Esto es Mi hamaca en Marte, una reflexión semanal sobre el futuro de la humanidad escrita por el editor general de GK, José María León.
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¡Hola, terrícola! Estamos de vuelta por estas páginas :)
En este retorno, quiero contarles un poco sobre el desafío de seguir secuenciando y estudiando el genoma del coronavirus que causa la enfermedad llamada covid-19. Si no lo hacemos, ponemos en riesgo el avance de nuestra lucha contra el virus (que como recordarán se llama oficialmente SARS-CoV-2).
Pero vamos por partes, primero ¿qué es un genoma? La mejor definición que he encontrado es la del sitio del proyecto del genoma humano del Instituto Nacional para la Investigación del Genoma Humano (¿ya dije genoma?). Es “una colección completa de ácido desoxirribonucleico (ADN) de un organismo” —o sea es un compuesto químico que contiene “las instrucciones genéticas necesarias para desarrollar y dirigir las actividades de todo organismo”.
¿Y qué es “secuenciarlo”? Es “establecer el orden exacto de las pases en un segmento de ADN”, dice el proyecto. Como ustedes recordarán de sus clases en la escuela, el ADN es la doble hélice de ácido desoxirribonucleico, que contiene el material hereditario de la gran mayoría de todos los organismos identificados por el ser humano —incluyéndose a sí mismo y a los virus (por cierto, la búsqueda de organismos que no tienen ADN es continúa y ya hay una creación sintética llamada el XNA, que no tiene ambas cadenas).
Bueno, perdonen la digresión, volvamos al ADN. Su información se almacena en un código hecho de cuatro bases químicas: adenina (A), guanina (G), citosina (C) y timina (T). El ADN humano tiene unas 3 mil millones de bases —más del 99% son iguales en todas las personas (un dato increíble para esa gente que se cree única).
La secuencia de estas bases determina la información disponible para construir y mantener a cada organismo. Es “similar a la forma en que las letras del alfabeto aparecen en un cierto orden para formar palabras y oraciones”, dice esta explicación de La Librería de Medicina de los Estados Unidos.
Estas bases se emparejan en pares y cada base está unida a una molécula de azúcar y a otra de fosfato, formando una estructura llamada “nucleótidos” que están ordenados en dos hebras largas que forman la doble hélice. Estas doble hélices forman los genes. A inicios del siglo XX se secuenció el de los humanos: tenemos unos 30.000.
Se ha secuenciado, además, el genoma de miles de otros organismos. Hacerlo es importante porque permite entender cómo han evolucionado (pues su información hereditaria), qué genes contienen información que permite entender su expectativa de vida, las enfermedades a las que son más proclives, qué parte de ciertos genes producen enfermedades para las que no hay cura, entre un montón de otras posibilidades que aún no comprendemos del todo.
Por ejemplo, como me contó la doctora Linda Guamán en una entrevista de febrero de 2020 (o sea, en la prehistoria ya), en Brasil se hicieron estudios clínicos para una droga para combatir la malaria en una población nórdica.
En esos ensayos, se vio que se necesitaba una dosis muy alta para que surta efectos. “Cuando ya secuenciaron el genoma e incluyeron poblaciones netamente indígenas de la Amazonía se vio que en ellos tenía un efecto secundario muy grande. Bajaron la dosis a la adecuada”, me dijo la doctora Guamán. Cuando se tiene un genoma secuenciado, se entiende mejor a los organismos.
Bueno y después de todo esto, volvamos a lo que les decía en el primer párrafo: ¿por qué secuenciar el genoma del SARS-CoV-2 es importante? Porque como explica Puja Changoiwala en la fantástica revista Quanta, “sigue siendo la herramienta fundamental para comprender cómo evoluciona el virus y cómo deben adaptarse nuestras defensas contra él”.
Changoiwala dice que los datos genómicos pueden explicar “los secretos más profundos del coronavirus” —incluidos comportamientos epidemiológicos que, por sí solos, “los datos de los pacientes no pueden capturar”. Al observar la secuencia genómica del virus que causa el covid-19 en la muestra de una persona en particular, se puede empezar a comprender cómo se está propagando el virus porque la secuencia genómica se verá ligeramente diferente a medida que el virus muta y se propaga en diferentes regiones. Incluso, dicen Peter Thielen y Thomas Mehoke, biólogos moleculares del Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins, servirían para estimar el tamaño real de la población infectada. En lugar de “simplemente determinar la cantidad de personas que dieron positivo en la prueba, a partir de los genomas que estamos viendo, podemos estimar la cantidad total de casos positivos en el estado”, decían ya en abril de 2020.
Todo el dolor de cabeza actual sobre las variantes, sus efectos y peligros, puede ser mejor comprendido y abordado si se sigue secuenciando el genoma de esas mutaciones —algo que, como explicó el científico Bernardo Gutiérrez en GK, es normal en todos los virus.
La primera secuenciación del virus se hizo pública en enero de 2020, incluso antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarase la pandemia del covid-19. Desde entonces, entes reguladores y organizaciones científicas de todo el mundo han recalcado la necesidad de seguir constantemente secuenciando al virus.
La Comisión Europea le ha pedido a sus estados miembros que secuencien al menos el 5% (pero idealmente el 10%) de los resultados positivos de las pruebas de los pacientes con covid-19. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos se ha puesto también el objetivo del 5.
En general, la gran parte del mundo está muy atrasada en este asunto. El texto de Changoiwala tiene un mapa que muestra cómo avanza la secuenciación del genoma del virus que nos doblegó por más de un año. Países industrializados como Alemania e Italia tienen porcentajes bajísimos. Estados Unidos va por el 1,69% —y eso ya se considera un avance.
¿Y en América Latina y el Ecuador, cómo nos va? Pues ya se imaginarán.
En Brasil, donde el covid-19 ha matado a más de medio millón de personas y donde se generó una mutación del virus, la secuenciación es del 0,097% de los casos. En Ecuador, donde por fin el programa de vacunación ha cogido tracción, la cifra es apenas superior a la brasileña: el 0,138%. Todo el continente está en rojo en secuenciación del genoma, mientras Australia, el Reino Unido y Finlandia tienen los mejores números —y eso es una gran noticia para ellos.
¿Qué piensas?