Habían pasado seis días desde la masacre carcelaria del 28 de septiembre de 2021, cuando conocí a Carlos*, un agente de seguridad penitenciaria de la Penitenciaría del Litoral, el centro carcelario que está a la salida  de Guayaquil, poco antes de que la gris zona industrial de autopistas y veredas de cemento infractor den paso a la abundancia de los samanes, algarrobos y guachapelíes de la vía a Daule. 

Carlos lleva 10 años como agente penitenciario. Le gusta que lo llamen guía. Así se denominaba su cargo antes de que el nuevo modelo de gestión penitenciaria comenzara a gestarse en Ecuador, en 2011. Aquel cambio, que parece solo de forma, tiene un fondo, según la Alianza contra las prisiones: cambiar la lógica de acompañamiento de la rehabilitación a la de la represión. Pero en la práctica, solo han sido rótulos como sepulcros blanqueados y olvidados. 

Carlos trabajado en diferentes cárceles ecuatorianas. Ahora, está en la Penitenciaría. Él es uno de los 238 guías que a diario intentan mantener el control en el complejo carcelario de Guayaquil, compuesto por otras cuatro prisiones: el Centro de Rehabilitación Social 3, conocido como La Roca, el Centro de Rehabilitación Social Regional 4, la cárcel regional, el Centro de Privación de Libertad Masculino 5 y el Centro de Privación de Libertad 2,  donde las mujeres cumplen sus condenas y órdenes de prisión preventiva. 

Con la condición de que su nombre no sea divulgado —por temor a represalias— aceptó conversar conmigo. En una casa pequeña que da la larga y peligrosa vía Perimetral, en medio del calor de Guayaquil, hablé con él sobre la convivencia en las cárceles, el ingreso de las armas, la violencia de las mafias y las condiciones en las que él y sus compañeros trabajan: cada uno de ellos, dice, debe vigilar a 800 personas presas cada día. 

¿Por qué decidiste ser agente penitenciario? 

Se me presentó la oportunidad. Siempre me ha gustado estar activo. Hice el curso y se dio. 

¿Cómo fue tu proceso de formación?, ¿funcionó en la práctica?

No. Desde aquel tiempo, hasta ahora, te enseñan mucha teoría: sumak kawsay, derechos humanos y algo de mediación, cosas que lamentablemente no se practican en la cárcel cuando ya trabajas ahí. 

No tenemos una buena formación, sobre todo, en defensa personal. 

Cuando yo me estaba preparando para ser guía, solo me dieron 15 días para hacer prácticas en el ex penal García Moreno, en Quito. 

No sirvió de mucho, porque lo que tienes que hacer como agente es realizar los conteos de las personas privadas de la libertad y tener el control del pabellón para que no haya problemas. Pero cuando llegas, todo te impacta.

¿Qué fue lo que más te impactó? 

El hacinamiento. 

A nosotros nos decían que las cárceles estaban diseñadas para cierta cantidad de personas. Pero las cárceles siempre han estado sobrepobladas.

Fue mucho peor cuando ingresé a la Penitenciaría. 

Hagamos una comparación. Comenzaste a trabajar cuando aún regía el antiguo modelo de gestión penitenciaria, antes de la construcción de las megacárceles, ¿qué modelo te parecía mejor, el actual o el anterior? 

Bueno, yo creo que depende. 

Antes, las visitas podían ingresar alimentos, tenían la facilidad de hacerlo. 

Podían entrar todo tipo de cosas y veías, por ejemplo, a las mamás con ollas de comida para sus hijos. 

Pero a raíz del nuevo sistema penitenciario existen los economatos, cosa que a los presos no les gusta. 

A mí me parece bien por un lado porque había más control, pero, por otro, claro, no todas las familias tienen para depositar dinero. Otra cosa, por ejemplo, es que antes nosotros sí podíamos hacer raquetas [operativos de requisa] en las cárceles. Ahora no podemos. Estamos amarrados de manos.

La Penitenciaría se ha convertido en la prisión más violenta del país, con condiciones deplorables, indignas para las personas presas, pero, ¿cómo es trabajar ahí? 

En esta cárcel no hay control de nada, realmente eso fue lo que más me impactó cuando llegué. 

Había mil presos en cada pabellón. Estamos hablando de que son 12 pabellones y solo un guía se hacía cargo de cada pabellón. 

Imagínese lo que es un guía para mil presos. 

No resulta  en cuanto temas de seguridad, porque, digamos, en el conteo de los presos, ¿cómo íbamos a saber si estaban completos? Se nos puede pasar uno, porque no logramos ver a todos, son errores que pueden ocurrir. 

En Guayaquil, las primeras matanzas comenzaron en el 2019. Uno como guía no puede hacer nada a cargo de tantas personas. 

Claro que ahora ha bajado a 800 [por pabellón], pero seguimos hablando de lo mismo: somos pocos para la población de la “Peni”. 

¿Cuántos guías hay por turno? 

Por ejemplo, esta noche, son máximo 20 guías para toda la cárcel. Es decir, 20 personas para 12 pabellones con cerca de 800 personas. 

Pero también hay que tomar en cuenta que no todos son para los pabellones, sino que hay personas presas que están en hospitales y algunos guías tienen que estar ahí, custodiándolos. 

Pero hay quienes sí organizan los pabellones. ¿Los caporales, no? 

Sí, pero aquí en la Penitenciaría no se maneja la palabra “caporal”. 

Aquí hay mafias. Entonces, son los jefes, los “tíos”, los patrones. 

flecha celesteOTROS CONTENIDOS SOBRE VIOLENCIA DE GÉNERO

¿Cuáles son las mafias que están en la Penitenciaría?

Hay algunas: 

Los Choneros

Los Águilas, 

Los Tiguerones, 

Los Chone Killer,

Los Lobos

Los Latin King, 

Los Lagartos

Los que siguen a alias Samir, 

Los Fatales, que fueron las personas asesinadas en esta masacre [la de septiembre de 2021], 

Hay otras bandas que son más pequeñas y que mantienen bajo perfil por la violencia. 

¿Cómo están organizados en la cárcel? 

Cada quien está con su gente, todos por pabellones. Eso ha pasado siempre. 

Decías que los miembros de Los Fatales fueron las personas asesinadas el 28 de septiembre, ¿cómo nacieron? 

La banda ya tenía su tiempo. 

Pero a raíz del asesinato del líder JL todo se activa. [*nota de los editores: JL es Jorge Luis Zambrano alias JL o Rasquiña, quien fue líder de la megabanda de los Choneros, asesinado a finales de 2020, dejando un vacío de poder en la gran estructura narcodelictiva]

Los Fatales son liderados por Junior Roldán, alias JR, hombre de JL. Pero después de su muerte, los estragos llegaron porque tanto JR como alias Fito quieren hacerse del poder. 

Cuando estuve en la Penitenciaría, casi todos los familiares decían que había más muertos de los reportados oficialmente, ¿qué viste el día de la masacre de septiembre? 

Cuando llegué, había mucho silencio y ese día no pudimos contabilizar a las personas sobrevivientes, porque ahí ya no tenemos voz de mando. 

No podíamos entrar ni a los pabellones, peor al 5. Sí, el gobierno dijo que hubo 119 muertos, pero hubo muchos más cuerpos. 

Es que imagínese, la mayoría no murió a bala, sino con granadas. 

Hubo cadáveres desaparecidos y otros que fueron llevados a otros pabellones y que fueron saliendo días después. [*Nota de los editores: el gobierno insiste en que la cifra oficial de la masacre de aquel día es de 119 presos] 

Ellos eran los hombres de confianza de JL. Sobre su muerte hay varios rumores, pero, ¿crees que ellos tuvieron algo que ver? 

Esa orden vino desde afuera, desde México. 

Ahora, mire, quienes le seguían en el poder comenzaron a jalar gente de Los Choneros. 

Y están ahí, haciendo todo para ser los líderes absolutos, pero quedan los otros que aún le siguen siendo fieles a JL. Ahí es que comienza la rivalidad. Hasta la fecha, nadie coge ese puesto. 

Pero las bandas delictivas son impredecibles. Se unen, confabulan, se traicionan…

Sí. Ahora mismo usted ve. 

Los Águilas, que es una subdivisión de Los Choneros, están con Los Choneros, los originales, los que siguen a JL.

Y los líderes son alias Junior y alias Fito. Ellos son una alianza y son la fuerza más grande en la Penitenciaría. 

Luego está “la rivalidad”, así le llamamos aquí. 

Por ejemplo, están Los Tiguerones, el jefe es Alcívar Bautista, alias Negro Willy, que fue guía penitenciario. O los Lagartos, que son de la banda de los tiempos de alias Cubano y de alias Caimán. 

Pero ellos siempre han sido aparte. Los Lagartos no tienen alianza con nadie, por eso ellos tienen ahorita el CDP [Centro de Detención Provisional] para toda su gente. Ellos habitaban antes en el pabellón 5, donde ocurrió la masacre. 

¿Por qué los cambiaron?

Porque iba a pasar lo mismo con ellos: los iban a matar para que no haya esa rivalidad. 

Pero, para que me entienda mejor: Los Fatales fueron asesinados porque quisieron hacer fuerza con Los Tiguerones. 

Entonces, lo que pasó es que Los Choneros y Los Águilas los mandaron a matar a todos por volteados [es decir, por traidores]. 

Mataron a los jefes, ellos fueron degollados. Pero si le soy sincero, antes no tenían gran poder. Son personas que sí, estaban por asesinato, delitos graves, pero no eran líderes grandes.

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Pero, ¿cómo llegan a esos puestos, entonces? 

Fácil. En la Penitenciaría les prometen un puesto a los “suizos”, así se conoce a los gatilleros [*Nota de los editores: un gatillero es un sicario].

Ahí hay dinero de por medio. Pero cuando hay masacre, son ellos los primeros que mueren. 

Eso pasó en el pabellón 5. Yo los conocí a ellos en otra cárcel y no eran nadie, ¿me entiende? 

De la nada me enteré que eran jefes ahora. Y sí, a ellos los ponen para morir, son los primeros en ser asesinados. 

Y qué pasa con la gente que ingresa a la cárcel. Muchos se unen a las bandas delictivas para sobrevivir ahí, ¿qué es lo que ocurre? 

Sí sucede. 

Pero lo que yo más he visto es que, por el miedo, muchos pueden aparentar ser algo. 

Entonces, los miembros de las bandas averiguan si estas nuevas personas no pertenecen a esa rivalidad u otra organización contraria.

Pero, claro, también hay extorsión. Les piden que depositen dinero en cuentas bancarias. Esos son los “empeños”, así se les llama. 

Si no pagan, porque a veces no tienen, los ponen a lavar la ropa del pabellón, por ejemplo.

Mientras todas estas alianzas nacen y se quiebran, ¿cómo es que consiguen el arsenal para matar?, ¿cómo siguen ingresando? 

Hay demasiadas formas del ingreso de todo lo que es prohibido. 

Una de las principales es a través de los carros que entran a la Penitenciaría con alimentos. 

Y sí, también a través de los uniformados. Hay una complicidad directa de funcionarios para ingresar las armas. Lo hacen con la orden del de arriba. Existe un director que tiene conocimiento, no es que no lo sepa. Por eso, aquí solo hay directores de paso. Los tienen amenazados o les dan dinero. 

Sin embargo, sí tienen que saber que en la Penitenciaría siempre va a haber armas. Esa es la verdad. 

Hacen todos esos decomisos, que en realidad son trueques entre los policías y las bandas. Están contentos cuando publican esas fotografías en redes sociales. 

Pero en realidad es un intercambio, porque ya las requisas de verdad no se han hecho. En la cárcel hay muchos lujos para quienes tienen dinero: ventiladores, pantallas, televisores, licor… 

Pero, ¿qué pasa con los guías penitenciarios? Una ex directora nacional de Rehabilitación fue amenazada de muerte por muchos, ¿También hay un tema de corrupción ahí?

Sí. Recuerde a alias Negro Willy. 

Antes de ser el líder de Los Tiguerones, fue un agente penitenciario. Y también hay muchos que son parte de las bandas o trabajan en conjunto con ellos. 

Pero no somos todos. Algunos se dejan corromper y otros estamos luchando prácticamente solos. 

Con tantos episodios de violencia, ¿te da miedo este trabajo? 

Pero claro. 

Es obvio que no solo a mí, sino a la mayoría de mis compañeros. 

Te amenazan de muerte, te asustan afuera de la cárcel. Uno en este trabajo tiene que saber mantenerse, saber andar.

Pero hay un lado positivo, me imagino, ¿o lo haces por algún motivo específico?

A mí me gusta mi trabajo, estar operativo, estar activo todo el día. 

No me hallo estar en una oficina, sentado. Y sí, hay adrenalina también. 

Pero hay que ser claros. Los presos tienen rencillas entre ellos, pero con los guías no necesariamente. 

Están conscientes de nuestro trabajo. Cuando ha habido masacres, nosotros hemos estado ahí. Claro que nos toca correr en medio de las balas, pero nosotros no somos el objetivo. Otra situación es con los policías. A veces tienen pactos con ellos, pero a muchos no les agradan. 

Igual es complicado. Los guías solo estamos armados de valor en la Penitenciaría. No tenemos nada con qué defendernos, mucho menos armas de disuasión y no existe el suficiente personal penitenciario.

[Nota de la redacción: Consulté con la Alianza sobre las prisiones, una coalición que trabaja por la defensa de los derechos de las personas presas, su postura sobre entregar armas a los agentes. «Proponer armas a los guías como ‘solución’ deja incuestionado el problema del ingreso clandestino de armas. En lugar de apuntar allá la idea es «si ellos se arman nosotros también», entonces podemos hablar de sociedades e instituciones sobrearmadas, es decir, que solucionan los problemas de organización con violencia punitiva que puede llegar a ser de muerte]

Y en ese estado de desprotección, ¿cómo es el día a día ahí?, ¿cómo es tu relación con las personas presas? 

Me llevo bien con ellos. Cuando no tienen problemas con nadie, son personas pasivas. 

Ellos muchas veces cumplen órdenes que llegan desde afuera, desde el extranjero. Veo que recién está comenzando a salir en los medios.

Yo hablo con ellos a diario, reconozco esa humanidad. Y lo peor es que a veces no son ni ellos. 

En Ecuador, la mayoría están pagando condenas que no merecen. La culpa no solo es del SNAI, sino de todo el sistema judicial. Conozco a demasiadas personas que están presas porque no han tenido recursos para un buen abogado y quienes son culpables están libres porque tienen dinero. 

Nosotros tenemos la voz de mando y sí respetan eso. 

¿Qué es lo que crees que debería cambiar en el sistema? 

Debería haber muchos más talleres y programas para las personas presas. 

Pasan mucho tiempo desocupadas y no se las rehabilita realmente. Le pongo un ejemplo: aquí, en la Penitenciaría, hay talleres de carpintería, pero solo para 30 personas y no es rotativo. No pues. Lo que hay que hacer es seguir trabajando con más gente, no solo que se cumpla por ser un requisito para la prelibertad. 

También quiero recalcar algo. No entendemos por qué el SNAI pone a los policías como jefes. A nuestro parecer, un guía podría liderar el sistema.

Tengo compañeros que tienen más de 30, 35 años siendo guías y siguen abriendo candados como nosotros, que somos más jóvenes. 

El SNAI pone de directores a coroneles retirados que no saben del tema y no van a llegar a saber porque no conocen de seguridad penitenciaria. No es algo que se aprende en un cursito de seis meses, sino en el día a día, en los años de práctica. 

[*Nota de los editores: El 14 de noviembre de 2021, el presidente Lasso aceptó la renuncia de Bolívar Garzón a la dirección del SNAI. Se la encargó al coronel retirado Fausto Cobo, quien dirigía el Centro de Inteligencia Estratégica]

¿Por qué el estado de excepción, la militarización y mayor presencia policial no funciona? 

Simple. Si hablamos de los militares, están solo afuera. 

Es decir, no apoyan nuestro trabajo y, por lo que hemos visto, el Ejército tampoco ha querido. Yo digo: ¿qué tanto hace una tanqueta aquí, más que para la foto? De qué sirve si todo sigue entrando de la misma manera. 

[*Nota de los editores: El 15 de noviembre, el presidente Lasso dijo que los militares permanecerían indefinidamente dentro de la cárcel]

¿Crees que las masacres y la violencia continúen? 

Sí, hasta que las autoridades no hagan algo. 

Las mafias aprovechan la debilidad de los gobiernos, de las instituciones y van planificando con el tiempo. Tienen que estar pilas los feriados y en los días de las festividades. 

[*Nota de los editores: en el feriado de noviembre de 2021, hubo tres muertos en tres días de enfrentamientos en la Penitenciaría del Litoral. Luego, una nueva masacre estalló la madrugada del 13 de noviembre]

Alertas hay siempre. Los presos saben cuándo va a haber una masacre, están anticipados y nosotros también. La Policía lo sabe. 

Todo lo que está pasando se puede evitar, pero nadie hace nada. Yo lo quiero dejar claro es la ineptitud del Estado, porque las mafias están ahí. Estamos desprotegidos. 


*Carlos es un nombre protegido.

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Karol E. Noroña
Quito, 1994. Periodista y cronista ecuatoriana. Cuenta historias sobre los derechos de las mujeres, los efectos de las redes de delincuencia organizada en el país, el sistema carcelario y la lucha de las familias que buscan sus desaparecidos en el país. Ha escrito en medios tradicionales e independientes, nacionales e internacionales. Segundo lugar del premio Periodistas por tus derechos 2021, de la Unión Europea en Ecuador. Recibió una Mención de Honor de los Premios Eugenio Espejo por su crónica Los hijos invisibles de la coca. Coautora de los libros 'Periferias: Crónicas del Ecuador invisible' y 'Muros: voces anticarcelarias del Ecuador'.

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