La semana pasada en una entrevista con Primicias, el Ministro de Energía, Fernando Santos Alvite, advirtió que sería “un suicido colectivo” abandonar el bloque petrolero ITT, como pretende la consulta popular de los Yasunidos, ya que el país dejaría de percibir más de mil millones de dólares al año. Es cierto que, como dijo el Ministro, son ingresos importantes para financiar el presupuesto nacional y representan exportaciones necesarias para mantener la dolarización. Sin embargo, su siguiente frase “no se puede vivir del aire, de los pajaritos, y los reptiles” nace de una profunda ignorancia. 

Es un desconocimiento de hacia dónde va el mercado global y el papel del carbono y la biodiversidad en la economía futura. Dos áreas en las que el Ecuador tiene ventajas naturales que nos podrían generar prosperidad sin tener que acabar con nuestro patrimonio natural. 

Primero, deberíamos reconocer que la consulta popular sobre la continuidad de operaciones petroleras en el parque nacional Yasuní-ITT es un mecanismo imperfecto para debatir la dirección económica del país. 

Por un lado, la consulta trata del pasado y de la violación de procesos y vulneración de derechos que sucedieron para permitir la explotación petrolera en una zona sensible. 

Los derechos constitucionales de la naturaleza, de los pueblos no contactados, y de todos los ciudadanos que firmaron la petición original de consulta popular del colectivo Yasunidos fueron descartados. Se debería debatir si vale la pena rectificar aquellas vulneraciones para permitir que el pueblo se pronuncie.

Segundo, la pregunta de la consulta popular destapa el deseo colectivo de cuestionar la lógica de un modelo económico basado en la explotación de minerales. 

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Es incuestionable que los recursos de la explotación petrolera han ayudado a financiar servicios de primera necesidad como hospitales y escuelas. Sin embargo, también es innegable que nuestra sobredependencia del petroleo ha retrasado el desarrollo de una economía sostenible basada en la creación de valor agregado. 

Los altibajos económicos producto de atar nuestras finanzas a los precios fluctuantes del petróleo han creado inestabilidad política y social, con épocas de crecimiento impulsado por el gasto estatal seguido por épocas de austeridad que nos lleva a la puerta del Fondo Monetario Internacional, China, y otros, buscando limosna y vendiendo nuestra soberanía para resolver problemas del corto plazo. 

Parque Nacional Yasuní

Loros en el Parque Nacional Yasuní. Fotografía tomada de Flickr bajo licencia CC BY-NC 2.0.

Además, la maldición de los recursos, el fenómeno del subdesarrollo de los países ricos en recursos naturales, es real. Demuestra que hay grandes desventajas estructurales para las economías basadas en petróleo. La fuga de recursos gracias a la corrupción tampoco es un costo incluído en la ecuación. 

Finalmente, mientras muchos economistas argumentan que la explotación petrolera del bloque ITT es rentable, ninguno cuantifica las externalidades negativas representado por costos ambientales y de la salud que pagan los ecuatorianos y la naturaleza. 

Cuando pensamos en la explotación petrolera en general en Ecuador, sólo el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP) ha derramado miles de barriles de petróleo en las cuencas acuáticas de la Amazonía, un costo asumido por las poblaciones río abajo que dependen de esa agua para vivir, sin mencionar el costo para la biodiversidad. 

Sabemos que las poblaciones cercanas a las mechas sufren de tasas de cáncer más altas que la población en general. Están pagando, literalmente, con sus vidas el costo de la explotación petrolera. Algo que no sería aceptado si las mechas estuvieran en los afluentes suburbios de Cumbayá o Samborondón. Para el Estado, las vidas de los habitantes de la Amazonía valen menos porque sus votos valen menos. 

§

Habiendo yo criticado el modelo económico extractivista, el señor Ministro me podría proponer la pregunta, ok ¿qué alternativa hay? 

Por un lado la pregunta luce por su falta de creatividad: pues no todos los países tienen petróleo ni minerales y aún así logran niveles de desarrollo más altos que el nuestro. Por otro lado, se nos abre una oportunidad para hablar del futuro de la economía global. 

Recientemente, hemos  sufrido los días más calientes en la historia del planeta. Sabemos que el cambio climático es cada vez más agresivo. Los costos asociados con las inundaciones últimas en Esmeraldas.  Los que vendrán con la destrucción causada por el fenómeno climático El Niño son apenas muestras de cómo el cambio climático nos va a complicar la vida en Ecuador. 

Para poder combatir el cambio climático, muchas de las empresas más grandes del mundo han hecho compromisos voluntarios para generar cero emisiones netas para el año 2050. 

Para lograr esa meta, las empresas tienen que descarbonizar su operación, es decir dejar de consumir combustibles fósiles en sus operaciones y como fuente de energía. 

Yasuní

El Parque Nacional Yasuní en 2014. Fotografía tomada del Ministerio del Ambiente.

Como parte de sus planes para llegar a cero emisiones, las empresas pueden comprar créditos de carbono. 

A diferencia de lo que dicen sus detractores, los créditos de carbono no son una “licencia para contaminar”. Sólo pueden ser utilizados para compensar emisiones difíciles de eliminar (aún no hay un combustible orgánico comercialmente viable para los aviones, por ejemplo) y emisiones fuera del control de la empresa (si alguien viaja a mi negocio para comprar mi servicio o producto, me responsabilizo por esas emisiones también). 

Un crédito de carbono representa una tonelada de dióxidodióxido de carbono equivalente no emitido o extraido de la atmósfera. Su compra y venta representan un mercado emergente: hoy el mercado voluntario de carbono vale 2 mil millones de dólares. Se estima que crecerá a 100 mil millones para 2030 y a 250 mil millones para 2050. 

Los créditos de carbono son conformados por tecnologías nuevas y experimentales, que extraen dióxido de carbono de la atmósfera y también los sistemas naturales que hacen lo mismo. Durante milenios, por ejemplo, la Amazonía ha extraído trillones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera y las recicla y las almacena en sus tierras, plantas, y animales. 

La conservación y reforestación de nuestros bosques representan la opción más escalable y económica para extraer dióxidodióxido de carbonocarbono de la atmósfera. Es algo que debemos hacer en conjunto con la descarbonización de la economía para evitar las peores consecuencias del calentamiento global. 

En ese sentido, Ecuador está bien posicionado para aprovechar de éstas nuevas tendencias económicas mundiales: los bosques tropicales extraen más gases de efecto invernadero que otros tipos de bosques y el 48% de nuestra superficie es amazónica. En los últimos 25 años, el Ecuador perdió 2 millones de hectáreas de bosque por deforestación. Si lograramos reforestar la mitad, podríamos generar entre 20 y 32 mil millones, durante 30 años. 

Los mercados de carbono no son la única alternativa. Un estudio reciente de Brasil demuestra que se podría generar una economía de $8 mil millones al año a través de la bioeconomía en la amazonía. Brasil obviamente es un mercado más grande, pero los principios de agricultura sostenible y la preservación de los bosques pueden representar una alternativa viable al modelo económico destructivo. 

Por supuesto, nadie regala modelos de negocio: hay que invertir en infraestructura, mejorar las condiciones de competitividad de la economía y desarrollar capacidades, y todo aquello es más difícil que extraer petróleo. No hay soluciones milagrosas, pero hay alternativas. 

Y al cuestionar si deberíamos de cerrar la operación petrolera en el bloque ITT, surgen otras preguntas. ¿Cuál es la visión económica del señor Ministro? Vivir del petróleo es el equivalente a vivir de una herencia, gastando no sólo los intereses sino también el capital. 

Y cuando se acabe, ¿luego qué? También debemos hacernos la pregunta ética sobre qué país y qué economía estamos dejando para nuestros hijos. ¿Las futuras generaciones van a estar contentos de que acabemos con el patrimonio natural único, sostenible y renovable, a cambio de una actividad económica destructiva con resultados mixtos? ¿Cuál es nuestra responsabilidad como buenos ancestros? Finalmente, ¿el señor Ministro contempla el costo de oportunidad de posponer nuestra transición a la economía pospetrolera? 

Reconozco aquí que he sido un poco injusto con el ministro Santos. Le he hecho responsable por el modelo económico extractivista sin dejarle la oportunidad de responder: aclaro que sus preocupaciones son válidas. 

En adición, como dije al inicio, la pregunta de la consulta popular es imperfecta e incluso peligrosa por las consecuencias no contempladas. Si el cierre del bloque ITT genera mayor exploración y explotación petrolera en la Amazonía, no necesariamente hemos ganado nada. La pregunta tampoco contempla si haya otros pozos petroleros menos rentables y más contaminantes que deberíamos considerar cerrar antes de cesar operaciones en el bloque ITT. 

Tampoco está claro que un shock económico que termine desfinanciando al Estado es la mejor manera de reconfigurar la economía. 

Hay quienes, como los Yasunidos, que dicen que se puede compensar los ingresos petroleros por aumentar impuestos, pero es cómo quitarle plata de mamá y darle a papá para mejorar la economía familiar. 

Aumentar impuestos simplemente quita dinero que se utiliza para consumo y crear empleo, y dárselo al Estado, dejando un hueco en su lugar: no representa el reemplazo de ingresos perdidos con nuevos ingresos. 

Tal vez una mejor pregunta para una consulta popular sería si el Ecuador debería iniciar su transición hacia una economía pospetróleo. Comenzando por cerrar los pozos petroleros dañinos y costosos, y creando una moratorio sobre nueva exploración y explotación petrolera. 

Lo único seguro es que el debate sobre la explotación petrolera en el bloque ITT no cumplirá con su propósito. ¿Por qué? Porque ni los defensores ni los detractores de la consulta han hecho una contabilidad real de los costos y los beneficios, y no está garantizado que un voto positivo o negativo producirá más prosperidad para todos. 

La gran ventaja del debate es empezar a contemplar un futuro distinto en que, señor Ministro, sí  se puede vivir de los pajaritos. 

Matthew Carpenter 100x100
Matthew Carpenter-Arévalo
(Canadá, 1981) Ecuatoriano-canadiense. Escribe sobre tecnología, política, cultura y urbanismo.
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