Las crisis económicas, políticas y ambientales han obligado a millones de personas a dejar sus países y buscar nuevas zonas donde rehacer sus vidas. Muchos de ellos, son refugiados —tantos, que según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en el mundo hay 100 millones de refugiados. Una cifra que se ha doblado en la última década. El número de refugiados en Ecuador, que es una ruta de tránsito y un país de destino para muchas personas, también ha crecido. La llegada de los refugiados tiene muchos beneficios económicos y sociales para las comunidades de acogida —entre ellos, los aportes culturales que enriquecen a los sitios a los que arriban. 

En esta entrevista, Giovanni Bassu, representante de Acnur en Ecuador, habla sobre la importancia del intercambio cultural de las personas refugiadas y las comunidades de acogida para crear una cultura viva y enriquecida.

Mucho se ha hablado sobre el aporte económico de los refugiados para la comunidad de acogida. Incluso en una entrevista anterior con GK, usted menciona que si se integran económicamente, el PIB crecería en un 2%. Esa cifra me parece importante, pero ¿qué otros aportes hay de tener refugiados en las comunidades de acogida?

Un país de acogida como ha sido Ecuador históricamente, necesita integrar a las personas refugiadas y migrantes dentro del país y dentro de las comunidades. 

Eso tiene un eje económico donde pueden aportar creando emprendimientos que pueden emplear a personas, comprando productos y creando un mercado. Así que es muy claro que pueden aportar económicamente y como Acnur intentamos a lanzar iniciativas que faciliten estos procesos de la parte de la comunidad y de la parte de las personas en movilidad humana. 

Después, hay la parte social que tiene un aspecto de acceso a derechos sociales como: educación y salud. 

En Ecuador eso es un derecho de toda persona, es lo bueno de la Constitución del país. Así que trabajar en eso es bastante fácil en el país. Aunque hay barreras prácticas, se puede trabajar porque hay una base constitucional legal muy fuerte. 

Después hay lo que sería la integración social, que es más a nivel comunitario. Es cuando las comunidades de acogida crean los enlaces con comunidades de personas en movilidad humana, creando algo que es más grande de la suma de sus partes: una comunidad que tiene más riqueza, más variedad, mestizaje cultural, que se puede ver en la gastronomía o en los productos que vende el barrio. Así que es un proceso de enriquecimiento mutuo. 

Esta parte de la integración ayuda un montón a las personas en movilidad humana. 

La verdad es que sana muchas heridas de lo que es una huida, muchas veces brutal, del país de origen, con viajes peligrosos. Sentirse acogido en una comunidad ayuda a sanar y al sentido de poder contribuir al entorno con estos aspectos económicos y sociales. 

La cultura es un modo de integrar. También —más filosóficamente, tal vez— pienso que la cultura de todos los países a lo largo de la historia se ha creado absorbiendo elementos de otras culturas.

Con la inmigración e emigración, la gente regresa con nuevos elementos. Pienso que todo eso enriquece una cultura tremendamente, en todos los aspectos. 

Giovanni Bassu

Giovanni Bassu dice que hay una integración económica, social y cultural entre los refugiados y las comunidades de acogida. Fotografía cortesía de Acnur.

Por ejemplo, lo gastronómico. Es algo que todos nosotros experimentamos a diario yéndonos a un restaurante. Tenemos esa oferta de varios países que ofrecen todo, generalmente con personal dentro de estos restaurantes que son extranjeros de estos países, o por lo menos que conocen la cultura del otro país. 

También enriquece la música, el arte plástico, el baile. Pienso que en todas esas expresiones culturales hay mestizaje. 

Al incluir a personas recién llegadas en la movilidad humana en la creación de estas formas culturales les ayuda a contar su historia y a sanarlas. Pero también a crear algo de nuevo con componentes y elementos nuevos, creando una obra de arte en un sentido más rico, más amplio y más completo. 

¿Qué se podría hacer para fortalecer y potenciar ese intercambio cultural?

Evidenciarlo. 

Evidenciar que la cultura tiene este aspecto de mestizaje multicultural. Es muy importante porque a veces la cultura se usa casi al revés de esta dirección, como parte de un discurso del nacionalismo. 

Es importante mostrar lo opuesto: que una cultura se enriquece absorbiendo otros componentes y mostrando esos componentes. 

Nosotros como Acnur estamos armando varios programas relacionados con la música, con la danza, con el baile contemporáneo, con las artes plásticas, con la fotografía, con el cine. 

Yo tengo interés en la cultura desde hace varios años. En Panamá trabajé con un grupo de baile contemporáneo y les planteé que incluyamos a refugiados centroamericanos para hacer un show en el festival de baile contemporáneo. Salió súper bien. Crearon una pieza fuerte. 

El baile es tan abstracto en un sentido —es un lenguaje muy codificado. A mí me encantó porque era como una sanación física para las personas. Es tan físico y ellos manifestaron mucho de su dolor, físicamente se podía ver. 

Mi punto aquí es la importancia del lenguaje no verbal que te da el arte en muchas formas de cultura. 

Te hace aprender una experiencia o algo en otro modo que es mucho, pues no mucho más rico de lo verbal, pero es alternativo y complementario de lo verbal. Te da más profundidad a lo que ya sabes racionalmente. Esa es su fuerza: te da otro lenguaje, que es muy importante poner en la sociedad. 

En Acnur todos somos creyentes de que es una fuerza de integración y es un aporte al país, a la cultura en general. Pienso que creando nuevas iniciativas, dándole publicidad, resaltando este aspecto multicultural ayudamos. 

¿Qué iniciativas hay para potenciar la integración cultural de los refugiados en el país?

Tenemos muchos planes. 

Uno fue el festival Contracorriente, que es una colaboración que hemos iniciado. Fue una oportunidad de colaborar con un evento multicultural con artistas de toda la región. También participaron personas en movilidad humana en muchos aspectos: desde armar el festival, la logística. También a nivel de visibilidad, muchos artistas han usado el espacio del concierto para dejar mensajes de integración, de positividad a la inclusión. 

Fue un aporte directo de personas en movilidad humana que todos los residentes de Quito pudieron disfrutar. Fue una contribución excelente: música gratis para todos los residentes. 

Es una colaboración que queremos seguir y veremos en qué dirección va. Todavía no lo sabemos, pero hay muchas oportunidades. 

También hubo la exposición Refugiarte en el festival, así que también eso era una muestra un poquito de la movilidad humana dentro del contexto cultural. Refugiarte, es un proyecto que ya va en su tercera edición en el que artistas plasman en pinturas cómo fue salir de sus países. 

Lanzamos una convocatoria a nivel regional, originariamente en 2018, para la primera edición. 

Llamamos a artistas a nivel mundial con el enfoque en esta región porque había una crisis de refugiados tremenda en Centroamérica, que todavía sigue y que, de hecho, ahora es una nueva ruta también para personas ecuatorianas, venezolanas, colombianas y haitianas para  irse a Estados Unidos. Viajan haciendo unos de los viajes más peligrosos cruzando países peligrosos como son: Nicaragua, Honduras, Guatemala, México, con la esperanza de tener una nueva vida en Estados Unidos. 

Si uno mira las imágenes de Refugiarte, se puede ver que mucha gente no tenía otra opción que irse y de los peligros que uno corre en el camino. 

Había artistas de toda la región, incluido mi querido amigo Bonil, que hizo estos barcos en el Mediterráneo, donde literalmente la almas están saliendo durante el cruce. Es tan fuerte. 

cuadro que hizo el artista Bonil

Giovanni Bassu muestra el cuadro que hizo el artista Bonil como parte de Refugiarte. Fotografía cortesía de Acnur.

Pienso que el arte te da una representación tan emotiva e inmediata. Así que lo hemos repetido y este año hicimos la convocatoria aquí en Ecuador. Sobre todo, pidiendo a personas venezolanas en movilidad humana que contribuyan. Lo que hicieron se mostró en la Cancillería durante el lanzamiento de la celebración del Día Mundial del Refugiado, el 20 de junio. 

Después la muestra  se abrió al público y a personas en movilidad humana. 

Es algo que a mí me encanta. Quiero seguir con otras ediciones para explicar qué es la movilidad humana: por qué uno se va, qué pasa cuando uno se va, el viaje y después qué pasa cuándo uno llega, cuáles son los desafíos, pero también cuáles son las emociones positivas de ser acogido. 

Yo te lo puedo decir ahora en palabras, pero si me lo pones en arte plástica, va a ser mucho más fuerte. 

También lanzaron una película que tiene la opción de escoger múltiples opciones de cómo continúa la trama. ¿Por qué se hizo de esa manera?

La verdad es que me gusta todo lo que hacemos, pero esta es una idea súper creativa juega con la idea de los 360 grados, de la realidad virtual. Es un proyecto en conjunto con la Unión Europea. 

Colaboramos en un proyecto en Bruselas y después pues se comenzó a tener talleres aquí con personas en movilidad humana para intentar desarrollar el guión y escoger qué vamos a mostrar del viaje de Ariana, la protagonista de la película, y cuáles son las decisiones que ha tenido que tomar.

Creamos la historia con opciones múltiples para que la audiencia se pueda poner en los zapatos de una persona refugiada, que toma un montón de decisiones, que son todas sumamente difíciles. 

No hay una correcta: todas tienen su riesgo y tú no sabes de qué vas a descubrir. 

En la película van a descubrir en qué posición te has puesto tomando esta decisión. Si estás huyendo de Venezuela o cruzando Colombia, hay áreas donde la gente está verdaderamente desprotegida, hay que cruzar trochas, hay traficantes que muchas veces no solo quieren tu dinero, a veces hay otro tipo de explotación. 

Eso es lo que pasa en el camino. Eso es un poquito lo que intenta hacer la película. Cada persona que la mira lo puede experimentar de un modo muy cercano. Claro, no es lo mismo que hacerlo, pero por lo menos te da una idea de la experiencia. 

Hay estudios que dicen que en ciudades como Londres o París que ya han entendido décadas de intercambio cultural, hay muchas cosas que se introdujeron por los refugiados pero que se volvieron tan normales con el paso de los años que forman parte de este tejido integral. ¿Es posible que algo así pase en Ecuador, que tal vez ya ha pasado y no nos damos cuenta?

Ambas cosas. Pienso que esto va a pasar en todo el mundo, en todos los países. Entonces claro que en Ecuador, pues no es una excepción, va a pasar. Sobre todo con toda la movilidad humana que ve Ecuador a nivel de llegada de poblaciones como en los colombianos, —tal vez en menores números actualmente, pero todavía hay bastantes— y los venezolanos. 

También hay otros grupos, como refugiados afganos aquí en Ecuador, en Quito. Eso se puede ver en la gastronomía, como lo estábamos hablando, con todos los shawarmas. Son ellos que lo han traído aquí, dando esta oferta a los quiteños. Esto va a pasar en todas las formas de culturas. 

A veces es difícil separar de dónde viene un elemento cultural. Será algo que tal vez venía de otra cultura, pero claramente ya ha pasado a ser parte de la comunidad de acogida. 

Aquí yo no soy experto, pero también entre la cultura de las varias poblaciones indígenas en Ecuador, es lo mismo. Ciertas cosas se verán directamente en la cultura de una ciudad grande como Quito y Guayaquil. Pienso que es inevitable y es positivo. 

Giovanni Bassu, de Acnur

Giovanni Bassu, de Acnur, dice que el intercambio cultural es lo que le da vida a la cultura. Fotografía cortesía de Acnur.

¿Por qué sería positivo? 

Esto es un poquito a nivel filosófico. Una cultura necesita estar viva y el elemento vivo te lo da el intercambio. Puede ser un intercambio entre opuestos con una visión distinta o un elemento cultural nuevo. 

Otra visión artística te viene también de otra cultura, así que el intercambio y el diálogo constante entre culturas, entre visiones, crea una cultura viva que enriquece. 

Cuando tú le agregas otra cultura, inmediatamente te da otra visión y otros elementos nuevos que un artista local puede absorber o no. Como he dicho, crea este diálogo tan importante. 

Y como sociedad, ¿qué podemos hacer para ayudar a ese diálogo? 

Crear espacios y diciendo abiertamente que es algo bienvenido, positivo. 

Como he dicho, contrastando estos discursos más nacionalistas y xenófobos. La verdad, no son tan fuertes aquí, pero sí lo miro a nivel global: muchas veces la cultura se pone al servicio del nacionalismo del cierre. 

Aquí la verdad es que no lo veo, pero pienso que es bueno articularlo.

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Susana Roa Chejín
(Ecuador, 1997) Periodista lojana y jefa de la redacción de GK. Cubre economía, sexualidad y derechos. Le interesan los temas de empleo, educación financiera y salud sexual y reproductiva.
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