Luego de más de dos años de incertidumbre, pandemia y mucho sufrimiento, Ecuador se encuentra en una encrucijada, con el gran reto de volver a levantarse. Este reto requiere de todas las manos posibles para reactivar la economía que ha sufrido tanto en estos largos meses. Ahora, con la firma del decreto 436, Ecuador ha dado un paso importante al permitir que personas refugiadas y migrantes puedan sumarse a este gran desafío, junto a sus pares ecuatorianos.

Y es que, con un sinfín de conocimientos, experiencias y una resiliencia inquebrantable, las personas refugiadas y migrantes tienen mucho para aportar al Ecuador. Nuevas ideas, nuevos negocios y formas diferentes de pensar y producir son algunos de los beneficios que traen las personas en situación de movilidad a sus países de acogida. Por eso, el decreto servirá para poner este talento al servicio del país, mientras que refugiados y migrantes acceden a derechos básicos con dignidad.

Aquellos negocios o medios de vida afectados por la pandemia, incluyendo los de personas refugiadas, migrantes y ecuatorianas que dependían de la economía informal, ahora podrán ser formalizados. Los profesionales que no podían validar sus títulos y credenciales, ahora tendrán la posibilidad de unirse a la fuerza laboral. Con documentación, muchas personas refugiadas y migrantes podrían crear fuentes de empleo, dinamizar el intercambio cultural, incrementar la recaudación fiscal por parte del Estado y contribuir a la seguridad social (IESS). Muchos y muchas podrían aportar.

Según el Banco Mundial, si las personas venezolanas tuvieran trabajos que vayan de acuerdo a sus profesiones o niveles de calificación, el PIB de Ecuador podría crecer alrededor de un 2 por ciento. En el contexto actual, este incremento tiene un potencial enorme, por lo que, contrario a las percepciones infundadas, el impacto de la movilidad humana es positivo.

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Alrededor del mundo, la movilidad humana se ha incrementado de manera considerable en los últimos años. Los conflictos, la crisis de acceso a servicios y derechos básicos, el cambio climático y una pandemia por COVID-19 que no cesa, continúan generando presiones sobre poblaciones. Estas no ven otra opción más que salir de sus comunidades para sobrevivir. 

Ecuador no es ajeno a esta realidad. 

venezolanos en Ecuador

Freddy, Katherinne y su hija Carmen llegaron a Ecuador de Venezuela porque dicen que su vida corría peligro. Fotografía de Acnur.

Este país latinoamericano ha sido testigo de constantes flujos de personas a lo largo de la historia. Es, por su ubicación, un país de tránsito estratégico para personas que viajan en movimientos mixtos de refugiados y migrantes hacia ambos extremos del continente. Las noticias sobre las travesías, a menudo peligrosas, de personas haitianas, venezolanas, de países de Asia y África por toda la región, ponen a la luz la magnitud de la movilidad humana que impacta a Ecuador y al resto de las Américas.

Pero, además de presenciar el tránsito de personas, Ecuador está creciendo como un país de destino para miles de refugiados y migrantes: desde personas colombianas huyendo del conflicto armado o la violencia; venezolanos y venezolanas que se van de su país debido a la inseguridad y a la escasez generalizada de insumos básicos; hasta quienes vienen de otros continentes. Muchos encuentran en la Mitad del Mundo un lugar para reconstruir sus vidas. 

Han sido cientos de miles de personas las que han sido acogidas por el solidario pueblo ecuatoriano y que han contribuido inmensamente a sus nuevas comunidades.

De los millones de personas venezolanas que han tenido que salir de su país, se estima que un poco más de medio millón se ha asentado en Ecuador, según el Grupo de Trabajo para Refugiados y Migrantes (GTRM). Este país alberga ahora el tercer número más grande de personas refugiadas y migrantes de Venezuela en el mundo. Es hogar, además, de uno de los números más grandes de refugiados en Latinoamérica, con una cifra histórica de más de 72.000.

Durante décadas, Ecuador ha sido una comunidad de acogida cálida, amigable y abierta a que se incluya a las personas que han tenido que salir de sus países. Esta solidaridad debe verse retribuida. En el espíritu de la responsabilidad compartida, la comunidad internacional ha brindado apoyo a Ecuador en sus esfuerzos por responder a la movilidad humana, a través del Grupo de Trabajo para Refugiados y Migrantes (GTRM) y de acciones de recaudación de fondos. Pero, a más de este apoyo, personas refugiadas y migrantes anhelan contribuir con el país que los ha recibido.

Sin embargo, esto no es completamente posible si las personas no pueden insertarse productiva y económicamente en las comunidades que les acogen. Con el decreto 436, migrantes y refugiados podrán acceder a documentos de identificación y, con ello, a posibilidades infinitas de retribuir económica, social y culturalmente a Ecuador.

El Sistema de las Naciones Unidas en Ecuador saluda este gran paso, y reafirma estar presto a colaborar con el contingente humano, técnico y económico para que este proceso cumpla con todos sus objetivos, y que pueda seguir fortaleciéndose en aras de no dejar a nadie atrás. Este proceso es una muestra del compromiso que tiene Ecuador para continuar brindando nuevas y mejores oportunidades a quienes han hecho de este país su hogar. 

Lena Savelli 150x150
Lena Savelli
Abogada de derechos humanos. Coordinadora Residente de las Naciones Unidas en Ecuador.
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