El pasado 23 de agosto el presidente Guillermo Lasso arribó a Ciudad de México con motivo de los 200 años de la firma de los Tratados de Córdova, textos que concretaron la independencia de ese país. Este encuentro fue el inicio de una apretada agenda en la que estuvo una reunión con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (popularmente conocido como AMLO). Los temas prioritarios para el mandatario ecuatoriano fueron, en sus propias palabras, el comercio, la apertura económica y la cooperación entre ambas naciones. 

Sin embargo, existen otros tópicos sensibles que aunque no se nombren públicamente fueron clave para el mandatario ecuatoriano, entre ellos, la migración ecuatoriana a Estados Unidos a través de México y los requisitos de ingreso de los ciudadanos ecuatorianos a ese país, la seguridad internacional y la lucha contra el narcotráfico a nivel regional, y el rol político de México como líder en ascenso en Latinoamérica. 

A pesar de la pública simpatía que López Obrador ha demostrado por los regímenes identificados con el Socialismo del siglo XXI y sus continuas evasivas sobre la situación venezolana, el presidente mexicano ha logrado posicionar a su país como un aliado fundamental para todos los países de la región. Guillermo Lasso se convierte en el décimo presidente latinoamericano en visitar a López Obrador tras dos años y medio de su llegada al gobierno mexicano. 

Entre los gobernantes que ha recibido, están los presidentes de Argentina, Colombia, Costa Rica y Panamá —además de sus vecinos centroamericanos Guatemala, Honduras, El Salvador y Cuba, situación que evidencia el liderazgo en aumento que México cultiva en la región, más allá de su espacio natural de influencia en Centroamérica. Es decir, México no va a la región pero la región va a México, demostrando el peso que está alcanzando en la Latinoamérica pospandemia.

De acuerdo a la retórica del presidente López Obrador y especialmente de su canciller Marcelo Ebrard Casaubón, es claro que  la política exterior de México fortalece la defensa de los principios de no intervención, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de las controversias. La nueva política exterior mexicana desde la llegada de la izquierda al poder ha buscado acercarse y liderar a Latinoamérica y el Caribe, incluso priorizando esta relación por sobre la tradicional primacía del nexo México – Estados Unidos. 

En los dos años y medio del gobierno de AMLO se ha generado una ventana de oportunidad entre los líderes regionales que han manifestado su apoyo y cercanía con el presidente mexicano, especialmente los líderes de izquierda —pero no ellos exclusivamente. Existe un interés general en la región por tener estrechos lazos con México por el volumen de su mercado interno, y a que es una puerta de entrada a la Alianza del Pacífico. 

Además, porque está llenando el vacío del liderazgo dejado por Brasil. El margen de maniobra del estado brasilero en América Latina pasó de la alta capacidad de influencia que emanaban los gobiernos de Lula da Silva —e incluso de Dilma Rousef— a una defección desde la llegada de Jaír Bolsonaro a Itamaraty, con una política de continua negación del multilateralismo, de alejamiento de su país de la región, de una pésima gestión de la pandemia y de excesiva cercanía con el gobierno de Donald Trump.

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En este contexto regional la visita del presidente Lasso a López Obrador fortalece la idea de México como un nuevo centro geopolítico en la región: no solamente son los líderes cercanos al socialismo del siglo XXI quienes acuden a México, sino también la centro derecha continental, primero fue el presidente de Colombia, Iván Duque, y ahora es el presidente Lasso. Existe una razón importante para que los países del sur busquen mayor cercanía a México y es la Alianza del Pacífico. Lasso fue enfático desde que era candidato en la importancia de que Ecuador pertenezca en calidad de miembro pleno a esta importante iniciativa de integración regional.

Alcanzar un acuerdo comercial de carácter bilateral con México sería un paso previo a ingresar a la Alianza del Pacífico, ya que demostraría la capacidad de Ecuador de comprometerse bajo las  mismas reglas del mercado que rigen a la Alianza. Entre los cuatro países que fundaron el conglomerado supranacional (Chile, Colombia, México y Perú) se encuentra el 41 % del PIB de Latinoamérica. Al sumar toda su producción  es la octava economía del planeta. Es interesante también que entre los requisitos que un estado debe cumplir para poder formar parte de esta alianza está la vigencia del estado de derecho, el respeto a la democracia y al orden constitucional, y al libre mercado.

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El gobierno ecuatoriano es optimista sobre su eventual ingreso a la Alianza del Pacífico : “Uno de los objetivos de este viaje es acelerar cualquier proceso que tengamos trabado en los temas de negociación”, dijo Julio José Prado, Ministro de Comercio Exterior Según Prado, es “totalmente factible” que el trato entre ambos países se cierre hasta final de año “si avanzamos después de esta semana”, dijo. De esta forma, el gobierno de Lasso define su agenda internacional no solo en materia económica, sino también geopolítica: la Alianza del Pacífico representa también un contrapeso a la izquierda continental y sus desaparecidos organismos regionales como UNASUR o el ALBA. Pero la motivación del gobierno de Lasso de ingresar a este bloque no es solo comercial y económico; también busca una importante diferenciación política de los regímenes latinoamericanos que en este momento son considerados autoritarios, como sería el caso de Nicaragua y Venezuela.

La estrategia comercial de Lasso en suelo mexicano, además de buscar facilitar el ingreso de Ecuador a la Alianza del Pacífico, también se basó en acercamientos con importantes actores empresariales mexicanos con la finalidad de atraer inversiones desde la nación norteamericana hacia el Ecuador. Entre estos, llamó la atención la reunión del presidente ecuatoriano con el magnate mexicano Carlos Slim que —aunque transcurrió a puerta cerrada— es un punto importante para el sector de las telecomunicaciones en el país. 

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Otro asunto sensible para Ecuador es la utilización de las fronteras mexicanas como punto de paso de la migración ecuatoriana irregular hacia Estados Unidos. Sin embargo, este tema no fue colocado en la agenda pública de las conversaciones entre Lasso y López Obrador, a pesar de que es una cuestión que afecta los derechos humanos de los ecuatorianos en situación de movilidad y se vincula con temas de seguridad por el rol de las mafias que ofrecen el servicio de cruce de frontera. A julio del presente año se ha registrado la desaparición de 13 migrantes originarios de Ecuador.

De acuerdo al medio mexicano El Economista, en lo que va del año 2021, 88.696 ecuatorianos han viajado a México en calidad de turistas. De ellos, apenas han regresado 34.331, lo cual demuestra que existe una ola migratoria a través de México. Por esta razón México decidió reinstaurar la visa de entrada para ecuatorianos a pesar de que ese país es, desde hace años, el principal destino turístico internacional para los nacionales. 

Sin embargo, y a pesar de lo sensible de este tema, ni la cancillería ecuatoriana ni la presidencia de la república han informado que se trató con AMLO, desperdiciando así una oportunidad política para promover mecanismos de protección bilaterales de quienes migran —especialmente de quienes están en situación de vulnerabilidad como niños, niñas, mujeres embarazadas o personas que necesitan cuidados especiales. 

Igualmente llama la atención que la seguridad internacional no haya sido tratada en la agenda presidencial, dada la fuerte vinculación entre México y operaciones de cárteles del narcotráfico en Ecuador. De hecho, la peor masacre producida en cárceles ecuatorianas sucedida en febrero del 2021 y que dejó como resultado 79 muertos, se encuentra directamente relacionada con una encarnizada disputa entre los cárteles Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa por el control de los corredores y las redes de apoyo para el envío de cocaína por las costas de Ecuador hacia Centroamérica, Estados Unidos y Europa.

Desde el punto de vista económico la visita del presidente Lasso a México fue positiva. Fortaleció los lazos comerciales entre ambas naciones, con la clara intención de que Ecuador ingrese a la Alianza del Pacífico, espacio necesario para ampliar y diversificar las relaciones comerciales del país. No obstante, es preocupante que en la agenda política con López Obrador no se hiciera una sola mención a dos temas que son fundamentales para la armonía política ecuatoriana: migración e influencia del narcotráfico en el Ecuador. 

En este complicado contexto, el nombramiento de Francisco Carrión, respetado diplomático de carrera, como nuevo embajador de México es un acierto. Carrión tiene la experiencia necesaria para conducir una estrategia a mediano y largo plazo tanto para la inclusión de Ecuador en la Alianza del Pacífico, como para el manejo de los temas sensibles de migración y seguridad. 

Los esfuerzos del nuevo embajador deberán concentrarse en la promoción de una política binacional de frontera segura para los ecuatorianos que intentan migrar a Estados Unidos, y en una estrategia de involucramiento del gobierno mexicano para frenar la influencia de los cárteles en territorio ecuatoriano —tanto en cooperación de la inteligencia policial como en acciones directas que bloqueen dichas operaciones. Carrión, que fue representante de Ecuador ante la Organización de Naciones Unidas durante varios años, tiene un gran reto en suelo azteca.