¿Por qué y cuándo usamos la expresión “el huevo”?

El huevo. Sí, el huevo.

En ese gran momento de melodía y letra que se apaga en la canción Callaíta, de Bad Bunny, hay un espacio vacío que permite una solución obvia para los guayaquileños. En el concierto del 16 de noviembre de 2022 en Quito, Benito Antonio Martínez Ocasio cantó “ella no era así, ella no era así, no sé quien la dañó”. Y el estadio entero gritó: ¡el huevo! 

¿Por qué? 

Porque esa expresión procaz contiene todo un universo de posibilidades, encapsulado en un término con claras connotaciones sexuales, fálicas, vulgares y —hay que decirlo— hasta machistas. Pero todo eso puede quedar de lado y va a quedar de lado, cuando se entiende lo que quiere decir usar “el huevo” para todo. Hay una especie de liberación y tensión que se esfuma cuando se lo utiliza.

Está también la duda de cuándo y en qué circunstancias usarlo. Y, sobre todo, reconocer cuando alguien deja una pregunta suelta en la que un qué o un quién tiene que ser nombrado. 

Hay que ser un Messi de las relaciones sociales para encontrar los momentos precisos para responder “el huevo” porque utilizarlo bien es meter un gol. Y vaya gol que se metió en el Estadio Olímpico Atahualpa la noche del miércoles 16 de noviembre.

Porque así como en Callaíta su uso es perfecto —porque ante la duda sobre qué pasó o quién fue artífice que cambió la actitud de la mujer como objeto de deseo o de cariño, la única respuesta posible es “el huevo”. 

La expresión tiene que ser utilizada en ciertos instantes, con la rapidez de un rayo, o corre el riesgo de perder efecto.

“El huevo” es ese ser que lo hace todo, que lo puede y resuelve todo. Sí, es una referencia directa al genital masculino y la gracia y la vulgaridad está ahí. ¿Quién sabe dónde se originó esto? Es la parte menos importante de la ecuación. Lo que llama la atención es su uso generalizado en el país —más en la Costa— y cómo un grupo de compatriotas coreó en un show internacional una expresión que hay que saber cuándo usarla.

Especialmente en dos situaciones muy puntuales. Estas son.

Como respuesta ante una necesidad urgente

Haber estudiado en un colegio solo de hombres te prepara para saber cómo replantear preguntas cuando hay algo que necesitas. Preguntar “¿alguien me presta el deber de matemáticas?”, era una sentencia clara. Porque un compañero iba a gritar “el huevo”. 

Por eso se encontraban mecanismos para hacer las consultas: ¿Aparte del huevo, alguien me presta el deber de matemáticas?

Al menos era una salida honesta.

Porque no interesa si la pregunta y el pedido de ayuda son genuinos. Lo que importa es encontrar el espacio para que “el huevo” entre como respuesta. El juego es no caer con tanta facilidad.

Como solución a una duda que existe y que requiere de una respuesta

Este es el caso de Callaíta. Donde no existe una pregunta ante una necesidad, pero sí un cuestionamiento simple y sencillo. Allí también el éxito depende de la respuesta rápida. Ese tipo de respuesta que no se espera, tal cual como pasa en Callaíta.

Digamos que alguien en una conservación dice algo como: “Es impresionante lo que hicieron los egipcios con las pirámides, cómo las habrán hecho”. Sí, ahí se puede decir “el huevo”. No es lo que la persona buscaba como respuesta, pero es lo que la situación requería.

En síntesis, usar “el huevo” es un ejercicio de rapidez mental, de cómo en un par de palabras se condensa todo lo que significa ser guayaco: estar ahí para sorprender a las personas, dejarlas sin respuesta con algo vulgar y, al mismo tiempo, generar las carcajadas que se vuelven inevitables. Porque cuando el humor soez aparece es cuando somos más nosotros mismos. Las palabras adquieren otro sentido y la vulgaridad nos pone a un mismo nivel. Todos en igualdad gracias al huevo.