Las personas presas saben que transitarlo es un peligro inminente. Ayer, martes 16 de noviembre de 2021, el coronel Fausto Cobo, director del Servicio Nacional de Atención Integral, quien asumió nuevamente el cargo por orden del presidente Guillermo Lasso, dijo a medios de comunicación  que el “corredor de la muerte” ya estaba controlado. Pero, ¿qué es este espacio? 

Te explicamos

Este espacio es el corredor central de la Penitenciaría del Litoral. Han pasado tres días desde la masacre y aún no hay cifras oficiales definitivas y las que se barajan entre distintas entidades estatales no cuadran. El departamento de criminalística de la Policía le dijo a GK, que recogió 61 cadáveres. A otros medios, 62. En cambio, la Fiscalía aseguró que eran 68. Pero mientras las autoridades se ponen de acuerdo en establecer el balance oficial, la estructura de la Penitenciaría, ahora militarizada, es un reflejo de la precariedad, la vulneración a los derechos humanos y la violencia que la consumen. 

El corredor de la muerte es una vitrina de esa estela violenta que no culmina. “Es la zona de guerra de la Penitenciaría”, dice Alexandra Zumárraga, ex directora nacional de Rehabilitación Social, quien conoce bien los rincones de la cárcel más violenta del país. Ella recorrió decenas de veces esa zona. 

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La Penitenciaría del Litoral está compuesta por 12 pabellones. Cada uno poblado por al menos 800 personas y con un hacinamiento que, según el SNAI, supera el 52%. Además, es una de las 10 cárceles más sobrepobladas del país. 

El “corredor de la muerte” atraviesa los pabellones y es una franja central que divide los bloques que conforman los pabellones. Aquel nombre tiene génesis en los enfrentamientos, porque cuando se desata la violencia, se convierte en una especie de campo donde sus ocupantes son blanco fácil. “Allí han ocurrido muchísimos asesinatos en medio de los enfrentamientos de las bandas delictivas. Por eso, las personas presas saben que lo más seguro es quedarse dentro de los pabellones y evitar escenas de violencia”, explica Zumárraga. 

Las mafias se han ido apoderando de la cárcel pabellón por pabellón, explica Zumárraga. Un agente de seguridad de la Penitenciaría lo corroboró en una entrevista publicada en GK y afirmó que en esa cárcel las personas están organizadas por bandas delictivas.

Es por eso que es aún más fácil planificar masacres como las de febrero, julio, septiembre y noviembre de este violento 2021 —en el que se cuentan al menos 320 personas fallecidas en la violencia de las cárceles. Para los guías encargados de controlar la población penitenciaria es imposible frenar esas asociaciones delictivas. Sin personal y recursos, resguardar la prisión es casi imposible. Son los presos también los encargados de ayudar a contar a sus compañeros, una tarea que debería ser de los guías.  Zumárraga dice que son incluso los presos los encargados de poner candados en las celdas.

En la cárcel, cada persona sabe que no puede ingresar a otro pabellón, sobre todo, si está bajo el mando de una banda delictiva. Allí hay “fronteras” —así les llaman— aunque son invisibles, pero bien conocidas por quienes habitan en el encierro.  “Si alguien quería hacerlo, tenía que comenzar una guerra para apropiarse, explica Zumárraga “Entonces, si salías al corredor de la muerte, sabías que ibas a estar en ese enfrentamiento y que probablemente podrías ser asesinado”, dice. 

Recorrer el corredor central de la Penitenciaría del Litoral toma al menos 20 minutos. Zumárraga lo hizo como autoridad, pero difícilmente puede hacerlo una persona privada de la libertad. En realidad, los presos que habitan cada pabellón pueden transitarlo, aunque solamente en el frente que pertenece a la jurisdicción de la banda que controla determinado pabellón. “En el 2009, la cocina quedaba en la mitad del corredor, incluso ahí vivía gente”, dice Zumárraga. Ella explica que el corredor central estaba pensado para eso: el abastecimiento de comida, el paso de, por ejemplo, bomberos, entre otras cosas. “Pero por la violencia, sabes que no puedes pasar por ahí”, dice.

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El corredor de la muerte siempre ha existido. Incluso ha sido documentado por equipos periodísticos, como en el 2010 lo hizo el programa La Televisión. En la nota televisiva, se ve cómo era el corredor de la muerte en ese momento. Se lo veía habitado por personas abandonadas a su suerte por el sistema penitenciario y la impavidez de las autoridades. 

Por el peligro que representa ese corredor, hay quienes prefieren vivir en los techos. Algunos miembros de bandas delictivas suben a las torres para precautelar esas “fronteras”, aunque  también para vigilar a sus enemigos y, de paso, a las personas que nada tienen que ver con las mafias, pero que tienen que sobrevivir, esperando dejar las rejas para reunirse con su familia. La decisión no solo es de seguridad, sino de supervivencia: vivir en el hacinamiento con el calor que arde y quema en Guayaquil, los lleva a subir a esas alturas. 

Ahora, la Penitenciaría está militarizada y con mayor presencia policial, pese a que históricamente no ha funcionado, para intentar frenar la ola de violencia que, según organizaciones sociales, ya dejó de ser una crisis estructural. La Alianza contra las prisiones habla ya de un estado necropolítico, donde el poder social y político decide quien vive y quien muere. 

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Karol E. Noroña
Quito, 1994. Periodista y cronista ecuatoriana. Cuenta historias sobre los derechos de las mujeres, los efectos de las redes de delincuencia organizada en el país, el sistema carcelario y la lucha de las familias que buscan sus desaparecidos en el país. Ha escrito en medios tradicionales e independientes, nacionales e internacionales. Segundo lugar del premio Periodistas por tus derechos 2021, de la Unión Europea en Ecuador. Recibió una Mención de Honor de los Premios Eugenio Espejo por su crónica Los hijos invisibles de la coca. Coautora de los libros 'Periferias: Crónicas del Ecuador invisible' y 'Muros: voces anticarcelarias del Ecuador'.

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