La violencia en contra de las mujeres en la política es una de las tantas formas de agresión que sufren. Este tipo de violencia se da, más específicamente, contra las mujeres que están en la vida pública. Es decir, quienes suelen ser blanco de este tipo de violencia ocupan cargos como presidentas, asambleístas, concejalas, alcaldesas, perfectas, primeras ministras, entre otras. También incluye a lideresas comunitarias, diplomáticas, quienes están en la sociedad civil, periodistas y otras mujeres. Para identificar violencia política es necesario contextualizar los epítetos y agresiones que sufren las mujeres en cargos de decisión y entender por qué se dan.

La violencia de género en la política se puede manifestar de manera física, verbal, psicológica, sexual y económica. Su objetivo principal es desincentivar a que las mujeres participen en la política.

Estas son cuatro maneras para identificarla.

Cuando la mujer recibe críticas por cómo se ve o se viste

Se da cuando se mencionan las cualidades estéticas de las mujeres en la política, reforzando así la sexualización, o que es vista como un objeto. Concretamente se manifiesta cuando la conversación gira en torno a la ropa de la mujer, sus zapatos, su peinado, su maquillaje. Por ejemplo, si tiene o no escote, si se viste “muy masculina”, o muestra mucho las piernas. 

Una manera de identificar cuando hay violencia contra las mujeres en la política, es fijarse que todas las características físicas que le señalan no se relacionan con la gestión o desempeño de la mujer en la vida pública.

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Un ejemplo son los señalamientos que recibía Hillary Clinton cuando era candidata a la presidencia: la tachaban de “machona” o muy varonil por los trajes sastre que usaba. Otro es Dilma Roussef, ex presidenta de Brasil, quien recibió epítetos parecidos por sus atuendos y corte de pelo. Y en los últimos años, la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, ha sido víctima de insultos y críticas por cómo se viste, cuántos tatuajes tiene, cómo lleva el pelo, entre otras. 

Cuando le hacen críticas por comportamientos en su vida privada

Se da cuando la mujer —política, candidata, lideresa, etc.— es señalada por momentos de su vida privada, con el objetivo de humillarla. 

Estos comportamientos que se señalan suelen ir en contra de los estereotipos de género que se le asignan a la mujer: que debe estar en casa, ser madre, ser esposa, ser correcta, educada, dócil.

Por ejemplo, la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, fue criticada por un video que se hizo viral en el que está bailando con amigas. Es violencia contra ella, como mujer política, porque se está resaltando un aspecto que nada tiene que ver con la gestión de Marin y, más bien, se busca desviar la atención y desestimar su capacidad por aspectos de su vida privada. 

El cuestionar su fiesta y que posiblemente haya consumido alcohol revela también un sesgo sexista que encasilla a las mujeres como “personas de bien” quienes no deberían emborracharse o salir porque su lugar es la vida privada (el hogar), no la pública. 

Cuando se nombran rasgos estereotipados “femeninos”

Es común escuchar a hombres referirse a mujeres en cargos de decisión como histéricas, temperamentales, o incluso hacer referencia a sus periodos menstruales como causas de su mal humor. Esto es, también, violencia política. 

Estos comentarios llenos de estereotipos tienen, en el subtexto, lo que las mujeres no son (y los hombres sí): racionales, cautos, que saben debatir, que ganan

Los epítetos son un tipo de violencia porque sugieren que como las mujeres toman decisiones desde su hígado o su corazón —y no su cerebro— tienden a equivocarse y, por ende, no están preparadas para dirigir una institución, un municipio, o un país. 

Estas características a veces también abarcan expresiones como que la mujer es sensible, dócil o suave, y se usan para justificar la incapacidad de las mujeres de dirigir porque carecen de carácter.  

Cuando se menciona la vida sexual de la mujer

Se da cuando se filtran fotografías, videos, conversaciones u otro tipo de material privado de la vida sexual de la mujer, que ocupa un cargo público. El objetivo, como en los demás, es humillarla. 

Al “sexualizarla” se busca asociar a la mujer con algo indecente que, por ende, no tiene lugar en la vida pública que debe ser impoluta. 

En 2021, en redes sociales circularon imágenes íntimas de una mujer recostada en una cama, atribuidas a la asambleísta ecuatoriana Mónica Palacios. Su colega Diego Ordóñez, tuiteó, refiriéndose a ella: “Pasar del tubo a la curul”. Palacios presentó una denuncia contra Ordóñez por violencia política de género, contemplada en el Código de la Democracia. A fines de noviembre de 2022, el Tribunal Contencioso Electoral sancionó a Ordóñez a pagar 8.400 dólares por el tuit.

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