El libro analiza el centro del problema que tiene el planeta: la mercantilización de la naturaleza.
Lo peor del contexto actual, en el que predomina el neoliberalismo económico es que aún, de buena fe, se cree que se pueden utilizar estrategias de mercado para proteger la naturaleza. Se peca de ingenuidad. Temas como los servicios ambientales, los mercados de carbono, los proyectos como Socio Bosque, la comercialización de los procesos ecológicos y bienes naturales, amplían los espacios de despojo, privan a los pueblos indígenas de su derecho a la autodeterminación en sus territorios.
Otros temas como el ecoturismo a gran escala, la bioprospección (cacería de genes), la asistencia técnica ambiental, los servicios de conservación, la banca de especies, los créditos de humedales, los mercados de futuro de CO2, los canjes de deuda, el comercio climático, los etiquetados verdes, incluso la Iniciativa Yasuní ITT, se apropian de bienes comunes.
Lo que hacen es privatizar, corporatizar, invertir, comerciar, especular y acumular más que proteger efectivamente a la naturaleza.
Después de leer el libro de Villavicencio, se puede concluir que quienes promueven el ambientalismo y la concepción de la naturaleza como sujeto de derechos, si se quiere ir más allá de políticas cosméticas, “necesariamente deben ser anticapitalistas”.
Villavicencio reconoce que la única justificación para conservar la naturaleza es su valor intrínseco. Esta mirada, en esta época de crisis climática y ambiental, es necesaria y urgente.
7. El mundo como obra de arte. En busca del diseño profundo de la naturaleza, de Frank Wilczek. (Crítica, 2016).
Wilczek es físico. La originalidad de este libro está en asociar la belleza de la naturaleza al arte y a la matemática.
El texto recorre las ideas de varios pensadores y físicos en la historia. Entre otros, Pitágoras, Platón, Galileo, Newton, Maxwell, Noether, Einstein, Dirac. La idea del libro no es hacer un recorrido histórico de la ciencia sino demostrar algunos fenómenos de la naturaleza —como el sonido, las formas, el color, el tiempo, la energía, los saltos cuánticos— para demostrar que existe simetría aún en el aparente caos de lo más pequeño y lo más grande en las galaxias.
En cada página está la física en el espejo del arte. Me fasciné tanto de cada pintura, escultura, composición sinfónica como de la forma de un virus visto desde un microscopio. Hace que podamos imaginar la necesaria sinfonía estelar.
Después del libro uno tiene la certeza de que el mundo físico encarna belleza y que, a pesar de esta constatación, este mismo mundo por la obra humana es el hogar de la miseria, el sufrimiento y el conflicto.
8. El hombre prehistórico es también una mujer, de Maryléne Patou-Mathis. (Lumen, 2021).
Patou-Mathis es prehistoriadora. Este libro me hizo recordar el Segundo Sexo de Simone de Bouveaoir. Lo que de Bouveaoir hizo con la filosofía, Patou-Mathis lo logró con la ciencia. En los cuatro capítulos del libro desentraña la mirada patriarcal de todos los científicos tradicionales que no pudieron desprenderse de su cultura para construir la prehistoria.
El sexismo estuvo en cada una de las observaciones e interpretaciones de la prehistoria. La visión de un hombre activo, heroico, protector, abastecedor, social, fuerte, superior, y de una mujer pasiva, familiar, protegida, cuidadora, débil, inferior, está en los textos de grandes científicos, paleontólogos, zoólogos, biólogos, arqueólogos, historiadores.
Estas interpretaciones han fortalecido un prejuicio cultural que no tiene eco en la naturaleza humana. Al contrario, Patou-Mathis, mirando las mismas muestras, vestigios arqueológicos y hechos, puede hacer otra interpretación válida y crítica.
El libro es una magistral pieza de deconstrucción de mitos y prejuicios que permiten mirar nuestra realidad y el presente de forma diferente. Si la prehistoria puede reconstruirse, el presente caracterizado por la violencia, la subordinación, la exclusión, los femicidios y el sufrimiento cotidiano de millones de mujeres también puede alterarse.
9. Horizontes. Una historia global de la ciencia, de James Poskett. (Crítica, 2022).
Poskett es un historiador de la ciencia. Reconstruye la historia de la ciencia desde los aportes invisibilizados de las científicas del sur global. Cuando uno piensa en ciencia, enseguida vienen nombres como Newton, Einstein, Humboldt, Darwin, y nos da una idea errada de que los grandes pensadores pertenecen exclusivamente al norte global.
Poskett demuestra que a lo largo de todas las historias de las ideas, los seres en diferentes puntos del globo terráqueo ya lo estaban pensando. El saber es colectivo y acumulativo. Lo que hacen estos grandes autores de la ciencia es ser sistematizadores, no necesariamente creadores originales de sus tesis y postulados.
Newton, por ejemplo, era un pensador ávido de las historias y textos antiguos que venían de las Américas, de África y de Asia. Igualmente Humboldt y Darwin se nutrieron de las ideas y de los saberes de centenas de personas indígenas que conocieron y que les transmitieron sus saberes ancestrales de plantas, suelos y animales.
Este libro destaca esos aportes que explican las fuentes originales de obras como Principios matemáticos de la filosofía natural o El origen de las especies. Estos grandes autores, a la luz de las normas éticas de escritura actuales, posiblemente habrían cometido plagio al apropiarse, sin citar las fuentes, de ideas ajenas.
10. El relojero ciego. Por qué la evolución de la vida no necesita de ningún creador, de Richad Dawkins. (Booket ciencia, 2023)
Dawkins es biólogo. Este libro lo compré después de haber leído uno anterior de este mismo autor: The God Delusion. Me llamó la atención porque quería tener argumentos para contradecir posibles objeciones a la eutanasia. Me sacó de la confortable posición del agnosticismo para ponerme en el plano del ateísmo. Después de este, comencé el libro que recomiendo hoy.
Es fascinante. Si alguien leyó El origen de las especies de Charles Darwin y quisiera saber qué hubiera escrito si viviese en el siglo XXI, pues seguro sería algo parecido al libro de Dawkins. Es sabido que Darwin sospechaba que había algún mecanismo para heredar características de los progenitores, que ahora sabemos que es el ADN y el ARN, gracias a los espectaculares avances de la genética.
Dawkins no desaprovecha la oportunidad para ridiculizar cualquier noción de diseño divino de la naturaleza y también se va en contra de las nociones relacionadas con el azar. El centro de la discusión es ese maravilloso mecanismo denominado selección natural. Desde el funcionamiento de una célula hasta un organismo y un ecosistema, Dawkins explica, con miles de ejemplos, cómo opera la selección natural.
Otra vez, un simple abogado como yo, se queda sin palabras ante cada manifestación de la naturaleza. Los seres más evolucionados no somos los humanos. Somos todos los seres vivos que habitamos en este planeta y que nos hemos adaptado en millones de años a nuestro ambiente natural interno y externo.
Con todos estos libros he encontrado más razones para ser gratos con la vida, humildes, maravillados y al mismo tiempo para oponerme con más fuerza a todas esas ambiciones humanas de explotar la naturaleza para enriquecerse y acumular bienes materiales.
Acercarse a la ciencia, es acercarse de otra manera a la naturaleza. Desde el derecho, desde que se reconoció a la naturaleza como sujeto de derechos, todos los autores recomendados nos ayudan a entender el artículo de la Constitución que reconoce que la naturaleza tiene derecho a que se respeten los ciclos naturales, la estructura, el funcionamiento y los procesos evolutivos de la naturaleza.
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