Desde que fue declarado como una pandemia, hace más de tres años y medio, el covid-19 ha sorprendido a expertos de todo el mundo. El asombro nace de su capacidad de mutar y cambiar sus características genéticas. Las nuevas variantes de covid-19 mejoran sus habilidades de contagio, logran esquivar la protección de las vacunas, y pueden inflamar los tejidos humanos al punto de lograr dañar nuestros órganos, y provocar enfermedades crónicas. 

El virus ha puesto en evidencia la incapacidad de los sistemas de salud para anticipar la magnitud de nuevos brotes a nivel mundial y tratar de predecir el comportamiento del virus. Esto ha condicionado tomar decisiones eficientes basadas en datos y en evidencia científica. 

Al ser un virus impredecible y sorprendente genéticamente, no es posible declarar el fin de la pandemia desencadenada por el SarsCov2, el virus que causa la enfermedad covid-19. Esta pandemia, hasta ahora, ha provocado aproximadamente 7 millones de muertes. Esta cifra podría elevarse a más de 20 millones si se considera el exceso de muertes por encima del promedio habitual. 

Las nuevas variantes B.A.2.68 y la EG.5, esta última con tres casos documentados en el Ecuador (que no quiere decir que sólo existan tres), han despertado nuevamente la preocupación. ¿Por qué? Por un posible incremento de casos y hospitalizaciones que pudiesen ocurrir en el Ecuador, tal y como está sucediendo en Europa y Estados Unidos. 

Hasta el momento estas variantes no son más agresivas que sus predecesoras. Sin embargo, sí pueden contagiar con mayor facilidad. Cuanto más tiempo se investigue sobre los cambios en este virus, más rápido llegaremos a conocer detalles sobre las características de estos nuevos linajes.

A pesar de la información que circula en medios nacionales e internacionales, la población ha entrado en una relajación total. La mayoría nos hemos despojado completamente de las medidas de bioseguridad. 

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Es muy raro encontrar a una persona con mascarilla en el transporte público. Incluso, en hospitales y farmacias ya no se usa. También es bastante difícil encontrar ciudadanos que sigan utilizando alcohol o alcohol gel en los centros de educación, que antes era obligatorio. Y qué decir del lavado de manos, tan necesario para evitar contagios de varias enfermedades que afectan a nuestra población. No olvidemos que bacterias, parásitos y virus se transmiten por la falta de higiene en nuestras manos. 

Es improbable encontrar una persona que se quede en casa al presentar síntomas respiratorios. El aislamiento preventivo ya no sucede: nos vamos de fiesta, asistimos a reuniones sociales, o sin ningún reparo vamos a la casa de nuestros padres automedicándonos y pensando que nuestra “gripecita” no es covid-19, y que posiblemente es “alergia al frío”, al perro o que nos mojamos en la lluvia y nos dio un “poco de fiebre”. “El covid ya no existe mencionan los más audaces”

Lamentablemente lo anterior es el augurio de un contagio masivo en las empresas, hogares y centros educativos. Hemos perdido la percepción del riesgo de infectarnos y eso nos puede costar muy caro a corto y mediano plazo. La culpa es de todos. Autoridades y líderes han enviando mensajes de que nos relajemos en esta pandemia y el mal manejo comunicacional en salud es una deuda a la salud pública.

No es buen negocio contagiarnos repetidamente, así nos parezca una “gripecita más”, pues estamos dejando que el virus y sus variantes entren a nuestro cuerpo, dañen los tejidos, provoquen inflamación y desencadenen enfermedades crónicas. A este fenómeno se lo denomina covid prolongado. 

Por tanto, debemos ser responsables en el autocuidado y distancia social, lavarnos las manos de manera frecuente, quedarnos en casa si estamos enfermos, usar de manera obligatoria mascarilla en hospitales, clínicas, lugares cerrados. Especialmente aquellos con aglomeraciones y sin ventilación.

Estos mensajes no son para generar pánico. Existe una inmunidad natural y con las vacunas resultaría  improbable que regrese un nuevo confinamiento o las escenas apocalípticas como en el inicio de la pandemia, con muertos por las calles o enfermos graves sin asistencia sanitaria. 

Sin embargo, es fundamental no bajar la guardia. Estar alertas con el invierno que llega, y cuidar a nuestra población vulnerable, a la que debemos cuidar más.

El virus causante de la covid-19 llegó para quedarse. La pandemia no termina y la pesadilla de un virus que muta frecuentemente poniendo en jaque a todos, persiste.

Daniel Simancas Doctor 150x150
Daniel Simancas
Médico epidemiólogo, experto en Salud Pública. Profesor universitario por más de 15 años y director del Centro de Investigación en Salud Pública y Epidemiología CISPEC. Exdecano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad UTE y miembro de la Red Cochrane Iberoamericana.
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