Tierra Ferrand no recuerda cuándo los funcionarios municipales de San Francisco abrieron una cuenta bancaria a su nombre e ingresaron 50 dólares. Tenía sólo 5 años.

No era mucho dinero, ni siquiera en 2010, pero representaba algo que los estudiantes con ingresos bajos, con demasiada frecuencia, no tienen: la convicción de que algún día irán a la universidad y de que habrá una cuenta de ahorros universitarios esperándolos cuando sea el momento.

En ese momento, San Francisco fue la primera ciudad en crear un fondo universitario para sus alumnos de escuelas públicas, que comenzó como un programa piloto con 600 alumnos de preescolar con bajos ingresos. Luego se extendió a todos los niños matriculados en el distrito, sean de 5 años o de cursos posteriores.

En la actualidad, hay 52 mil cuentas a nombre de alumnos, en las que la ciudad actúa como custodia de los 15 millones de dólares depositados. Por término medio, los miembros de la promoción de bachillerato de 2023 tienen un saldo de 1.422 dólares en sus cuentas, según las autoridades municipales. Es decir, 28 veces la cantidad original.

La ciudad ha creado incentivos a lo largo de los años para garantizar que las familias conozcan las cuentas y fomenten la participación, incluidos concursos de arte y video, en los que los ganadores obtienen más dinero. Además, depósitos tan pequeños como de 5 dólares de familias con bajos ingresos se convierten en  aportaciones municipales de otros 150.

La ciudad supervisa las cuentas para asegurarse de que se utilizan para gastos educativos después de que se gradúan del colegio. El dinero de los contribuyentes no puede retirarse de otra forma.

Tierra no fue consciente de la cuenta bancaria a su nombre hasta tercero o cuarto de primaria y luego empezó a prestarle atención de verdad en su primer año de instituto, cuando empezó a participar en concursos y otros incentivos para hacer crecer poco a poco su saldo.

“Fue genial enterarme de que alguien hacía esto por todos los alumnos de mi curso”, dijo. “Quieren que todos los chicos vayan a la universidad”.

El dinero, dijo, podría pagar un pequeño gasto escolar o tal vez una tasa oculta. Pero más que eso, era “revolucionario” y “emocionante”.

El tesorero municipal José Cisneros piensa lo mismo.

Los 15 millones de dólares de esas cuentas representan muchas conversaciones sobre el futuro, sobre lo que es posible en familias que quizá nunca antes habían visto esa posibilidad, dijo.

“Es decir, ¿50 dólares? Es poco dinero”, afirma. “Pero si puede hacer que estos niños piensen en su futuro, es inmenso”.

Cuando la ciudad, bajo el entonces alcalde Gavin Newsom, comenzó el programa, llamado K2C o Kindergarten to College, estaba respaldado por investigaciones que decían que los niños con un fondo para la universidad son más propensos a seguir una educación superior, tienen más probabilidades de obtener mejores calificaciones en la escuela secundaria y un mejor rendimiento general a lo largo de su educación.

Pero también existía la creencia de que los 50 dólares compraban algo más: esperanza.

“Va a cambiar la trayectoria de la vida de ese estudiante y su capacidad de verse a sí mismo como alguien que puede ir a la universidad”, dijo Amanda Kahn Fried, jefa de Política y Comunicaciones en la oficina del tesorero.

Fried hizo hincapié en que el dinero municipal de las cuentas no suele cubrir los costes universitarios y no está abordando la crisis de la accesibilidad a la universidad. Pero sí ayuda a las familias a prepararse mejor para todo ello.

El programa K2C cubre las excursiones de los alumnos a un Citibank local, donde se guardan los fondos. Allí, los funcionarios municipales se aseguran de que cada niño tenga algo que ingresar en su cuenta, y muchos tienen que subirse a un banquito para llegar al mostrador.

También se organizan excursiones para los padres, en las que se les enseña a ingresar dinero en efectivo en las cuentas, una forma habitual de que muchas familias inmigrantes o con bajos ingresos participen en actividades bancarias y ahorren dinero para el futuro.

Las autoridades municipales temían que la pandemia afectara gravemente al programa, ya que las familias pueden retirar dinero de emergencia de los fondos que han aportado. El dinero de la ciudad está bloqueado. Pero aunque algunas retiraron dinero, casi todas empezaron a devolverlo a los pocos meses, dijo Fried.

Desde el primer año del programa, Cisneros ha asistido a las graduaciones de guardería, en parte para asegurarse de que las familias son conscientes de las cuentas universitarias que ahora tienen sus hijos.

También estará en todas las graduaciones de la próxima semana, “recorriendo la ciudad como un loco” para decirles a los niños: “Tienes dinero ahorrado para la universidad. Tómalo. Utilízalo”.

Cisneros reconoció que habrá quien argumente que no es un buen uso de los fondos de los contribuyentes.

“Yo acepto la discusión cualquier día”, dijo. ”Creo absolutamente que hemos encontrado la manera de marcar la diferencia”.

Docenas de ciudades y estados le creen. Han abierto programas similares de capital inicial para cuentas universitarias financiado por los contribuyentes.

En 2022, Newsom lanzó CalKIDS, un programa de 1.900 millones de dólares con fondos de recuperación de la pandemia que crea cuentas universitarias con 500 a 1.500 dólares para estudiantes de bajos ingresos y hasta 100 dólares para todos los bebés nacidos después del 1 de julio de 2022.

“California está diciendo a nuestros estudiantes que creemos que son material universitario. No sólo lo creemos, sino que invertiremos en ellos directamente”, dijo Newsom en un comunicado en el lanzamiento. “Con hasta 1.500 dólares, estamos transformando vidas, generando mentalidad universitaria y creando riqueza generacional para millones de californianos”.

Alabama utilizó sus fondos para la pandemia para construir una prisión, dijeron las autoridades estatales, una visión muy diferente de su futuro.

En San Francisco, para demostrar que el programa está impulsando las tasas de asistencia a la universidad, así como otros resultados positivos, la ciudad contrató a un investigador de la Universidad de Michigan para estudiar los resultados, y el primer informe sobre los graduados de este año se espera para el próximo año, dijeron funcionarios de la ciudad.

Para entonces, Tierra estará ya bien entrada en sus estudios universitarios en la Grambling State University de Luisiana, y será la primera de su familia en ir a la universidad. Tiene 1.400 dólares en su cuenta municipal para combinarlos con ayudas económicas y otros fondos mientras estudia para convertirse en enfermera de cuidados intensivos neonatales.

Para su madre, la cuenta municipal es el punto de partida de muchas familias.

“Para mí, personalmente, es una gran ayuda”, dice, y añade que la motivó a ingresar dinero con la mayor regularidad posible a medida que Tierra crecía. Pero más que eso, significó que ella y otros padres no estaban solos.

Le demostró que “hay formas de averiguar cómo animar a tu hijo para que incluso quiera ir a la universidad”.

En primer lugar, Tierra se graduará el jueves en la Ruth Asawa School of the Arts, donde estudió danzas universales. Hizo una pausa durante las celebraciones del último curso de esta semana para reflexionar sobre la cuenta de la universidad de la ciudad que ha tenido desde la guardería.

“Parecía que querían que todos los niños supieran que tenían a alguien que los apoyaba”, dice. “Querían que yo fuera a la universidad”.

Esta historia fue publicada originalmente en San Francisco Chronicle (EE.UU.) y es republicada dentro del Programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.

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Jill Tucker
Periodista de The San Francisco Chronicle. Ha cubierto temas de educación los últimos 22 años, en California. Escribe historias que van desde los problemas que enfrentan las escuelas del distrito Bay Area, hasta debates de política pública en torno a la educación.
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