Esta investigación fue financiada con

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Desde los diez años, a Jorge* le gustaba acompañar a su papá a pescar en las aguas de Galápagos, donde se mudaron cuando era más pequeño. Hace medio siglo, su padre le enseñó a pescar con un empate, o línea de mano como también le dicen, un arte de pesca hecho de una piola vertical con varios anzuelos y un peso al final. Hoy Jorge, piel morena bronceada por el sol, cabello oscuro entremezcla con vetas grises y vivaces ojos oscuros, es uno de los 458 pescadores que hay en el célebre archipiélago. Recuerda, con nostalgia, que solían salir unas seis horas y regresaban con 200 o 300 libras de pesca. 

Pero ya no. Ahora no hay manera de que Jorge pesque esa cantidad en ese tiempo usando solo un empate; calcula que necesitaría, por lo menos, una semana en alta mar. La única forma de hacerlo, dice con su voz gruesa y acento costeño, es usando un palangre. 

El palangre es un arte de pesca hecho de una línea principal (o “madre”), muy larga, que flota con la ayuda de boyas y de la que cuelgan otras líneas secundarias (o “reinales”) en las que hay anzuelos con carnada. Es un artefacto que  reúne y multiplica los empates (o líneas de mano) como los que usaban hace 50 años Jorge y su padre.

En las costas continentales ecuatorianas y del mundo, el palangre es muy común y, también, muy problemático. En Ecuador, fue introducido alrededor de 1930 por las grandes flotas industriales extranjeras (en su mayoría asiáticas) para capturar peces como atunes, dorados, picudos y peces espada que se venden muy bien en mercados de todo el mundo.

En su línea madre también se pone una especie de pesa —dependiendo de la profundidad a la que se quiere pescar—, para que se hunda y los peces puedan picar los anzuelos que cuelgan de las líneas secundarias. Como todo ocurre debajo del mar, es imposible para los pescadores controlar qué captura el palangre y qué no. 

Ese es el gran problema del palangre: es un arte no selectivo. Esto quiere decir que también captura especies sin valor comercial pero que, muchas veces, tienen un alto valor conservacional: tortugas, delfines, manta rayas, ciertas especies de tiburones, aves, entre otros. A esta pesca residual, se la conoce como “incidental”. En lugares como Hawái, en el Pacífico, y toda la Costa Oeste de Estados Unidos, el palangre está prohibido precisamente por su alta incidentalidad. 

Sobre todo, el palangre es popular. Requiere menos esfuerzo que otras artes de pesca. Además es más rentable porque pesca más. Por eso, Jorge y algunos otros pescadores artesanales lo están usando en Galápagos a pesar de que en el archipiélago el uso de palangre es ilegal. 

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Usar palangre en la Reserva Marina de Galápagos está prohibido desde el 2000. Pero en todo ese tiempo, con la excusa de hacer investigación científica, el palangre se ha usado legalmente al menos en tres grandes estudios científicos. Aunque los resultados no han sido positivos, el sector pesquero insular sigue buscando su aprobación.

En 2020, la llegada del covid-19 y el consecuente cierre de fronteras y restricciones de movilidad golpearon con fuerza al turismo de Galápagos —del que depende más del 80% de la población

Esa crisis económica fue la excusa perfecta para desempolvar el palangre. Ahora, se quiere retomar un estudio del palangre o —empate oceánico modificado, como le dicen en Galápagos— que quedó inconcluso en 2017. Luis Rodríguez, alto, cabello oscuro, piel bronceada y voz gruesa pero jovial, es guía naturalista en el archipiélago. Una mañana calurosa de septiembre me cuenta en una cafetería que en medio de la pandemia, un grupo de personas se reunió y empezó a hablar de la urgencia de legalizar el palangre para que la provincia se pudiera “reactivar económicamente”. Irónicamente, Grace Unda, Directora de Producción y Desarrollo Humano del Consejo de Gobierno de Galápagos, es una de las personas que lidera la iniciativa.

En agosto de 2020, hubo una reunión sobre cómo se iba a hacer la fase 2 del estudio sobre el uso del empate oceánico modificado (léase: el palangre). Y en octubre de ese año, se presentó una propuesta de reactivación económica para el sector pesquero artesanal empleando “el empate oceánico modificado para la captura sostenible de peces pelágicos grandes en la Reserva Marina de Galápagos”, decía literalmente la propuesta. Hasta ahora, más de un año después, el Consejo de Gobierno de Galápagos no ha aprobado la propuesta de reactivación económica ni la fase 2 del estudio para usar el palangre. 

el palangre en Galápagos

Los directivos de las cooperativas de pesca buscan que se apruebe el uso del palangre en la RMG. Fotografía de David Díaz.

Si se aprobase, no sería la primera vez que sucede. En noviembre del 2000, cuando se prohibió el palangre por primera vez, la Autoridad Interinstitucional de Manejo (AIM) de ese entonces, autorizó un Plan Piloto de Pesca de Altura (PPPA). Si ese plan piloto arrojaba resultados positivos para el sector pesquero e impactos bajos para la biodiversidad de Galápagos, se aprobaría su uso.

El plan piloto se hizo en 2003 y sus resultados fueron poco alentadores. 

Entre febrero y marzo de ese año, en un solo viaje, el 77% de las capturas totales con palangre fueron incidentales: la mayoría fueron tiburones. 

Luego, entre octubre y diciembre, la incidentalidad fue menor —35%— pero igual seguía siendo alta. En todos los viajes de este plan piloto, de entre todos los tiburones atrapados, el 10% fueron encontrados muertos por los pescadores al retirar la línea madre del mar, y la mayoría de ellos fueron tiburones martillo, una especie que ahora está en peligro crítico de extinción, según la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Los que sobrevivieron, fueron liberados al mar, como establece la ley. 

En 2005, la Dirección del Parque Nacional Galápagos volvió a suspender los estudios científicos, y por ende, a prohibir el palangre. En su resolución, el parque dice que este arte de pesca es “incompatible con el manejo de áreas marinas protegidas en el mundo” por los riesgos de impactos negativos que puede tener sobre ciertas especies. 

el palangre en Galápagos

En la Reserva Marina de Galápagos habitan más de 3.500 especies. Fotografía de David Díaz.

Sin embargo, esto no detuvo la búsqueda por aprobar el palangre en la reserva. Tres años después, la entonces Ministra de Ambiente, Marcela Aguiñaga, expidió el Reglamento especial para la actividad pesquera en la reserva marina de Galápagos. Uno de sus artículos permite la “investigación científica” de artes de pesca incluyendo “aquellas que se encuentren prohibidas”. 

Desde entonces, con la excusa de la investigación científica, este arte de pesca se ha usado en otros dos estudios: uno en 2012 y otro en 2017. 

Pero en ambas ocasiones, al palangre se lo ha disfrazado. En ese primer estudio de 2012, se le cambió el nombre al que ahora todos usan en Galápagos: empate oceánico modificado. Este eufemismo es, también, un engaño: como el palangre es un empate de empates (el arte de pesca que el padre de Jorge le enseñó y que sí está permitido en Galápagos), lo han bautizado así, empate océano modificado. La “modificación” que suena tan técnica e inocente es que ahora los empates están unidos unos a otros a lo largo de cientos de metros y arrasan con todo lo que pasa por sus cientos de gigantescos anzuelos. Es como si alguien decidiera llamar a un fusil de asalto algo como “revólver táctico modificado”.

Pero desde entonces y hasta ahora, la gente ya no le dice palangre. Pero es lo mismo. El propio Instituto Nacional de Pesca dice que “el empate oceánico modificado tiene características iguales a las de un palangre artesanal de media agua”.

En 2012, la captura incidental con el empate oceánico modificado —el palangre— fue de más de 11%. En 2017, se hizo únicamente la primera fase del estudio pero, de todas formas, solo la captura incidental de especies protegidas fue también de más del 11%. Para aprobar el uso de palangre o “empate oceánico modificado” en Galápagos el porcentaje de incidentalidad debía ser del 10% o menos. 

La cifra es también cuestionada. El investigador  Mauricio Castrejón dice que no se sabe de dónde salió ese 10%. Además cuenta que él advirtió que en el caso de Galápagos no era conveniente hablar de porcentajes porque “no es lo mismo tener un 10% de una especie en peligro de extinción” que de otra especie. Castrejón explica que, más que el porcentaje, lo que se debía plantear era cómo se afectaría a cada especie en función del número total de su población. Sin embargo, asegura Castrejón, al no tener datos exactos de las poblaciones de las especies en Galápagos, era “muy difícil evaluar el impacto de un arte en función de un porcentaje”. 

Que se sigan haciendo estudios científicos para el uso del palangre, aunque se ha demostrado que es un arte de pesca nocivo, es otra forma de vulnerar los derechos de la naturaleza que están asegurados en la Constitución, dice Gustavo Redín, presidente de la Coordinadora Ecuatoriana de organizaciones para la Defensa de la Naturaleza y el Medio Ambiente (Cedenma).

Redín dice que cuando se hacen estudios científicos en Galápagos, se hacen para ver cuál es el impacto de x o y actividad en el ecosistema. Entonces, explica, al pedir el permiso de investigación, es necesario presentar un estudio de impacto ambiental que incluya “los mecanismos de restauración de los daños” causados por el estudio. “Si tú no puedes restaurar ese daño, estás vulnerando los derechos de la naturaleza, y eso en Galápagos es gravísimo”, dice Redín. En el caso del uso del empate oceánico modificado o palangre, debería haber un plan sobre cómo reparar el ecosistema tras el uso de ese arte de pesca. 

el palangre en Galápagos

El uso del palangre en la Reserva Marina de Galápagos es una violación de los derechos de la naturaleza. Fotografía de David Díaz.

En la Reserva Marina de Galápagos habitan más de 3.500 especies, de las cuales se estima que cerca del 25 % son endémicas —es decir, no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. De ellas, hay más de un centenar que son vulnerables a la extinción. Gustavo Redín habla, por ejemplo, del caso del tiburón martillo —una especie en peligro crítico de extinción que transita por Galápagos. “Si tú pescas solo tres de esos tiburones ya es gravísimo. ¿Cómo vas a restaurar ese daño?”, cuestiona y deja la pregunta.

La extinción de una especie debido a actividades que las ponen en peligro —como en este caso, el uso del palangre— “sería una violación de tal magnitud que equivaldría a lo que significa e implica el genocidio”, dice la Corte Constitucional en su reciente sentencia sobre el caso del bosque Los Cedros

Aunque los informes técnicos nunca han demostrado una incidentalidad menor al 10% en Galápagos, los pescadores insisten en que sí cae debajo de ese umbral. “Los técnicos dicen que se puede trabajar con ese arte”, dice Dionicio Zapata, presidente de la Cooperativa de Producción Pesquera Artesanal Galápagos (Copropag). Zapata es un hombre con piel morena, cabello negro y lacio, cejas delgadas y ojos un poco achinados, y aunque es un poco bajo de estatura, su presencia es dominante, no sorprende que esté en una posición de poder. El dirigente asegura que la incidentalidad del último estudio fue del 7%, pero el informe técnico dice que fue de más del 11%. Cuando le digo a Zapata que su cifra es incorrecta, evade la pregunta y no responde.

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Cualquier pesca con palangre —o empate oceánico modificado— que se haga dentro de la Reserva Marina de Galápagos cuando no hay una investigación científica aprobada es ilegal. El abogado y presidente de Cedenma, Gustavo Redín, dice que pescar con palangre fuera de los periodos de estudio va contra el Reglamento especial para la actividad pesquera en la reserva marina de Galápagos.

Si una persona está usando este arte de pesca, podría recibir una sanción administrativa o, incluso, ir a prisión. Dependiendo de la especie que capture (si es protegida o no) podría ser un delito contra la flora y fauna silvestres. El Código Orgánico Integral Penal (COIP) sanciona este delito con prisión de hasta 3 años. 

Sin embargo, en las aguas de Galápagos no hay miedo ni a las sanciones ni a la prisión.

Una tarde de septiembre del 2021, le pregunté a Dionicio Zapata, presidente de la Copropag, si ahora hay pescadores usando empate oceánico modificado (o sea, palangre) para pescar en la reserva marina de Galápagos. 

No titubea ni un segundo.

—Sí, si no salen a pescar con este arte, ¿de qué puede vivir la gente?

—Entonces, ¿se está pescando sin que esté aprobado ese arte?

—Sí.

Zapata no solo admite que en la actualidad hay pescadores usando el arte de pesca prohibido; además me da detalles. No me dice exactamente cuántos de los 458 pescadores activos en la reserva están usándolo, pero sí que “son cuatro cooperativas”. En su oficina en la sede de la Copropag, en la isla de Santa Cruz, Dionicio Zapata me deja entrevistarlo. Su oficina es grande, pero hay tantos estantes que la hacen ver pequeña.  También está un poco desordenada, puedo ver carpetas y papeles por todos lados, y en medio de todo el lugar está un escritorio largo con una silla en un lado y dos sillas al otro. Una vez que me siento frente a él, aparta una pila de papeles desordenados que tiene sobre el escritorio, y empieza a dibujar. 

el palangre en Galápagos

Los dirigentes de cuatro cooperativas buscan que se apruebe el uso del palangre en la Reserva Marina de Galápagos. Dibujo de Dionicio Zapata.

“Ese es el empate oceánico modificado”, me dice y explica cómo funciona. Sus compañeros, cuenta, lo arman con “100 o 150 anzuelos porque es la única forma de mantener vivo al sector pesquero”. También cuenta que la inversión es alta: un palangre —o empate oceánico modificado como Zapata prefiere llamarlo— al que se le ponen 100 anzuelos le cuesta al pescador “unos 2.200 dólares con la piola, anzuelos y todo”, dice Zapata. 

Le pregunto qué pasa cuando los encuentran pescando con este arte. Dionicio Zapata dice que el pescador “pierde toda esa inversión” y, además, debe pagar una multa al Parque Nacional que rodea los cuatro mil dólares. Es un riesgo que los pescadores están dispuestos a tomar. Según Zapata, lo hacen por “velar por su gente, y por su familia”. Jorge* me dice algo similar: pesca con palangre porque “los precios que a nosotros se nos está pagando [por lo que pescamos] no son justos comparados con los costos de vida”.  

En Galápagos todo es más caro que en el continente. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), 1 dólar en Ecuador continental equivale a 1,80 dólares en Galápagos. Por eso, dice Dionicio Zapata, sin palangre “no se gana lo suficiente”. Zapata me explica que los pescadores que usan otras artes que no son palangre, como la línea de mano o empate, invierten entre 400 y 700 dólares cuando salen a una faena de tres días. Para recuperar esa inversión, asegura, deberían pescar al menos 600 libras. Pero “no las traen; traen 50 o 60 libras, y se ganan unos 30 o 40 dólares que solo alcanzan para el día a día”, me dice Zapata. 

pescadores artesanales

Algunos pescadores en Galápagos dicen que cada día se pesca menos. Fotografía de David Díaz.

Pero sí hay pescadores que pueden vivir de pescar artesanalmente con artes permitidas. Walter Borbor es pescador artesanal en Galápagos desde hace 25 años y no usa palangre. Aunque es más difícil pesca con una línea de mano —un arte de pesca que consiste en lanzar una piola vertical con varios anzuelos a lo largo y un peso al final. Según Borbor, una canasta básica (que incluye todo lo que necesita un hogar ecuatoriano para vivir) oscila en los 700 dólares, por lo que trata de traer mínimo 100 dólares por viaje, restando la inversión que hace. A veces sale todos los días; a veces solo tres veces a la semana, pero intenta al menos conseguir 1.200 dólares al mes.

“A esos 1.200 dólares, réstale 700 dólares solo de comida y lo que sobra hay que saber administrar”, dice Walter Borbor. Según él, el problema de que el dinero “no alcance” es no saberlo administrar. “Nosotros que producimos, somos dueños de nuestra propia empresa pequeña”, asegura Borbor. Para que esa empresa funcione, dice, hay que saber administrar “todo, hasta lo más mínimo”. 

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En Galápagos el palangre se multiplica como una depredadora especie invasora. Pedro* un guardaparque que pidió mantener su nombre en reserva por miedo a perder su trabajo, dice que desde 2020 ha visto un aumento enorme en el uso del “famoso empate oceánico modificado”. El Parque Nacional Galápagos (PNG) —la institución responsable del manejo y control de la reserva marina— también lo ha notado. 

Solo entre 2018 y 2020, el PNG detectó 57 alertas por uso de palangre dentro de la reserva marina galapagense. Paola Buitrón, analista en manejo de ecosistemas del Parque, dice que uno de los problemas que tienen con la pesca artesanal es el uso del prohibido palangre. Además, explica Buitrón, las estadísticas muestran que su uso tiene “una tendencia al alza”. 

En 2020, dice Pedro, mucha gente aprovechó que todos estaban encerrados y que los controles se redujeron. “Fue el mejor año del palangre”, asegura. Desde entonces, cuenta preocupado, este arte de pesca ya forma parte de la cotidianidad. Todos, dice, lo saben.

Roberto* trabaja en un restaurante en Puerto Ayora, en la isla Santa Cruz. Una mañana de enero de 2022, mientras espero a que me preparen un desayuno, le pregunto qué sabe de este arte de pesca. No me responde. 

Pero cuando estoy saliendo después de comer, Roberto se me acerca y me dice bajito para que nadie lo escuche “sí, eso andan usando bastante, se los ve pasar con esos artes armados todo el tiempo, pero nadie dice nada; yo creo que más bien la gente tiene miedo de hablar”. Le pregunto por qué. Con los dedos de su mano derecha me hace señas como de una pistola, se la pone en la cabeza y me dice que no me puede contar más. Luego, desaparece por entre las mesas del restaurante y no lo veo más. 

Pero eso no es lo más preocupante. Según el guardaparque Pedro, lo peor del uso de este arte en la actualidad no es el silencio de la gente, sino que “ni siquiera el Parque Nacional” está haciendo algo. 

La guía naturalista Sofía Darquea opina lo mismo: que el PNG no está respondiendo como debería. “La gente del Parque sabe que se está pescando con palangre y, sin embargo, se hacen los de la vista gorda, miran para otro lado. Te dicen que no, que no es palangre, que es empate oceánico, que es un estudio, pero en definitiva es lo mismo”, dice molesta. Danny Rueda, director del Parque Nacional Galápagos, discrepa. En una entrevista vía Zoom, dice que el Parque hace cerca de 1.600 operaciones de control al año para vigilar que no existan actividades ilegales dentro de la reserva. Producto de esos controles, dice Rueda, se han retenido 31 palangres en los últimos cuatro años. 

Aunque en septiembre de 2021, la analista Buitrón me dijo que había una tendencia al alza del uso de palangre, Rueda la contradice. Según él, el uso del palangre dentro de Galápagos “realmente es a la baja”. Rueda asegura que el número de palangres retenidos y encontrados a la deriva cada vez son menos. 

Le cuento a Rueda que hablé con un pescador que está pescando con palangre y que no ha sido sancionado y que Dionicio Zapata, presidente de la Copropag, me dijo que están pescando con palangre. Le preguntó por qué no se encuentra a los pescadores que están usando palangre y si esto se debe a una falta de control. Responde que no, que el Parque siempre está monitoreando la reserva con su plataforma de control y vigilancia satelital. 

Sobre las palabras de Zapata, Rueda explica que no se puede sancionar a alguien solo por decir que está pescando con un arte ilegal. “Las pruebas deben ser evidenciadas y documentadas”, dice Rueda. Que una persona diga que se está usando este arte de pesca no permitido no es suficiente “para iniciar una sanción administrativa y peor aún judicial”. 

pescadores artesanales

La gente en Galápagos dice que ve palangres en los muelles todo el tiempo. Fotografía de Vanessa Terán Collantes.

El palangre no se queda en las cristalinas aguas azules de Galápagos. Ahora también se lo ve en los muelles, y en las calles de las principales ciudades pesqueras del archipiélago: Santa Cruz, San Cristóbal e Isabela. 

“Nosotros vemos cómo pasan los palangres armados por aquí por el muelle y cómo los trepan en las camionetas: de las fibras a las camionetas y de las camionetas a las fibras”, cuenta Pedro, el guardaparque. Confiesa, como si fuera un pecado, que más allá de ver cómo llevan el arte, ni él ni sus compañeros pueden hacer algo porque, sostiene, “después igual queda en la nada”.  El director Rueda dice que no es que no se haga nada. En muchos casos en los que se retiene palangre en las embarcaciones, al no estar en flagrancia —es decir, que no son detectados mientras usan el palangre— “muchos de los procesos no avanzan más allá de un llamado de atención”.  

Pedro dice que una vez retuvo un palangre en uno de los muelles pesqueros del archipiélago. Relata en detalle cómo fue la retención, pero me pide que no incluya ninguno de ellos en este reportaje. Dice que tiene miedo de que revelen su identidad y pongan en riesgo su trabajo. “Me importa mucho lo que está pasando en Galápagos porque es grave, por eso le estoy contando esto, pero entiéndame, no puedo perder mi trabajo”, me dice.

Lo que sí me permite decir de ese caso, es que un presidente de una cooperativa de pesca defendió el hecho —una práctica, que dice Pedro, es muy común por parte de los dirigentes y gerentes de las cooperativas cuando se encuentra un palangre y se lo quiere decomisar. Según Pedro, esta persona le reclamó a los guardaparques por hacer controles y dijo, sin miedo a que lo sancionen, que los pescadores de su cooperativa “continuarían usando el arte no permitida”. 

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Es muy común que los dirigentes de las cooperativas de pesca defiendan el uso del palangre. Fotografía de David Díaz.

Han cumplido su promesa. 

“El palangre se sigue utilizando todos los días”, dice Pedro. Lo mismo cree la guía naturalista Sofía Darquea. Darquea lleva más de 35 años guiando a cientos de turistas nacionales e internacionales a conocer las Galápagos. Últimamente, encontrar animales con anzuelos de palangre es una constante en sus visitas guiadas.

A Francisco*, capitán de un crucero de turismo, le ha pasado lo mismo que a Darquea. “Siempre que salimos lejos de la bahía [de Santa Cruz] encontramos animalitos con anzuelos del empate oceánico, que llaman ellos”, dice el capitán, que tampoco quiere ser citado con su nombre completo. “No podemos hacer nada, solo ver y alertar al Parque para que envíe guardaparques”, se lamenta. 

Sin embargo, según Darquea, las alertas no son suficientes. La mayoría de especies que se enganchan con un palangre son especies que casi siempre están nadando, como las tortugas marinas, tiburones y mantas. Encontrar al animal en el mismo lugar donde lo vieron los guías o las tripulaciones es imposible. 

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Los trabajadores de turismo en Galápagos encuentran animales con anzuelos constantemente. Fotografía de Doménica Montaño.

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Los expertos creen que el palangre se está usando tanto como ahora porque no hay suficiente control. Walter Bustos, ex director del Parque Nacional Galápagos, dice que aunque Galápagos es el archipiélago tropical mejor conservado del mundo, “el Parque siempre necesita más recursos y mayor personal técnico” para el control y vigilancia pesquera. Pero no hay. 

Paola Buitrón, analista del Parque Nacional Galápagos, dijo, en un encuentro con periodistas en septiembre de 2021, que no había suficientes recursos para hacer el control necesario. Para la reserva idealmente se necesitan 5 millones de dólares al año. “El déficit varía entre 1 millón y 2 millones”, dijo. En los últimos cinco años, el presupuesto para el control y vigilancia de la reserva marina, según el PNG, se redujo de 1,9 millones de dólares en 2016 a 842 mil dólares en 2021.

El presupuesto para todo el Parque Nacional también es insuficiente. En una entrevista con un colega en septiembre de 2021, el director Danny Rueda dijo que hay un déficit de 3 millones de dólares que no llegan a las cuentas de la institución. 

También falta equipo humano. Buitrón explica que las actividades de control necesitan de un trabajo de 365 días al año, por lo que es vital que haya personal de reemplazo. La analista dice que quienes trabajan en las embarcaciones de patrulla y control hacen turnos de 20 días de trabajo y descansan 9. Como no tienen suplentes, cuando toman sus días de descanso, a veces no hay quién tome ese lugar.  

Actualmente, según el Parque, hay 74 guardaparques para el control y vigilancia de la reserva. No es suficiente. Buitrón dijo en el encuentro con periodistas que no podía dar una cifra exacta del déficit de personal, pero aseguró que era “bastante”. Sin embargo, la falta de presupuesto “no es una excusa para no cumplir con las obligaciones del Estado”, dice el abogado Gustavo Redín. Él afirma que es algo que el gobierno debe cumplir “tenga o no tenga plata”.

Redín dice que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha dicho en varias de sus sentencias que no se puede aducir la falta de presupuesto para no cumplir con las obligaciones estatales. A pesar de eso, en Ecuador, la excusa siempre es “que no tengo plata para las gasolinas de las lanchas”, o “no tengo personal”, cuestiona. Entonces, dice Redín, lo que se debe aclarar es que hay una vulneración de los derechos de la naturaleza por parte del Estado, por una omisión de control. 

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A pesar de los estudios científicos, Dionicio Zapata, uno de los principales promotores del uso de palangre en la Reserva Marina de Galápagos, me dice que “no es tan malo como lo pintan sus amigos los conservacionistas”.

Zapata se justifica diciendo que si una especie no objetivo, como un tiburón, una manta o una tortuga, caen en uno de los anzuelos del empate oceánico, solo lo sueltan y ya. En el caso de los tiburones, Zapata dice que “el tiburón es inteligente: muerde, corta el hilo de nylon [donde está el anzuelo], y se va”. Según Zapata, son muy pocas las veces que un animal muere en los anzuelos del empate oceánico.

*Jorge, quien pesca con palangre en Galápagos, dice que esto se logra porque dejan el palangre en el agua por poco tiempo. “Cuando yo lanzo mi equipo, lo hago trabajar una hora y ya saco 500 libras”, dice Jorge. Pero si lo dejaran más tiempo, cuenta, es más probable encontrar a los animales muertos, “porque ya pasa mucho tiempo”. El Manual de armado y operatividad del empate oceánico modificado, elaborado por el ahora extinto Instituto Nacional de Pesca (INP) en 2018, no especifica cuánto tiempo se debe dejar el arte de pesca en reposo. 

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Los pescadores dicen que se pesca más cantidad cuando usan palangre. Fotografía de Doménica Montaño.

Habrá quienes lo dejen solo una hora, como Jorge, y otros que los dejen toda la noche, algo que según el guardaparque Pedro, sucede. “A veces vemos que dejan los palangres armados ahí a la deriva en la noche, pero nos da miedo sacar fotos o videos, nos vayan a hacer algo y ya ve que luego igual no se hace nada”, dice Pedro. 

Dionicio Zapata también explica que ahora están usando anzuelos biodegradables, que “entre un mes a dos meses y medio o tres meses, se degradan”. Entonces, dice el dirigente pesquero, si un animal se va con el anzuelo en la boca, luego se disuelve “y no pasa nada”. 

Pero los científicos dicen que no es tan fácil. Alex Hearn, investigador de la Universidad San Francisco de Quito y Migramar, dice que, por ejemplo, si el anzuelo se queda enganchado en la boca de un tiburón, el que sea biodegradable ayuda. Pero si se traga el anzuelo, se puede morir. “Sí, es un paso, pero no es la solución, la solución es no usar palangre”, asegura Hearn. 

Varios estudios científicos muestran que el que un anzuelo se quede enganchado en una especie —ya sea un tiburón, un león marino, una tortuga o una manta raya—  puede ser mortal a corto o largo plazo. Los anzuelos, aunque biodegradables, se oxidan con la salinidad de las aguas, y eso puede causar necrosis —la muerte de un tejido— y a veces, infecciones que llevan a la muerte. Un estudio publicado en el  Journal of Experimental Marine Biology and Ecology dice que hay una alta probabilidad de que los tiburones liberados vivos con un anzuelo, no sobrevivan al estrés que le genera la captura temporal. 

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Los anzuelos biodegradables se descomponen hasta en tres meses. Fotografía de Vanessa Terán Collantes.

Además, cuando un animal pica y se queda en un anzuelo —de cualquier clase— gasta mucha energía, y eso podría ser mortal. Un estudio publicado en el Fish and Fisheries Journal dice que debido al gasto energético que ocurre tras luchar durante mucho tiempo para liberarse de un anzuelo, las especies liberadas, mueren en el corto plazo. Y si no mueren, dice el estudio, “son más vulnerables a ser depredadas”. Según la publicación, el índice de mortalidad post liberación puede ser de hasta el 26%. “Una vez que el animal está muerto, ¿qué importancia tiene que un anzuelo sea biodegradable?”, dice el experto en tiburones y director del Proyecto Tiburón Ballena de Galápagos,  Jonathan Green.

Pero los pescadores insisten en su arte de pesca favorito. El dirigente Dionicio Zapata no solo cree que los animales no corren riesgo al usar anzuelos biodegradables, sino que asegura que “por donde se quiera ver, no estamos atentando contra las especies protegidas”. Zapata cuenta que se quiere reunir con el Ministro de Ambiente, Agua y Transición Ecológica, Gustavo Manrique. “Quiero que me explique él, que nos explique a todas las cooperativas, con datos técnico-científicos, ¿qué especies protegidas en Galápagos están declaradas en peligro de extinción con respecto al arte [palangre] que estamos utilizando?”, me dice. Pero Manrique no necesita responderle esa pregunta. 

Eso ya lo respondió la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Según los informes técnicos de los estudios en Galápagos sobre el uso de palangre y empate oceánico modificado, desde 2003 se han capturado no solo una sino varias especies protegidas. 

En el 2003, de las capturas incidentales en el plan piloto, casi el 67%  fueron especies en peligro alto o muy alto de extinción, según la lista roja de la UICN. Cerca del 17% eran de especies que, según la misma lista, ahora están cerca de ser consideradas especies en peligro.

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En el estudio de 2012, el 50% de los individuos capturados incidentalmente eran de especies en peligro alto o muy alto de extinción, según la UICN. Más del 8% fueron especies que ahora están cerca de calificar en alguna de las categorías de amenaza de extinción.

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Finalmente, en la primera fase del estudio del empate océanico que se hizo en 2017, el 71% de las especies capturadas estaban en peligro alto o muy alto de extinción, según la lista roja. Casi el 29% de especies capturadas incidentalmente en el mismo estudio, en cambio están cerca de calificar como especies amenazadas. 

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 Jonathan Green dice que es precisamente porque todas estas especies viven o transitan por el archipiélago, que el uso del palangre no es viable ni tiene lugar en Galápagos. Según Green, en un ecosistema tan frágil, el uso de este arte de pesca “significa básicamente destrucción y extinción”. 

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Eliécer Cruz, ex presidente del Consejo de Gobierno de Galápagos y actual Director del Programa Galápagos de la Fundación Jocotoco, dice que hay artes de pesca alternativas para dejar de usar palangre en la reserva marina como el greenstick

El greenstick es una técnica de pesca de atunes de origen japonés que se está usando en Hawái, Costa Rica, y las Bahamas porque es un arte de pesca selectivo y sostenible. El greenstick se parece a una cometa invertida, consiste en colocar un mástil de fibra de vidrio de hasta 15 metros de largo en la parte más alta de la embarcación, de donde cuelga una línea madre larga que va desde el aire hasta la superficie del océano donde flota. Esa línea madre tiene a lo largo otras líneas secundarias más cortas en las que se ponen señuelos artificiales que dan la impresión de ser reales y que los peces se acercan a picar. 

Es un arte de pesca sostenible. Es considerado uno de los más selectivos porque limita las capturas a los atunes grandes que se alimentan en la superficie. Por eso, además no hay captura incidental de especies como tortugas, delfines, tiburones, como ocurre con artes como el palangre, que sí llega a profundidades donde nadan estas especies. Según estudios, el greenstick también es sostenible porque no usa señuelos vivos o congelados y porque gracias a su selectividad, evita que haya sobreexplotación de los recursos marinos. 

El investigador Alex Hearn dice que efectivamente el greenstick sería una gran alternativa para diversificar las artes de pesca en el archipiélago y cuenta que en marzo de 2022 van a empezar con un plan piloto para evaluar su efectividad. La inversión inicial de un greenstick puede ser de entre mil y 5 mil dólares dependiendo del material y la calidad. Pero a diferencia del palangre, el greenstick se puede reusar; por lo que no hay que invertir en materiales cada vez que se sale a pescar. Hearn dice que conoce a un pescador que usó greenstick y le fue bien, pero que el problema fue comercializar la pesca. El investigador explica que el dilema de usar esta clase de artes que son sostenibles no son las artes en sí, sino cómo hacer que los mercados estén dispuestos a pagar más por ese pescado —que viene de un lugar protegido como Galápagos— y fue capturado con un arte artesanal y sostenible. 

palangre

En Galápagos, hay 458 pescadores activos. No se sabe cuántos usan palangre. Fotografía de Vanessa Terán Collantes.

Hearn asegura que algo en lo que se debe trabajar es en cómo se le da un valor agregado a la pesca para que los pescadores puedan pescar artesanalmente y ganar bien. Porque el problema ahora, dice, es que los comerciantes no les pagan bien a los pescadores y entonces tienen que pescar más.

Pero no porque estas sean las condiciones actuales del comercio está bien usar palangre o seguir haciendo estudios para evaluar si se usa o no. Algo en lo que coinciden la mayoría de expertos —Sofía Darquea, Jonathan Green, Alex Hearn, Eliécer Cruz— es que Galápagos es una reserva marina: su función es proteger especies que son vulnerables y usar palangre es paradójico con ese concepto. 

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Hace pocos días, el 14 de enero de 2022, se creó una nueva reserva marina en Galápagos para extender la protección de las miles de especies marinas que habitan en las aguas del archipiélago. 

La mitad de la reserva marina Hermandad protegerá un corredor migratorio importante donde no se podrá pescar nada. La otra mitad —30 mil kilómetros cuadrados— es una zona de no palangre. Entonces, pregunta el investigador Alex Hearn con ironía, si el palangre se prohíbe en la nueva reserva marina Hermandad, “¿con qué criterio se permite usarlo dentro de la reserva marina de Galápagos?”. 

Hasta que alguien responda esa pregunta, el palangre se sigue y se seguirá usando en la reserva. Al menos Jorge así lo hará. 

Se ve cansado, pero se nota que está feliz, que pescó mucho. Cuando entra en confianza dice, “mire, yo recién vengo usando palangre, y sabemos que es un arte prohibido, pero lo usé”. Luego cuenta que con el palangre, en cuatro días trajo entre veinte y treinta quintales de pescado. Sin él, cuenta “en ocho días, me voy a coger ocho quintales de pescado”. La diferencia es abismal. 

Por eso lo va a seguir usando. “Pero siempre con precaución”, promete. “Con precaución” significa dos cosas, dice: reportar que lo que pescó lo hizo con un arte permitido para que lo que capture sea “lícito” y que no lo atrapen. “Que se nos decomise la pesca significa perder nuestra inversión, nuestro tiempo de trabajo, nuestras esperanzas y una cadena de factores que nadie las quisiera vivir”, dice Jorge, esperando que lo entienda. 

La última vez que supe de él fue la noche de Navidad.


*Jorge, Pedro, Roberto y Francisco pidieron mantener su nombre en reserva por miedo a represalias o sanciones. 


Esta investigación fue financiada con

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Doménica Montaño
(Quito) Ex reportera de GK. Cubre medioambiente y derechos humanos.

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